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Poema Esos Cabellos En Tu Frente Enjertos de Lupercio Leonardo De Argensola



Esos cabellos en tu frente enjertos
(por más que disimules y los rices)
en otros cuerpos dejan las raíces,
y por ventura en otros cuerpos muertos.

¿Por qué pueblas, o Gala, los desiertos
de la Libia? ¿Por qué con tus barnices
ofendes nuestros ojos y narices,
cual si viesen sepulcros descubiertos?

Que aunque vuelvas a ser la que solías,
no puedes competir con Galatea;
oye, verás si la ventaja es poca:

en ti son años los que en ella días;
está en duda si el tiempo la hará fea,
y está en verdad que nunca la hará loca.



Poema El Olvido de Jose Maria De Heredia



Los escombros del templo, sobre el alta colina,
yacen. Y en este erial, entre ramas fragosas,
los broncíneos héroes y marmóreas diosas
bajo el yugo cayeron de la muerte divina.

Al abrevar los bueyes, entona en su bocina
el pastor un antiguo cantar; y en las brumosas
tinieblas, se destacan sus formas prodigiosas
sobre el negro horizonte de la calma marina.

Cara a los viejos dioses, en primavera, siente
la tierra maternal cómo es fútil su canto,
y hace brotar del roto capitel otro acanto.

Mas al sueño ancestral el hombre indiferente
oye impasible, en medio de las noches serenas,
al mar que se acongoja llorando a las sirenas.

Versión de Otto de Greiff



Poema El Poema de Eloy Sánchez Rosillo



A veces me tropiezo con tu sonido. Escucho
un eco que golpea las paredes del sueño
y oigo en mi pulso un ritmo de aventura y suicidio.
La noche se hace entonces laberinto. Mis pasos
penetran en el bosque, presienten el encuentro.
Me acerco a los lugares donde la muerte esconde
el vértigo y la luz de su relámpago.
Para todo soy ciego si este dolor me acecha:
la destrucción buscada es la vida más honda.
Ya no puedo escapar. tu voz es cárcel;
la orden se hace canción, llanto quemado,
lucidez delirante, tiempo entero.
Me rodean las cosas; en la penumbra gimen
y esperan que las nombre, que mis manos
impriman un color a su destino,
esculpan una forma en su carne reciente.
Me olvido del silencio, de la larga sequía;
la soledad se puebla de jadeos y gritos;
giran los signos y la sombra acepta
mi fiebre sacudida, mi pasión levantada.
Me pierdo en el camino. regreso. Al fin descifro
la secreta escritura, el vértice sonoro.
todo termina y callo. Tiembla la noche. Cae
una gota de lumbre sobre el papel en blanco.

27 de febrero de 1974



Poema El Soneto Nocturno de Felipe Benitez Reyes



La luna era ese párpado cerrado
que flotaba en el circo de la nada
?y el niño retenía la mirada
su hipnótico vagar de astro cegado.

La noche es un jardín narcotizado
con esencias de alquimia y sombra helada
?y tu infancia una estrella disecada
en el taller de niebla del pasado.

La luna vive ahora en los relojes
que lanzan sus saetas venenosas
sobre la esfera blanca de este sueño.

De este sueño sin fin del que recoges
la ceniza dorada de esas cosas
de las cuales un día fuiste dueño.



Poema Espejo Antiguo de Concha Zardoya



Mitad en sombra,
mitad en luz,
el espejo es ventana
o caverna difusa
que se adentra
en un callado espacio
sin salida.



Poema Epitafio de Luis Alberto Arellano



Bajo esta roca pulida para la muerte, yace la sombra de un hombre.
No hay nada aquí de valor sino huesos blancos de sal.
No hay nada aquí de valor sino huesos.
No hay nada aquí de valor.
No hay nada aquí.
No hay nada.
No hay.
No.
Viajero, detén tus pasos
y asegúrate que la sombra continúe
soñando su sueño de huesos
blancos de sal
después busca fortuna
en otra roca severa bajo el sol.



Poema El Largo Angelus de José Lupiáñez



Aquí aguardo sentado
cerca del sol, sin prisa,
contra el muro de luz
que es parte de mi casa.
Aguardo a que termine
lo terminable un día;
mi sombrero me cubre,
apenas si levanto los ojos
hacia el cielo:
prefiero la victoria mil veces
de la cabeza baja,
y el corazón quebrado
en un sinfín de partes.

El tiempo
como incienso de gloria,
reclamará a mi alma nuevamente,
sin saber que por siempre
fueron los miembros torpes,
inútiles al mundo
y a la vida ordinaria,
inútiles a la extraña pobreza
de la gente.

Mejor aguardo aquí
(así os digo),
en esta esquina blanca de mi casa.
Seguid vosotros adelante,
el alma está vencida
para sufrir por íntimos caminos.
Yo he de llorar esta victoria solo.
Seguid vosotros adelante
y que vuestra canción
no turbe mi descanso.
Ahora, todo de amor,
de odio a un mismo tiempo,
seguiré sin moverme en mi triunfo,
libre de la sonrisa,
del suspiro de gracia,
lejano del elogio del hombre,
de la dicha y el goce
que aprisionan.

He de seguir aquí,
herida abierta,
que no sabe otro mundo
que su dolor continuo.
He de seguir aquí,
otoño que no acaba, pálido fuego,
árbol siempre llorando
sus hojas amarillas.

No miréis hacia mí
la puerta está cerrada. Dejadme
en mi silencio por los siglos,
amigo de mí mismo,
aislado de vosotros,
como barca perdida
en mitad de los mares.

A pesar del amor,
del odio incluso,
no acariciéis la frente,
dejadme adormecido
junto al muro olvidado
de mi casa.
Yo soñaré mejor
que el campo está tranquilo,
que no vendrá la sombra
prontamente,
que los días son largos
y hay luz hasta muy tarde…



Poema En El Sueño La Imagen de Eduardo Langagne



En el sueño la imagen se advierte en blanco y negro;
es un espacio incierto, igual que las palabras.
Los ojos adivinan de aquel cuerpo el contorno,
las sombras, los oídos. Los odios dan aromas.
El que sueña no sabe por que tanto alboroto:
quién penetra, perturba, perpetra, parapeta;
quién, intruso, introduce el uso del temor;
quién atisba y observa lo que el sueño desarma.
Todos tienen derechos para entrar a tu sueño,
pero el sueño, cuidado, es solamente un sueño.
Habrás de despertar y negarte. Negarte
a que haya cancerberos cuidando lo que sueñas.
Pero todo era un sueño, sudoroso recuerdas
que ayer te recostaste en esta misma cama,
que eres tú y es tu misma habitación. Por eso
estás contento. Miras a tu mujer dormida,
apacible y desnuda como el volcán cercano
que descansa al oriente, detrás de tu ventana.
Y repentinamente no sabes si ella es otra
o la tuya. Miraste otras espaldas, nunca
creíste que dudabas, confundías o mezclabas
la memoria y el sueño. No despiertes entonces.



Poema Exordio de Jose Angel Valente



Y ahora danos
una muerte honorable,
vieja
madre prostituida,
Musa.



Poema El Extranjero de Roger Wolfe



Me asomo a la terraza.
Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.
Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.



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