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Poema Respuesta A La Luz de Pedro Salinas



Sí, sí, dijo el niño, sí.
Y nadie le preguntaba.
¿Qué le ofrecías, la noche,
tú, silencio, qué le dabas
para que él dijera a voces,
tanto sí, que sí, que sí?
Nadie le ofrecía nada.
Un gran mundo sin preguntas,
vacías las negras manos
?ámbitos de madrugada?,
alrededor enmudece.
Los síes ?¡qué golpetazos
de querer en el silencio!?,
las últimas negativas
a la noche le quebraban.
Sí, sí a todo, a todo sí,
a la nada sí, por nada.

Allá por los horizontes
sin que nadie ?el sólo: nadie?
la escuchara, sigilosa
de albor, rosa y brisa tierna,
iba la pregunta muda,
naciendo ya, la mañana.



Poema Rosas De Ayer de Paz Díez Taboada



Voy a poner la fecha, y me asalta otro día,
otro mes, otro año… Un tiempo ya vivido.
Voy a escribir presente, y en el papel se cruza
un ayer sin remedio que no conoce nadie.
Es en este momento cuando veo unos cárdenos
atardeceres lánguidos, rotos por rojos fuegos.
Es en este momento cuando oigo los rumores
de un agua que se escapa, que fluye y va, que riega
las hortensias azules de jardines umbríos.
Voy a decir ahora, y las horas pasadas
se curvan y retuercen, mientras vuelven la vista.
Me miran con piedad y ¡adiós! me dicen,
derramando en su vuelo, por el camino en sombra,
ásperas rosas pétreas.



Poema Retorno de Paz Díez Taboada



Insistiré en la rosa y su perfume.
En la blanca cerúlea y en la roja de sangre,
en la que abre sus pétalos como estrella agresiva
y en la que, replegada, se arropa en su misterio.
Insistiré en el fuego de la rosa,
en su tallo bordado por uñas turbulentas
y en sus llamas alzadas contra el día,
revestidas de un suave dolor adormecido.
Antes de que anochezca, antes del cierre
de persianas y luces, antes de que la copa
se acabe, volveré de nuevo por mis fueros…
Retornaré a la rosa y a su aroma rampante,
antes de sucumbir en la pelea.



Poema Regreso Al Bar de Pavel Oyarzún Díaz



En memoria de Rolando Cárdenas

Regresar al bar como a un vientre,
y a la primera tibieza que nos recibió
y que alguna vez, seguramente, nos pareció eterna.

Regresar al bar porque todos los caminos
conducen a él,
y porque entre esas cuatro paredes
hay más redención y misericordia
que en trescientas iglesias juntas.

Estar entre sus habitantes otra vez,
sentados a la mesa de siempre,
bebiendo el vino lentísimo
que nos deparó el tiempo.

Regresar por las palabras y la memoria
y por la propia sombra que allí dejamos
entibiándose,
tras el alto muro de la noche.

Regresar como de costumbre,
y a la misma hora.
Entrar al bar,
de corbata, bien peinados,
y después de muertos.



Poema Regreso de Pablo Mora



Hoy entreabrí la puerta de la infancia
con la nostalgia vuelta hacia la cuna
y no encontré ni un rastro de la luna
que ayer nomás iluminó mi estancia.

Hoy me inundó la mar de la distancia
al evocar mi vegetal laguna
y en la vieja resaca una por una
fue anclando sus pisadas mi inconstancia.

Hoy me perdí en las ruinas de mi ayer
en busca de un alero, de un cimiento,
de un mango, un cafetal o mi nacer

y al verme en los umbrales de mi aliento
honda desolación cruzó mi ser:
oí que sollozaba mi lamento.

De Almácigo 2 (1980)



Poema Retrato De Mujer de Pablo De Rokha



Pequeña~pequeña y sutil, morenita como las esposas de «La Biblia» o los lirios
dilectos del Ganges, graciosa, melodiosa, misteriosa, llena de innumerables destinos augustos, egregios, y pálidas adivinaciones, humilde en su virtud, humilde y humilde, grandes los negros ojos negros, chiquito el pie, anda por las vías eternas acariciando los acontecimientos rientes, las desgracias que visten mortüorios lutos amarillos, el gesto fluvial de los llantos, el gesto fluvial de los llantos, la montaña, y el insecto maximalista, ácrata o filósofo, acariciando, acaparando la vida y los sepulcros con mimos de gatita joven.

En aquel montoncito de carnes sumisas, humanas, heróicas, florales, viajeras, canta el ilustre mar, la tierra orlada de trigales intermitentes o sonoros nidos, los cándidos cielos musicales, Dios, Satanás, el viejo instinto negro que sonríe a la nada desde los subterráneos del hombre y la materia.

Se parece a las banderas del pueblo: el modestísimo olor a gestos rurales, la religiosidad honrada y honesta que diluye su ateísmo profundo
como las aguas eternas de las tumbas, su ateísmo, lo ensimismado, lo virtuoso, l0 tranquilo de las diarias maneras exteriores, el sentido de la divinidad aureolando sus huesos a cada instante del a cada instante, tienen un no sé qué tan evangélico que evoca, ¡oh!. que evoca la leyenda del lugar…

Diríase que viene saliendo de la escuela, seriecita y juguetona, juguetona y seriecita, seriecita y juguetona, diríase que viene saliendo de la escuela con el hijo en los brazos precoces, pueriles… «nenito, peladito, chucurrutito», así le dice a la guagua de meses… él contesta sonriendo, sonriendo: «a… gu… u… u…» y los dos se conocen ha setenta mil años, por lo menos.

A orillas de los campos floridos, apostólicos, su actitud llena de árboles y agua se define ruidosamente; ¡qué alegres van los zapatitos blancos por el camino real atardeciendo!… La silueta maravillosa, fina y triste, fina, fina y triste, sus líneas intelectuales, imperial-ideales, dilectas, como de dulce y grave pastorcita ingenua que fuese princesa ignorándolo, ilustran el tema agrario, sacratísimo, cual una flor el frac del héroe; ella adaptó los últimos refinamientos a las yerbas honorables, burguesas, la elegancia del encaje albo sobre las túnicas crepusculares al fervor doloroso del grande poema de la agricultura.

Süave, süave, süavemente süave, ambula como ola sonámbula insinuando apenas su alma enorme, palpa las cosas, y las cosas vibran lo mismo que arpas naturales, pisa y el pie celeste roza los fenómenos cual una luz la cara de un difunto, sonríe y se ilumina el turbio-mundo, piensa, y entonces un olor a violetas claras inunda el universo, las figuras se hacen suavidad, los geométricos triángulos objetivos esconden las garras estridentes, oblicuas, y unas canciones blancas, como arpas blancas, juegan alegremente con los pájaros nuevos.

Mujercita al rojo es, mujercita al rojo; caldea el amor sus entrañas adolescentes, las menudas manos le arden, el sangriento clavel de los labios calcina los vagos suspiros innumerables, ondula el vientre como sementera, tiemblan los pechos cual floridas torres que se incendiasen al crepúsculo, las pupilas van agrandando y van horadando la tierra y florecen lágrimas y besos, florecen, florecen; dos verdes ojeras invaden su cuerpo anulándolo, borrándolo, eliminándolo y los pies, riendo al mar de libres cabellos anochecidos, fluctúan por el aire minúsculos, precisos, minúsculos de minúsculos…

Un gigante ritmo sobrenatural preside sus actos e imágenes; asombra lo equilibrado de su espíritu, práctico y romántico, romántico y práctico, artistísimo cantor de las pequeñas formas cuotidianas, y al que incendia los huesos el fatal ensueño fatal, la vieja ilusión que viene saliendo de los manicomios con la verdad en un trapito; ama lo lógico en las cosas, el inconmensurable absurdo local de las ideas y es prudente como las golondrinas, porque realiza lo heroico.



Poema Riverside de Pablo Antonio Cuadra



Perros
olfatean nuestras huellas y ladran. Flota
lento el tiempo con su espalda mojada.
Miro nuestras estrellas también
desterradas.
La carreta que lleva a la madre de Darío
con dolores de parto hasta Metapa.
El camión que lleva a Sandino atado
desde el cuartel de la Guardia hasta el
lugar emboscado donde lo fusilan
La Patria que pensó la madre sintiendo
los dolores del amanecer
la Patria que pensó el guerrillero
sintiendo las angustias de la noche. Esta
es tu Patria
y también el polvo de ese bus lleno de
nicaragüenses que cruzaron el río
Pregúntales por qué olvidaron sus arpas
en las ramas de los sauces
los aduaneros nos cierran sus puertas
porque estamos contaminados por la
pobreza.
El río recibe exilios afluentes
Verbos tristes. Mexicanos. Lunas
marchitas. Y el tiempo en sus orillas
hiede. Todo río hiede. De turbia
aleonada crueldad
sus aguas en éxodo arrebatan
los dorados racimos de la noche
y pudren
los astros estancados en los juncos.
Fuimos guerreros que cortamos la garra
del león para colgarla de nuestra cintura.
Pero los jefes juraron en vano el nombre
de nuestros muertos.
La opresión volvió de noche con su uniforme.
La guerra se detuvo de casa en casa:
Dejó pájaros ciegos
Memorias de cenizas
y el silencio de los que huyeron
-¡Ojalá no se te borre el rostro de tu madre!,
le dijo en la madrugada de la despedida
bajo la misma estrella que ahora flota
ahogada en las aguas oscuras.
El muchacho se bajó el ala del sombrero
para llorar a gusto.

(1988)



Poema Respuesta de Otto Rene Castillo



Si me preguntaras
qué es lo que más quiero
sobre la anchura de la tierra,
yo te contestaría:
a tí, amor mío, y a la gente
sencilla de mi pueblo.
Dulce eres, como la tierra.
como ella frutal y hermosa.
Pero a tí te quiero.
No por bella que eres.
Ni por lo fluvial de tus ojos,
cuando ven que voy y vengo,
buscando, como un ciego, el color
que se me ha perdido en la memoria.
Ni por lo salvaje de tu cuerpo indomable.
Ni por la rosa de fuego, que se entrega
cuando la levanto del fondo de la sangre
con las manos jardineras de mis besos.
A tí te quiero, porque eres la mía.
La compañera que la vida me dió,
para ir luchando por el mundo.
Amo a la gente sencilla de mi pueblo,
porque son sangre que necesito,
cuando sufro y me desangro;
hombres que me necesitan cuando sufren.
Porque nosotros somos los más fuertes,
pero también los más debiles. Somos la lágrima.
La sonrisa. Lo dolorosamente humano. La unidad
de lo mejor y de lo más deplorable. Lo que canta
sobre la tierra y lo que llora sobre ella.
De ellos recibí esta voz, este corazón inquieto
que me apoya y me fortalece y me lleva consigo.
Por eso los amo como son
y también como serán.
Porque ellos son buenos
y serán mejores.
Y juntos nos jugamos
el destino, con nuestras
manos que todo lo construyen.
Así amo yo la vida
y amo a la humanidad,
amor mío,
cuando te amo y amo
a los hombres sencillos
de mi bello y horrendo país.



Poema Retrato A Cierta Hora de Otoniel Guevara



a Dalia, por salvarme con una manotazo de poesía.

¿Acaso se puede vivir con las gavetas vaciadas, el pelo revuelto,
la sombra marchita?

Soy un perro
poseo únicamente mi dolor
y todas las calles de la tierra

No ladro
Unicamente muerdo
No tengo pulgas no ardo en jiote el moquillo
no podrá acabar con mis días

Soy la muerte y no necesito de disfraces

No orino las paredes:
Orino el dinero de la gente
Las costumbres de la gente
Las máscaras de la gente

¿Acaso se puede morir cuando se es dueño
de un planeta entero?

Todo ha sido pintado con este insultante color negro
Sangre muerta
Reconozco el río por el chapoteo, pero
¿No es también líquida la baba de los perros rabiosos?

Soy un perro
lo sé porque respiro el suelo omnipresente

No seré un simple dato verificable
mientras me asista el rumor de la poesía
Ella lo ha dicho:
«nadie es estadística si pronuncia tu nombre»
Y Ella dijo «Otoniel»
Yo dije «Perro»
La soledad calló y cayó la noche

¿Acaso se puede morir
si hay alguien en el mundo que pronuncia tu nombre?



Poema Responda de Otoniel Guevara



Amonestan al hombre
que en harapos
busca a Dios en un bote de basura

¿Qué si en ningún corazón tuvo tal suerte?

¿Qué
si a los niños vio muertos en la calle?

¿Acaso usted, lector, puede ayudarle?

¿Acaso usted ha secuestrado a Dios
y por eso este hombre
ya no puede salvarse?



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