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Poema Hombre, De Qué Nos Sirven Las Noches de Rosario Murillo



Hombre, de qué nos sirven las noches
si hemos abandonado el amor
solo a su propia suerte
mudo y arrinconado como una anciana guitarra
que dejó de cantar.
Para qué sirve la brisa, este amarillo que encendimos
los barquitos de papel sobre el estanque del parque
los chingorros brillantes que dejamos
sobre la misma pared donde claváramos, ilusionados,
los sueños.
De qué nos sirve este montón de esperanza entre las manos
a qué jugar con gotas de rocío que nos empapen el cuerpo
con tardes que nos enciendan el pelo
a qué, si hemos perdido la tierra
y la batalla.



Poema Hacia La Noche de María Eugenia Vaz Ferreira



Oh noche, yo tendría
una palma futura, desplegada
sobre el gran desierto,
si tú me das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al compás de su morena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.

Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cuotidiana angustia…

Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de luminosos astros,
sin marinos clamores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rumor de los vientos.

Oh dulce noche mía, oh dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro del alba.
rompa después mi lapidario ensueño,
un polvo de inquietud arda en mis ojos,
y me seas de nuevo
sólo una palma antigua, replegada
sobre el gran desierto.



Poema Hace Ya Mucho Tiempo… de Julio Llamazares



Hace ya mucho tiempo que camino hacia el norte, entre zarzas quemadas y pájaros de nieve.

Hace ya mucho tiempo que camino hacia el norte, como un viajero gris perdido entre la niebla.

La verdad cifrada dejé atrás: el humo denso y obsequioso de los brezos y la alegría de mis padres en el anochecer.

En el camino del norte, sin embargo, sólo mendigos locos acompañan.
Duermo bajo sus capas en las noches de invierno.

Les digo este relato para ahuyentar el miedo.



Poema Hasta El Sólido Banco… de Juan Carlos Suñén



Hasta el sólido banco de la paciencia los días
pasarán sus arrojos, y sus acatos las noches.
Sobre el último ay caerá el escombro del tiempo
y aún bailarás descalza entre mis huesos pelados.



Poema Hasta Mañana de Mario Benedetti



Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño
que a Dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido
por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?
Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte.



Poema Hermoso Es Estar Vivos de Guillermo Pilía



¿Qué otras palabras darte ?te escribí? que no fuesen
las más sencillas, las más apartadas
de estas otras, entornos de las cosas
?
De los dos fuiste siempre la que hería el silencio,
yo el que no deseaba rebajarte a una voz
?lo recuerdo: no sé si en el crepúsculo
de la mañana o la tarde me decías
Qué hermoso es estar vivos?, yo el que nunca quería
nombrar más que las cosas que he perdido: el olor
de la primera fogata que el viento
de marzo dispersaba, un perro que dormía
en una puerta junto a un pan, la calle
de un suburbio endomingado.
Qué hermoso
es estar vivos
?decías quizás en el crepúsculo
del alba o de la tarde, tal vez los dos estábamos
desnudos o volvíamos de un viaje?.
Esas cinco palabras ahora te devuelvo,
esas cinco palabras que nunca pedirán
ni nombre ni recuerdo, eternas en sí mismas:
las más tuyas y mías:
inéditas por siempre.



Poema Huyeron Las Golondrinas de Julio Florez



Huyeron las golondrinas
de tus alegres balcones;
ya en la selva no hay canciones
sino lluvias y neblinas.

Me dan pesar sus espinas
sólo porque a otras regiones
huyeron las golondrinas
de tus alegres balcones.

Insondables aflicciones
se posan entre las ruinas
de mis ya muertas pasiones.
¡Ay, que con las golondrinas
huyeron mis ilusiones!



Poema Historia De Un Día En Tres Esquelas de Jacinto Benavente



I

Vergüenza me cuesta, pero has de perdonarme. Hoy no asistiré a la Junta. El motivo es pecaminoso. Justamente de cinco a siete tengo que ir a probarme unos vestidos a casa de Laura. Ya sabes lo que es ella; si pierdo mi turno, me deja desnuda este invierno. ¿Estoy perdonada? Bien lo merece mi franqueza. Pude inventar otro pretexto. Otra junta piadosa, la jaqueca, el dentista; pues no, me entrego en pleno delito de coquetería. Así puedes decírselo a las amigas, segura de que todas me absuelven. Me has dicho que la marquesa está expirando. ¡Pobre señora! Esta noche te veré en el Real. Hasta luego.

II

Mucho siento la mala obra, pero hoy me es imposible ir a probarme los vestidos. Precisamente de cinco a siete se reúne la Junta de Damas de la Honradez y el Trabajo, de la que soy secretaria, y no puedo faltar. Iré mañana a primera hora. No retrase, por Dios, los vestidos, el negro sobre todo, nuestra presidenta está expirando; y si se muere, no sé cómo voy a ir a los funerales.

III

De cinco a siete.

De Cartas de mujeres



Poema Hijo de David Rosenmann – Taub



Árbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Estambre, alianza: cíñeme el inquieto espejeo
del penacho sonriente: por fin sonríe: envuélveme
de brisa y mordedura; tus sorprendidos labios
en jugoso dominio redondeen tu empeño.

Esa sonrisa tuya me sabrá en la alegría
a renacidos zumos de fragores perdidos:
recorrerá mi vida, como beso de tierra,
esa sonrisa breve: tintineo y delicia.

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Yérguete en el abismo: en las aguas profundas
palparás a tus venas; angústiate de muros.
Mi grito paternal se rompa entre tus manos:
con el alma desnuda despedaza la ruta.

Hermánate a la agreste plenitud de la espiga;
Hoguera en el destino, victorioso derrótate.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Esponjas de tinieblas envidiaban tu rastro,
porque entero pendías del coraje de Dios.
Por amparar las cumbres, huías mi refugio:
¡Hacia mí!, te gritaba, ¡oh hijo entre mis brazos!

Mas la flor de tu ansiosa garganta en la mañana
era como el temor del hijo por el padre:
ya extasiado lavando colinas y colinas,
al conocer la tierra, me tocabas y amabas.

¡Me ibas conociendo! El tallo polvoriento
se estremecía azul de goce de tu savia.
Tus pupilas curiosas rodando por el mundo,
refrescaban mi fiebre, bañaban mi desvelo

con la paz de las siembras. Aprendías mi ocaso,
acunabas, sembrabas. De mi carne venías
a renovar mi sed: éramos una llama.
¡Me ibas conociendo! ¡Oh venero en el páramo!

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

En tu vaso colmado no abreves al letargo;
yérguete en el abismo; angústiate de muros;
con el alma desnuda despedaza la ruta.
¡Abalánzate, afluente! ¡Abalánzate, arado!

Hazte recio, hijo mío: aunque yo desfallezca,
si escarpidor de miedo te peina ferozmente,
desgárrame, desgárrame, róbame los alientos:
hazte recio, aunque caigan mis sienes ya disueltas.

Aunque corteza ciega, nieve ciega, crispado
polvo ciego, te haré una estera radiante.
Aunque vuele en despojos horizonte a horizonte,
mi rostro, en los celajes, te traerán los pájaros.

Tú, cantera; yo, escarzo; váciame más, espárceme:
beberé en el acíbar la dulzura inmortal
de sumirme en tu arcilla: que aun asido de muerte
desplegaré ceniza para darte trigales.

Arbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
¡tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina!



Poema Happy New Year de Harold Alvarado Tenorio



Cruzamos
trece mil novecientos kilómetros
para encontrarnos
pero, como es habitual en ti,
cambiaste el parecer.

Oh, tú, nacida
en un Diciembre inconstante,
de grandes ojos de novilla,
de fina cintura
y pies diminutos,
dueña de un Loto Dorado
voraz e insaciable.



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