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Poema Ocio de Gabriel Ferrater



Ella duerme. Es la hora en que los hombres
ya despertaron, y una escasa luz
entra todavía a herirlos.
Con muy poco nos basta. Solamente
el sentimiento de dos cosas:
la tierra gira y las mujeres duermen.
Reconciliados, nos apresuramos
hacia el fin del mundo. No nos es preciso
hacer nada para ayudarle.

Versión de José Agustín Goytisolo



Poema Nieve de Gabriel Ferrater



Pesada sobre ti. La cara busca
un encaje en tu cuello, y va hablando.
Entra la luz de nieve, y recuerdas
qué frío teníais. Ella te va contando
cosas y cosas, y escuchas y olvidas,
como si te contase un sueño. Hasta que te dice
que el otro día te engañó. Tiemblas.
«¿Por qué te sorprende? Ya lo sabes, que a veces
alguno se me lleva.»
«Quizá no me ha sorprendido,
pero me da pena.»
Y ella se te endereza,
se aleja de la injuria en que quiere
endurecerse tu cuerpo, y con ojos encendidos:
«Más me da a mí. No sabes cómo es. No hay
nada más -horrible. Te encuentras encima
un hombre cualquiera…»
«Quizá no me ha sorprendido,
Y sales de ti.
Tiemblas. No hace mucho, por la calle,
ella tenía frío a tu lado.

Versión de José María Valverde



Poema Neblina de Gabriel Ferrater



Mucho antes de que te vuelvas vieja y gris,
la sombra de mi nube sobre la extensión
de naturaleza y cultivo: tu tierra,
como un copo leve de ceniza, imperceptible
para todos ellos, pero todavía no para ti,
cuando se la lleve un último viento pálido,
se rizará convulsionada por el adiós,
y te dejará el recuerdo de un frío caduco.
Sé cómo, después, se les abrirán los caminos
del sol, cuando, dentro de la múltiple sorpresa
de hojas nobles, les aguijonee el oído
la ágil flauta infernal de tu mediodía.
Lo sé yo, que ahora enneblino tu profundo
crepúsculo matinal. Todo desesperación
de levantarme, me hago jirones en espinos
y lleno de llanto caballones de incertidumbre.

Versión de José María Valverde



Poema Mudanzas de Gabriel Ferrater



Va y vuelve, ágil,
de la ternura a la risa, del pudor
(la cara que, cuando vence
su desfallecimiento, se vuelve, fiera,
y huye a lo oscuro bajo tu pecho)
a la insolencia (la mano,
el pájaro agudo de burla y de pregunta:
cómo lo sientes en la espalda, y te mide
hasta dónde se haya estremecido tu madera
desesperada al erguirse).

Versión de José María Valverde



Poema Los Espejos de Gabriel Ferrater



¿Y si una mujer es demasiado fina
como para escoger y escoger: pasar
de puesto en puesto, con un vigor
de verdulera, toquetear las peras
y ver engaño en la frescura de los huevos?
¿Empezar el día escogiendo?
Correr todo el mercado, a publicar
su pasión vestal, a echar el pregón
del tributo de buen orden y cualidades
que ella quiere obtener de cada día…
Mejor la que es leal y oculta.
Hace tiempo que escogió, y tiene confianza.
Las agencias suaves y discretas
por ahora no han fallado. Su puerta
va abriéndose, y todo acude puntualmente.
¿Y qué, si tiene horas de duda?
(Quizá va pagando mucho por lo que vale menos,
quizá las demás encuentran por la calle
cosas que saben apreciar, y no hablan de eso
cuando están con ella, dentro de sus cuartos.)
Que no la rodeen cosas turbias.
Que en todos nosotros, espejos donde se mira
cuando sopesa la prueba del acierto
con que ella ha escogido a los suyos para siempre,
vuelva a hallar, siempre nítida, una imagen.
Mostrémosle, nuestro y asumido,
lo que escogió: el alto honor de los suyos.

Versión de José María Valverde



Poema Lorelei de Gabriel Ferrater



Sé muy bien todo lo que quiere decir
que me encuentre tan contento.
Un instante de un pasado verano
no se me va del pensamiento.
Las piedras, tibias de luna,
y en la hierba se impacienta el viento de mar.
Por una escalera que se arruina
suben ella y un borracho.
La muchacha en blue-jeans se propone
ser buena con el hombre incierto.
No rehúye verse en el ojo de niebla
ni burla el paso que se pierde.
Ahora la lleva un sentido de ofrenda:
le han dicho siempre que lo ahogase.
Y eso, ella solita,
mi chica lo ha hecho.

Versión de José María Valverde



Poema La Confidencia de Gabriel Ferrater



Todas las luces de la noche están dentro de los trozos
de hielo, que nos repartimos y no bebemos.
Nos lo hará saber. En todos los detalles
lo hemos de saber: cómo la violaron,
y el pasillo del colegio se volvía
un vado de piedras secas, y los buitres
explotaban en el aire como las gotas
de gasolina en los pistones. Hay quien
sabe sufrir más que los demás. Todos querríamos
sentirnos delgados y juntos, hacernos un haz
de juncos y abrigar las blancas médulas
con frescores de musgo. Hay uno
que sufre más, hasta que levanta el perrito
y se lo tira a la cara, y ella se derrama
por el suelo, blandamente. Un charco redondo
de baba y piedad de ella misma.
Y no podemos hacer nada. Debemos esperar
a que alguien proponga que nos marchemos.

Versión de M. Àngels Cabré



Poema Kore de Gabriel Ferrater



Sonríe, cada vez
que otra cosa de ella
merece un amor tuyo.
Sonríe, al salir de ella,
que se te cierra intacta.
Sonríe con ternura,
que no os suplicará
(tú, con tu mundo ávido)
que la llaméis bondad,
y apenas adivinas
cómo se absorbe. Aún
ha de sumarse. Aún
va naciendo su cuerpo.

Versión de José Agustín Goytisolo



Poema Kensington de Gabriel Ferrater



La luz de estío nórdico es inmensa
-y aquellas tardes que no mueren nunca.
Tal la paz de después. Cuando ellas dicen
casi el viejo secreto que buscamos siempre
por sendas nuevas.
Y ella habla, y me cuenta
las imágenes que con ella recorren su camino:
su camino, tan lento, por donde la conduzco
hasta la cima.
«Siempre creo que me transformo.
Nunca sabrás las cosas que me haces creer,
cuerpo mío. Una vez yo fui Kensington,
esa extensión de calles tortuosas,
llenas de luz sin sol. Y hace un momento
te digo que me he vuelto una flor amarilla.»
Imágenes florales me son fáciles.
Du bist wie eine Blume, y en la mano
tengo aún el recuerdo de una flor carnívora,
la cosa que se abre hasta una flor
de húmeda carne, la corola abierta
vasta increíblemente, para que yo, insecto,
me entregue. Digo:
«Te conviertes en flor,
y hacia aquí todo el cuerpo te sube».
Me equivoqué. Luz pura. Todos los dibujos
que sé calcar, no sirven. Y corrige:
«No, no cuenta esa flor. Era del todo
amarilla. Te me he vuelto una flor amarilla».

Versión de José Agustín Goytisolo



Poema Juego de Gabriel Ferrater



Puedes jugar con su cuerpo,
que es joven y ríe, y quiere
el juego, y no se ha saciado de él.
¿Crees todavía que en ti hay vicio?
Muestra tu vicio. Date
entero. Si lo amas,
no ahogues ese temblor:
la curiosidad del cuerpo, que tú
hace demasiado tiempo que llamas deseo.

Versión de José María Valverde



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