Poema Tiempo Ii (x) de Sara De Ibáñez



¿Cuándo la rosa concibió este frío?
¿Cuándo esta leve sombra cazadora
afinó en mi garganta su rudeza
y me detuvo en la canción que llora?
¿Cuándo nació la pálida maleza
que enturbia el goce de su pulcra aurora?
¿Cuándo perdí su celestial privanza,
de sangre a sangre el nudo y la alabanza?

En vano retrocedo en la espesura
de rosa y brisa que en el canto sumo.
En vano desenvuelvo mis raíces
y asir mis ojos otra vez presumo.
Rosas como encendidas cicatrices
en sus intactas muertes hosco asumo,
y en dócil sucesión de aroma y fuego
el presente fantasma adoro y niego.

Llaga mi boca el inocente nombre,
con ambiguas arenas me aridece.
Y es ella, es ella la escultura briosa
que en mi lágrima fuga y comparece;
la misma que en hondura sigilosa
de las muertas praderas resplandece,
la rosa, rosa y rosa desmedida
cubriendo el mar y el agro en tarda huida.

El rumor de la nieve arruga el aire
y el aliento suavísimo encristala.
Crueles disfraces urden sus tesoros:
se quiebra en antro, se encabrita en ala,
o en brusca selva de volubles oros
dondoe borrado ya, mi pie resbala,
y preso inerme del feroz hechizo,
en ceniciento espacio me deslizo.



Poema No Puedo de Sara De Ibáñez



No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas:
he de salir al camino
donde el mundo gira y clama,
he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

He de salir a mirar
cómo crece y se derrama
sobre el planeta encogido
la desatinada raza
que quiebra su fuente y luego
llora la ausencia del agua.

He de salir a esperar
el turbión de las palabras
que sobre la tierra cruza
y en flor los cantos arrasa,
he de salir a escuchar
el fuego entre nieve y zarza.

No puedo cerrar las puertas
ni clausurar las ventanas,
el laúd en las rodillas
y de esfinges rodeada,
puliendo azules respuestas
a sus preguntas en llamas.

Mucha sangre está corriendo
de las heridas cerradas,
mucha sangre está corriendo
por el ayer y el mañana,
y un gran ruido de torrente
viene a golpear en el alba.

Salgo al camino y escucho,
salgo a ver la luz turbada;
un cruel resuello de ahogado
sobre las bocas estalla,
y contra el cielo impasible
se pierde en nubes de escarcha.

Ni en el fondo de la noche
se detiene la ola amarga,
llena de niños que suben
con la sonrisa cortada,
ni en el fondo de la noche
queda una paloma en calma.

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas.
A mi diestra mano el sueño
mueve una iracunda espada
y echa rodando a mis pies
una rosa mutilada.

Tengo los brazos caídos
convicta de sombra y nada;
un olvidado perfume
muerde mis manos extrañas,
pero no puedo cerrar
las puertas y las ventanas,
y he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.



Poema Mira de Sara De Ibáñez



Ven, acércate hermano, ven y mira
la vena enlucerada que desciende
lenta por las entrañas pudorosas
del animal vencido; ven y mira
como quien quiere ver: adentro mira.

Quiero mostrarte esta sencilla puerta
que no has abierto nunca y se te ofrece
bajo las cerraduras celestiales
que abrasan mano y sangre y pensamiento;
que te devoran sin razón ni duda,
que te hacen circular por la ceniza,
que te avientan en aires pavorosos
y te devuelven a tu triste sangre,
a tu quieta mirada te devuelven,
a tus éxtasis, vagos a gu asombro,
a tu límite frío, a tus miserias,
a este asomarse a las entrañas puras
de un animal vencido… Pero mira,
mira y verás el rastro enlucerado,
mira y verás, porque salvado seas.



Poema La Ráfaga de Sara De Ibáñez



Tuvo en la mano el ramo erguido,
brioso relámpago de fiesta.
Por las corolas de ascendía
la luz amarga de la tierra,
la luz del hueso amanecido,
la luz en trance de cometa,
la luz alzada por su rostro
contra el fragor de la tiniebla;
la luz audaz que abre en su risco
despeñaderos a la abeja,
la luz que andaba por sus ojos
sobre las lágrimas sedientas.

Tuvo en la mano el ramo ardiente,
frágil espejo de su niebla,
hijo dulcísimo del polvo,
vuelo del polvo en primavera,
toda la sombra sus pendida
sobre un suspiro que bravea.

Vientos salieron de lo oscuro
donde se fraguan las tormentas,
aires vinieron de los antros
donde la sangre se destrenza,
vientos de espina dislocada,
modos del cierzo y la marea,
torciendo nubes de palomas
matando orugas y azaleas;
vientos de muerte entre las ramas
donde la nieve cabrillea.

Brilla la mano poderosa
de tenues vínculos suspensa,
sobreviviente del estrago,
sobre el tesoro yerto, cuelga,
mientras se borran los jardines
en la sonrisa de la tierra



Poema La Palabra de Sara De Ibáñez



De pronto el viento que movía
Las vestiduras y las almas
Borra en un sueño de ala inmóvil
Su rumorosa torre de alas.

Cada mujer y cada hombre
Solo en su sola huella marcha,
Y se ignoran secretamente
En el desnudo de la plaza.

Todos esperan, convocados
Por un silencio de campanas;
Todos esperan, sombra a sombra,
Que por sus ojos hable el alba.

En cada gota de la sangre
Preludia un mar de lenta escama,
Y el peso antiguo de la nieve
Las vigilantes lenguas cuaja.

Todos tiemblan y nada saben:
Algo se triza, algo se alza.
Todos escuchan ateridos,
Un rumor de médulas blancas.

¿Quién se detiene y es cruzado
Por mil heridas destelladas?
¿Quién ha medido ya su muerte
Sobre las losas de la plaza?

Bajo las piedras cristalinas
Bellos demonios verdes braman,
Y entre los árboles de humo
Gemas agónicas estallan.

Las soledades se han quebrado:
Se llena el aire de ventanas.
Rechinan dientes en lo oscuro.
La miel de llanto se dispara.

Corren venenos amarillos
Por las venas de los fantasmas.
Fuentes suicidas se clausuran,
Y desiertos su arena mascan.

Se arrodillan vivos y muertos
En sus túnicas solidarias,
porque hay uno, entre todos uno,
que fue mordido de la llama.

Los dulces pies del alcanzado
Lumbre en la tierra azul derraman.
La ciudad hunde sus raíces
En la tersa furia del alba.

Hasta esa boca mensajera
Sube una flor desesperada.
Todo el jardín de Dios se encoge
Tironeado por las entrañas.

Porque hay uno, entre todos uno,
Glorioso pasto de la llaga.
Rey sin ventura. El inocente:
El que ha traído la palabra.



Poema La Página Vacía de Sara De Ibáñez



a Stéphane Mallarmé

Cómo atrever esta impura
cerrazón de sangre y fuego,
esta urgencia de astro ciego
contra tu feroz blancura.
Ausencia de la criatura
que su nacimiento espera,
de tu nieve prisionera
y de mis venas deudora,
en el revés de la aurora
y no de la primavera.



Poema Isla En La Tierra de Sara De Ibáñez



Al norte el frío y su jazmín quebrado.
Al este un ruiseñor lleno de espinas.
Al sur la rosa en sus aéreas minas,
Y al oeste un camino ensimismado.

Al norte un ángel yace amordazado.
Al este el llanto ordena sus neblinas.
Al sur mi tierno haz de palmas finas,
Y al oeste mi puerta y mi cuidado.

Pudo un vuelo de nube o de suspiro
Trazar esta finísima frontera
Que defiende sin mengua mi retiro.

Un lejano castigo de ola estalla
Y muerde tus olvidos de extranjera,
Mi isla seca en mitad de la batalla.



Poema Interrogación ¿ ? de Sara De Ibáñez



Dejóme Dios ver su cara
cuando entre paloma y flor
sobre aquel cielo mayor
brotó una blanca almenara;
dejóme Dios ver su cara?

Me miraba Dios acaso
cuando en la noche sin mella
dejaron lirio y centella
testimonio de mi paso;
me miraba Dios acaso?

El rostro de Dios veía
cuando en el desdén profundo,
tenaz ausente del mundo
por mi propia sangre huía
el rostro de Dios veía?

Me contemplaba Dios, me ve
ir de la ceniza al fuego
en un iracundo juego
la muerte quitandomé;
me contemplaba Dios, me ve?

O yo me estoy descubriendo
los ojos con que algún día
veré lo que no sabía
que en sueños estaba haciendo?



Poema Desdén de Sara De Ibáñez



a Paul Valéry

Vuélvete rosa desnuda
al carmen rosa del cielo.
La forma de mi desvelo
frente a tu sonrisa duda.
Quiero y no quiero tu ayuda
pábulo de mi agonía;
vuelvo la espalda a tu día,
y en esta nocturna rosa,
con tu ausencia rencorosa,
me quema la geometría.



Poema Combate Imposible de Sara De Ibáñez



Con astuta cabeza de zafiro,
Bloque de piedra fría y transparente,
Inmóvil, la mandíbula sellada,
Linda con la tiniebla el monstruo leve.

Mientras el polvo en que se duele el mundo
Curva su flor, su lágrima troquela,
Y entre los tersos cánticos del día
Sordas espadas con su vuelo templa.

Ah, nunca, nunca, la terrible escama
Su fuego amargo torcerá en la lucha,
Ni se abrirá para tragar mi cuerpo
La boca acrisolada por la espuma.

Aquí jadeo hasta acabar la sangre
Clavada en la canción mi lanza triste,
Hasta que el fruto de su viejo vientre
Lance al estrago la materna esfinge.



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