Poema A Marcel Schwob de Luis Benítez



Ese espléndido encaje de terrores lujosos,
esa trágica risa que viste en los días
sobre hombres y cosas, no abandonó
el mundo contigo, Marcel Schwob.
Evocarte es una tarde en tus libros, mía,
y una noche de escritorio, tuya:
el tiempo, que es el mismo, confunde oscuridades.
Nadie descubre nada, tan sólo desentierra
secretos olvidados, verdades descartadas.
¿Ves? Esta es la mujer que amo:
no ha leído tu Monelle que es su hermana,
no conoce tus Vidas y como la de todos,
la suya es imaginaria.
Sus horas completan mis tardes, tus palabras.
Entre nosotros tres hemos pactado:
ninguno sabe qué, cómo ni cuándo.



Poema Un Cuento En Azul de Luis Antonio De Villena



Seguramente estaba sola.
Llevaba los ojos muy cercados de negro.
Era mayor, vieja, con ropas gastadas.
Por la noche -más aún en invierno-
se acercaba a los jardines del convento o del parque
con su bolsa de plástico
llena de despojos para gatos.
Junto a las verjas, entre las plantas, por las aceras
nocturnas,
la vieja dama de los ojos negros,
más sola que el más solo de la tierra,
buscaba a los gatos.
Bonito ven. Ven, mi rey. Para ti también, mimosa.
Toma, linda. Ay, qué bueno, tesoro…
y los gatos callejeros, los gatos atigrados del jardín,
la iban rodeando zalameros, altivos, dulces,
formando una Piedad extraña
de una madre y sus hijos, en el fin de los tiempos.
Mira a la gatera (oí decir otra noche
a unos que pasaban) vaya vieja loca…
Pero la vieja dama de los ojos negros,
con su bolsita de plástico y despojos,
ya no oía. Nunca oía. Porque el mundo
-desde hacía mucho tiempo-
no era afortunadamente real para ella.
Por ello nos sorprendió saber
que una noche de aquellas,
un hermoso muchacho con uniforme azul
se acercase a la dama y le dijese:
Soy el Rey de los Gatos, madame.
Y se cruzaron sus miradas.
Y el muchacho de los ojos gatunos la besó en la boca.
Los gatos se restregaban en sus piernas.
Y tomó de la mano a la dama.
Y se fueron hacia un mundo perfecto,
un maravilloso mundo de luz
que un benévolo dios creó para las viejas locas,
donde los gatos son chicos
y los chicos son gatos
que tienen siete almas, y no envejecen nunca,
como quiso aquel Rey
del Día Primero del Antiguo Mundo Bien Hecho.



Poema Ni Memoria Ni Olvido de Luis Antonio De Villena



Yo quise olvidar, estoy seguro. Incluso
aceleré tanto los caballos lujosos de mi vida
que pude haber llegado más allá del olvido.
Pero si hay arte en olvidar, cuando el recuerdo
vuelve, no como nostalgia sino cual boca viva,
también ha de haber arte en no sucumbir
a esa trepidación de odio, tristeza y futuro
que es el recuerdo no deseado, aquel garfio
que resultó, a la postre, más potente que la fantasía.
Quise olvidar. Quise tapar al niño negro que fui,
a esas tardes tan tristes, a los días violentos,
al extraño odio de unos camaradas de piedra…
Quise habitar un palacio de olvido. Y no pude.
Afortunadamente, dioses, no he podido. Pues si
es un arte olvidar, también lo es (y terrible)
volver virgen a morder aquella gruta podrida.



Poema Inténtalo, Sensitivo de Luis Antonio De Villena



Si me lo hubieran descrito, hubiese dicho
no, no se puede vivir ahí. La oscuridad que hay
dentro quiere destruirte. Y el desprecio,
la desgana, la fatalidad buscan la muerte.
Claro que tampoco quieres morir, o no exactamente
morir, cesar acaso. Porque es muy difícil vivir ahí.
Los pensamientos te tambalean. Se despeñan.
Gesticulan. Golpean contra ti. Buscan herirte
fingiendo otras destrucciones. Tu pensamiento
se vuelve violento, paria, obtuso, y quiere,
quiere morir, o no exactamente, cesar. No se puede
vivir ahí. Un yermo. Ajeno al aire. Poca la luz.
Ajeno al movimiento. Sin gozo, sin voz casi,
con luces agrias. Si te lo describo con imágenes
de delirio y pesantez: No, no se puede vivir ahí.
El dolor es un país inhabitable, que
está habitado. Y cuantos recorren ese país
-por un mismo camino- viajan solos…
No se puede vivir. Voy caminando.



Poema El Perfumista de Luis Antonio De Villena



Quiero darte mis señas, por si vuelves,
y sospecho que seguramente vas a hacerlo.
Mi tienda está (ya ves) bien dentro del zoco,
muy cerca de las paredes de la Gran Mezquita
que se llama Az-Zituma, y vendo y hago
perfumes: rosa-cristal, benjuí, ámbar,
jazmines… En los perfumes ya es un aroma
el nombre; y hay que haber leído y ser sensible
para inventar alguno. Vivo algo más allá,
muy cerca. Pero si no es aquí, podrás hallarme
sobre todo en los Baños, al caer la tarde.
Allí discretamente se glorifica el cuerpo,
y una música tenue se mezcla con vapor y juventud:
Ahmed domina el masaje, y el negro es
también muy diestro. Acércate algún día, cuando vuelvas.
Por la noche, en la casa, bebemos café turco
y nos reunimos (esos chicos y yo) contando lances
de medida y hazañas con turistas, o calibrando
las gracias y modos de esa vieja palabra (la diré)
que casi nadie usa, a pesar de su imagen: zorrotroco.
Sí, es exactamente para reírse un poco. Algún día,
después, se leen poemas o se fuma kifi,
y alguna vez (más rara) se va al burdel muy tarde.
El día siempre es esto: los perfumes.
Y este olor también a carne, cuero y especias
que son ¿por qué no? otros raros perfumes.
Llevo siempre estas dos sortijas puestas,
y me preocupo muy poco del futuro. Ya sabes
dónde estoy. Bien dentro del zoco,
junto a la Mezquita. Y, en fin, si cuando vuelvas
quieres hacerme un especial regalo, no busques
mucho. Hazte acompañar del mocito aquel
del aeropuerto, o del esbelto servidor del Café,
con ojos y tersura de gacela. (Es una imagen
de los antiguos poetas). La música y los dulces
los pondré yo. Y que la noche nos relate el resto.



Poema Costura Propia de Luis Antonio De Villena



He ido muchas veces ataviado de tristeza,
hundiéndoseme el mundo a cada rato,
fingiendo entre los amigos que me interesaba algo…
Me da miedo quien me mirase,
y angustia me producía no ser perfecto,
tener que competir, luchar por el oficio, por la vida, el nombre…
Y pensaba: la tragedia de todos consiste en no ser Dios.
Todos quisiéramos ser un pequeño Dios omnipotente..
Y hacíamos bromas sobre la muerte, chistes sobre la soledad,
Pequeños disparates sobre el amor comprado.
(Y yo soñaba en ti, mamá, como lo único seguro).
Me daba miedo la autoridad, la ley, el mundo, el futuro.
Pensaba: Incluso si alguna vez me creí libre.
Y la noche engañaba -como los amigos- con cierto parecido
a bondad o indiferencia.
Y yo iba ataviado de tristeza
y hubiera querido llorar -no podía-
o simplemente hundirme lentamente.
Y me veía en una barca negra (acaso en una gruta)
navegando hacia un negro horizonte…
la tristeza me llena la cabeza de plomo,
los bolsillos de piedras,
las manos de artrosis dura
y tira de mí tanto hacia abajo
que me vuelve imagen verticalizada, estirada, de un
espejo deformante.
Dame la tristeza, échamela -gira la soledad.
-Lánzame la pelota -repite el miedo.
Aquí, aquí, centra -reclama la angustia,
chútame a mí- y no sé qué agobio extraño lo sugiere.
Sólo sé que cuando voy ataviado de tristeza
quiero enraizarme en el sueño,
bogar en un río de calma
y susurrar junto al silencio: Dame la mano, mamá, ya he vuelto…



Poema Magia En Verano de Luis Antonio De Villena



Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje
imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil,
y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía.
Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas
grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas.
Me perderé en un bosque que cruzo con mis manos,
y pediré una larga estepa donde los labios hablen.
Me ves sorprendido, anonadado, pensando en habitarte.
Y tú, mientras, te abandonas al cálido primor del aire.
Te dejas en la luz, que te navega; y si miro tus ojos
vuelvo al jardín oscuro donde es verano el verde.
Te miro otra vez y casi no te creo posible. Fulges,
encantas, guarda tu cuerpo el hechizo insabido de la tierra.
Y despacio sonríes al irme yo acercando, atónito,
hacia ti mientras el sol nos cubre con su luz, nos desdibuja,
y nos va metiendo en la calma inmensa y rubia de la tarde.



Poema Los Hijos Del Trueno de Luis Antonio Chávez



quizá mañana
cuando el sol se inserte en la piel
seamos como dos potros indómitos
y volvamos a caminar por estos lares
abrazando, sin exabrupto
el canto del zenzontle
la lechuza el dichosofui…

quizá mañana
compartamos el abrigo
y una hoja perdida a la intemperie
nos muestre los rasgos
de unos días
perdidos
en
el
limbo…

quizá mañana
cuando se icen las ilusiones
y una luz multicolor
muestre la dureza del oro
hurguemos ahí
donde creció la hiedra
la palabra tempestad
o quizá
en la casa del tiempo
algún pájaro migratorio
nos dé una palmadita al hombro
a fin de proyectar
lo mejor de nuestra sonrisa…

quizá mañana
todavía viva el niño
que llevamos dentro
y hasta podríamos
apretar los labios
para no mencionar
que fuimos los hijos del trueno
los que soportamos con temple la tormenta
los que aprendimos el valor a la vida
los que nos enfrentamos a la muerte
y jugamos con ella
al ?esconde el anillo escóndelo bien?
los que atestiguamos esta historia semicumplida…

Quizá mañana
tal vez
los ríos logren
saciar esta sed centenaria
y sean otras las palabras
con las que describamos el amor
por de pronto
no veamos la historia
por el rabillo del ojo
sino que escribámosla
para que nuestros nietos
los hijos del jaguar
sonrían de oreja a oreja…

Del libro inédito
?Los hijos del trueno?
Premio San Miguel, 1993



Poema Aquí Estoy De Nuevo de Luis Antonio Chávez



Aquí estoy de nuevo
ansioso buscando la palabra
uniendo sílabas mudas
ante un mar de lágrimas
que me estremecen
empapándome
descubriéndome
sin esperar a que me defienda
o que encuentre respuestas
perdidas en el silencio.

Aquí estoy de nuevo
descubriendo pergaminos
hinchando mi cuerpo
procurando descifrar
en libros de sílabas polvorientas
una frase clave para mi palabra…

Aquí estoy de nuevo
aprendiendo a amar
no importa quien esté conmigo
extiendo mi mano
signalizando con ella
que no estás solo
toma mi corazón
para que mañana no digas
que esquivé tu palabra.

Aquí estoy de nuevo
porque un nuevo sol
nos enseñará las palabras graves
mañana ya sabré alzar las notas
hoy,
sólo entrego mi palabra
hecha poesía.

(Del libro inédito
Poesía para un canto nuevo)



Poema El Olvido Recuerdo Y Viceversa de Luis Álvarez Piner



ENTRE las muchas cosas
en que mi olvido medra
no estás tú, laboriosa y oscura ciudad
corroída del humo.
Escorias y algas te reconstruyen
en un remiso amanecer continuo.

Mas la memoria permanece informe
mientras yo no la toco;
que yo quiero el recuerdo en su tiempo
y no en el mío.
El tiempo mío es verdad y se debe a la muerte.

¿Dónde ya los pataches
que dejé en plenitud de arboladura?
Fue un triste otoño el suyo: eran los últimos
caballos de la fuga de aquel mundo.
En la memoria flotan llevando aquellos días
en sus bodegas, vienen hacia mí
sin esperar jamás el abordaje.
Inmensas arpas frente al sol temeroso,
siguen sonando, salvadas del ocio fatal
y empapan el reseco aire de ahora
con su viejo salitre.
Aún recuerdo mi luz de amanecer
y soy el dique gris, la ensenada sombría
cruzada largamente de gaviotas.
Si aquella muerte os dieron los días del recuerdo
resucitáis en esta realidad que os deparo.
Mis manos tienen fecha
y envejecen la luz.
Todo sigue con riesgo de perderse
pero aquí estáis: Os reconozco.

Vais a dejar la carga más atrás
salvado el arrecife de los ojos
(que asoma en vuestras aguas hoy crecidas).
A carbonear de amanecida y encender vuestras lámparas
gigantes y amarillas
en la parte de sombra que aún resiste,
mientras al fondo ?como en un establo
espesos bueyes dóciles?,
se mecen los colmados madereros.
Todo está como estaba. Sólo yo
convencional, jugando con ventaja
devuelvo el tiempo al tiempo
y escondiendo la muerte por mis manos
salvo audaz la partida.



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