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Poema Muro De Berlín de Sergio Badilla



Hubo muchos que ni siquiera esperaron que me fuera
aves rapaces buitres de mala muerte
entraban y salían de las habitaciones apropiándose de mis cosas
mis escasos libros mis viejas corbatas mi chaqueta de paño inglés
Te guiñé un ojo al pasar y tú te sentiste claramente ufana
el rey se había muerto y el templo tenía las puertas derribadas
alguien destruía la validez del calendario

Allí paseábamos antes de la mano por la plaza pública
Lo había dicho, como si fuera un esmirriado slogan
un ridículo cartel de frontera
los hijos se quedan en casa
El mundo estaba bajo llave como si nada
las ojivas nucleares la Convención de Ginebra
la política de los teléfonos rojos
todo el polvo se barrió bajo la alfombra

Yo tampoco me arrepiento de haber amado en esos días
mis homenajes fueron antiguos humanos cándidos
Una misma moneda que tiene y tendrá dos caras la historia y la barbarie
los textos son ambiguos los burócratas irresponsables
Huelga establecer los límites memoriales ante la nada
la verdad es una refutación kantiana
los poderes se anulan como si fueran una ecuación matemática
que cambian su coeficiente

¿quiénes de los viejos quedan en las oscuras habitaciones del palacio?
¿a quién tributo el murmullo de esta época entonces?
ya no hay lumbres en las antorchas
el fuego se ha agotado hace tiempo en las ascuas



Poema Travesía De Douz de Sergio Badilla



En Gabés cercano al páramo Hamed marcha en una caravana de dromedarios a Douz. La grava se altera en trizas estériles en la aquiescencia del desierto Desovan las lagartijas trashumantes entre los pedruscos yermos de Kebili Se ruinan los ídolos y los peregrinos en los cenobios del rastro agonizan las zarzas y las musarañas de los cenegales Me enternece la claridad de la mezquta en la kashah camino de las ciénagas de Marrkía. Las mujeres lavan sus ropas en un torrente arcilloso. El color térreo es el que prevalece en el relieve y en la sangre.Tu vientre oculto y encomiado se pronuncia en el de un niño que nace con nombre de casta ante la vista y la cartografía. Me embaraza la impertinencia de las viejas que penetran con sus ojos el barro y las paredes estropeadas. Iremos después a Shatt al Gharsah y de allí quizás no habrá retorno porque la noche es larga Diviso una zancuda entre la chabasca menuda del palmeral. Unos buitres se salpican de desvarío en una charca desaguada. Más allá unos grajos emprenden el vuelo hacia otros escondrijos de la llanura. Nos confundimos de ruta al trasluz de un sol tardío y escuchamos el lenguaje venerable de un zufí. Es un patriarca en una comarca con santos que caminan. Un hombre íntegro nunca maldice a los diversos. Mi prontitud es buscar un corredor inescrutable en el Sahara como Aníbal cruzando Jabal ash Shanabi por sus malditos collados. El guerrero se aleja taciturno de Cártago maduro y derrotado. Los Almohades tampoco están más en este territorio. Escucho de pronto a los bereberes corear cánticos siguiendo el compás cadencioso de sus alfanjes. Las ayer desposadas beben té de hojas las veinticuatro horas del día antes de yacer y ser fecundadas. Tú también bebes té el día entero. Los rumiantes gimen nos acercamos al Medjerda con sus aguas calizas y frías Un cuadrilla seguirá los meandros y las dunas a Tatatuine para despertar la noche. El viaje termina al alba en un versículo piadoso del Corán



Poema Sarajevo de Sergio Badilla



Hay fachadas de edificios destruidos por la guerra
individuos desdoblados en la fugacidad del tiempo
siluetas que construye la noche sus propias semejanzas
Estaciones de tren donde nunca llega el alba
ruidos gritos murmuraciones de gente apresurada
el día se cae hecho pedazos
explosiones sirenas estridencias de fusiles y metrallas
Un relámpago destiempla de súbito la frágil presencia de la tarde
La lluvia surge pronta la ciudad se anega de dolores y de barro
Unos hombres salen en cortejo a enterrar sus muertos
La ciudad es hostil
profundamente hostil y vulnerable
Claman por piedad los desconsolados
los ancianos la multiplicidad de sus penas
La tarde sigue siendo una antojadiza espía
posa su sombría relevancia en los detalles
Los caminos no permiten que la guerra abandone esta destruida urbe
están cortados con una profunda herida
Ella también y el neón
las luces de los escaparates de las tiendas
Ya nadie hace culto al fetichismo de la época
se mata para oficiar la barbarie de los malvados días
y los cuerpos pierden suficiencia
La dignidad descendida a la tierra repugnante
bajo un centenar de escombros yace de vulgares cascajos
La sombra alcanza una atrevida destreza en la zona prohibida
la ruina tendrá después de todo su nefasto epicentro
Un francotirador apunta su villanía al caer la noche
el humo entorpece la visión existente entre los muros y las piedras
se traspone el silencio y brota con claridad una profusión de llanto
una nueva ráfaga parcela las osamentas
cuando acaba el derrumbe los vestigios están allí presentes
¿adónde irán a parar los siervos de la gleba?
los transeúntes los trágicos peregrinos de la guerra
El río está próximo las madres lloran
los pájaros vuelven tímidamente a remontar el vuelo
Madre: todavía hay lugar para una ofrenda



Poema Paisaje de Sergio Badilla



El paisaje es estático un sarcasmo. Un grupo de viejas canta salmos
cristianos hasta que quedan exhaustas las gotas caen incesantemente sobre la negra indiferencia del pavimento. La canción se desvanece en el ambiente
la traga el aire.
Una paloma se descuelga desde un inmenso pino. Alguien ha visto al viejo de los leños esta mañana
en el camino costero hacia la playa las gotas le resbalan del impermeable sucio para evitar las palabras: no saluda a nadie camina cabizbajo escupe en el suelo
El ave pasa volando ahora sobre las ancianas cantantes llueve



Poema Otoño Del 96 de Sergio Badilla



Miro hacia el jardín y mis pupilas sorprenden la fugacidad de un relámpago
Tal vez no existo
soy sólo un espejismo que amarillea la lóbrega arboleda
una articulada mise en scene una descuidada mentira
La madreselva se resiste a la persistencia del viento
sus hojas mantienen la lasciva humedad de la llovizna y de la pasada noche
La savia se extravía en el camino hacia los pétalos
se tempraniza se prematura entre las ramas
Un hombre se pierde en medio de la bruma ante mis ojos
en la umbría vecindad del mar del norte
Una sirena ulula en la imaginación distante de algún puerto
No hay ni habrá jamás lejanía en su mente
sus huellas se disipan con torpeza en la profunda nieve
Los cuadros cuelgan ahora en la blanca perpetuidad del muro de mi casa
con casual destreza con un orden de estética doméstica estudiada
En la cocina una olla expide un intenso olor a comida
Riitta esculca la profundidad del tiesto
la paleta arrebata en su madera
el secreto al metal y a su forma
Una fotografía refleja tenuemente la silueta de un árbol deshojado
cubren el vidrio que la envuelve
El color de la vida se destiempla se descontextualiza
se humilla ante la realidad que modifica su única existencia
Un zorzal apresura su vuelo para evitar la calma
y elude ser una figura pedestre
semejante a la pasividad de los cuerpos en reposo
Las flores se marchitan
desangran su íntimidad desde las corolas
hacia la mohosa nada
Qué puede urgir ahora la vieja memoria me pregunto
El otoño se confunde en la opacidad de la mirada en los gestos
y hace frío en todas las habitaciones de esta eruginosa casa
Una ráfaga de viento estremece la vidriera de la ventana más cercana
La garúa perla insistente la rama extendida de una palma
algo insinúa la sequedad en su aterido cuerpo
En la penumbra se escapan figuras que reconoce mi cerebro
algunos objetos figuras ambulantes una decena de rostros quietos
La evocación me obliga a rondar como temeroso fantasma
intangible próximo a una desesperada tristeza
Vuelvo a pensar que no existo unas pisadas en la nieve
la presteza de un relámpago en la oscuridad de la arboleda



Poema Nos Invaden de Sergio Badilla



Un siervo se despide sigiloso de su tribu para evitar la penitencia. Su testuz combada y la frente con signos de ceniza de cara al fuego. Ha sido pues ungido en vida en una causa desvalida de fe, menguado de razón. El hombre diestro, pierde la validez que hasta entonces tenía su argumento. Un retrato inmóvil ajeno a cualquiera turbación, cuelga en una pared íntima. Es la intimidad del aposento donde reposa un cuerpo inerte, un tramo de un país en armadura donde también convalecen las osamentas de los míos. Los beligerantes vadean con torpeza los ríos abismales, acosan con su andar los valles de mi infancia, denigran con sus vocablos soeces a las tiernas valquirias, hostigamiento, acometen. El exterminio no salda cuentas de raíz, desventura y silenia a orillas del fuego. Una estrella crepita muda en un monte ajeno al ardor que languidece y el tótem doméstico sustenta ? aún así – la fidelidad con que la estirpe se ha arraigado en esta tierra. Empero persiste el miedo del penitente ante el arma arrojadiza del invasor y la imagen del delirio se apodera de la próxima tirada. ¿Habrá llegado la ruina?.



Poema Luna de Sergio Badilla



La misoginia de hombre con todo es un elixir final
para el ave rapaz cegada de pánico
en tu piel morena
los huesos ubicados en el lugar que corresponde
como paisaje anatómico
sugestivos en estructura al tacto y tu cavilante
bajo el follaje del viejo arce la luna fúlgida
la espesura profanada
resignada en el atractivo de estos otros huesos
débil ? aseguro por tu aspecto –
la pálida de la fiesta con otra figura
Una urbanidad desconocida sin embargo reconozco alguna semejanza
donde se ocultan los astros y tu te amparas en mis fantasías
¿Qué difumina tu belleza entonces?
Esa percepción abatida de otras épocas de frío y éxodo
o de altruismo o la validez apresurada de una ideología
la clarividencia ya no tiene sentido
cuando la pasión es infinita con el impío que adora
Se desdibujan
tus pechos en la umbría luz y un mirlo aletea
en el mismo instante en la tenuidad de la noche
La madrugada está saciada ya en tus pupilas de ninfa
orilla el sentido desnudo
el instinto apresurado
y los aromas quedan en mi cuerpo
como remedo de una insospechada tregua



Poema Gentil Dama De Helsinki de Sergio Badilla



Descalza en la piedra donde no queda huella visible junto al rompeolas en el Kaivopuisto. La piel ardiente los atuendos despojados por el fervor de haberte conocido huyendo de un cuadro de Gallen Kallela con plantas silvestres que expelen su aroma fresco en la rambla. El 20 de julio Irak e Irán sellaban el final de una absurda guerra. Impetuosa la bajamar en la costa del Golfo de Finlandia señorita de un país álgido en la humedad de tu debido cuerpo frente al animal foráneo del sur del mundo con su sexo divergente y el sol y mi apariencia mojan tus pechos desnudos repetidamente con sus destellos y tu dorso inminente con mis manos en un atolondrado enredo. Apenas el beso frívolo de un hombre y un poco más que el ardor vigoroso contiguo al ruido de la Esplanden con sus cafetines veraniegos. El Ultimo Emperador de Bertolucci nos abruma y nos espanta después la casa familiar en Itä Pakila hasta cierto punto con olor a humo de leña menuda en la morada con voz baja – entre ambigüedad y fantasía – Vagar por esta habitación – a hurtadillas y sin ropas – con sus ventanas por donde acomete la noche virgen y mengua el calor cuando las sombras se tropiezan con la madrugada y mi figura mezquina. El verano es estable a mediados del 87 sólo el Crash del Stock Market en octubre inquietaría de nuevo al mundo externo. En el bar Kosmos – con unas copas de más en la sesera – comenzaba a aprender el evangelio de esta tierra.iluminada por el sol nocturno



Poema En La Madrugada De Testa Allé de Sergio Badilla



Cuatro cervezas Tuborg para apagar la sed después de un crack.
La anochecida es más oscura en Tensta allé en este invierno del siglo octogenario
Hay nubes ornamentales en la persistencia de la noche
náufragos bacantes que
celebran una ocurrencia como si fuera a concluir el universo
Un rubio maniquí convertido en basura
corre semi desnuda hacia la calle porque teme por su vida
– cargada de cicatrices –
da pasos inciertos en la sombría mugre del cemento
Quién sería el que le dio el último volumen del residuo níveo
para lacerar su puta piel con aguijones
Mira hacia el cielo pero no ve nada
luego sorbe irascible un trago más y deja un poco de bebida
en el fondo de la lata
para quien quiera disponer por entero de la náusea
antes de la madrugada
Otro ángel blanco va dando tumbos entre los pilares del bulevar
y la ninfa se pierde en
una maraña de escaleras automáticas donde sube con su minifalda
de figurilla de escaparate de Hennes & Mauritz
más arriba de sus muslos macilentos
Sus compinches se rien de ella a carcajadas.
Ha mirado ella lo absoluto con ojos gigantescos
huyendo de sí misma desde el lobby de un hotel de mala muerte
mientras alguién atisba detrás de una ventana
Domingo el canario se muere en un baño pestilente de la T- Centralen
con una sobredosis de heroína
Un centelleo opaco de unos focos policiales
destellan la ruindad de la noche
luego llega la hora de evadirse por la E4 con destino a Södertälje
con una Smith y Wesson que aún estorba en las manos sucias
Acaricio – antes de seguir la ruta –
después de un prolongado suspiro
las piernas de la virgen roñosa
El tinte de los párpados se ha escurrido en su semblante anémico
El coche se pierde hacia las pistas de cascajos de Fittja
su falda de satén está salpicada de vómitos…hasta sus botas.
Sólo recuerda la luz del ascensor que la condujo al subterráneo
Un parvo reflejo de la escasa nieve después de una lluvia
Los viejos en el bar escudriñando a alguna casquivana
para escapar de las sombras y su caducidad en medio de las sábanas
En un costado un muchacho enciende otro pitillo de crack.
Las fechas no corresponden con la vanidad holística del siglo
Las elites de las ciudades iluminadas del mundo próspero
están absorbidas con los cambios de gobierno y el mercado
En lo inmediato
una escena con una doncella que alucina en una realidad grotesca
En el arcón de un tugurio quedaron empacados sus escasos bártulos
La niebla está lastrada de borrasca
el viento comienza a azotar de nuevo en las vidrieras
en la noche de Testa allé.



Poema Dogma de Sergio Badilla



El dolor al pecho me hace olvidarte unos momentos: evito la muerte me arrepiento. Es sólo la digna esencia de la materia: la duda la razón
invadida que conoce el miedo
He visto una alondra deflagrarse en el crepúsculo esta mañana. Nuestros huesos tienen aún identidad
son parte importante de un sujeto que respira. La luz temprana me despierta
me impacienta
la suavidad de tu piel en mi tacto tu hermoso vientre mis pupilas penetran se hacen parte de la luz mis manos te intimidan
Me he olvidado de mis hijos en la niebla. Los genes se pudren con los años pierden su vitalidad
la memoria tiene ahora un inexplicable hedor a basura fresca: me disculpo
porque estoy ante el umbral de la vida. Un olor profundo a alquitrán se expele de los viejos techos. Se consume un hombre silencioso en la tierra la cal corroe sus tejidos los desnaturaliza les arrebata su postrera identidad



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