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Poema Estoy Implicado En Algo (iii) de Jenaro Talens



Son malos tiempos para la ternura.
Olvida el absurdo vaivén del día y de la noche.
Quédate junto a mí. No tengas miedo.
Sabrás que, al fin, no hay nada misterioso,
cómo y dónde se inicia, tras el maquillaje,
ese monólogo de sombras que llamamos poema.
Yo, que tanto he escrito sobre lo que ignoro,
ya no pretendo comprender. Escúchame,
vivir consiste en enterrar la muerte,
y esas viejas historias, como dijo el anciano,
se parecen tanto todas entre sí.
Tú, viejo profesor, que nada tienes salvo tu deseo,
deja el terror a un lado. Nadie mira.
El mundo es algo ajeno, aunque tu vida esté
sola y desnuda en los escaparates.
Nada de lo que digan eres tú. Ven conmigo.
Andemos juntos esta madrugada.
No hay lugares inhóspitos. El cielo
tan sólo cambia de color, y es dulce, y nos cobija,
y hay tantas nuevas cosas que aprender.



Poema Estoy Implicado En Algo (i) de Jenaro Talens



Nunca quise ser libre. Sólo hablaba y hablaba
de una confusa libertad. Conozco,
a duras penas, el abismo súbito
que separa un refugio del color del cielo
de este cielo que me cubre con su indiferencia,
mostrando los caminos abiertos ante mí.
Y hoy, primero de abril, bajo la luz de un alba casi amiga
dejo mi casa y mi ciudad, los libros
que tanto amé, las calles, los jardines
y el cuerpo extraño en que busqué mi imagen
sin comprender del todo lo que hacía.
Nada hay atrás que implique una atadura,
quizá algunos residuos de memoria,
algún olor indefinido, un poco
de la nostalgia absurda con que se aparece
cuanto el deseo quiso construir
sin aceptar sus límites inciertos. Esta mañana, al fin
mientras, algo cansado, vuelo entre las nujbes,
veo a través de sus resquicios el azul del océano,
la transparencia insólita del aire
y sé que es cierto que soy libre, que
ya no me vivo en nadie, que mi noche
es profunda, y es mía.



Poema Epitafio de Jenaro Talens



Fui un viejo juglar, y conté historias.
Mi nombre os es indiferente.
Sólo dejo constancia de mi oficio
porque fue oficio quien dictó mis versos
no la pequeña vida que viví
ni su dolor ni su insignificancia:
ella murió conmigo y aquí yace,
desnuda como yo, bajo esta piedra.



Poema Epilogue & After de Jenaro Talens



Cuánta ceniza ardiente llueve el cielo,
ecos antiguos de una voz que pasa,
ese enemigo que inventó el espejo
y me instaló sin verme en su mirada.
Dando bandazos, el invierno cae;
no me permite desdecirme. Calla
para obligarme a oír desde el silencio
el rumor con que anula las palabras
y hace hablar a los árboles, a las
piedras desnudas, a los puentes, con
el lenguaje del agua.
Burlón y regio por las galerías,
el aire muerde sin cesar las ramas;
ellas me enseñan a mirar sin odio:
el sol es siempre nuevo cuando se levanta.
El frescor de las cosas desmiente mi agonía,
y en este cuerpo imán de tu memoria inscribo
el lastre fiel de un monólogo en calma.
La noche apoya su cabeza en mi hombro,
su materia sensible. No hay nostalgia
sino copos de tiempo que la noche aventa
en un espacio vuelto madrugada.
Mis ideas acerca del futuro
crecen como burbujas de sustancia.
Por qué seguir; la escena ha terminado,
y ahora que ya no necesito nada
(si acaso respirar la luz del día),
ahora, cuando descubro que esa luz no acaba,
sé que el camino existe
porque por él avanzo: soy camino.
Sobrevivir ha sido mi venganza.



Poema Alguien Tal Vez Allá, Montaña Arriba de Jenaro Talens



Qué extraño ese viajero.
Atraviesa los prados bajo su vellón
con el hatillo al hombro. Se detiene
junto a las matas, con mirada triste,
o tal vez la tristeza
no es otra cosa que el reflejo
de este sol invernal
tropezando en los picos
yendo a morir sobre su rostro,
gota a gota, tal vez,
una mirada frágil,
sin expresión. Difícil describir
tanto silencio junto. El hombre
no se mueve. Un aire cruza
golpeando el rocío con delicadeza.
A lo lejos se ven las montañas del sur,
como un perfil borroso
donde a veces la lluvia y los tornados
son como tú, suceden.
Al fin se ha puesto el sol
y una neblina cubre los matojos.
Qué extraño ese viajero.
No escucha lo que digo, ni se
mueve. Mira la hierba
bajo sus pies, tan sólo
mira la hierba, inmóvil
bajo sus pies. No dudes
de mí. Yo no podría
imaginarte, ahora,
cuando la noche sólo ha comenzado.



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