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Poema Sombras de Jorge Debravo



Sombras, éramos sombras.
Sombras dulces en la sombra.
Sombras blandiendo su angustia
y su pesantez de roca.

Sombras vivas aguzando
al desnudar su congoja.
Sombras deshechas a vientos;
de fuego en la sangre, sombras.

Sombras suaves en tu dedo;
sombra hacia mi nervio, roja;
sombras de sombras uniéndonos;
sombras de sombra en la sombra.



Poema Silencios de Jorge Debravo



Muere un amor en mitad de la esperanza
y un silencio sepulta su cadáver de pájaro.

Sangra una niña herida sobre un lecho lúbrico
y un silencio se esconde entre los trapos.

Deguellan un muchacho en una patria
y un silencio se oculta en sus zapatos

Cogen la libertad, la escupen, la desangran,
y un silencio terrible cierra los campanarios.

Alguien pone candados en los libros
y un silencio se aprieta en los armarios.

Fusilan un patriota en un rincón oscuro
y un silencio se fuga sobre los techos blancos.

Un millón de niñitos se nos muere de hambre
y un silencio se duerme contemplándolos.



Poema Salmo Desolado de Jorge Debravo



¡Qué ganas de llorar sobre la cama!
¡Qué ganas de gritar sobre la almohada!
¡Qué ganas de sentir que tú me llamas
como llama una niña abandonada… !

¡Qué ganas de decirte en el oído
que mi amor es un poco de agua hirviendo
que hierve más y más hasta el gemido,
que hierve hasta quedarse maldiciendo!

¡Qué ganas de decirte que te quiero
con ojos de rencor o lagrimeados…
Qué ganas de tener un cancionero
para cantarte todos los pecados!

¡Y qué ganas de ser viento errabundo
para llegarte al cuerpo enamorado
y meter las dos manos en el mundo
hasta tocarte el borde del costado!



Poema Salmo De Las Maderas de Jorge Debravo



Hay maderas oscuras y profundas
como tus ojos y tus cabellos.
Porque tus ojos y tus cabellos son
como maderas profundas y charoladas.

Hay maderas suaves y livianas
como tu piel y tu alegría.
Porque tu piel y tu alegría son
como maderas suaves y livianas.

Hay maderas recias y macizas
como tus piernas y tus espaldas.
Porque tus piernas y tus espaldas son
como maderas recias y macizas.

Hay maderas húmedas y rojas
como la piel de tus labios y de tu lengua.
Porque la piel de tus labios y de tu lengua es
como una madera roja y empapada de savia.

Hay maderas olorosas y vivas
como el olor de tu cuerpo.
Porque el olor de tu cuerpo es
como el olor de las maderas
cortadas en los tiempos de lluvias.

Hay maderas que al ser trabajadas
dan notas musicales y perfectas.
Tu amor es una nota musical y perfecta
como el sonido que dan ciertas maderas
cuando son trabajadas.

Hay maderas que se quejan en las noches de lluvia
y en las tardes de tormenta.
Porque eres triste, y esto te embellece y purifica,
te pareces a esas maderas que se quejan
en las noches de lluvia y en las tardes de tormenta.

Hay maderas que tienen un sabor y perfume
tan propios que, cuando se las huele o se las besa,
ya no son olvidadas nunca más en la vida.
Porque eres fatalmente inolvidable,
te pareces a esas maderas que se recuerdan
hasta la muerte cuando se las huele o se las besa.



Poema Spleen Oxidado de Jorge Carrol



Todo. Absolutamente todo lleva tu perfume.
Las secuelas de tu ausencia.
El reto compaginado de tus párpados.
La inmisericorde campana de tu abandono.

Todo me envuelve a la que amo.
A la que está y no está.
Llámese como se llame.
A la que una tarde de diciembre hizo arder
Santiago con su boca.

Todo es ella y nada es ella.
Como la lluvia que navega sus senos de nogal.



Poema Soledad Padre de Jorge Carrol



¿Debo ocultar que también en este Día del Padre estoy solo?…

¿Debo volver al brandy nocturno en la mañana gris?

¿Debo mañana dejar como James Dickey la publicidad y dedicarme a vivir de la poesía?

¿Debo asumir que hoy es un domingo comercial y que no me importa que mis hjos no estén a mi lado?

Debo dejar este rollo…
en la cocina la salsa para los penne rigati se cuece lentamente como mi vida.



Poema Soledad Y Gaviota de Jorge Carrera Andrade



Cuaderno albo del mar,
la gaviota o mensaje
se despliega al volar
en dos hojas de viaje.

Su marítima hermana
la soledad, la mira
y, en una espera vana,
en la costa suspira.

Insectos, vegetales,
se enredan en el suelo:
torcidas iniciales
de un subterráneo anhelo.

Aquí, en el centro, vivo
con las aves marinas,
de mí mismo cautivo,
compañero de ruinas,

y mirando y oyendo
sólo la lluvia armada
la soledad batiendo
con su líquida espada.



Poema Soledad Habitada de Jorge Carrera Andrade



La soledad marina que convoca a los peces,
la soledad del cielo herida de alas,
se prolongan en ti sobre la tierra,
soledad despoblada, soledad habitada.

Las hojas de árbol solas cada una en su sitio,
saben que les reservas una muerte privada.
No te pueden tragar, a mordiscos de música,
con su boca redonda el pez y la guitarra.

Cargada de desierto y de poniente
andas sobre el planeta, de viento disfrazada,
llenando cuevas, parques, dormitorios
y haciendo suspirar a las estatuas.

A tu trampa nos guías
con tu lengua de pájaro o lengua de campana.
En tu red prisioneros para siempre,
roemos el azul de la infinita malla.

Te hallas en todas partes, soledad,
única patria humana.
Todos sus habitantes llevamos en le pecho
extendido tu gris, inmensurable mapa.



Poema Suma de Jorge Boccanera



Los días no contaban para mí,
bastaba la palabra.
Yo escuchaba en cuclillas cómo alguna palabra
conversaba con otra.
No contaban los días.
Pero extravié palabras y los días me siguieron de
cerca con sus largos abrigos.
Yo iba mirando el suelo.
«Ese no cuenta el cuento», vaticinaron unos.
Yo no escuchaba a nadie, yo contaba con ellas.
Los días fueron como trapos mojados en los pies.
Habité días feroces porque perdí palabras.
Eran contadas y eran, al fin, las que contaban
El tiempo es implacable.
El que pierde palabras tiene los días contados.



Poema Suceso Viii de Jorge Boccanera



a veces soy la voz del otro lado del teléfono
a veces un aliento
una ciudad enorme donde te encuentro a veces
por supuesto una fecha
un saludo que cruza el cielo velozmente
dos ojos que te miran
un café que te espera después de la llovizna
una fotografía una mano en tu mano
desesperadamente una canción etcétera

y siempre o casi siempre
nomás ese silencio
donde solés colgar tus prendas íntimas.



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