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Poema El Otro (iii) de José Antonio Cedrón



Doblado entre sus ramas
los miedos se deshojan unos a otros.
El oscuro silencio le humedece los huesos.
Y pedirá perdón, si regresan de nuevo
a revisar la cama con un golpe
mojado por la noche.
El sueño sueña un bosque para evadir la culpa.
Perdón, pide perdón.
Quién pedirá perdón por ese niño muerto,
ahogado de orinarse entre mis piernas.



Poema El Otro (ii) (viendo Vivir) de José Antonio Cedrón



Esperarás aquí y aprenderás ?le dijo
de los hombres que se mueven de un lado para el otro suben forzados bajan de un sótano a otro sótano como cojos ligeros ¡uuupa! gritan al paso de sus manchas de sangre y aserrín.
Hace frío sobre ese piso lejos del techo,
las cúpulas rajadas llenas de telarañas.
Un hombre con sombrero dice bájenlo aquí
y otro hombre descarga la primera mitad de un animal, grandes ojos venosos, gotea haciendo un charco. Un tercero amontona aserrín en la sangre. Una mujer se acerca y pide con la mano, el hombre del sombrero señala detrás suyo, alguien toma un cuchillo, corta un pedazo de entraña, lo echa en una hoja de La Nación de ayer y se lo entrega. La mujer se dirige a la escalera sujetando el paquete y los muchachos.
Llega otro hombre de sobretodo y también con
sombrero, un tabaco en la boca, trae un maletín, lo
apoya en una mesa, castañea los dedos y enseguida
no se ve más que su sombrero

(la segunda mitad del animal baja hasta el mármol,
gotea haciendo un charco)
a los pocos minutos cierra el maletín y se le ve de nuevo entero y solo, se apresura a esperar el ascensor, tira el tabaco en la canaleta roja y aserrinada del zócalo.
Otros hombres cargados continúan moviéndose de un lado para el otro, suben forzados bajan de un sótano a otro sótano como cojos ligeros ¡uuupa! gritan al paso…
Otros hombres, etcétera.



Poema El Otro (i) de José Antonio Cedrón



Tuvo un corbatín rojo para estar en las aulas.
Un overol de tarde para el taller que usaba
de sus manos.
Tuvo el asombro azul de aquel cielo obligado
hasta llegar la noche de madre inexpugnable recorriendo la casa con su aliento
del piletón del patio a la cocina
sin dar respiro a nadie a nada a nadie
porque es hora de izar los trapos que escurrieron durante todo el día, y entonces no hay más tiempo de estornudar toser pararse levantarse
si no es para apagar la última luz que espera
por los patios, ver madrugar los hombres que saldrán saludando con un gesto
todavía en voz baja y abrigados.



Poema El Lugar De Los Hechos (iii) de José Antonio Cedrón



Despego con las llaves la pintura del marco.
Ahora es verde gastado lo que antes humedad
y después amarillo
y puedo ver el gesto cuando convocó
alzando, su mano enredadera.
Imaginarla cargando sobre el hombro, la maleta
ruidosa de cacharros, ladridos, dictadores.
Los ojos del pasado atraviesan los gritos.
Y puedo oír el giro del pedal de la Singer
y recordar el tacto de la ceniza tibia
vaciando los braseros.
Hay torres movedizas que abusan de palabras
libros de tapa dura, infancias en el eco.
Y hay mujeres con sábanas, peleando contra
el viento, donde ya nadie firma un espejismo
parecido a su historia
porque escucha y le teme a ese sonido.



Poema El Lugar De Los Hechos (i) de José Antonio Cedrón



En la plaza, con ojos de carnero, tocamos las
mujeres que luego se desnudan para los debutantes
en las piezas del fondo de los conventillos.
Y esa mujer que mira con unos ojos que durarán
por años, se puso boca arriba tomando uno por uno
los temblores, como si se iniciara un nacimiento,
para irse muy tarde con el bolso apretado debajo de
sus brazos, escondiendo la cara y el miedo a
nuestro miedo. Debió quedarse allí
con su otra boca, pero estaba tan lejos.
Sólo su sentimiento refleja en el cristal
al ladrón inexperto de su antigua salud
esa mujer y oficio que el tiempo hizo de humo
sustancia o rara cosa boyando en un costado.
Por algo la memoria voltea a esa ventana al correr
de estos años en que mi tía grande va a morirse
sin haber pasado ningún escollo
más que las enfermedades de la infancia
y una miopía que lleva tres generaciones
incluyendo la mía que, en todo caso,
no quiere morirse de miopía.



Poema El Espacio Sombreado de José Antonio Cedrón



Sólo hay un hombre que habla de otras cosas.
Por ejemplo hay un hombre que habla de una calle
de un apellido suyo que llegó en algún barco
de una mujer morena que se perdió en su almohada
de un líquido morado que en sus alas
llega como una carta hasta su casa.

Nada que ver aquí con ningún cuento
nada que ver aquí con el hombre que sueña
nada que ver con mensajes cifrados
con el río marrón ni con el humo.

Sólo hay un hombre que habla de otro pueblo
sólo hay un hombre solo debajo de las palabras
sólo hay un hombre solo entre los ruidos
de unas puertas cerradas por la fuerza
de unos ladrillos truncos conque niega.

Por ejemplo hay un hombre y la serpiente
un hombre y la serpiente en otro clima
un hombre y la memoria conque afirma.
Por ejemplo la noche y el cielo
ya no están estrellados
ni los astros azules tiritan a lo lejos.
Sólo hay un hombre solo en la galaxia.



Poema El Cumpleaños De La Prima Ana de José Antonio Cedrón



Con las mejillas enceradas
los ojos le brillan como si al sol.
Baila para el suspenso de la rueda
su vals número 15.
El gallinero duerme su concierto
entre rubor de niñas
y los tíos empujan por la espalda
a ese pájaro nuevo con traje de recién
tan vestido de un miedo
que más adolescente es casi virgen.
Cuando anuncien la torta y la sortija
eso será el amor en esta noche
volteará la cabeza hacia el satén brilloso de la tía
asomada entre brazos y el humo de la sala
girando por la casa con su sortija falsa
puesta en el dedo chico de su mano
y sintiendo un temblor que acostará a su lado
lamiéndole las piernas, eso será el amor
en un puño de almohadas esta noche
preguntándose nada y esperando hasta el alba
cuando se quedan solos con las últimas copas
los que suelen quedarse con la espalda pegada a la
pared, rodando con sus ojos por el piso vidrioso
hablando de nosotros, que tanto hemos crecido
trasponiendo la anécdota y el tiempo.



Poema Cuerpo de José Antonio Cedrón



Te hicieron enemigo del que llevas.
Dos siglos de enseñanzas contra tu voluntad
la mía. Dos mil años.
Ese extraño, mi cuerpo, era la sombra intrusa
que castigan los dioses del cielo y de la tierra.
El otro, oculto.
Nos ha llevado tiempo conocernos
separar del silencio la voluntad que niega
para darnos palabras de un idioma
en constante peligro de extinción.
En esta independencia inseparable
seamos vos y yo.
El día que oscurezca no haremos despedida
me dices, compañero
nos rendiremos juntos.



Poema Corazón de José Antonio Cedrón



No los dejes que entren que respiren
que se levanten al aire de tu paso
que ocupen tu lugar
no los dejes voltear a esa ventana
hacia esos ojos que miraron lejos
hacia la sombra por no tener sombra
hacia esa nube que cayó sin ruido
queriendo el temporal.
No, no te dejes herir
armate de aire
no les des emoción para tu noche larga
no los dejes salir al sol con tu amuleto
si se refugia en la canción ajena
si la traición traiciona la memoria
si se sumerge abajo de tus alas.
No, no los dejes comer de tu alimento
no los dejes beber.
Levanta vuelo contra las tormentas
como un abrazo entre dos cordilleras
que tienen de valor lo que otras manos antes
lo que un espejo frente a tanto sueño.
No, no te dejes herir
armate de aire
no lo dejes comer de tu cuchillo
no le des el umbral hasta que pueda ver
adonde miras
hasta que cante al polvo de este viento
a ese caballo oscuro de tus ojos
a esa silueta adentro de su rabia.
No, no te dejes herir
armate de aire.
No, no dejes que ocupen tu lugar
armate de aire, armate de aire, armate
corazón.



Poema Con La Voz De Astrud Gilberto Y El Saxo De Stan Getz de José Antonio Cedrón



Siento que hubo de todo en este fuego
a una mano del cielo a una mano del piso
a una mano en la mano.

Abajo la raíz la tierra el fruto.
Arriba de tus labios esa distancia y ésta
más las alas.

Siento que hubo de todo en este fuego
a una mano del cielo
a una mano del piso.

Abajo aquel latir líquido en sombras
y la primer luz para subir
para vivir para soñar.

Supe de una tormenta en esos brazos
y caricias después del temporal.

Arriba son las palabras
las que a veces callamos
cuando están en el aire.

Las que a veces regresan
sin el gesto en silencio.
El caballo girando por la casa
y hay un fuego cruzado despintado tu boca.

Siento que hubo de todo en este fuego
a una mano del cielo
a una mano del piso.

Arriba con tu voz que arroja un nudo al agua
y después otro más a la distancia
que toca la memoria
de las descoloridas mariposas del patio
que una mujer pintó hasta volarse
y abajo un niño apenas entre señales de humo
jugaba que algún día volaría también.

Siento que hubo de todo en este fuego
a una mano del cielo
a una mano del piso.

Abajo aquellos que recuerdo y no nombro
atrás un color gris conteniendo un país.

Ahora el que no soy
sobre lluvias caídas en tu ausencia
sobre noches pasadas reclamando
aquel sur en el mapa de tu cuerpo
aquel fuego cruzado
a una mano del cielo a una mano del piso
a una mano en la mano.



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