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Poema Gracias Hermanos de Ramón De Garcíasol



A Gabriel Celaya

Sois tan buenos y desdichados,
tan sobrehumanos,
que me tenéis en algo.
Y voy apuntalado
Por vosotros, por vuestras manos
trabajadoras, vuestros labios
sonreídos del alba, brazos
sostenedores, respaldado.
Tan solitario
estoy que apenas valgo
con mi sombra. ¡Cuánto
en lo mío es vuestro, y proclamo,
en mi trabajo!
Y no me caigo
del todo, que sería malo
para vuestras creencias. Y me canso
tanto
que no quisiera haberme despertado
una mañana más al tajo,
llamo
a la materna muerte, a su regazo
acunador, me pongo a vuestro lado
y procuro mostraros
lo más sano
de mi palabra, el relámpago
que dignifique el barro
original, lo claro
de mis oscuridades, hago
el papel asignado
por el azar en el teatro
del mundo amargo
a ratos,
fascinante, entreclaro
y terrible, aún no descifrado,
criaturas de fe, de canto,
que no sabéis -¡ay, risas!- el milagro
diariamente renovado
que sois. Os amo,
gentes del pueblo llano,
de mis raíces, campo
pegujalero de mi sangre, árbol
de luz y fruto de mi llanto.
Y me callo, falto
y sin verbo adecuado
para rezarlo,
hermanos.



Poema Grupos De Palomas de Carlos Pellicer



A la Sra. Lupe Medina de Ortega

1
Los grupos de palomas,
notas, claves, silencios, alteraciones,
modifican el ritmo de la loma.
La que se sabe tornasol afina
las ruedas luminosas de su cuello
con mirar hacia atrás a su vecina.
Le da al sol la mirada
y escurre en una sola pincelada
plan de vuelos a nubes campesinas.

2
La gris es una joven extranjera
cuyas ropas de viaje
dan aire de sorpresas al paisaje
sin compradoras y sin primaveras.

3
Hay una casi negra
que bebe astillas de agua en una piedra.
Después se pule el pico,
mira sus uñas, ve las de las otras,
abre un ala y la cierra, tira un brinco
y se para debajo de las rosas.
El fotógrafo dice:
para el jueves, señora.
Un palomo amontona sus erres cabeceadas,
y ella busca alfileres
en el suelo que brilla por nada.
Los grupos de palomas
-notas, claves, silencios, alteraciones-
modifican lugares de la loma.

4
La inevitablemente blanca
sabe su perfección. Bebe en la fuente
y se bebe a sí misma y se adelgaza
cual un poco de brisa en una lente
que recoge el paisaje.
Es una simpleza
cerca del agua. Inclina la cabeza
con tal dulzura,
que la escritura desfallece
en una serie de sílabas maduras.

5
Corre un automóvil y las palomas vuelan.
En la aritmética del vuelo,
los «ochos» árabes desdóblanse
y la suma es impar. Se mueve el cielo
y la casa se vuelve redonda.
Un viraje profundo.
Regresan las palomas.
notas. claves. Silencios. Alteraciones.
El lápiz se descubre; se inclinan las lomas
y por 20 centavos se cantan las canciones.



Poema Guardame De Los Vientos de Carlos Castro Saavedra



No me dejes partir, no me abandones,
átame a tu cintura con tus brazos,
y aléjame los buques de la cara
con tus suspiros y tus aletazos.

Rodéame de ti, de tu ternura,
de tus palomas y de tus espinos,
para que no me llamen los países,
para que no me escriban los caminos.

Tengo toda la noche de tu pelo
para embarcarme en ella, tristemente,
y alejarme un momento, con las manos,
de las orillas de tu continente.

Puedo andar por mi frente, por la tuya,
con gestos numerosos y mundiales,
y me siento más hondo en tus entrañas
que en los naufragios y en los funerales.

Quiero quedarme en ti, quiero que me ames
y que me arrojes besos como escalas,
siempre que me desprenda de tus labios
y me crezcan los viajes y las alas.



Poema Gato Ecuestre de Carlos Barral



¿Cuál de los dos, mi tigre, a quién celebran
las aristas de polvo, las lanzas habitadas
que destellan ventanas insurgentes
en la noche solemne de la proclamación?

¿A quién miran los ojos en la hierba peinada?
¿Para quién la sonrisa aduladora
en las sombras secretas del square
o la memoria hambrienta de los niños?

¿Cuál de los dos exhibe, cuál somete?
¿O acaso lo admirable es ser el bicho
extraordinario que muestra a quien lo doma
y esclaviza la zarpa civil que lo sujeta?

Pues por si acaso fuera en tu homenaje
baila.

Yérguete sobre los cuartos poderosos
la dorada testera propón a las estrellas,
enarca la ancha mano
y queda inmóvil.



Poema Grosmont Castle: The Great Chimney de Carlos Barbarito



Otros son los muertos. Flotan
en el silencio del mediodía, nostálgicos
de la saciedad y la sed. Se alejan,
no se alejan Tienen ojos que no usan,
manos que no acarician, por gusto
o temor, la pétrea materia verdinegra.
Otros llevan lámparas apagadas,
visten raídos capotes, esgrimen escudos rotos.
Nos abrazamos y es luz, retamas hasta el horizonte,
asentado presente. Entonces,
es la respiración de cada hierba
apretada contra otra hierba
o solitaria, lo que se manifiesta,
nos alcanza y atraviesa,
torna de a poco y de nuevo madera
a lo que era apenas aserrines dispersos en el aire.



Poema Grosmont Castle: The Great Chimney (ii) de Carlos Barbarito



¿Y por qué llorar a los muertos?
¿Por qué soñar y despertar y volver a soñar?
¿Cómo obtener abrigo
mientras el día queda siempre del otro lado,
las ramas se amontonan en un rincón del patio?
Enciende un fuego bajo un cielo que huye.
Arma una pasión con hojas, cáscaras, palos.
Solo, entre pequeñas bestias que amamantan
y maduran para la gravedad y no para el vuelo.
¿Una piedra puede florecer? ¿Qué espera,
entonces, qué hace allí, sucio, desnudo?
De lado a lado, ventanas apenas iluminadas,
detrás, una marca, la vejez, la costumbre.



Poema Grosmont Castle: The Great Chimney (i) de Carlos Barbarito



Pensar el mar, ante paredes de piedra,
el mar inundando las esquinas,
las casas, los cuartos donde se ama o mata.
Bajo el agua, una luz.
Iluminado, alguien flota entre papeles y tintas negras, rojas.
El mar es cuanto se sabe y no,
inteligencia y catástrofe, aislamiento y cortejo;
una respiración antigua, una cópula sin medida,
lo ancho, lo balsámico y lo cruel,
lo que muere y se convierte en sólo fondo.
Allí van a dar los restos de algún dios, de la lluvia.
No hay otro modo de llegar a Jerusalén
– dijeron –
pero, ¿quién es capaz de tal cansancio?



Poema Guárdame El Tiempo de Carilda Oliver Labra



Vuelves a renovarme el don perpetuo.
Otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba,
el que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar,
Necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,
a quién le tiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
Sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!

Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.



Poema Gajes Del Oficio de Blanca Castellon



Sentirse bajo la lupa escrutadora
de una sombra indefinida

no mover la pluma ni los labios
que suenan como hielo
al contacto del cristal

andar de puntillas en la casa
para no despertar sospechas
para no engordar la duda
que flota en el ambiente

la duda en cuanto al oficio
parasitario y nada noble
de escribir
y volar
y suspirar
y decir
y decir
que en un brote
de tinta
se erige
la esperanza

contorno
certero
y verde
inalterable
de la razón
y el corazón
que a paso lento
camina hacia la cima
iluminada
con el foco
del idioma



Poema Grandeza Mexicana (fragmento) de Bernardo De Balbuena



¿Pues que diré de la hermosura y brío,
gracia, donaire, discreción y aseo,
altivez, compostura y atavío

de las damas daeste alto coliseo,
nata del mundo, flor de la belleza
cumplida perfección, sin del deseo,

su afable trato, su real grandeza,
su grave honestidad, su compostura,
templada con suave y gran llaneza?

Lo menos de su ser es la hermosura,
pudiendo Venus mendigarla dellas
en gracia, en talle, en rostro, en apostura.

Cuantas rosas abril, el cielo estrellas,
Chipre azucenas, el verano flores,
aquí sse crían y gozan damas bellas.

Estos son de sus bienes los mayores,
y ellas en discreción y cortesía
el esmero del mundo y sus primores.

La india marfil, la Arabia olores cría,
hierro Vizcaya, las Dalmacias oro,
plata el Pirú, el Maluco especiería,

seda el Japón, el mar del Sur tesoro
de ricas perlas, cácares la China,
púrpura Tiro, y dátiles el moro,

México hermosura peregrina,
y altísimos ingenios de gran vuelo,
por fuerza de astros o virtud divina;

al fin, si es la beldad parte del cielo,
México puede ser cielo del mundo,
pues cría la mahor que goza el suelo,

¡Oh ciudad rica, pueblo sin segundo,
más lleno de tesoros y bellezas
que de peces y arena el mar profundo!



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