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Poema Ídolos de Gabriel Ferrater



Entonces, cuando yacíamos
abrazados frente a la ventana
abierta al desmonte de olivos (do
semillas desnudas dentro de un fruto que el verano
ha abierto violento, y que se llena
de aire) no teníamos recuerdos. Éramos
el recuerdo que tenemos ahora. Éramos
esta imagen. Ídolos de nosotros
para la fe sumisa de después.

Versión de José Agustín Goytisolo



Poema Helena de Gabriel Ferrater



Cumples veinte años, Helena.
Vienes de donde no recuerdas,
miras adelante,
y quieres hacer una sola
limpia transparencia
de los millares de vidrios
(uno tras otro)
que son días tuyos
por donde mirarás
cómo se te abre el tiempo.
¡Tan fina, la curva
del cuervo que se aleja
al sesgo por el cielo,
y decanta los árboles
haciendo un orden nuevo
con el campo y la tarde!
Corta tú como él
azul y tiempo y mundo,
siguiéndolo con la vista
por muchos años, Helena,
muchacha de largo cuello,
tú que ríes alto
y siempre te decantas
un poco, a la derecha,
a la izquierda, y ahora
(tienes veinte años) dispones
para tu balance
las líneas del mundo
con todo lo que es viejo
(como quien dice yo).

Versión de José María Valverde



Poema Fe de Gabriel Ferrater



La tienes en tus brazos.
Duermes, y la sueñas,
y sabes que es un sueño
todo lo que ves de ella.
Y el corazón se te arranca,
tiembla de fe.
Solamente una cosa
que le propones
te da prenda
de que te querrá despierto.
Conoce que es un sueño
lo que le dices de ella,
pero que por debajo
del sueño, es ella
la que tienes en tus brazos.

Versión de José María Valverde



Poema Exeunt Personae de Gabriel Ferrater



Tú, hija clara del silencio, me dices
que si no sé callar, te puedo decir las cosas
que se han dicho siempre, y te escuchas
como la mano que sopesa el sol de invierno
y recibe la luz global y vaga, sin
reventarla en figuras y colores.
Tú, madre de los olvidos, no me solicitas
a soñar que podrás quererme
y a reunir trozos de mí para ponértelos
en el regazo, y ensalzarte la finura
del jarro que quizá tendremos entero
cuando me serenes el pulso que tiembla.
Tú, hermana indulgente, no ves en mí
cosas que te molesten para no verme,
y me tomas como una costumbre, abierto y vacío,
y vas por mí sin retirar nada,
con un instinto de mucho antes, sencillo
como lo es la sangre de los hombres y las mujeres.

Versión de José María Valverde



Poema Estancia De Otoño de Gabriel Ferrater



La persiana, sin cerrar del todo, como
un sobresalto que se contiene para no caer al suelo,
no nos separa del aire. Mira, se abren
treinta y siete horizontes rectos y delgados,
pero el corazón los olvida. Sin nostalgia
se nos va muriendo la luz, que era de color
de miel, y que ahora es de color de olor a manzana.
Qué lento, el mundo; qué lento, el mundo; qué lenta,
la pena por las horas que se van
tan aprisa. Di, ¿recuerdas esta
estancia, verdad?
«Le tengo mucho cariño.
Esas voces de obreros -¿Quiénes son?»
Albañiles:
falta una casa en la manzana.
«Cantan,
y hoy no los oigo. Gritan, ríen,
y hoy, que callan, los echo a faltar.»
Qué lentas,
las hojas rojas de las voces, qué inciertas
cuando vienen a cubrirnos. Dormidas,
las hojas de mis besos van cubriendo
los refugios de tu cuerpo, y mientras olvidas
las hojas altas del verano, los días
abiertos y sin besos, el cuerpo,
en lo hondo, recuerda: todavía
tienes la piel hecha de sol y luna.

Versión de José Corredor-Matheos



Poema El Secreto de Gabriel Ferrater



Llegará el día más largo de algún larguísimo
verano. Muy de mañana, antes que el teléfono
llame a la playa o al bosque, nos iremos.
Entre el vaho de las calles recién regadas
atravesaremos la ciudad, hasta tomar
el tren más lento que salga. Bajaremos
en la tercera estación, en un pueblo
de tierra sin verdes. El disco rojo
de una taberna nos dará la señal.
Creeremos. Nos sentaremos, y todo el día,
sin mirar mientras nos miran, beberemos
la tibia cerveza del silencio.
Volveremos bien seguros de que ningún recuerdo
ha entrado en nosotros. Cuando encontremos
al primer amigo y, dentro de un bar encendido
de voces y manos, comprendamos que ese día
ha sido el del prodigio, que se han dicho
la palabra sencilla de los justos, y que los unos
han sabido creer a los otros cuando negaban
las horas de tantos años, y todos ríen,
reiremos también, y guardaremos el secreto.
Y más que nunca, cuando les llegue el tormento
del desgarrón del puro anochecer (cuando pisaran
caretas, y la piel al descubierto
les dijera todo el asco de cómo eran
antes: tal como habrán vuelto a ser)
y se hermanen todos dentro del odio mutuo,
callaremos. Que no sepa nadie
que no dijimos ni sentimos nada. Que puedan
odiarnos también, fraternalmente.

Versión de José María Valverde



Poema El Mutilado de Gabriel Ferrater



Ya sé que no le quieres.
No lo digas a nadie
Los tres, si tú me ayudas,
guardamos el secreto.
Nadie más ha de ver
lo que tú y yo hemos visto.
Se esconderá de todas
las personas y cosas
que antes eran amigas.
Vendrán días de invierno,
muy lejos de las mesas
donde os servían antes
ostras y vino blanco.
En los días lluviosos
no mirará el asfalto
donde os habíais visto
cuando ibais a pie
porque no había taxis.
No abrirá más los libros
que le hablaron de ti:
ignorará qué dicen
cuando no hablan de ti.
Y sobre todo, puedes
estar segura, nunca
sabremos dónde está.

Él se irá confinando
en muy lejanas tierras.
Caminará por bosques
oscuros. No verá
la azagaya de luz
de la memoria súbita.
Y cuando esté tan lejos
que ya parezca muerto
podremos recordarle,
decir que no le amabas.
Ya no nos dolerá
ver que te necesita.
Será como un espectro
sin dolor y sin vida.
Tal la foto macabra
de una Gueule Cassie,
que orna un escaparate
y no nos sobresalta.
Pero ahora, silencio:
no alarmemos a nadie,
que no vean la herida
sangrante y purulenta.
Demos tiempo al olvido.
Callemos, y que nadie
-ni siquiera yo mismo-
recuerde que soy yo.

Versión de Pere Gimferrer



Poema Dedos de Gabriel Ferrater



Ligera, se iniciaba
la lluvia de una noche.
Ligeros, se confiaban
tus dedos entre mis dedos.
Instante breve de adiós.
Oh, sólo por dos días.
Me sonreías a través
de las lágrimas que llovían
sobre tu abrigo de cuero.
Temblor de los bruscos túneles
por donde te me vas: confuso el corazón,
desmenuzo esta noche
la maña de recuerdo
que tengo en los dedos. Vacíos dos días,
oprimieron la sombra del tacto
de tus dedos, cuando te me ibas.

Versión de José Agustín Goytisolo



Poema Como Fausto de Gabriel Ferrater



¿Quién no lo habrá invocado? Una salida.
y aunque no era la única, sí era
la más rentable, la mejor salida.
Nos lo iba a vender todo, infinidad de cosas
pagando al por mayor, en este mundo
donde él nunca responde.
Mas, si un día
compareciese, ¿no sería el alma
más rica, negociable al por menor?

Versión de Pere Gimferrer



Poema Cifra de Gabriel Ferrater



Amor, llevabas en el mundo
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, al cerrarse la noche
en que me llamaste desde tu rincón,
voz que se había compadecido
y me recibías, cuerpo bondadoso.
Qué juego perdido, qué rodar
hasta romper un oscuro ramaje,
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, antes de que encontrara
dónde te me habías acurrucado,
amor, para crecer lejos de mí.

Versión de José María Valverde



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