Poema Dice Rubén de Jaime Sabines



Dice Rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria de los hombres para un siglo, o dos, o veinte. Y yo pienso que esa eternidad no es más que una prolongación, menguada y pobre, de nuestra existencia.
Hay que estar frente a un muro. Y hay que saber que entre nuestros puños que golpean y el lugar del golpe, allí está la eternidad.
Creer en la supervivencia del alma, o en la memoria de los hombres, es lo mismo que creer en Dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antes del naufragio.



Poema El Ángel De La Muerte de Jorge Boccanera



Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo
en pleno rostro?
Así te acechan como ¿será la antorcha de otra voz
que va sobre la tuya?
Escucho pasos y ¿será el escupitajo en la tela de
araña de tu infancia?
Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
mejilla?
Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes
rozando tu estación?

En la memoria hay una puerta rota.
Los sueños son distintos y el final es el mismo:
el asesino que te besa.



Poema Incompletamente de Juan Gelman



en el filo de la belleza
que corta la vida/la devuelve
a su no ser/la vida
grita el no ser de la belleza/

en ese estáramos se quema la
cebolla descuidada/la tristeza/
el amor al revés/¿cuándo se llora
en este valle?/ciudadanos

entreguen su dolor para hacer tiempo/
insoportalbe es todo viaje
al fondo del cubil/calienten

su pescuezo en la mano que aprita/
cierren la sufridera alta/abran
el sueño que no quiere dormir/

*

las aguas de tu vientre cantan al fondo del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/

¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/

¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigas compañías que empiezan en tu piel!/
¡cómo penumbras del furor!/

¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados/

*

vos/que miraste como
mar asomado a su ventana/
y en medio de la furia medis
lo que de cuerpo a la palabra va/

¿qué será eso?/¿animalito
que en la boca si hició?/¿paciencia como
viejos amantes?/¿brazos
que pensaron su límite?/

¿por qué/serena/en tu garganta hay miedo?/
¿por qué del uno al otro habrá?/
por qué de abajo y por afuera

el siglo fuera infancia?/
¿por qué en el viento blanqueás sábanas?/
¿de rama en rama?

*

nada se sabe de la luz que hay
al final del libro/la que
es no es y como enemigo
cierra el tiempo/duele el que buscaba

la novedad de cada pérdida
como salario del vivir/vacío
el cuerpo en los dos filos del presente/
la tibia joya entregada al pasar/

el deseo que ocupa lo que deja/
viajes al fondo que no existe/y
el puro acabamiento/olvido blanco/

el breve signo anotado en el aire
del paciente imposible/su mirada
ciega/

*

cuando la luz corrige las paredes
del alba/el olvido
es amor sonámbulo
el sueño vaga

y en su concavidad se anuncia
lo que no puede ser/en el tejado
de dónde cae el coraje de tantos
desesperadamente hay sol/

la tinta que callaba/
las señales del pájaro constante
como terror en los alrededores

la falta/la vida involuntaria
que borra niños del cuaderno

*

el silencio incurable rompe
lo pecho de vivir/irrumpe
como desierto en fuego/estaba triste
el yo no sé/cambiáramos

las dudas por un niño/sueña
la hoja caída con
la caída/el paisaje del
transcurrir del aire/a dónde

se detuvo el dolor/mirada igual
a ninguna parte/o suceso
del ser/quieta la mierte en su

frontera o razón del presente/casi
piedad/animal suelto
en recibir nada por lámparas/

*

negándose sin destruir
su levantada irrealidad/el peso
de lo vivido teje
el amor/habitado por

lo que no ha de ser/la instintiva
pasión asustada por el
día siguiente/los pedazos
del velo de ida y vuelta/la memoria

que se convive como perro y gato/
apenas aproximación/
suelo movido por el lloro

y la divagación/¿dónde estamos?/
¿en qué infierno pasado o por pasar?/
¿en qué espanto?/¿en qué amor?



Poema Epitalamio Bárbaro de Rubén Darío



El alba aún no aparece en su gloria de oro.
Canta el mar con la música de sus ninfas en coro
y el aliento del campo se va cuajando en bruma.
Teje la náyade el encaje de su espuma
y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma.
Es el momento en que el salvaje caballero
se ve pasar. La tribu aúlla y el ligero
caballo es un relámpago, veloz como una idea.
A su paso, asustada, se para la marea.
La náyade interrumpe la labor que ejecuta
y el director del bosque detiene la batuta.
?¿Qué pasa??desde el lecho pregunta Venus bella.
Y Apolo: ?Es Sagitario que ha robado una estrella.



Poema Aquella Flor De Luz Inmarcesible de Ricardo Peña



AQUELLA flor de luz inmarcesible
recogida en su vuelo de armonía.

Sobre campo de nieve oscurecida
la sangre oculta de su rostro en llamas.

En la cumbre más alta, donde el aire
se prende y se entrega en cada rama.

Más pura que el azar y la agonía
de las absurdas noches que nos llaman.



Poema Colección Nocturna de Pablo Neruda



He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico:
su gestión insistía, su denso paso llega
envuelto en caracoles y cigarras,
marino, perfumado de frutos agudos.

Es el viento que agita los meses, el silbido de un tren,
el paso de la temperatura sobre el lecho,
un opaco sonido de sombra
que cae como trapo en lo interminable,
una repetición de distancias, un vino de color confundido,
un paso polvoriento de vacas bramando.

A veces su canasto negro cae en mi pecho,
sus sacos de dominio hieren mi hombro,
su multitud de sal, su ejército entreabierto
recorren y revuelven las cosas del cielo:
él galopa en la respiración y su paso es de beso:
su salitre seguro planta en los párpados
con vigor esencial y solemne propósito:
entra en lo preparado como un dueño:
su substancia sin ruido equipa de pronto,
su alimento profético propaga tenazmente.

Reconozco a menudo sus guerreros,
sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,
y su necesidad de espacio es tan violenta
que baja hasta mi corazón a buscarlo:
él es el propietario de las mesetas inaccesibles,
él baila con personajes trágicos y cotidianos:
de noche rompe mi piel su ácido aéreo
y escucho en mi interior temblar su instrumento.

Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas,
sueños cuyos latidos me quebrantan:
su material de alfombra piso en silencio,
su luz de amapola muerdo con delirio.

Cadáveres dormidos que a menudo
danzan asidos al peso de mi corazón,
qué ciudades opacas recorremos!
Mi pardo corcel de sombra se agiganta,
y sobre envejecidos tahúres, sobre lenocinios de escaleras
gastadas,
sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de foot-ball,
del viento ceñidos pasamos:
y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,
los pájaros, las campanas conventuales, los cometas:
aquel que se nutrió de geografía pura y estremecimiento,
ése tal vez nos vio pasar centelleando.

Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,
en un desmantelado buque prófugo, lejos,
amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:
la medianoche ha llegado y un gong de muerte
golpea en torno mío como el mar.
Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.
Fiel como una condena, a cada cuerpo
la palidez del distrito letárgico acude:
una sonrisa fría, sumergida,
unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,
una respiración que sordamente devora fantasmas.

En esa humedad de nacimiento, con esa proporción tenebrosa,
cerrada como una bodega, el aire es criminal:
las paredes tienen un triste color de cocodrilo,
una contextura de araña siniestra:
se pisa en lo blando como sobre un monstruo muerto:
las uvas negras inmensas, repletas,
cuelgan de entre las ruinas como odres:
oh Capitán, en nuestra hora de reparto
abre los mudos cerrojos y espérame:
allí debemos cenar vestidos de luto:
el enfermo de malaria guardará las puertas.

Mi corazón, es tarde y sin orillas,
el día, como un pobre mantel puesto a secar,
oscila rodeado de seres y extensión:
de cada ser viviente hay algo en la atmósfera:
mirando mucho el aire aparecerían mendigos,
abogados, bandidos, carteros, costureras,
y un poco de cada oficio, un resto humillado
quiere trabajar su parte en nuestro interior.
Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia,
conquistado, sin duda, por lo vespertino.



Poema Canción de Marques De Santillana



Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.

[I]

Recuérdate que padesco
e padesçí
las penas que non meresco,
desque vi
la respuesta non devida
que me diste;
por lo qual mi despedida
fue tan triste.

[II]

Pero no cuydes, señora,
que por esto
te fue ni te sea agora
menos presto;
que de llaga non fingida
me feriste;
así que mi despedida
fue tan triste.



Poema A México de José Herrera Petere



¡Oh claridad que veía,
oh dulzura que acababa
en México!

Hay sentimientos
que cortan las esperanzas.
Te vi como roca queda
?¡las claridades pasadas!?
a ti, amiga, amiga, amiga
?¡Las claridades que amaba!?

En México, en las alturas
se perdieron las mañanas.
En México, en los jardines
se perdieron las palabras.
¡Oh alturas de plata fría,
oh amiga de plata amarga!

¡Oh luces las que veía!
¡Jardines, albores, nada!

Þ

Lo que se ve con los ojos
y se pierde es una idea
que a veces ha de tenernos
aherrojados de cadenas.
A veces ha de ser agua
en una mansa arboleda
de sueños.

A veces ha de ser monte
de más allá de la niebla.
A veces ha de ser nube
lo que se ve con los ojos
y se pierde: nube, idea.

Þ

Quísete como te quise
por las negras chimeneas,
quísete como te quise
por las terrazas sin puertas:
sobre una negra ventana
había una palma negra,
una bandera de luto
que cerró todas las puertas,
una bandera de sangre
que quemó las chimeneas,
una bandera de viento
que trajo el sol de la guerra.
Quísete como te quise,
México amigo, sin puertas.

Þ

Cumbres que tuvieran alas,
nieblas que tuvieran pies;
entre cumbre y niebla mía,
fantasma o máquina: ser.

¡Oh colores de la especie,
niño dorado, mujer!
Entre mujer y cabeza,
cumbre que tuviera pies.

Entre las alas de niebla,
llama que tuviera sed.

Sobre la sed, la distancia,
sobre la distancia, hiel.
Cumbres de niebla y de tiempo,
¡México ya no se ve!



Poema Como Una Hogaza Recién Horneada de Juan Daniel Perrotta



Ella parece una hogaza recién horneada
de tan sabrosa que se ve
de tanta vida que la inunda
Una mujer que espera un hijo es eso
¿qué si no?
Una hogaza de pan recién horneada
Debería cantar y reír
cerrar sus oídos a las tinieblas
las falsas profecías
y buscar a dios en donde está
en el milagro redondo de su vientre.



Poema El Barón De Escandinavia de Vicente Molina Foix



Sí, puedo perfectamente recordar que sucedía en la noche
por el ruido preciso y espectacular -que aún estalla en mi rostro-
de los espolones de la guardia de corps, difícilmente sujeta
a sus señores en unos tiempos, aquellos de los que os hablo,
sembrados del desorden y la más indisciplinada nocturna
diversión desconsiderada. Nos sentamos, mi protector y yo,
en el banco frontal a la iglesia Nazarena, y allí escuché, arrobado,
el maligno relato. Él había conocido bien al Barón, y de aquel trato
su conocimiento tan pormenorizado del color rojizo que tenía
en el pelo y el amor antinatural que aún le profesaba.

Hubo un rasgo en la historia, con todo, que me asombró: el lobo
calzaba medias en lugar de mirliflores, como suele ser habitual,
y la princesa, no siendo una belleza deslumbrante, se negaba
una y otra vez a hacerse pasar por coqueluche y por amante de la Bestia,
ignorando la tonta que estas uniones un poco fuera de lo normal
siempre reportan después grandes beneficios, y renombre.



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