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Poema Si El Instante Reclama de Juan Carlos Suñén



su derecho al pasado,
si tanto se parecen
la luz, el vaso, el libro,
tanto él mismo, esa mano, el derrotero
del día. Si no hay otra diferencia
que el momento siguiente, ¿a qué venimos?
¿A qué se vuelve el signo, la lectura
de un verso de perdón, la algarabía
de los pájaros? ¿Dónde?
¿A qué se vuelve que no es ya el recuerdo
sino una vana y seca
solicitud? ¿Qué puede
la intención, qué la prisa,
la delación de un nuevo sobresalto
ganado o no, qué puede
que cambia todo en este lance y torna
prudente la mirada,
la tentación consuelo,
aperitivo el vino?

De «La prisa» 1994

* *



Poema Vuélvase Harina El Pan Bajo Su Blusa de Juan Carlos Suñén



28 levadura el azogue en su espejo de leche.

Vuélvase tierra el diezmo,
harapo el atavío,
Hágase enigma mineral su tumba
que allí seguirá el hule).

De «La prisa» 1994

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Poema Y Ella Pulsa, de Juan Carlos Suñén



pero al aire, su miedo:
se prueba en ese hombre
de mirada derecha.
Se desea apiadada entre las otras
imágenes, tenida,
solamente tenida, en esos ojos
que la inclinan, en esa
mano que acariciando el hule
la convoca.

De «La prisa» 1994

* *



Poema Vuelve A Mirarla de Juan Carlos Suñén



que aprenderá a cruzar las piernas,
a sostener su vaso narrativo
y su beso poético. No hay nada
más en el mundo, quieres
decirle, sólo
la canción de tus años sobre el atril del tiempo.

Y el viejo error que permanece puro,
y el dolor que perdura
en el miembro amputado.

De «La prisa» 1994

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Poema Está Mirando A Todas Las Mamás de Juan Carlos Suñén



niña mayor y ya no tan segura
de que todo el amor le pertenezca, y lee
de reojo a un poeta
alemán (cierra su libro,
y deja el pensamiento en ese charco
donde beben los perros, y los niños
se mojan los zapatos, pero acusa
la presunción del sol, esa punzada
viva del mediodía, ese pequeño
dardo sin enemigo ni deseo).

De «La prisa» 1994

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Poema El Que Ahora Acompaña de Juan Carlos Suñén



a la pequeña al parque. Me ha pegado
ese niño, papá: nada que pueda
no arreglarse con una coca-cola.

De «La prisa» 1994

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Poema Sí A Aquel Pagado de Juan Carlos Suñén



y sobrio que medía
sin ardor sus maneras varoniles:
altivo contra el torpe
divagar de los buenos ciudadanos.

O a ese otro consciente,
de adversario adquirido
y amigo devorado.
O al celador o al preso. Si tan sólo
deseaban salvarse,
desesperadamente,
salvarse. Bien podríamos
amonestar sus idas
y venidas. ¿Pero a este…?

¿No era él quien amaba,
entregado a cuadernos descuidados,
al tocar de la prisa sobre puentes cohibidos
por el tiempo, y quemaba
sus tardes largas entre manos rojas
que le llamaban (que según decía
le llamaban danzando) hasta lugares donde
le querían traído y extranjero,
borracho y extranjero,
desnudo y necesario? ¿No era acaso,
el mismo que volvía por las primeras luces
del mar cantando (casi
podemos verle desde aquí, curtido,
tan minucioso bajo la resaca
del cielo) , respirando
toda la vanidad del mar, la recibida
inocencia del viejo sol, soberbia? ¿No era el mismo
entonces que el que ahora prevalece
modesto entre los otros liberales?

De «La prisa» 1994

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Poema ¿cuánto Si Por Su Lápiz, de Juan Carlos Suñén



cada lunes,
su lápiz requerido,
era otra ambición la consolada?
¿Y quién reclamaría un solo paso,
a este que ahora murmura nunca más, entre dientes,
y también no y no?

De «La prisa» 1994

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Poema ¿y Qué Ciudad Es Esta de Juan Carlos Suñén



que para otro se apremia bajo el gastado palio
de sus reclamos, bajo
sus pretenciosos pájaros sin resplandor?

Avergonzada en su ácida demanda,
¿cómo puede guardarse
tanta nostalgia para sí, la sola
vigilia toda para sí de un hombre,
entre la sucesión y la revuelta? ¿Y cuánto
haber salvado puede quien pagaba
copa los viernes en la sobremesa
de la mediocridad?

De «La prisa» 1994

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Poema 20 Y Hoy Va Sin Testamento, Sin Lección, Se Figura de Juan Carlos Suñén



Y hoy va sin testamento, sin lección, se figura,
ebrio tal vez, que va dispuesto a darse,
ahora sí, para siempre;
a entregarse jurando:
nunca mds, no y no. Pero ¿qué hizo?
Quizá esa misma tarde
alguien había contado, ¿para él? , cómo un día
arrojó (poco importa
la causa) el cigarrillo
con rabia al aire. Pero van ustedes
a pensar que les miento, demoraba
su final apurando
su anís, dio no se cuántas
vueltas y luego ¡zas!
cayó de pie, idepie! Las probabilidades…
proseguía en el tono
de quien quiere decir: sólo yo he sido
el elegido del milagro. ¿Qué
pudo, o en qué prodigio
comparable siquiera fundó él su privilegio,
qué dejadez ganó?

De «La prisa» 1994

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