Poema Sabotaje de Julio Leite
Yo soñaba
con peces para todos,
por eso,
ante la contienda
desigual,
piedras tiraba
al espejo del agua.
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
Yo soñaba
con peces para todos,
por eso,
ante la contienda
desigual,
piedras tiraba
al espejo del agua.
El corazón
es la isla
más antigua y sola,
los peces de siempre
lloran por ella
y en vez de salvarla
le dan
su condición
de isla.
Al mirar
que nos queda
ese gris horizonte
de galpones,
con sus techos
de victoria invertida
avergonzando al río,
me pregunto
qué se han hecho
las ilusiones
de este niño
que nunca quiso
remontar un barrilete
por respeto al viento.
Madre,
tu gran ojo
de cíclope gatuno
me incita
a abrazarte
con su guiño
de pestañas albinas.
Todo se mueve,
el cielo se estira,
se achica,
se anuba…
el mar no descansa,
sus negros,
sus verdes,
sus azules
se mezclan
en espuma de espera.
?Soledad salada
como estas lágrimas?
la plataforma se mueve…
Sólo mi corazón
está callado…
duerme un beso tuyo.
No creo en los grandes
hacendados de la poesía,
en los latifundistas de la tinta.
Creo
en el ovejero de las letras,
que con los perros rigurosos
de las situaciones cotidianas
van transhumantes
con su piño de ideas
afrontando cuero al cielo
la palabra,
para darnos abrigo.
Ellos son los que saben
que no es cuestión
de esperar la esperanza,
sino de ganarla.
Los arquitectos de la literatura
que sigan con sus escuadras,
compases y balanzas.
Nosotros,
?peones constantes?
a fuerza de imagen
construiremos
la justa casa del hombre.
Este caballo,
Ramiro,
es de tinta negra,
oscuro como el vino
de su sangre uva,
tiene dientes
que muerden
la ternura de tus ojos,
porque el caballo,
Ramiro,
sabe de ojos…
Los carga limpios
y llorosos.
Aquí está
con cascos de sol,
sentate al lomo
de este caballo de tinta,
te lo regalo,
y como es negro
ponele de nombre
SUEÑO
y ándalo toda la vida.
Estiro los cielos,
amarro los momentos,
juego con fantasmas
muy queridos;
en definitiva,
vivo tan lejos
de esta diagonal…
Lo más triste es que no puedo
contarle mis cuitas
al vecino de mesa,
él se empecina
en mirar a otro lado,
en aferrarse a ese pocillo
como si fuera
el eje fundamental
de su existencia.
Amigos,
hermanas,
madre,
quiero contarles
que aquí en Neuquén
los eucaliptos del boulevard
veinticinco de mayo
lloran conmigo
muchas lágrimas verdes,
ellos tienen raíces,
yo, huérfano de tierra
camino.
Sospecho que tus huesos
no se asustan
de este frío, padre.
Agosto como siempre
y yo, vivo,
me hago el sordo,
no acepto el río
de tu sangre
desembocando
a la nada de un piso.
Los peces de plomo
son como los salmones,
padre?
regresan a su origen
para continuar la vida?,
si así fuera
te tendría conmigo
y saldría
con mi caña de hijo,
con mi bichero de ternura
a pescar ese tiempo
que no nos permitimos.
Yo,
continente de huesos y delirios
milito al sur
con la tierra,
por eso afirmo que ando
sobre mi larga y buena madre
arrastrando un edipo
que no quiero que muera.
Limito al norte
con un supuesto reino celeste,
mi cabeza,
mi corazón,
?estados influyentes?
no aceptan esa monarquía
y sus embajadas terrenas.
Mi este
y mi oeste
forman un espacio justo,
juntando esos dos puntos
puedo abrazarte.