poemas vida obra s

Poema Soneto De La Desesperación de Vinícius De Moraes



De repente la risa se hizo llanto,
silencioso y blanco como la bruma;
de las bocas unidas se hizo espuma,
y de las manos dadas se hizo espanto.

De repente la calma se hizo viento
que de los ojos apagó la última llama,
y de la pasión se hizo el presentimiento
y del momento inmóvil se hiso el drama.

De repente, no más que de repente,
se volvió triste lo que fuera amante,
y solitario lo que fuera contento.

El amigo próximo se hizo distante,
la vida se volvió una aventura errante.
De repente, no más que de repente

Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres



Poema Sábado Amor de Victoriano Cremer



Pero el sábado es distinto. Viene
de muy lejos, con sol a las espaldas
y extrañas músicas entre los dientes
endurecidos de la madrugada.

Todos le miran y él sonríe. Pisa
la tierra y la acaricia; el eco alarga
la estela de su paso, tal un barco
abriéndose caminos en el agua.

Es como un muchacho, con las manos
metidas en los chorros de la mañana,
que abre los ojos de cristal y asombro
al vuelo de la luz desazulada.

El sábado es distinto, sí. De pronto,
el aire se hace mármol en la escarcha
del alto cielo, y una voz se enciende
poderosa, como una gran campana.

Todo parece nuevo, repentino,
¡hasta aquella alegría de las almas
que nadie sabe quién echó en la hondo
del charco amargo de las lágrimas!…

No es como los demás días. Trae al menos
algo que el hombre ha perseguido siempre,
sin mirar a los cielos, apretándose
el corazón con esperanzas:

Unas monedas y el silencio,
cuando la tarde pliega sus banderas.
Todo el amor, de pronto, rescatado
al yunque ya las nieblas.

Y una música antigua y un camino
para perderse.

(La felicidad
necesita tan sólo unas monedas
y un camino de amor.)

Todo humilde y sencillo en este día
en que la piel del aire se descorre
y queda un mundo puro, en carne viva,
como un tierno cordero milagroso.

La casa se abre a su llegada.

El hombre
busca a la amada entre la sombra y, juntos,
entre besos, aprietan las monedas
de su felicidad de cada día.



Poema Si Preguntan Por Mí de Beatriz Zuluaga



Si preguntan por mí…
diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que a la vida
se le diera la gana de llegar
a mi puerta.
Diles que salí definitivamente
a dar la cara sin pinturas
y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí…
diles que apagué el fuego,
dejé la olla limpia y desnuda la cama,
me cansé de esperar la esperanza
y fui a buscarla.
Diles que no me llamen…
Quité el disco que entretenía en boleros
el beso y el abrazo
la copa estrellé contra el espejo
porque necesitaba convertir
el vino en sangre
ya que jamás se dio el milagro
de convertirse el agua en vino.
Si preguntan por mí…
diles que salí a cobrar la deuda
que tenían conmigo el amor,
el fuego, el pan, la sábana y el vino,
que eché llave a la puerta
y no regreso.
¡Definitivamente diles
que me mudé de casa!



Poema Sueños Rotos de William Butler Yeats



Hay gris en tus cabellos;
los jóvenes ya no se quedan sin aliento
a tu paso;
acaso te bendiga algún vejete
porque fue tu plegaria
la que lo salvó en el lecho de muerte.
Por tu bien -que ha sabido de todo dolor del corazón,
y que ha impartido todo el dolor del corazón,
desde la magra niñez acumulando
onerosa belleza- por tu solo bien
el cielo desvió el golpe de su sino,
tan grande su porción en la paz que estableces
con sólo penetrar dentro de un cuarto.

Tu belleza no puede sino dejar entre nosotros
vagos recuerdos, recuerdos nada más.
Cuando los viejos se cansen de hablar, un joven
le dirá a un viejo: «Háblame de esa dama
que terco en su pasión nos cantaba el poeta
cuando ya su sangre debiera estar helada por los años».

Vagos recuerdos, recuerdos nada más.
Pero en la tumba todos, todos se verán renovados.
La certidumbre de que veré a esa dama
reclinada o erecta o caminando
en el primor inicial de su feminidad
y con el fervor de mis ojos juveniles,
me ha puesto a balbucear como un tonto.

Era más bella que cualquiera
no obstante tu cuerpo tenía una tacha;
tus manos pequeñas no eran bellas,
y temo que has de correr
y las hundirás hasta la muñeca
en ese lago misterioso, siempre rebosante
donde todos los que cumplieron la ley sacra
se hunden y resurgen perfectos. Deja intactas
las manos que besé,
por bien del viejo bien.

Muere el último toque de media noche.
Todo el día, en la misma silla
de sueño a sueño y rima a rima he errado,
en charla incoherente con una imagen de aire:
vagos recuerdos, recuerdos nada más.

Versión de Hernando Valencia Goelkel



Poema Si Tan Sólo Yacieras Muerta Y Fría de William Butler Yeats



Si tan sólo yacieras muerta y fría
Y las luces del oeste se apagaran,
Vendrías aquí e inclinarías tu cabeza,
Y yo reposaría la frente sobre tu pecho
Y tú susurrarías palabras de ternura
Perdonándome, pues ya estás muerta:

No te alzarías ni partirías presurosa,
Aunque tengas voluntad de pájaro errante,
Mas tú sabes que tu pelo está prisionero
En torno al sol, la luna y las estrellas;
Quisiera, amada, que yacieras
En la tierra, bajo hojas de bardana,
Mientras las estrellas, una a una, se apagan.



Poema ¿sola? de Maruja Vieira



Tus ojos
vinieron a mirarme
en esta hora
oscura y áspera.
Yo me creía sola
pero estabas aquí.
El amor
le arrancó tu mirada
a la muerte.



Poema Siempre de Maruja Vieira



Siempre regresas.
Para ti no hay tiempo
ni tiene oscuros límites la tierra.
Siempre vuelves.
Y siempre estoy aquí, esperando tus manos,
llenándome de sueños como de lluvia un árbol.
No hay nada diferente. Todo es igual y puro
cuando vuelves.
No han pasado los días ni he sufrido. Estoy sola,
con el corazón limpio como una fuente nueva.
Tengo otra vez palabras y caminos
y contigo regresan las brisa y las estrellas.
Regresan las campanas y los pájaros,
me devuelves la música, el murmullo
de los ríos lejanos,
la claridad del monte,
la perfecta verdad de que te amo.



Poema Soñé Contigo Esta Noche de Paul Verlaine



Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas…

Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.

Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios… ¡Qué aliento y qué cintura!

Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela…

Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!

Versión de Víctor M. Londoño



Poema Serenata de Paul Verlaine



Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.

Cantaré tus ojos de oro y de onix
puros de toda sombra,
cantaré el Leteo de tu seno, luego el
de tus cabellos oscuros.

Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Después loare mucho, como conviene,
A esta carne bendita
Cuyo perfume opulento evoco
Las noches de insomnio.

Y para acabar cantaré el beso
de tu labio rojo
y tu dulzura al martirizarme,
¡Mi ángel, mi gubia!

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.



Poema Sum Vermis de Jacinto Verdaguer



Non vivificatur nisi prius
moriatur ( 1° Cor., 15, 36).
E carcere ad oethere.
Dant vincula pennas.

Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Vil gusano de tierra, por un rato
be venido a arrastrarme a la ceniza.
Mi cuna fue un grano de polvo
y otro grano será mi sepultura.
Quisiera ser algo para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño e inútil
y desnudo de gloria y de prestigio.

Haced de mí lo que queráis, hoja seca
de las que el viento lleva, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o si queréis, motivo de escarnio.
Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os quiere.
Haced de mí lo que queráis; no soy digno
de andar a vuestros pies; cual árbol estéril,
arrancadme de raíz de la tierra;
devastadme, abatidme, aniquiladme.

Venid a mí, congojas del martirio,
venid. Oh cruces, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, pronto me será
a vuestra sombra dulce sentarme.
Espina del dolor, ven a punzarme;
corre a abrigarme con tu manto, oh injuria;
calumnia, a mi alrededor lodo apila,
miseria, ven para llevarme a rastras.

Versión de José Batlló



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