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Poema La Memoria, Ese Alcázar (viii) de Santos Domínguez Ramos



El lugar de la luz en la alcazaba inmóvil
bajo la media luna.
Perdida la memoria,
tener la indiferencia mineral del lagarto,
la madurez cansada de la granada abierta
y, como los profetas, el don de obrar milagros.



Poema El Alfanje Secreto (xx) de Santos Domínguez Ramos



Ya vas rindiendo al tiempo su sórdida alcabala:
este rastro de azufre de los hijos del trueno,
este limón salobre que hiere la garganta
y esta luz de atalaya sobre el cielo morado.
Cuando todo presagia la noche por los templos,
la soledad del eco gutural en las bocas,
el alfar de los días y un alféizar sin nadie,
escucha el desconsuelo nocturno de los gatos.



Poema El Alfanje Secreto (xv) de Santos Domínguez Ramos



Hasta la alcaicería la madrugada arrastra
por acequias sonoras estrellas con hinojo,
aliagas con espinas y rastros de planetas.
Desde la alberca oscura en donde los cipreses
como ciervos de vidrio se ensismisman y tiemblan.



Poema Lear Bajo La Tormenta de Santos Domínguez Ramos



?Blow, winds and crack your cheeks?
Shakespeare

Sobrevuelan los buitres mi ceguera de nieve.
Ladran los perros. Anda
despierta la mentira mientras la esquirla afila
su venganza agudísima por mis ojos nublados.

Un erial pedregoso como una penitencia
abona mi osamenta y nutre la morada
flor antigua y sin savia de los días pasados.
Leve flor sin raíces, ni color ni perfume
que deshoja su lento tránsito de minutos
sobre el desconcertado esqueleto del perro.

Una luz boreal, más débil que mi sangre,
entristece mi reino y por las caracolas
se despeña el aullido del arrepentimiento.

El mundo se ha incendiado como un árbol podrido
que ofrece al rayo un torpe fantasma de vigilias,
el espectro dudoso de su sola orfandad.

Yo he prendido esa mecha.
Ahora debo purgar mi error y mi soberbia
con este caminar sin curvas ni horizonte,
por este espacio ancho, como de última aurora,
con simiente de lobo y lengua de serpiente.

Ah, mis ojos cegados en la noche confusa
de la víspera, oh turbio eclipse del sentido,
duro como la tierra yerma por la que vago.

Recién desembarcado en la desolación,
un helado anticipo de largo escalofrío
quebrará la mañana con su silencio blanco.

Entonces será el buitre y el colmillo del perro,
la carroña, el pantano, la lechuza en las torres.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (vii) de Santos Domínguez Ramos



Los ríos del paraíso en las lentas marismas
de Hudaybiya, la médula
insondable del limo.
Con cálamos del Tigris dibujas en el aire
la sedición del tiempo, las torpes abluciones,
el anaquel de arena, el alfar, la carcoma,
las altas caravanas que devora la luna.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (vi) de Santos Domínguez Ramos



La ciudad de los ojos en tu recuerdo: el hilo
de luz en las callejas, los narradores ciegos
de cuentos, los viejos adivinos,
los camellos que traen maderas aromáticas.
El desertor, las torres, la algarabía del zoco,
los mercaderes tristes de marfil y tapices,
el azafrán, las cúpulas, el arrayán, los zócalos,
Al Fath el especiero y el domador de monos
que vienen del oasis remoto de Xauén.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (v) de Santos Domínguez Ramos



Los cristales de plata del laúd de Ziryab
restituyen tu infancia en los palacios de agua.
Con una antorcha subes a los altos alcázares
de la memoria y miras latir a la ciudad:
los alminares negros, los patios, las hogueras
de los amaneceres, el aljibe, el incierto
astrolabio del lento mercader que aventura,
con camellos y esclavos, sus pasos por la niebla.
Tras los claveles rotos, abril en los jardines.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (ix) de Santos Domínguez Ramos



Un hombre es el paisaje de las ciudades que ama:
Sus callejones lentos, sus fuentes musicales,
sus estanques secretos, sus arduos laberintos,
sus plazas numerosas, sus jardines en sombra
y el difuso horizonte que ve desde sus torres.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (iv) de Santos Domínguez Ramos



Como a los lobos negros que por la noche bajan,
envueltos en la sombra, al río para beberse
estrellas y ventiscas, la memoria, ese azogue
opaco y cuarteado, te devuelve al secreto
oasis y a los corceles planos del espejismo.
Otra vez es la turbia sintaxis del recuerdo,
la ballesta tensada contra la luz herida.



Poema La Memoria, Ese Alcázar (iii) de Santos Domínguez Ramos



Los arcángeles tristes de la memoria bajan
hasta los arrabales con hogueras y estanques.
Has sentido su vuelo de niebla por las torres
cuando la luz delgada te clavaba en los ojos
la herida de la aurora, las almenas, la vega
leve como las túnicas azules de Ifriqiya.



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