poemas vida obra luis antonio de villena

Poema La Tarde Dichosa de Luis Antonio De Villena



Era una edad de libros y de escasos placeres.
Yo no pude, por tanto, haber sido uno de ellos,
y es otra cosa más que el Tiempo me adeuda.

En el extremo mismo de la juventud, uno es
frágil y esbelto con algo de pétalo y foscor en los ojos.
Y el otro un leve atleta, con los músculos tensos,
y alguna gallardía, rondando los dieciocho.
En el rincón penúltimo de un bar de esos, sentados,
la espalda se acarician y se besan después, muy lentamente.
La historia que hay detrás no es difícil saberla.
Días con sol y trenes sin nombre hacia el futuro,
y el mundo (ya lo ves) erguido en realidad perfecta.

«Huir del invierno» 1977 -1981



Poema Inténtalo, Sensitivo de Luis Antonio De Villena



Si me lo hubieran descrito, hubiese dicho
no, no se puede vivir ahí. La oscuridad que hay
dentro quiere destruirte. Y el desprecio,
la desgana, la fatalidad buscan la muerte.
Claro que tampoco quieres morir, o no exactamente
morir, cesar acaso. Porque es muy difícil vivir ahí.
Los pensamientos te tambalean. Se despeñan.
Gesticulan. Golpean contra ti. Buscan herirte
fingiendo otras destrucciones. Tu pensamiento
se vuelve violento, paria, obtuso, y quiere,
quiere morir, o no exactamente, cesar. No se puede
vivir ahí. Un yermo. Ajeno al aire. Poca la luz.
Ajeno al movimiento. Sin gozo, sin voz casi,
con luces agrias. Si te lo describo con imágenes
de delirio y pesantez: No, no se puede vivir ahí.
El dolor es un país inhabitable, que
está habitado. Y cuantos recorren ese país
-por un mismo camino- viajan solos…
No se puede vivir. Voy caminando.



Poema Infancias Y Suicidios de Luis Antonio De Villena



Sí, claro que pensé en el suicidio. Tenía dieciséis años
y habían logrado -tras un aparente primera felicidad-
mancharme de mí mismo hasta lo abyecto…
Ser como era me condenaba, me hundía.
La verdad es que antes, cuatro años atrás,
ya podría, consecuentemente, haber pensado en desaparecer.
¿Me salvaron los libros, la fantasía, los sueños?
¿La falsa maravilla acaso con que pensaba edificar mi vida?
Todo me condenaba. ¿Lo sabías?
Pese al silencio, pese a las ofensas, pese a la oscuridad
tan sola, llegué a pensar en el suicidio.
Es extraño que lograra sobrevivir.
Lo pienso ahora, lejos. Insólito haber llegado acá,
Si bien se mira.
Algunos también como yo, se ahogaron casi en sus islas.
Alguien me dio el nombre y la seña salvadora:
los proscritos tenemos también un reino.
La seña de Caín. Algo parecido.
Los deshauciados por el infame reino del Bien.
En los ojos un vago nublo de melancolía…
Acaso me lo dijo el decadente, sólida y rotunda efigie.
Somos tu mundo. No estás solo.
El reino de los réprobos. La raza de los acusados.
¿Te acuerdas?
Saberme en el mal
me devolvió entonces a la bondad de la vida.
Del suicidio no quedó, lógicamente,
más que una notoria disposición a la bruma
y la fraternal nostalgia hacia todas las caídas.



Poema Hécate Divina de Luis Antonio De Villena



Es un sueño. Y en el sueño (que es despertar abrupto)
hay un amigo antiguo, ahora ilustre,
con gran batón barroco
en barcas que figuran el río del adiós
o del olvido…
Ese amigo ha traicionado la moral que quiso.
Ha traicionado, en el altar del sol,
los fuegos de la luna que quisimos,
fuegos fríos de dioses antinormativos,
dioses del no, del nunca, dioses rebeldes, vivos…
¿No fue nunca mi amigo en su verdad lunar?
¿Fue sólo ocasional su luna?
¿O es la traición -incluso la más simple-
corrientísima moneda de la vida?.
Éramos, no somos.
Sólo un trecho caminamos con alguien.
El camino, frecuentemente, se hace sólo,
y cambian, mudan las fugaces
y dulces compañías…
¿Traición o imposible?
Yo no sé si existe la amistad
y muchas veces dudo del camino y la meta…
Pero nunca he dudado de la luna y la noche.
De sus dioses salvajes, rebeldes, juveniles…
(Incluso cuando no sabía).
Sólo he querido la ley contra la Ley.
Sólo he querido rehacer el mundo.
Sólo la radical desobediencia.
(Pese al río que pasa y que es constante olvido).



Poema Filósofo De Cirene Enamorado Del Amor de Luis Antonio De Villena



AMOR

Y es que la belleza, en efecto, promete un infinito.
¿Qué ves en el hermoso cuerpo joven?
Como un día al comienzo del verano – contestó –
cuando todo es brillo y delicia.
Y la carne vibra en éxtasis dorado,
y se balancea el pelo juvenil
como las ramas más altas de los árboles,
y semeja que el minuto aquél no tendrá fin.
¿Pero no hay más? ¿No notas acaso tú,
como si el cuerpo bello fuese la frontera de otro reino?
Es eterno, te dices. Y promete además
un mundo donde la perfección será costumbre.
Y le ves brincando en la dulce alegría de sí mismo,
como un quimérico país donde el sol más benigno
y la hierba y el río jamás terminasen…
¿Ves solamente la belleza del cuerpo?
¿La armonía del torso, la flor de la cintura?
Miras también tus deseos eternamente vivos,
tu antiguo cuerpo joven siempre igual a sí mismo,
la amistad perdurable con nobles camaradas
en inmóviles días de luz y primavera,
y el continuo torrente de la sangre detenido
con él, en el momento álgido
en que pasión de piel, espasmo entre los brazos,
significa también felicidad, amor,
perfección de lo exacto, inmutable placer
en que vive la mente su carne como espíritu…
El cuerpo juvenil es mucho más que él mismo.
Permanente promesa que se cumple en promesa,
mundo de plenitud vivido en luz del mundo,
júbilo de su tacto, oro, sed, perfumes,
como si el aspirar, el palpar, la bebida,
el vuelo portentoso no concluyesen nunca…
Y es que la belleza -repitió- promete, en efecto, un infinito.



Poema En La Noche Perdida de Luis Antonio De Villena



(Else Lasker-Schüler)

Esta es la dama rara.
Ojos de tizne negro y pelo negro tinto…
¿Cuántos años tiene la dama rara?
Vieja es y eternamente joven…
Los abalorios, el turbante, los anillos, su extrañeza…
¿Porqué desprende estupor la dama rara?
Óyela hablar.
Cuanto tú has sido la esquina de la vida…
Sus palabras dislocadas, sus manos perturbantes,
sus amores sin final…
Un judío es uno que ha sufrido.
Una amante loca fue una niña herida.
Un maya el habitante de un pozo.
Esta es la dama rara.
Te mira provocativa, inteligente, seductora, absurda.
Su brillo oculta el llanto del Talmud.
Su fulgor, carreras por la callejita del odio.
Porque me despreciaron, nunca he querido ser más.
Esta es la dama rara.
Expresionista, ultramoderna, más allá del mundo.
Vieja es y enormemente joven.
Paladina de todo lo perdido.
Mariscala de las bambalinas.
Luz crepuscular, cristales hindúes,
pulseras de Cachemira…
Un ser brillante y absurdo.
Perdida en la cabellera de la Destrucción
me alojo en la alcoba de la Vida…
Ya no le importa qué dirás.
Esta es la dama rara.
Tadeus Aludra (que la conoció)
la soñaba caminar por el futuro…



Poema El Viaje Infinito Del Arte Moderno de Luis Antonio De Villena



Dicen que se quedaba en silencio.
Largas horas. En silencio.
Se llama sufrir. No es agua muerta. Un pantano
en silencio. Hay vértigos adentro.
Una sierra eléctrica, brutal, que zumba a veces.
Y no lo sé. Sufrir. Y de repente
Las piernas del Idilio de Fortuny. Como voz de vida.
Y hablaban interminablemente después.
¿Quién dijo la palabra motriz? ¿Qué dices cuando dices, etc…?
Te juro que me tiene sin cuidado.
Lo que quiero es ser feliz,
solo algo más que mantenerme en pie.
¿Saber? También saber. Y joder. Y mirar cuadros.
Pero apenas nunca ocurre.
¿Hablo? ¿Digo?
Largas horas. Fatiga.
Dijo: El Estado, nos está masacrando el Estado…
Y ella le miró delicadamente, anochecía:
Creo que esa luz rojiza está intentando decirnos lago.

De «Asuntos de delirio»



Poema El Perfumista de Luis Antonio De Villena



Quiero darte mis señas, por si vuelves,
y sospecho que seguramente vas a hacerlo.
Mi tienda está (ya ves) bien dentro del zoco,
muy cerca de las paredes de la Gran Mezquita
que se llama Az-Zituma, y vendo y hago
perfumes: rosa-cristal, benjuí, ámbar,
jazmines… En los perfumes ya es un aroma
el nombre; y hay que haber leído y ser sensible
para inventar alguno. Vivo algo más allá,
muy cerca. Pero si no es aquí, podrás hallarme
sobre todo en los Baños, al caer la tarde.
Allí discretamente se glorifica el cuerpo,
y una música tenue se mezcla con vapor y juventud:
Ahmed domina el masaje, y el negro es
también muy diestro. Acércate algún día, cuando vuelvas.
Por la noche, en la casa, bebemos café turco
y nos reunimos (esos chicos y yo) contando lances
de medida y hazañas con turistas, o calibrando
las gracias y modos de esa vieja palabra (la diré)
que casi nadie usa, a pesar de su imagen: zorrotroco.
Sí, es exactamente para reírse un poco. Algún día,
después, se leen poemas o se fuma kifi,
y alguna vez (más rara) se va al burdel muy tarde.
El día siempre es esto: los perfumes.
Y este olor también a carne, cuero y especias
que son ¿por qué no? otros raros perfumes.
Llevo siempre estas dos sortijas puestas,
y me preocupo muy poco del futuro. Ya sabes
dónde estoy. Bien dentro del zoco,
junto a la Mezquita. Y, en fin, si cuando vuelvas
quieres hacerme un especial regalo, no busques
mucho. Hazte acompañar del mocito aquel
del aeropuerto, o del esbelto servidor del Café,
con ojos y tersura de gacela. (Es una imagen
de los antiguos poetas). La música y los dulces
los pondré yo. Y que la noche nos relate el resto.



Poema El Nombre De La Desesperanza de Luis Antonio De Villena



Los viejos pederastas lloran por la noche.
No es extraño.
Entre el riesgo y el milagro su vida toda,
dudan de si es el Bien o el Mal
quien los posee.
Soñaron siempre una Hélade turbia.
Una paternidad erótica.
Una hermandad de goce primigenio.
Soñaron un mundo solar.
Pero las horas fueron, con frecuencia, temor y desventura.
Bajaron a los fondos de las cuevas.
Volaron sobre praderas dulces.
Su sueño -tan palpable- se deshacía en sueño.
Los viejos pederastas, ya muy viejos,
bajan al Metro por las tardes.
Los ojos les lloran por el humo.
Un cantautor les llamó sapos del subway.
Están más que habituados al desprecio.
Los viejos pederastas -humillados, heridos,
torpes, sin futuro-
lloran solitarios por las noches.
Rezan al Ángel de la Guarda.
Piensan en el Niño Dios.
No saben si abrirse las venas
(el rojo es un color muy hermoso).
Los viejos pederastas sienten
que la vida se les va de las manos,
y la nada sucede a la nada.
Los viejos pederastas leen a Voltaire,
y escriben su epitafio:
Si no pudiera ser un joven guerrero sioux,
Señor del Universo,
no volver. Sólo pido no volver, de nuevo…



Poema El Desterrado de Luis Antonio De Villena



El cuerpo envuelto en un gabán azul, muy ancho;
la corbata cuidada, y alborotado el pelo por el viento
de tarde, pasea el hombre solo, por una gris ciudad,
hurgando en sus bolsillos cigarrillos rubios y cerillas malas.
Se sienta en los cafés, y bebe mucho; acaso lee
un periódico sin ganas, mientras mira y le rondan ideas,
casi siempre extrañas. Habla, quizá, con alguien, un momento,
pero semeja ausente la sonrisa forzada. Se va deprisa,
y caminando, llega a tabernas o clubs de peor laya,
donde de nuevo bebe, y entre una torpe música, un instante
le embriaga una piel inmadura, que la vista descansa.
(Dulce cuerpo floral, incipiencia suave donde habita la gracia.)
Unas palabras luego. Y medio ocultas citas, ahora o mañana.
Entrada ya la noche, con demasiado alcohol y el humo del
tabaco
pegado entre las manos, abrirá la puerta de un piso frío,
vacilante, con libros y papeles en desorden y botellas gastadas.
y allí, tumbado en un sofá antes del sueño -escuchando las
violas
de Rameau en el aire -sentirá ese hombre solo brotar lágrimas.
Ha visto aproximarse al fin (hoy también) el Angel imposible
que le salva.

«El viaje a Bizancio» 1972 – 1974



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