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Poema Quiero Ir Con Aquel A Quien Amo de Bertolt Brecht



Quiero ir con aquel a quien amo.
No quiero calcular lo que cuesta.
No quiero averiguar si es bueno.
No quiero saber si me ama.
Quiero ir con aquél a quien amo.



Poema Quizá El Amor Es Simplemente Esto de Antonio Gala



Quizá el amor es simplemente esto:
entregar una mano a otras dos manos,
olfatear una dorada nuca
y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio.

El grito y el dolor se pierden, dejan
sólo las huellas de sus negros rebaños,
y nada más nos queda este presente eterno
de renovarse entre unos brazos

Maquina la frente tortuosos caminos
y el corazón con frecuencia se confunde,
mientras las manos, en su sencillo oficio,
torpes y humildes siempre aciertan.

En medio de la noche alza su queja
el desamado, y a las estrellas mezcla
en su triste destino.
Cuando exhausto baja los ojos, ve otros ojos
que infantiles se miran en los suyos.

Quizá el amor sea simplemente eso:
el gesto de acercarse y olvidarse.
Cada uno permanece siendo él mismo,
pero hay dos cuerpos que se funden.

Qué locura querer forzar un pecho
o una boca sellada.
Cerca del ofuscado, su caricia otro pecho exige,
otros labios, su beso,
su natural deleite otra criatura.

De madrugada, junto al frío,
el insomne contempla sus inusadas manos:
piensa orgulloso que todo allí termina;
por sus sienes las lágrimas resbalan…
Y sin embargo, el amor quizá sea sólo esto:
olvidarse del llanto, dar de beber con gozo
a la boca que nos da, gozosa, su agua;
resignarse a la paz inocente del tigre;
dormirse junto a un cuerpo que se duerme.



Poema Que Extraña Manera de Renata Durán



Qué extraña manera de quererte.
Así de pronto me encuentro
amándote de adentro
como si alguna raíz,
la más profunda,
hubiera hecho contacto
con la más honda tuya
y se anudaran hundiéndose
más y más en la tierra,
buscando el agua profundísima
de un amor singular, que no
pregunta,
que sabe todo. Hasta lo que tú y yo
ignoramos.



Poema ¿qué Es Navidad? de Poemas Para Fechas Especiales



Es amor. Es esperanza. Es fe.
Es alegría.
Es principio de Redención.
Es una etapa de nuestra historia de Salvación.
Es encuentro con Cristo, Niño.
Es conversión y renovación.
Es paz interior.
Es vida nueva.
Es camino que se abre para el tiempo
y para la eternidad.
Es verdad que se alimenta del Amor.
Es vida que fructifica y madura,
sin dejar de nacer siempre.



Poema Qué Extraña Toda Esa Gente de Ángeles Carbajal



Qué extraña toda esa gente.
Llenan los comercios, las calles, las oficinas,
amables, bien vestidos, sonrientes.

Qué extraña toda esa gente
a la que el corazón sólo obliga
a dejar de fumar y
hacer ejercicio moderado.



Poema Quise de Angel Gonzalez



A Susana Rivera

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.



Poema Quédate Quieto de Angel Gonzalez



Deja para mañana
lo que podrías haber hecho hoy
(y comenzaste ayer sin saber cómo).

Y que mañana sea mañana siempre;

que la pereza deje inacabado
lo destinado a ser perecedero;
que no intervenga el tiempo,
que no tenga materia en que ensañarse.

Evita que mañana te deshaga
todo lo que tu mismo
pudiste no haber hecho ayer.



Poema Que Yo Siempre Amé de Emily Dickinson



Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-

que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad

esto -si lo dudas- querido,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario

Versión de Silvina Ocampo



Poema Quien Puso En Ti Su Mano de Angel Garcia Lopez



Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo
la carne y perfumó su corazón.
Desde entonces mi piel se ha acostumbrado
a dormir en una sola habitación.

Después de tanto tiempo de visita
los dedos aprendieron la lección.
Las brasas de por fuera son por dentro
distintas al tocarlas como son.

Andar entre tus cosas una noche
es igual que asomarse a algún balcón.
Los brazos se hacen huéspedes sabiéndose
un jubileo y una jubilación.

Desde entonces no hay nada que no sepa
a mercado y a venta de ocasión.
Quien puso en ti su boca ha conocido
las pavesas de su incineración.

Amar es muchas veces una herida
con una cicatriz de quita y pon.
Quien deja sus dos ojos en tus labios
enferma al encontrar su curación.

Ahora recuerdo cómo anduve a tientas
hasta oírle la voz a la emoción.
Quien puso en ti su mano ha sucumbido
al fuego de su propia combustión.



Poema Quevedo de Ángel García Aller



¡Ah del convento! ¿Nadie me responde?

Busco a un hombre
que un día llegó aquí
sin otra causa, al parecer,
que haberle dado nombre a su dolor
y no callar por más que con el dedo
el peso del silencio le impusieran.

Se llama
Francisco de Quevedo
y suele, por más señas,
dar abrazos a sombras fugitivas,
socorrerse de ajenas desnudeces
e incendiarse el corazón de mucho amor
cuando se mira al fondo de sí mismo
y no halla cosa en que poner los ojos
que no sea recuerdo de la muerte.

Decidle, si lo veis,
que guardamos su memoria en este parque
donde hoy pudiera
templar de cuerdas ruiseñores
su fatiga dulce y su inquietud preciosa;
resbalarse secreto entre las flores;
aliviar sus furias y sus penas
entre álamos y acacias,
entre tilos, arces y magnolios,
enebros, tamarindos, sauces y cipreses,
pinos centenarios
que en agrietadas cortezas testimonian
el tiempo que ni mueve ni tropieza,
aquella herida que duele y no se siente…

Por él,
estos troncos ya sin vida
que una mano insensible condenó
a ser asiento de su propia negación;
aquel banco en que un anciano,
vencido de sí mismo,
pone al sol el alma a media tarde;
los juegos de los niños que aún no saben
de otros duelos de labores y esperanzas
y afirman la vida con sus risas.

Por él,
la súplica callada de un faisán
que no recuerda el límite del bosque;
la oscura humildad de los gorriones,
que nunca soñaron otro vuelo
y se arraciman al borde del asfalto;
la irisada vanidad del pavo real
condenado de por vida a la belleza.

Por él,
el agua de un estanque detenida
a fin de que el cisne se refleje
en curvada ostentación de su figura;
el agua en cascada de la fuente
que tal vez quisiera ser espuma
por no verse a diario repetida;
o el agua del río con que fluye
la sumisa, callada, inexorable
canción de más allá de la ribera.

Por él,
este busto de piedra y el recuerdo
que, insurrecto contra el tiempo y su dureza,
al borde de su verso se detiene:

«De piedra es hombre duro; de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.
Mas no es de piedra, no, que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante
entre las otras piedras se rompiera.».

8 ?Enero- 94



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