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Poema En El Sueño La Imagen de Eduardo Langagne



En el sueño la imagen se advierte en blanco y negro;
es un espacio incierto, igual que las palabras.
Los ojos adivinan de aquel cuerpo el contorno,
las sombras, los oídos. Los odios dan aromas.
El que sueña no sabe por que tanto alboroto:
quién penetra, perturba, perpetra, parapeta;
quién, intruso, introduce el uso del temor;
quién atisba y observa lo que el sueño desarma.
Todos tienen derechos para entrar a tu sueño,
pero el sueño, cuidado, es solamente un sueño.
Habrás de despertar y negarte. Negarte
a que haya cancerberos cuidando lo que sueñas.
Pero todo era un sueño, sudoroso recuerdas
que ayer te recostaste en esta misma cama,
que eres tú y es tu misma habitación. Por eso
estás contento. Miras a tu mujer dormida,
apacible y desnuda como el volcán cercano
que descansa al oriente, detrás de tu ventana.
Y repentinamente no sabes si ella es otra
o la tuya. Miraste otras espaldas, nunca
creíste que dudabas, confundías o mezclabas
la memoria y el sueño. No despiertes entonces.



Poema La Vieja Fotografía de Eduardo Langagne



El que fui hace veinte años me mira en el reposo
de su fotografía barbada y expectante.
Va subiendo en el bonde del noble corcovado,
habrá de retratarse otra vez junto al Cristo
que observa a Guanabara con los brazos abiertos
y señala los límites del mundo que protege.

El que fui hace veinte años me pide que no olvide.

Pero yo nunca olvido.
Sí perdono, disculpo,
dispenso, me relevo de mis crasos errores,
me eximo de tener para siempre una espina
clavada entre mis dedos, como el león de la fábula,
o en el pecho una angustia que no deja respirar.
Porque, al final, me absuelvo de todo cuanto hice
innecesariamente.
En fin,
éste que fui,
que subiendo en el bonde trae la mirada fija,
esperaba llegar y sentarse en el borde
del escalón vehemente que soñó desde niño,
cuando en aquel jardín de niebla y de temblores
planeó con los muchachos alguna vez hacerlo.

Pero todos olvidan ciertos planes,
deseos
que se obstinan ilusos bajo el sol del invierno
mientras reunimos años en el cabello.
Apenas
unos cuantos recuerdan.
Y el que yo era me pide
cantar en la memoria melodías fascinantes
que musitamos juntos después de aquella foto
subiendo al Corcovado,
cuando sabíamos ambos
lo que había sucedido.
En esta desventaja
que actualmente vivimos, él sabe que no sabe
lo que pasó después (yo no se lo he contado).

Esta tarde de vino y de memorias dulces
he de contarle todo, pues quiero que mantenga
desde su foto antigua la misma expectativa
y la mirada alerta a lo que va a venir
y que me reconozca como parte de él mismo
aunque mi rostro sea diferente al de entonces.



Poema Siempre La Rosa de Eduardo Langagne



Has dicho rosa:
rosa,
rosa,
pesada rosa

Sopesando la rosa
se te cae de la mano.

Tal es en la escritura: ya cambió.
Ya no es la rosa,
pues todos lo han escrito.



Poema Una Vez Lo Dije Pero Ahora Ha Vuelto A Suceder de Eduardo Langagne



Esa mujer paseaba con su aroma

Un día trajo
sus labios acostumbrados a la guerra
y un ciclón adentro de su blusa

entonces sobrevino la catástrofe



Poema Qué Hago Con Mi Corazón… de Eduardo Langagne



¿Qué hago con mi corazón?
¿Lo dejo que siga inquieto?
¿Lo impugno duro? ¿Lo reto?
¿Lo incluyo en esta canción?
Cuando toda su expresión
es separarse de mí
y hacer todo para sí
sin ni siquiera inmutarse
¿Cómo pudo enamorarse
si yo no se lo pedí?



Poema Poema Encontrado En Un Rincón de Eduardo Langagne



Los amantes fueron un día adolescentes
se arrancaron con furia el cordón umbilical
para entrar en algún cálido lugar de la mañana

Se cubrieron con sábanas oscuras
dolorosas y limpias
y empezaron a odiar
quiero decir
se amaron



Poema Persona, Personae de Eduardo Langagne



Disculpe usted, Fernando, su Persona de múltiples poetas,
Simulación, amaño, sin duda es fingimiento literario.
Usted pensaba, creo, que al tener en la sombra la poesía
Que hicieron acuciosos heterónimos, podría aclararse entonces
Muchos rasgos de sí, de su lirismo congénito, locura
Heredada, por cierto, de la abuela paterna y encubierta.

Bendito sea el que tiene la locura a flor de piel, herencia
De una abuela sencilla, tejedora, cantora de voz blanca,
Siempre afinada y dulce, de ojos maravillados en azules.
Secreto sotto voce de la casa, de la familia lúcida.

En fin, Fernando Esquivo, hombre sin rostro que decían los críticos,
Confesado y agudo indagador de signos y apariencias,
Degustador de moscatel y oporto, ridículo, frenético:
Su rostro inexistente, disculpe usted, Fernálvaro, Alricardo,
Se convierte en la mueca que se burla de este mundo aparente
Igual que un niño retraído a bordo de un barco imaginario.

Por la ciudad anónima y silente, ven pasar las personas
A un poeta que lleva cuatro sombras con él cuando camina
Dirigida una a una, al Occidente, al Norte, al Sur, al Este:
Los circunspectos puntos cardinales… Un sombrero y su sombra.



Poema Percusiones(canto Grave Para Tambor Solo) de Eduardo Langagne



madre
madre muerta

mi tambor sobre tu tumba madre muerta

suena el cuero del tambor sobre tu tumba
y mis manos sobre el cuero del tambor sobre tu tumba

las uñas de mis manos
golpeando sobre el cuero del tambor sobre tu tumba
madre muerta

la sangre de las uñas de mis manos
sobre el cuero del tambor sobre tu tumba

la sangre de tu cuello está en las uñas de mis manos
que golpean sobre el cuero del tambor
sobre tu tumba tumba madre muerta



Poema Navegantes de Eduardo Langagne



Navegar é preciso
viver não é preciso

Si la constelación indica el rumbo
hay que mirar arriba
y atrapar esa estrella en la mirada.
Pero a tanta distancia
ignorar es la ruta a navegar.

Navegar é preciso
viver não é preciso

El timón no se corrige enderezando el barco.
A babor se escribe.
A estribor se reposa pero late furioso el corazón.
La tempestad se avecina, sabe y grita el vigía
En qué maldito mar entrometimos el destino.
En cuál interminable océano decidimos aprender a vivir.

Navegar é preciso
viver não é preciso

Se enterraron el norte de la brújula
en la costilla falsa de su costado izquierdo.
Abrieron los brazos
hasta alcanzar los extremos del antiguo horizonte
y el peje espada perforó las palmas de sus manos
y los clavó en el mástil húmedo y altísimo.
Miraron dulcemente al cielo,
una corona de sal hería su frente.
No puedo suponer que hubo lágrimas,
de los más rudos hombres se dice que no lloran.
Tres días después.
al tiempo que termina atrapado el bacalao,
de los mástiles todos los hombres recios fueron desclavados,
Mas no subieron nunca al cielo
porque les es preciso navegar.



Poema Muerte De Rilke de Eduardo Langagne



¿Dónde leí que Rainer María Rilke murió por la
infección que le produjo pincharse la mano con la
espina de una rosa?

La rosa no viene a mi poema,
viene la espina de la rosa.
Pero no llega hasta el papel la espina,
se clava en la palma de la mano
de Rainer María Rilke.
De ahí brota una gota de sangre
y se escurre a mi poema
una mínima rosa.



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