poemas vida obra s

Poema Son En El Aire de Cecilia Bustamante



En las alturas andinas
el aire es un cuchillo
que nos empezó a templar.
Altivamente
soy de la puna
como ese huayno que rueda
entre las cabuyas,
sobre los cactus florecientes,
sobre la laguna deslumbrante
y llega donde nace el río
en un momento de amor.
Por las quebradas
con cariño y voluntad,
como dicen los quechuas,
la temida danza empieza.
Por el Quispicanchis
en la última isla
que pisó el Wiracocha.



Poema Símbolos Del Corazón: 9 de Cecilia Bustamante



¡Ah, cómo declinan las mareas
igualando la arena
sobre las costas doradas!

Levanta su cuerpo el ave
entre dos espejos profundos
allí se encierran las edades
que nos hicieron jóvenes.

Lanza su recorrido el pez
y el mar permanece
rodeado del eco
de primitivas borrascas
en el mar sin fondo de su historia.

Tantean su camino las algas
y sobre las playas
el cielo vigila
a los caracoles muertos,
presos en su movimiento
Inextinguible.



Poema Somos de Carolina Escobar Sarti



Somos dos soledades
que se beben
el amor impostergable.

Dos osadías
que se atrevieron a amar.

Dos biografías
escritas en papel y carne.

Llegué a ti desde mi ávido pasado
y llegaste a mí desde tu historia sedienta de
amor.

Celebro que seamos tú y yo
dos ausencias amanecidas
dos austeridades colmadas
dos labios íntimos.



Poema Se Vistió La Mujer de Carolina Escobar Sarti



Se vistió la mujer
con viejo vestido
de flores rosadas
de seda y hastío.

Se vistió de silencio
prudencia y olvido
se vistió la mujer
con el mismo vestido
de las viejas mujeres
del mismo destino
de las mismas historias
de los mismos caminos.

Se vistió la mujer
con el viejo vestido
le pusieron dos moñas
y se tomaron su vino.



Poema Spinoza, Sartre… de Carmen Rosa Orozco



Spinoza, Sartre. Deambulo como una perra.
Tu ombligo recrece Camila.
Recuerdas la apostasía de Guillermo,
el infame Guillermo, Camila dice.
Margaret recita a Shakespeare,
Camila dice a Camila y a Adrián.
El tiempo que estoy contigo
es más corto que el de un ladrón, Adrián dijo.



Poema Si Tomo Las Hebras… de Carmen Rosa Orozco



Si tomo las hebras
y veo las páginas en blanco
como esperando el fulgor
de quien sabe donde
si olvido dialogar con la otra
que he sido yo
olvido el cepillo de peinarme
olvido donde he dejado esto que llaman mi vida
antes era todo tan simple
caminaba siguiendo mis pasos
no había nada que aprender o dilucidar
la carne no tentaba
-una liviandad tan extrema-
Ahora todo pesa
Quisiera pasear
y no ser vista
seguir con esa indiferencia
en donde ya nada aporta un peso
De veras,
nunca he distinguido las gentes las apariencias el sentido
Podría ser alguien o algo
tener una estructura ósea
o una piel radiante
mirarme al sol
y sólo encontrar hermosura
pero hallo una luz
insujetable
No persigo un lenguaje sencillo
nada persigo
Vuelven las montañas, Adrián
Vuelves tú
te obligo a estar allí
pasivo
De nuevo,
me siento entumecida
¿Lo notan?
duré un tanto liberada
él vuelve



Poema Suburbio de Carmen Olle



Aquélla, la más perversa nunca amó.
Se enredó en mis brazos entre sábanas. Sabia,
los pies hacia la puerta…

Irascible, su único defecto era su única virtud,
al placer amó más que al dinero,
a una cicatriz
que a un collar de perlas.
Yo que frecuento las tabernas cerca al mar
sé que ella piensa en Lautréamont
-nombre desconocido-
y en la melancolía de un atardecer gracioso
como un ojo vaciado.



Poema Siega de Robert Frost



En la linde del bosque no había más sonido
que el leve cuchicheo de una larga guadaña
hablando con la tierra. No sé qué le diría.
Quizás le contaba algo sobre el calor del sol,
o quizás algo acerca de aquel vasto silencio,
y por esto su voz no era más que susurro.
No le hablaba de un sueño nacido de los ocios,
ni de oro regalado por algún hada o duende:
fuera de la verdad, todo parece frágil
para el ferviente amor que alineó gavillas,
no sin dejar algunas flores (blancas orquídeas) ,
y asustó a una serpiente de un verde coruscante.
El sueño más hermoso que el trabajo conoce
son los hechos. Mi larga guadaña susurró,
y 0lvidóse del heno.

Versión de Agustí Bartra



Poema Solo de Carmen Matute



Nada he sido
nada soy
sino escondida isla
sin pájaros
ni habitantes
sin voces que la pueblen
yerma
apenas viva
negra isla
huérfana
de la ternura de los nidos
región del vértigo petrificado
sin risas
ni panales
áspera isla soy
hondo lamento arrinconado
en la soledad del viento
polvo y sal
nutren mi médula
desterrada la plegaria
y la esperanza
sin astros finales
sin oráculos
sin nombre
yo la torturada.



Poema Sin Embargo, El Amor (del I Al Xiv) de Carmen Gonzalez Huguet



Tu cuerpo de sí mismo se desata
Y cae y se dispersa tu blancura
Y vuelves a ser agua y tierra oscura.

Octavio Paz

Wabinureba
Mi wo ukigusa no
Ne wo taete
Sasou mizu areba
Inamu to zo omou

(Estoy tan sola
Mi cuerpo es una hierba que flota
cortada de raíz.
Si el agua me sedujera
La seguiría, lo sé)

Dama Ono no Komachi
Antología Kokinshu
(850 DC)

I

Ebria de sed de luz y de poesía,
De fuego, de pasión y de belleza,
De la secreta e íntima pavesa
En que te quemas, vuelto llama fría,

Vago buscando en vano tu osadía,
Persigo inútilmente tu tibieza
Y toco apenas esta piel, corteza
De tu ser, del país de la agonía.

Eres íntimo canto, la ternura
Del fuego y su virtud amenazante,
La voz de sombra ardiendo, la amargura

Que hiere sin cesar al tierno amante
Encandilado por tu audaz figura,
Inmóvil en la luz, pero danzante.

II

Préstame, amor, las alas de tu vuelo;
Dame la caracola de tu oído
Donde, cautivo, un mar embravecido
Golpea las murallas de su anhelo;

Regálame la curva de tu cielo,
El tacto de la luz enternecido
Acariciando el iris sorprendido
Y del olvido derritiendo el hielo.

Dame tu voz sedienta, enamorada,
Tu llama audaz entre la nieve fría,
Tu luz en sombra siempre encandilada

Y ven a arder en la ceniza mía,
Que da fuego a tu hoguera ya apagada,
Y movimiento a la quietud que cría.

III

Desnudo el cuerpo, al fin alma desnuda,
Desnudo el labio, la caricia, el beso,
Desnudos la palabra, el fuego ileso
Y la pasión que vida y muerte anuda.

Desnudas las espinas de la duda,
La sangre con su gozo y con su peso,
Mi anhelo entre tus manos salvo y preso,
La angustia con su herida más sañuda.

Inerme, la ternura vulnerada;
En soledad, perfecta compañía;
El ala en vuelo nunca derribada:

Todo eso eres, llama y nieve fría,
Ala que el viento tiene cautivada
Y en la cima del vértigo se alía.

IV

Arcángel de la luz enamorada,
De la sombra y su beso de ceniza,
Del oculto panal donde eterniza
El beso tu ternura y tu mirada.

Demonio de la sombra acribillada
Por la luz que ojo y labio al par hechiza
Y cuyo tacto leve profetiza
Belleza no cautiva: adivinada.

Rompe el límite, el borde, la frontera
Que de tu piel me aleja, navegante,
Dame a besar tu faz más verdadera.

Libérame del tiempo torturante,
Sálvame de la piel perecedera,
Deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

V

Cínico, dulce, frío, apasionado,
Despierto, hiriente, protector, dormido,
Tímido, quieto, móvil, atrevido,
Locuaz, altivo, humilde, ensimismado,

Cierto, falaz, ardiente, despechado,
Ingrato, amante, dócil, engreído,
Infiel, veraz, violento, desvalido,
Amante, triste, alegre, desolado,

Paraíso fugaz, constante infierno,
En vano busco tu fulgor temblante,
Tu beso breve y tu dolor eterno,

Y en mi pecho estarás, amor quemante,
Hecho puñal de filo amable y tierno,
Luz que no se derrama, ya diamante.

VI

Tu canto puso un beso en el oído
Y con tal gesto me otorgó la espina
Y la gloria del fuego que declina,
Pero en la carne queda suspendido.

Tu vuelo fue a la vez ala y sonido,
Cuerda vibrando sola, cristalina
Sombra besando el valle y la colina
Y buscando el recodo sorprendido.

Y desde entonces voy, crucificada
Por la verdad, herida en la alegría,
Tejiendo en tu silencio mi morada.

En esa solitaria compañía,
Soy el eje, la luz enamorada,
Fija en la rotación del mediodía.

VII

Recórreme, penétrame, concíbeme,
Floréceme, subviérteme, sedúceme,
Padéceme, divídeme, condúceme,
Desátame, despiértame, prohíbeme,

Inflámame, congélame, recíbeme,
Ayúdame, confiésame, tradúceme,
Confúndeme, repruébame, prodúceme,
Confíname, libérame, percíbeme,

Hazme a tu imagen: fluida arquitectura,
Brotando de la sombra al mediodía,
Línea invisible, tránsito y figura

Fugaz, inmóvil, nieve y llama fría,
Eco, silencio, ruido, luz oscura:
Sol que no se consume ni se enfría.

VIII

¿Besa a la luz el ojo cuando mira?
¿El agua adora al pedernal que moja?
¿Acaricia el abismo a quien se arroja
y el viento a cada flor que en él expira?

¿Ama el fuego a la entraña de la pira
y el huracán la tierra que despoja?
¿Al otoño bendice cada hoja
y a la música el eco que lo inspira?

Los extremos, al centro conformados,
Su ser confunden en el fiel flotante
Y en ese beso mueren abrazados.

Agonizo en tu labio de diamante,
Como mis besos tercos y olvidados,
De cenizas y llama equidistante.

IX

Te recorro y penetro, te concibo,
Te florezco y subvierto, te seduzco,
Te padezco y divido, te conduzco,
Te desato y despierto, te prohibo.

Te inflamo, te congelo, te recibo,
Te ayudo, te confieso, te traduzco,
Te confundo y repruebo, te produzco,
Te confino y libero, te percibo.

Te hago a mi imagen: firme e inseguro.
Fluyes entre mis manos inflamado:
Línea audaz que diseña un ser futuro.

Y en el ala que al vuelo ha aventurado,
Brilla con el fulgor de un sol oscuro
Tu salto hecho segundo congelado.

X

De aquel vocablo ardiente la ceniza
Llega hasta mis pupilas y las besa.
Hoguera ayer, hoy vuelto ya pavesa,
Aún su incendio quema y eterniza.

Y cada vez que vuelvo a él me hechiza
La magia que el sonido fiel confiesa.
De la palabra al par liberta y presa,
El mar de los sentidos la ola riza.

Eterna y frágil voz que desafía
Los azares y causas del olvido,
Con tu música amarras el oído.

Tu ser entero a esa verdad se fía
Y en ella presa tu virtud desata,
Que ni apresura el tiempo ni lo mata.

XI

Lejano estás y estás aquí presente
Tanto, que con el aire te respiro.
Te bebo con los ojos si te miro,
Te besa mi silencio entre la gente.

Estás en cada paso diligente,
En mis manos, mis labios, mi suspiro,
Si quieta estoy o en torno de ti giro,
Si me quedo, o me marcho indiferente.

Estás en mí, carámbano en el fuego,
Grito oscuro al silencio confinado,
Luz que cae sin fin en ojo ciego.

Y soy de ti satélite ignorado:
Sordo a toda la música que entrego,
Preso en su movimiento ensimismado.

XII

Pero vuelves, y entonces amaneces
En mi pecho con fuego renacido;
Y desmientes al hielo y al olvido,
De amor constante tan mudables jueces.

Voy en ti como el agua entre los peces,
Plena de tu silencio en mi sonido:
Como el vuelo del ave en cada nido,
Como el sol en el fruto y en las mieses.

Voy en tu sangre, lloro en tu costado,
Reto al desdén y a la distancia ingrata
Que me alejan tu labio enamorado.

Mas sé que no hay olvido. No se mata
Ese despierto sueño en que, salvado
Tu cuerpo de sí mismo se desata.

XIII

A ciegas voy, pero tu luz me guía,
Abandonada a ti y a tu espejismo;
Voy fascinada por el cruel abismo
De la dicha que al vértigo me fía.

Terrestre y quieta, canta y desafía
Tu audacia mi acendrado pesimismo:
El río escapa siempre de sí mismo,
Pero al cabo regresa en lluvia fría.

Playa perenne, igual e inmutable,
Las olas van y vienen y en tu hondura
Solas quieren morir, mar implacable.

Sin derrotar la mansa línea pura,
Ataca tu vaivén infatigable
Y cae y se dispersa tu blancura.

XIV

Cae y se alza tu perpetuo vuelo,
Canta y se calla tu palabra herida,
Mengua y se crece tu caricia henchida,
Brilla y se apaga tu fulgor de hielo.

Muere y florece tu constante cielo,
Flota y se hunde tu batalla erguida,
Vence y se rinde tu canción dolida,
Surge y declina tu tenaz desvelo.

Triunfas gallardo, pero estás vencido.
Rendida, te derrota mi ternura;
Sediento, me empalagas el oído.

De mi vientre proviene tu estatura
Y a él regresas, polvo redimido,
Y vuelves a ser agua y tierra oscura.



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