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Poema Me Pondré La Manzana de Eduardo Langagne



Guillermo Tell no comprendió a su hijo
que un día se aburrió de la manzana en la cabeza

Carlos Varela

Me pondré la manzana en la cabeza,
si aprendiste a tirar, en ti confío.

Y si aún no es el tiempo en que debías,
lo sabremos después de que dispares.

De cualquier modo,
me pondré la manzana en la cabeza.



Poema La Mesa Del Escribano de Eduardo Langagne



?No soy un escritor,
soy un escritorio?,
habría trazado Pessoa
con un íntimo ritmo marítimo
en el papel amarillento como un mapa
sobre la mesa hostil
donde escribía
las cartas comerciales
de su supervivencia.

Y Álvaro de Campos habría pensado:
?no soy una persona,
soy un personaje?,
mientras Fernando escribía
en su escritorio múltiple
las voces más expresivas del convulso Siglo.

?No soy un viaje,
soy un viajero?,
habría dicho Ricardo Reis
cuando marchábase al Brasil
con su Fernando Pessoa en el corazón
para perderse
en un continente de rostros misteriosos,
aparentes y vagos.

Y Caeiro, el maestro,
habría reflexionado:
?no soy auténtico,
soy idéntico?,
en su afán de diluirse
en la naturaleza
mientras Fernando abría los sobres mercantiles
y preparaba respuestas lógicas, triviales.

Pero en la mesa comercial del escribano,
mientras un barco de carga sorteando la tormenta
traía su salario
para el oporto y la tinta,
aparecían más nombres de hombres verdaderos.
?No soy este instante?, habría escrito
Pessoa,
?soy el tiempo?.



Poema He Emblanquecido Mi Pelo… de Eduardo Langagne



He emblanquecido mi pelo
en busca de una virtud;
no perdí la juventud,
pues la invertí en ese anhelo.
Supe de amor y desvelo
cuando nacieron mis hijos,
mantuve los ojos fijos
al descubrir la Belleza
y ha podido mi cabeza
descifrar sus acertijos.



Poema Esta Mujer Y Yo de Eduardo Langagne



Esta mujer y yo, que sumamos un siglo,
nos unimos en el beso original
bajo un desnudo encino,
sobre un lecho de hierba,
mientras la luz del sol se abre paso entre las ramas
como un ave que se acerca al nido.
Esta mujer y yo,
sobre la arena suave,
a la sombra de una roca sin pecado,
damos un giro a nuestros cuerpos
humedecidos en una sola voluntad.
Aunque en verdad esta mujer y yo
estamos en un lecho conocido,
imaginando, amando,
y en el momento exacto
nuestros cuerpos irradian una luz
que se escurre como el sol entre las hojas
o una gota en la piedra
y el manantial de la vida brota nuevamente
en estos dos cuerpos que reúnen un siglo
pero no han olvidado el origen del mundo.



Poema Dispersiones de Eduardo Langagne



I

ella tiene el pelo corto y su cara toma los más
despiadados amarillos, tensa las cuerdas pensando
en los guerreros que limpiaban su lanza en la
entraña enemiga.
luego canta con la seguridad de un pirata que ha
encontrado en su mapa el sitio exacto del tesoro.

II

en tus pesadillas soy un extranjero que mira madurar
tu cuerpo, el mar es un fruto verde que no podemos morder
porque la lengua reconoce la traición y la desdeña, el tigre
corre, a pesar de la bala en sus costillas, la poesía
no se crea ni se destruye, sólo se transforma, escribo ahora
que la inmóvil terquedad de la tortuga me aviva el rencor.

III

con la guitarra desgarramos nuestros odios, nuestros más
amorosos rencores; al cantar elegimos la manera de morir,
permanecemos en la muerte.



Poema Carta A Gelman Fechada El Tres De Mayo de Eduardo Langagne



En este día bebíme tres cervezas por usted,
por Juan y juan, indistintamente hombre o poeta;
conspiré por la poesía toda,
escribí un poema de amor
sobre la lápida donde escarbo mi sueldo semanal,
leí a Tuñón, hermoso,
y aun sin haber encontrado una ranura
donde echar veinte centavos, miré el mundo,
el verdadero, el otro,
por el que conspiramos y escribimos,
por el que amamos aunque a veces
la mujer sea parecida a una seca negación.
El sexto whisky, que no había confesado,
se derramó por Dylan Thomas y su burra,
por un sorbo y el último hielo
que en su garganta se detuvo
para que el mundo generara temblores.
Y si el mundo tiembla
es una forma también de celebrar su cumpleaños,
juan poeta.
Qué carajo, Juan Gelman:
que usted la pase bien.



Poema Canto Por El Hombre Que Bebía Música de Eduardo Langagne



Ebrio viene el hombre nuestro
En sus piernas arrastra el secreto de Dios

Tropieza con el aire como un pájaro ciego
Las palabras de su lento alcohol
las entienden los niños y los árboles

Agoniza entre muros de la ciudad ajena
bajo el cielo plomizo de un amor extraviado

No tiene más dolores que su solo alcohol
y en sus brazos la fuerza de una bestia herida

Su pecho se agota finalmente
y su puño se crispa como un nido apedreado
donde agoniza el trino de un gorrión de viento.



Poema Búsquedas de Eduardo Langagne



si un hombre busca su corazón
en una calle
donde todos pasan
y se camina como si el mundo fuera otro
es que lo habrá perdido ahí o no recuerda
si fue en un terremoto o en aquella mujer
que volvió negro el corazón del hombre

si un hombre busca su corazón en la batalla
es que lo trae consigo
y piensa que aquel ruido aquel dolor
aquel golpe en su pecho
es una multitud o una mujer
pero lo trae consigo
como una furia o alegría
inseparables



Poema Breve Historia de Eduardo Langagne



Yo venía de otros bullicios
ella traía también en sus silencios
algunos rastros que la vida deja.

A veces me miraba y sonreía
y yo quería tejerle una canción
que anduviera con ella para siempre.

Era febrero
y la dicha existía junto con ella
que no había conocido mis defectos

que ignoraba mis dudas y mis miedos
que creía que por fin había encontrado
un amor irrepetible

y no había sentido nunca
que el amor
alguna vez igual que un cántaro
podía resquebrajarse
y dejar escapar toda su agua cristalina

¿cuánto tiempo puede un corazón vivir sin agua?

Casi tres lustros han pasado
No hablo como quien lo ha perdido todo
tampoco como el que todo lo ha ganado.

Esa mujer está conmigo todavía me
conoce dudoso y decidido fuerte y
cobarde me conoce.

Ha pernoctado en todos los oscuros huecos de mi pecho
ha visitado mis íntimas heridas
sabe de casi todos mis insomnios
juntos tenemos los sueños que pueden compartirse.

Escribo estas palabras mientras duerme
ambos estamos en el mismo lecho
respirando al unísono desnudos

y no sabemos cuál
será el final de este
poema.



Poema Atención de Eduardo Langagne



Entre la multitud
puedes reconocerme, amor:

yo soy el que va cantando.



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