poemas vida obra i

Poema Intentando Vivir de Julia Otxoa



¡Este es mi tiempo!
ha dicho Caín,
y la gente asustada se ha ido por ahí
intentando vivir,
navegando con sus barquitas de colores
por las calles inundadas de llanto.



Poema Infancia Del Pan Nuestro (43) de Juana Rosa Pita



Para que viva y dé mi vida al mundo
mi Madre y su custodio están de exilio.
¿Y no estoy yo también como escondido
de aquel fulgor natal?

Dice mi Madre que a menudo extraña
su pueblo y las palabras de su gente.
Pero eso no es exilio
porque soy su país, su fundamento.



Poema Infancia Del Pan Nuestro (30) de Juana Rosa Pita



Hay una voz en mí siempre cantando
en silencio quien soy fuera del tiempo.

Habré de regresar a mi país
aunque soy ciudadano de otro reino
no valorado allí ni en otras tierras.

Fuera del tiempo va quien soy cantando:
hay una voz en mí siempre en silencio.



Poema Infancia Del Pan Nuestro (3) de Juana Rosa Pita



Un adobe de paja y limo fue mi cuna:
perfil de semicírculo que apunta
a la ciudad donde mi Padre
alumbra cuanto piensa.

¿Sabrán un día interpretar los hombres
los signos de mi estancia en este mundo?

Asnos rojizos, asnos grises
-entretanto- y cocodrilos verdes
pisotearán los lirios
y las flores del loto por milenios.



Poema Infancia Del Pan Nuestro (24) de Juana Rosa Pita



Quien dé nido a mi voz
sabrá de los exilios que conlleva
la lealtad sin cese a la Justicia
y la Belleza: en mí son la Verdad.

Quien a mi luz de nido,
ande peregrino por el tiempo,
las ideas, el mundo, sus pasiones,
santuario encontrará siempre en mi Amor.



Poema Infancia Del Pan Nuestro (13) de Juana Rosa Pita



Me dijo un ángel hoy:
Filo de Alejandría hace tres siglos
vio a un radiante extranjero misterioso:
sin conocerte supo que eras Tú.

Y se fugó después de regalarle
a mi Madre un ramo de cañas
y una suntuosa rama de palmera.
Se alegraron los párpados del tiempo.



Poema Implacable de Juana De Ibarbourou



Y te di el olor
de todas mis dalias y nardos en flor.

Y te di el tesoro,
de las ondas minas de mis sueños de oro.

Y te di la miel,
del panal moreno que finge mi piel.

¡Y todo te di!
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.

¡Y tú, dios de piedra
entre cuyas manos ni la yedra medra;

y tú, dios de hierro,
ante cuyas plantas velé como un perro,

desdeñaste el oro, la miel y el olor.
¡ Y ahora retornas, mendigo de amor,

a buscar las dalias, a implorar el oro,
a pedir de nuevo todo aquel tesoro!

Oye, pordiosero:
ahora que tú quieres es que yo no quiero.

Si el rosal florece,
es ya para otro que en capullos crece.

Vete, dios de piedra,
sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra,
igual que una estatua,
a quien Dios bajara del plinto, por fatua.

¡Vete, dios de hierro,
que junto a otras plantas se ha tendido el perro!



Poema Inanna de Juana Castro



Como la flor madura del magnolio
era alta y feliz. En el principio
sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca,
se amaba en la sombría
saliva de las algas,
en los senos vallados de las trufas,
en los pubis suaves de los mirlos.
Dormía en las avenas
sobre lechos de estambres
y sus labios de abeja
entreabrían las vulvas
doradas de los lotos.
Acariciaba toda
la luz de las adelfas
y en los saurios azules
se bebía la savia
gloriosa de la luna.
Se abarcaba en los muslos
fragantes de los cedros
y pulsaba sus poros con el polen
indemne de las larvas.
¡Gloria y loor a Ella,
a su útero vivo de pistilos,
a su orquídea feraz y a su cintura!
Reverbere su gozo
en uvas y en estrellas,
en palomas y espigas,
porque es hermosa y grande,
oh la magnolia blanca. Sola!

(De Narcisia, Taifa Poesía, Barcelona 1986)



Poema Intima de Juana Borrero



¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda…;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!



Poema Indiferencia de Juan Valle



Va a amanecer: gozosa la campana
saluda al resplandor que el alba envía;
se alza del lecho la doncella pía
a rezar su oración de la mañana.

Cansada de gozar, la cortesana
sale riendo de la alegre orgía;
maldice el amador la luz del día,
dejando de su amada la ventana.

¡Feliz el que cree, goza o padece!
Yo ni creo, ni gozo, ni padezco,
y todo indiferente me parece.

Ni maldigo la luz ni la apetezco;
nada me regocija ni entristece;
nada me inspira amor, nada aborrezco.



« Página anterior | Página siguiente »


Políticas de Privacidad