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Poema Jau, 54 de Salvador García Ramírez



Estimado Hóspede:

Temos ao seu dispor
mesas antigas,
cuadros brumosos de pasado idílico,
alfombras
de anudado sopor
tras los visillos, calmas imprevistas
y para cada ofuscación una vidriera,
o algún pavo real entre los ficus.

Temos também
pontes que vuelan sobre el faro
estremecido de las cúpulas,
miradores al Tejo,
rejas, retratos, lámparas de seda,
rosados mármoles donde olvidar la suerte,
espejos que el reloj ya no arruina.

Sobretudo para os sentidos
hay además blandos salones
sustraídos
a la voracidad del viento;
contra el gris de diciembre
altas janelas, cálidas techumbres,
madera donde acompasar los pasos,
veladores, cojines, candelabros
con que mullir silencios,
rincones de licor para endulzar
o cheiro de las flores frescas,
cómodas en las que doblar recuerdos,
telas cuando se apaga la armonía.

Além do mais
temos en el jardín estatuas,
um pavilhão chinés
de un rojo acristalado
para los versos tibios,
Hermes solícitos,
planos verdes de sosegada vista,
caminhos curvos
donde olvidar naufragios,
tapias que aíslan,
frondas exóticas, bancos de sombra,
pajareras.

E caso necesite
la paz del cirio,
la luz redonda de las vírgenes,
temos também reclinatorios,
terciopelo y cristal
pintado en la capilla
donde rebosan las estrelas,
como era de bom tom
naqueles tempos.
Todo heredado para usted,

Boa estadía.



Poema Jardim Das Amoreiras de Salvador García Ramírez



A José Lemos
e Cristina Branco

Nada sabemos de su química,
de cómo se combinan
intimidade con penumbra,
la infancia en las moreras,
la altura con el agua;
de cómo sobreviene, protegido, el espacio,
envolvente el barullo;
de cómo se articula lo sensible.

Tuvo que manar de la anónima corriente,
al pie del acueducto,
pulida en su rectángulo
la fórmula impensable.

Debió de acontecer el privilegio,
tan secreta y voraz,
tan frágil la razón de lo evidente,
que apenas si supimos
lembrar as descobertas,
aos quatro ventos, ficar com o esquivo,
porque nada sabemos de la química
y el gusano de la seda siempre se aparece
del lado de lo incierto.



Poema Humedade de Salvador García Ramírez



Puede que a ti, sin importancia,
desvele cuanto oculta
este gris uniforme en el que el cielo
ha desleído la memoria
de los arcos, los muelles que aún resisten.

Los aljibes rebosan sus mañanas
incumplidas en rutas sin razón
que algún pavo real hubiese delatado,
lo mismo que a las lenguas de este río
en busca del océano.

Pesa el aire, y a varias voces:
as gaivotas, o chafariz,
as sinais dos eléctricos.



Poema Hotel Les Dunes de Salvador García Ramírez



A los pies de la luna y el planeta,
cuando el viento pulula en el oasis
de reguero en fogata.
Al borde del desierto.
A la hora en que irradian las alcobas
su flama enfebrecida.
Al sur del autobús,
en la arena
donde agoniza el eucalipto.
Al lado de las jaimas.
Al final del teléfono
y del sueño partido en la farola.
En el silencio
y las maletas junto al agua.
Cuando nadie transita
el jardín abrasado de los cactus.
Donde el dátil sediento
y la cal y el ladrillo
y al viajero reciben con un vaso.



Poema Gurfa de Salvador García Ramírez



El zoco tiene toldos
y cenefas azules
sobre sacos abiertos
que huelen a azafrán y a hierbabuena.

El zoco es multitud.
En sus paredes se hacinan
la seda con la lana,
la palma con la piel,
la fruta con la sal y los aceites.

De sus bóvedas pende
la luz de los octógonos.
A sus esquinas dan las caravanas.
A sus puertas se asoma el zapatero.



Poema Fevereiro de Salvador García Ramírez



?Um não sei quê, que nasce não sei onde.
vem não sei como, e doi não sei porquê?
LUIS DE CAMÕES

Yo fui feliz un mediodía
robado a la tarifa del invierno.
Crucé los sellos del deber y tuve
en postigos del Sur
el ocio imponderable de otro mar
abriéndome las venas.

La belleza alisaba las costuras
del luego en otra parte
o por si acaso,
embebía la dimensión del hueco
que la historia reparte en las esquinas
de las plazas minúsculas.

Hilé los pasadizos, los túneles sin fecha
suspendido en el hombro del número perfecto.
Rocé las crines,
la calma súbita,
la botella de luz
con que acoge el reloj de los vestíbulos.

Corren por mí las calles del encuentro.
Las uvas del futuro endulzan
el puerto que entretuve,
tan propiamente cómplices,
la vez que fui feliz y posesivo.



Poema Clorofile de Salvador García Ramírez



Latfi pregona chicles por los trenes
desde Sousse a Mahdia.
Arrastra su bastón
de primera a segunda:
en la mano una caja
de fresa y clorofila.

¡Clorofile, clorofile!
(el cuello sudoroso,
sucio el vagón,
la empuñadura sucia),
impasible repite su romanza.

La gente con que choca
ni compra ni le mira.
La suerte le ha elegido
tan sólo el sobresalto:
la puerta que barrunta,
el pícaro, los codos,
el franco del turista.

Del mar a las salinas
(asceta de la luz),
en vez de claridad el Sur le ofrece
la noche más oscura.



Poema Amarelo de Salvador García Ramírez



Amarillas las fachadas,
amarillas las barandas,
las terrazas y las pérgolas,
las janelas amarillas.

Amarillos los toldos,
el blando acantilado,
el sol en el Algarve,
el banco en que te escribo.

Amarillo tu vestido,
los manteles y los pórticos,
los zócalos, los caminos:
amarillos, amarillos.

Amarillas las playas,
la hamaca, las retamas,
las velas por el agua,
las barcas amarillas.

Amarillos los limones,
amarillas las sombrillas,
el jarrón, los veladores,
las mimosas amarillas.



Poema A Casa Do Farol de Salvador García Ramírez



Levanta la tarde su espesura de silencio,
sube el mar a las últimas cornisas
con alas de graznido.
Pliega la luz su rabo inevitable,
una a una, por todas las fachadas.
Más allá de la esquina del salitre,
al viejo paredón desalojado
lanza el mar su delirio de insistencia.

Mantiene a casa do farol
colgada en sus ventanas la angustia de la espera.
Nadie viene a falar a sus peldaños
en ese idioma dulce de barcos y galeras
que a veces sabe a sal,
que a veces sabe a selva.
Esconde a casa do farol
en su zócalo azul, como un trofeo,
horizontes de mapas y leyendas.

Marca el viento su compás ensimismado:
otra noche que aguantar en vilo el alma.
Insensible a los augurios de las olas,
ella espera en el refugio de las sábanas.
Cerca, bajo el resplandor de su pavesa,
nacen islas con la tinta de las sombras.

¡Cuántas veces la marea y no llegaba!

Tiene, a casa do farol,
lamida la memoria por el agua.
Nadie viene a encallar en su naufragio,
nadie espera na falésia de la praia.



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