Poema En El Camarote Durante La Noche de Traducciones



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Poema En El Camarote Durante La Noche de Traducciones

Tiene el mar perlas, el cielo
astros de ardiente fulgor,
mi corazón en su anhelo
guarda, fuente de consuelo,
otro tesoro: su amor.
Grande es el cielo rïente,
grande el mar, pero mayor
es mi pecho; y más ardiente
que perlas y astro luciente,
en él fulgura mi amor.
Para tí tan sólo, hermosa,
es mi corazón entero;
cielo, amor y alma dichosa
en un solo amor sincero
funde la vida gozosa.
Yo quisiera a la bóveda azulada
donde lucen los astros,
un torrente de lágrimas vertiendo,
en un beso de amor unir mis labios;
que son los ojos de mi dulce amada
esos astros serenos
que me saludan dulces y graciosos
desde la inmensa bóveda del cielo.
Hacia los ojos de mi amada hermosa,
hacia el cielo tranquilo,
los flacos brazos suplicante elevo,
y enamorado y anhelante digo:
-«Dulces ojos, graciosos resplandores,
dad calma a mi angustiado pensamiento
que muera yo, mas que posea al cabo
vuestra serena luz y vuestro cielo.»
-Por las ondas inconstantes
y por mis sueños mecido,
en el camarote angosto
reposo triste y tranquilo.
por la lucana entreabierta
los astros miró en la altura;
¡dulces ojos de mi amada,
hermosa como ninguna!
Aquellos ojos amantes
mi loco delirio velan,
y en la bóveda azulada
luminosos parpadean.
Y hora tras hora dichoso
miro la serena altura,
hasta que los dulces ojos
me roba un jirón de bruma.
En la pared donde apoyo
mi cerebro fatigado,
chocan las ondas furiosas,
en mi oído murmurando:
-¡Pobre loco! son muy cortos
tus brazos y está muy alto
el cielo, donde encendidos
y fuertemente clavados
están con clavos de oro
los resplandecientes astros;
mejor harás en dormirte
calma a tu ansiedad buscando;
¡que tus súplicas son vanas,
y son tus deseos vanos! -Soñé;
era un prado desierto,
era un prado solitario,
de blanca nieve cubierto;
bajo su frío sudario
dormía insensible y yerto,
mas lucían en la altura
de la bóveda azulada
las estrellas con luz pura.
¡Dulces ojos de mi amada
miraban mi sepultura!
Y aquellos ojos amados
resplandecían serenos,
victoriosos, extasiados;
mas de amor eterno llenos
y de pasión impregnados.

Heinrich Heine ( Alemania 1797 – 1856 )





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