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Poema Muchos Somos de Pablo Neruda



DE tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno:
se me pierden bajo la ropa,
se fueron a otra ciudad.

Cuando todo está preparado
para mostrarme inteligente
el tonto que llevo escondido
se toma la palabra en mi boca.

Otras veces me duermo en medio
de la sociedad distinguida
y cuando busco en mí al valiente,
un cobarde que no conozco
corre a tomar con mi esqueleto
mil deliciosas precauciones.

Cuando arde una casa estimada
en vez del bombero que llamo
se precipita el incendiario
y ése soy yo. No tengo arreglo.
Qué debo hacer para escogerme?

Cómo puedo rehabilitarme?
Todos los libros que leo
celebran héroes refulgentes
siempre seguros de sí mismos:
me muero de envidia por ellos,
en los filmes de vientos y balas
me quedo envidiando al jinete,
me quedo admirando al caballo.

Pero cuando pido al intrépido
me sale el viejo perezoso,
y así yo no sé quién soy,
no sé cuántos soy o seremos.
Me gustaría tocar un timbre
y sacar el mí verdadero
porque si yo me necesito
no debo desaparecerme.

Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido:
voy a ver si a las otras gentes
les pasa lo que a mí me pasa,
si son tantos como soy yo,
si se parecen a sí mismos
y cuando lo haya averiguado
voy a aprender tan bien las cosas
que para explicar mis problemas
les hablaré de geografía.



Poema Muerte Del Hombre de Ali Chumacero



Si acaso el ángel desplegara
la sábana final de mi agonía
y levantara el sueño que me diste, oh vida,
un sueño como ave perdida entre la niebla,
igual al pez que no comprende
la ola en que navega
o el peligro cercano con las redes;
si acaso el ángel frente a mi dijera
la ultima palabra,
la decisión mortal de mi destino
y plegando las alas junto a mi cuerpo hablara,
como cuando el rocío desciende lento hacia la rosa
al dar el primer paso la mañana,
ya miraría en mi sangre
el negro navegar, la noche incierta,
el pájaro que sufre sin sus alas
y la más grave lentitud: la muerte.
Aun cerca de la íntima agonía
estás, oh muerte, clara como espejo;
más abierta que el mar,
más segura que el aire que entró por la ventana,
más mía y más ajena
por mi sangre y mis brazos
en esta soledad.
Estás tan fértil como niño
que, angustiado, llora antes de ser,
entre la sangre siendo
y por la piel más vivo que la piel;
te llevo como árbol, tierra y cauce,
y eres la savia pura,
la flor, la espuma y la sonrisa,
eres el ser que por mi sangre es
como la estrella última del cielo.

Si acaso el ángel sigiloso
abriera la ventana
te miraría salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se pregunta:
¿En qué lugar está mi soledad?

Si acaso el ángel me mirara,
abierta ya la niebla de mi carne,
sin nubes, sin estrellas,
sin tiempo en que mecer la luz de mi agonía,
encontraría tan sólo a ti, oh muerte,
llevándome a tu lado, fiel;
te encontraría tan sola a ti, sin mí,
ya sin cuerpo ni voz,
sin angustia ni sueños,
te hallara entonces pura, oh muerte mía.



Poema Monólogo de Octavio Paz



Bajo las rotas columnas,
entre la nada y el sueño,
cruzan mis horas insomnes
las sílabas de tu nombre.
Tu largo pelo rojizo,
relámpago del verano,
vibra con dulce violencia
en la espalda de la noche.
Corriente oscura del sueño
que mana entre rüinas
y te construye de nada:
amargas trenzas, olvido,
húmeda costa nocturna
donde se tiende y golpea
un mar sonámbulo, ciego.



Poema Mamá de Poemas Para La Familia



Quiero agradecerte
que estés en mi vida.
Sé que puedo contar contigo
en momentos difíciles,
sé que contigo puedo
compartir mis alegrías,
y sé que nuestra amistad
se sustenta en mutuo amor.
Que seas mi MAMA y mi AMIGA
es el más preciado tesoro,
que agradeceré a DIOS eternamente.
Gracias por llenar mi vida
con tanta felicidad.
Te Amo Mamá!



Poema Mis Poetas de Antonio Machado



El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.
Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria,
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.
Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilia.
Él nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.



Poema Movimiento de Octavio Paz



Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primera nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
Si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de la sangre



Poema Muertos. 17 De Enero De 1996 de Isla Correyero



Yo sé muy bien que un muerto no se da la vuelta ni
abre las manos, ni gira la cabeza para ver el otoño.

Lo sé, racionalmente, porque he visto a los muertos
con su anatomía parada y exprimida
y nadie viene nunca a verlos cómo crecen.

Y es que crecen a solas en el olvido de los hospitales,
dentro de esas auroras de acero a donde llegan para
pasar al frío eterno de los pobres.

Si no se les aplasta el algodón preciso en las fosas
nasales
y la espesa torcida de algodón en la boca,
y la larga del recto, y las otras distancias,
ellos suben y suben la vida como el musgo
y se agarran los ojos y vuelven a por aire.

Nada pasa en la muerte que no esté deslumbrado.

Nada que la agonía no viole, si uno escucha.

Se ve todo amarillo y dentro de la sábana se escu-
chan los sollozos de animales muy blancos.

-No importa que me crean. Yo sólo digo esto que
pasará a las manos de un muerto, como yo,
con las manos abiertas, que contemple este libro-.

Creciendo y respirando algunos dan la vuelta
y arañan y se comen la tela y los pulmones.

Pequeñas criaturas que despiertan del frío
y sufren en silencio porque no viene nadie.

¡Quién no ha entrado en el ruido de una madera rota,
del acero y el vaho que llega de la cámara!

Sólo nuestras lesiones no escuchan a los muertos
y ellos se desesperan, terriblemente móviles,
mojados, prisioneros, despiertos,
y se van…



Poema Más Que En El Armador de Luisa Castro



Más que en el armador.

Más que en el armador con cara de satisfecho.

Víctima
de tus caprichos.

De «Ballenas» 1988



Poema Madrigal De Paz de Victoriano Cremer



Por esta paz, esposa, que te ofrezco,
ya madura en la sangre, hecha corteza,
qué paciente tributo de tristeza
pagué día por día.

¡No merezco
tanto dolor!

(El hombre, entre las manos
a veces tiene un corazón y quiere
morir con él intacto. Pero muere
lleno de soledad).

Ecos lejanos
traen mi voz antigua de metales;
mi fría voz de hielos transparentes.

¡Que hasta tu nombre, esposa, fue en mis dientes
tallo de amargas hieles minerales…!

Pero todo es ya campo sin orillas,
lleno de paz. El sol se transfigura
en la ceniza gris de esta clausura,
y abandona sus llamas amarillas.

Yo soy para ti, esposa, como un viento
que humildemente llega y se deshace
contra tus ojos; en agua que renace
entre sus piedras, sin color ni acento.

No es posible dar más de lo que he dado
para llenar el pozo al que me asomo.
El pan que yo te traigo; el pan que como
tiene sabor de trigo macerado.
Trigo soy con sustancia. Pan en duelo
para el desconocido.

(El hombre quiere
gritar «Amor» a veces, pero muere
en el silencio, en tanto el alto cielo
se llena de esta paz, esposa, de esta
consagración definitiva).

?¡Toma
mi paz de sangre!

¡Goce mi paloma
del esplendor caliente de su fiesta…!



Poema Madrigal de Jose Lezama Lima



El tallo de una rosa se ha encolerizado con las avispas
que impedían que su cintura fuese y viniese con las mareas
cuando estaba tan tranquila en las graderías de un templo
y un marinero llamado por la palabra marea
se ha unido la los clamores de alfileres sin sueño
y le ha dado un fuerte pellizco al tallo de una rosa
lo que no merecía lo que no alcanzaba en su sonrisa
en su cítara en su respiración tornasolada
la cólera de un marinero
mil manos que se alzaban en el remedo de un beso
en esta pirámide de besos
para que en lo alto más despacio más pañuelo más señorita
una rosa una rosa
que no puede aislar ni unas cuantas avispas encolerizadas
que la han vencido que se le han: pegado tenazmente a los flancos
y ya son ramita entre dos recuerdos.

Desconchamiento de lunas que no vienen
sus escamas de otoño
pero el niño que se ha quedado detenido
frente a los encantamientos
de un caballo blanco
se apresura en su dulce memoria de lunares
a evocar sus regalos para ingresar en la nieve
entre dos recuerdos de aire pulsado entre dos conchas
que recorren un hilo de sienes de sien a sien
como entre dos recuerdos
un dedo besado atormentado desnudado
una muchedumbre de Perseos enlunados
que esperan a los más crecidos cazadores de medianoche
porque ha llegado el día que no se alcanza
con media docena de cítaras
redondas espinas siempre festón de nieve enhebrado
que se adelantan con la crecida del aire
de dos conchas entre dos recuerdos
entrecortados silbidos en las graderías de un templo
hasta el instante en que es la sangre de hoy
hojas del recuerdo en las ventanas de las joyerías
ojos que miran cómodamente la avispa
mordiendo el tallo de una rosa
para negártelo en el aire guante fronda lenta flauta
la misma rosa que ha inclinado su frente para recoger tu pañuelo
y esconderlo hasta que pasen los cazadores de medianoche.



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