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Poema El Consenso Público de Traducciones



¿No es más bella la vida de mi corazón
desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más
cuando yo era más arrogante y arisco,
más locuaz y más vacío?

¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento.
Únicamente creen en lo divino
aquellos que también lo son.

Friedrich Holderlin (Alemania, 1770-1843)

Versión de Federico Gorbea



Poema Mañana de Traducciones



Has salido del sueño como el mar. Tu boca,
húmeda aún, sonríe dulcemente a los sueños.
Brilla el sol en la hierba, pero tú ves la plata
de la luna, en el agua adormecida.

Una luz esmeralda casi nubla tus ojos;
guarda el perfume de aquel mar tu fina arcilla;
y una gran perla pálida llevas bajo los bucles,
ondulados como alga tranquila.

Marià Manent Barcelona 1898 -1998

Versión de José Corredor Matheos



Poema El Gran Masturbador (fragmento) de Traducciones



A pesar de la oscuridad reinante
la noche estaba en sus comienzos
en los bordes de las grandes escalinatas de ágata
donde
fatigado por la luz del día
que duraba desde la salida del sol
el gran Masturbador
su inmensa nariz apoyada sobre el piso de ónix
sus enormes párpados cerrados
la frente corroída por horribles arrugas
y el cuello hinchado por el célebre forúnculo que bulle de hormigas
se inmoviliza
extático en ese instante del crepúsculo todavía demasiado luminoso
mientras la membrana que recubre enteramente su boca
se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta
aferrada inmóvil y apretada contra ella
desde hace cuatro días y cinco noches.
Todo el amor
y toda la embriaguez
del gran Masturbador
residía
en los crueles ornamentos de oro falso
que recubren sus sienes delicadas y blandas
e imitan
la forma de una corona imperial
cuyas finas hojas de acanto bronceado
se prolongan
hasta las mejillas rosadas e imberbes
y continúan sus fibras duras
hasta fundirlas
en el alabastro claro de su nuca.

Salvador Dalí (1904 – 1989)

De «Femme visible»

Versión de Aldo Pellegrini



Poema Los Deseos de Traducciones



Te deseo primero que ames y que,
amando, también seas amado.

Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos, y que,
incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles,
y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas
enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que,
algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.
Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, más no insustituible,
y que en los momentos malos, cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante;
no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste,
no todo el año, sino apenas un día;
pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro
y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera, te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas está hecha un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
y que por lo menos una vez por año pongas algo
de ese dinero enfrente a ti y digas:«Esto es mío»,
sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera,
pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte
y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana
y al día siguiente,
y que cuando estén exhaustos y sonrientes, aún sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.

Sergio Jockymann (Brasil, 1930)



Poema Qasida En Nun de Traducciones



Este poema es de Ben Zaydún, uno de los clásicos de la literatura árabe
medieval. Sus poemas inmortalizaron a la princesa Wallada, culta,
elegante y de costumbres libres -una verdadera mujer moderna -que
le amó primero apasionadamente para desdeñarle después.
Este desgraciado amor le inspiró las más bellas páginas.
«Qasida en Nun» es ritual entre los árabes.

La aurora del día de la separación que ha de reemplazar
el de nuestra unión, acaba de aparecer; ha llegado el momento
de alejarnos mutuamente de la dulzura de nuestras citas.

Pues, mientras surgía el alba tras de la noche,
hemos hallado la muerte, y el que se encarga
de las lamentaciones fúnebres se ha alzado para llorarnos.

¿Quién hará saber a aquellos cuyo alejamiento nos impregnó de tristeza
-tristeza que no consume el tiempo, pero que nos consume-
que el destino, sonriente cuando estábamos entre ellos
nos hace ahora verter lágrimas?

Nuestros enemigos se irritaron al vernos saciar mutuamente
nuestro amor y desearon vernos agobiados de pena.
Y la suerte ha dicho: «¡Que así sea!»

Entonces, la que estaba atado en nuestras almas, se ha desatado,
y se ha roto la que por nuestras manos fuera unido.

En otro tiempo no temíamos la separación;
henos hoy sin esperanza de reencuentro.

¿Puedo yo saber, yo que jamás he dado satisfacción a nuestros enemigos,
si mis enemigos han obtenido de ti algún favor?

Jamás creímos en nuestra separación, más que por nuestra voluntad,
jamás nuestra firmeza se debilitó con otra creencia.

Pensaba que la desesperación con sus crisis me procuraría el olvido.

Estoy desesperado. ¿Por qué, pues, la desesperación
ha excitado mis recuerdos?

Vos os habéis alejado y yo también; mis caderas se ha resecado
por el violento amor y mis lágrimas no se agostan.

Cuando mis íntimos pensamientos vuelan
para hablaros en secreto al oído, estoy próximo a morir de dolor,
mientras procuro sufrir con paciencia.

Al perderos, los días se han transformado, se han vuelto sombríos,
mientras que antes, gracias a vos,
incluso las noches eran resplandecientes.

Cuando el fin de la vida era desinteresarme de todo
que no fuera nuestro cariño, y la fuente donde abrebaba mi gozo
era pura por la sinceridad de nuestro amor.

Cuando inclinábamos hacia nosotros las ramas de la intimidad,
que nos tendían sus frutos maduros,
frutos que a manos llenas cogíamos.

Ojalá pueda mi fidelidad ser regada por la ola primaveral de la dicha!
Pues tú eres para mi alma el perfume que la embalsama.

No pienses que tu ausencia, lejos de mí, cambiará mi corazón,
aunque se prolongue; el alejamiento no cambia el corazón de los que aman.

¡Lo juro por Alá! Nada ha buscado mi deseo para reemplazarte;
mis votos no se han alejado de ti.

¡Oh relámpago que surcas la noche, vete de madrugada a palacio;
derrama el aura de la felicidad
sobre la que me daba a beber el vino puro del amor y la pasión!

Y allí, si el pensar en mí entristece a la amiga
cuyo recuerdo esta noche causa mis penas.

¡Oh soplo ligero del céfiro!, lleva mi saludo a quien, a pesar de la distancia,
me devolverá la vida, si me saludara.

A quien no ve que el destino me hace morir, el destino a quien ayuda,
cuando por mi parte no ha tenido motivo de queja.

Es de estirpe real y se creería que Dios la ha hecho de almizcle,
mientras a los demás mortales los hizo de limón.

O que la moldeó de plata sin mezcla y la ha coronado
con el más puro oro virgen, al hacerla y adornarla.

Si se inclina, halla pesadas las perlas de su collar,
a causa de su vida de bienestar;
los anillos ensangrientan su carne delicada.

El sol, embelleciéndola, ha sido para ella nodriza llena de ternura;
y sin embargo,
ella no ha ofrecido su bello cuerpo al sol más que algunos instantes.

Se diría que el sol ha fijado en medio de sus mejillas
la brillante marea de los astros, como un talismán benéfico,
como un adorno.

No nos estorbó el no haber sido su igual en nobleza;
pues, en la pasión, el mutuo abandono de amor es suficiente.

¡Oh jardín!, hace mucho tiempo que mis miradas
no han acariciado rosas ni englantinas,
arrebatadas por la brisa en pleno frescor.

¡Oh paraíso cuyos resplandores me han inundado con sus reflejos;
innúmeros deseos, infinitas delicias.

¡Oh mansión de felicidad! Viví en su bienestar,
bajo el manto de los favores cuyos pliegues sostuve
durante algún tiempo.

No te he nombrado por tu nombre; es por respeto a ti; porque te honor.
Tu alta situación me impide nombrarte.

Pues tú eres sin igual; no tienes par en cualquiera de tus cualidades.
Me basta con describirte clara y sencillamente.

¡Oh, Edén de la eterna felicidad!, en el que yo he cambiado
el agua de las fuentes y del río del paraíso, tan agradable,
por el fruto del árbol del infierno y el alimento de los condenados.

Pudiera decirse que no hemos pasado juntos una noche,
sin que nuestra unión haya estado de tercera, mientras nuestra dicha
hacía desviar los ojos de nuestros detractores.

Escondidos entre las benévolas tinieblas nocturnas,
que nos ocultaban hasta que el alba, al apuntar, amenazaba descubrirnos.

No es sorprendente que pregone la tristeza,
ya que se me ha obligado a alejarme de la amiga,
ni que haya olvidado la paciencia.

Ya recité mi dolor, como suras escritas, el día de la separación,
y tomé como norma la paciencia.

Pero tu amor… no, yo no puedo, con justicia, compararlo a un brebaje,
aunque cuando él me abrevaba me llenaba de alteración.

No he tratado con desprecio la morada de bellezas
en la que tú eres la estrella;
para consolarme del olvido no lo he rehuido por despecho.

No me he alejado voluntariamente de tu lado: las vicisitudes
de mi destino me han hecho partir en contra de mi voluntad.

Estoy triste por ti. Cuando el vino joven me excita,
al inundarme con sus reflejos; cuando hacemos cantar a los cantores,

ni las copas de vino calman mi espíritu, ni las cuerdas
de los instrumentos consiguen distraerme.

Sé fiel al pacto, puesto que yo continúo observándolo;
el ser bien nacido es aquel que trata con equidad tal como es tratado.

No he buscado compañía que pueda saciarme en tu lugar,
no me he servido de nadie para reemplazarte.

Aun cuando la misma luna llena, que ilumina las tinieblas,
descendiera por mi amor de los lugares por donde sigue mi curso,
no podría cautivarme como tú.

Cumple el pacto; mas si no me concedes el don de volver a reunirnos
me satisfaré con la ilusión y con el recuerdo.

Tu respuesta me será de gran provecho si aumentas con ella
los beneficios que no has cesado de prodigarme.

Que Dios, por mis súplicas, te conceda salud,
mientras dure en ti un ardiente amor.
Escóndelo a las miradas y no descubras mi retiro.

Ben Zaydún Arabia, siglo XI

Versión de L. S.



Poema Adan Y Eva de Traducciones



1. Tesis
La primavera vino.Y estaba ya madura
la primera mnnzana que en el mundo se abría.
Durmiendo sobre el hombro de Adán, Eva sentía
subir de sus entrañas inédita ternura.

Miróle embelesada… como una rosa pura,
mostraba ya sus pétalos de luz el nuevo día,
y a tono con la música del agua que corría
pasó, nerviosa y ágil una serpiente oscura.

La joven tuvo miedo; desnuda y sin abrigo,
buscó el refugio cálido del cuerpo de su amigo,
y entre sus brazos fuertes echóse enternecida.

Abrió sus ojos castos Adán; sintió cariño
por ella; y con la tierna simplicidad de un niño
sembró en la tierra virgen el germen de la vida.

2. Antítesis
Cuando, pasado el éxtasis, quedó prendido el grano,
Adán, estupefacto, miró a su compañera
tendida sobre el suelo: ¡como la tierra, era
hermosa! -De rodillas le dijo al soberano:

-¡Gracias, Señor, por este prodigio sobrehumano!
-¡Gracias por el amor y por la primavera!
-Porque me diste el germen que en Ella prolifera
y de mi propia carne la hiciste, con tu mano!

Dios as0mó entre nubes, severo, amargo y triste :
-Has pecado! -le dijo a Adán-, ¿por qué lo hiciste?
-¡Oh, Dios! -repuso el Hombre-: Por Ella vivo y creo;

es sangre de mi sangre, hueso de mi costado,
y Tú la hiciste hermosa: si amarla era pecado,
¿por qué me diste entonces la carne y el deseo?

3. Síntesis
Siglos, milenios, éras tal vez, habían pasado
desde que Adán y Eva se unieron. No existía
ya en el mundo el amor… Pero a la grey judía
llegó un poeta rubio, dulce y atormentado.

Era el Hijo de Dios… Habló contra el pecado
de la lujuria, la sed de oro, la falsía
del mercader que roba y reza, y de la orgía
de un mundo corrompido que a Dios había olvidado.

Al pueblo dijo entonces Jesús: -«Seguid mi ejemplo»…
¡y echó a los fariseos a látigo del templo!
Una joven pareja se acercó al Nazareno:

-«Señor, Señor» -dijéronle-: «¿amarnos es pecado?»
y Él, sonriente : -«Yo mismo seré crucificado
por el amor: ¡amaos! ¡Amar es lo que es bueno!»

Ashram El-Kebir, Arabia



Poema En El Camarote Durante La Noche de Traducciones



Tiene el mar perlas, el cielo
astros de ardiente fulgor,
mi corazón en su anhelo
guarda, fuente de consuelo,
otro tesoro: su amor.
Grande es el cielo rïente,
grande el mar, pero mayor
es mi pecho; y más ardiente
que perlas y astro luciente,
en él fulgura mi amor.
Para tí tan sólo, hermosa,
es mi corazón entero;
cielo, amor y alma dichosa
en un solo amor sincero
funde la vida gozosa.
Yo quisiera a la bóveda azulada
donde lucen los astros,
un torrente de lágrimas vertiendo,
en un beso de amor unir mis labios;
que son los ojos de mi dulce amada
esos astros serenos
que me saludan dulces y graciosos
desde la inmensa bóveda del cielo.
Hacia los ojos de mi amada hermosa,
hacia el cielo tranquilo,
los flacos brazos suplicante elevo,
y enamorado y anhelante digo:
-«Dulces ojos, graciosos resplandores,
dad calma a mi angustiado pensamiento
que muera yo, mas que posea al cabo
vuestra serena luz y vuestro cielo.»
-Por las ondas inconstantes
y por mis sueños mecido,
en el camarote angosto
reposo triste y tranquilo.
por la lucana entreabierta
los astros miró en la altura;
¡dulces ojos de mi amada,
hermosa como ninguna!
Aquellos ojos amantes
mi loco delirio velan,
y en la bóveda azulada
luminosos parpadean.
Y hora tras hora dichoso
miro la serena altura,
hasta que los dulces ojos
me roba un jirón de bruma.
En la pared donde apoyo
mi cerebro fatigado,
chocan las ondas furiosas,
en mi oído murmurando:
-¡Pobre loco! son muy cortos
tus brazos y está muy alto
el cielo, donde encendidos
y fuertemente clavados
están con clavos de oro
los resplandecientes astros;
mejor harás en dormirte
calma a tu ansiedad buscando;
¡que tus súplicas son vanas,
y son tus deseos vanos! -Soñé;
era un prado desierto,
era un prado solitario,
de blanca nieve cubierto;
bajo su frío sudario
dormía insensible y yerto,
mas lucían en la altura
de la bóveda azulada
las estrellas con luz pura.
¡Dulces ojos de mi amada
miraban mi sepultura!
Y aquellos ojos amados
resplandecían serenos,
victoriosos, extasiados;
mas de amor eterno llenos
y de pasión impregnados.

Heinrich Heine ( Alemania 1797 – 1856 )





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