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Poema El Tragafuego de Françoise Roy



A veces, se pegan en la faringe y forman una costra, telaraña gigante que taparía la entrada de anchísimo sendero. Las oigo subir en espiral con un zumbido insectil, arremolinarse, enjambre, estamento de la luz que busca el pasadizo exterior. Entre sus manos callosas jalan un cordel que me forzaron a detener, y henos aquí, cada quien tirando de su lado como cipreses inclinados en una tormenta. Oigo crujir el sisal, nada se rompe, sólo esos puntos cardinales que dentro de mí se apartan de su opuesto. Oh pestaña en el iris. Llave rota en el ojo de la cerradura. Fermento de ese limbo de vocablos que estallan en un disparo. Oh palabras que ostentan su diminuto pabellón como pavesa del fuego mayor.

Tomado de A flor de labios (plaqueta), Universidad San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México, 2002.



Poema El Planeta Venus Velado de Françoise Roy



Levantó la tapa de la doceava casa. Se asomó, cometa con su estela de fuego, floración nocturna que hizo estallar yemas secretas de la noche a la mañana. Surgió del agua estancada como barco que boga en el muro: la popa también está encendida, las llamas corren sobre el casco creando en la espuma el reflejo de lo que el incendiario ha provocado. En aquel año, de unos brotes ocultos en el sótano de la cárcel, le salieron manos que nunca habían tocado; traían en la palma un pequeño bosque en llamas, y de sortija, la alianza de los que saben de cautiverios.
Los mapas del cielo dibujan sus arabescos y órbitas en el recinto del corazón.

Tomado de A flor de labios (plaqueta), Universidad San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México, 2002.



Poema El Girasol de Françoise Roy



a Laura Solórzano

El girasol me habita, inocente criatura cuya cara de pétalos sigue sin saber un sol oscuro, mancha gangrenada en el cielo. Cada noche se alza en las rutas estelares la luna negra sobre el erial sembrado de mala hierba donde crece la flor solitaria, descabellada de azafrán, con sus ínfulas de luz. Lamparería de mi alma que nunca quiso ver tu bramante ahogador, oh espejo mágico que dice mentiras, oscuridad cenagosa, oh verdugo, amante que me arroja un puño de tierra en los ojos. Mano que escribe: con tus propias armas te habr?de cercenar. Los astros de luz invertida habrán de confundir tus cinco dedos abiertos con un girasol marchito.

Tomado de A flor de labios (plaqueta), Universidad San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México, 2002.



Poema Cuerdas De Falopio de Françoise Roy



Quien tiene un alma novel es señor de su señorío
Séneca

Con el fuego que respiré el día cero, te hice un rostro que comió mis entrañas, incendiando de paso las cuerdas de Falopio, alambres de un circo en llamas.
Aquel rostro empezó la ruta de la quemadura por el corazón. Pero no se comió mi dolor (pesar que germina en la centésima de milímetro que nos aparta del eje de coincidir empalmados en nuestra materia e inmateria). Lo dejaste intacto, virgen, páramo, rayo que al mar cayera, sin testigos, y la danza fúnebre es en mí oración nupcial.
No invoques más al daemon que me dice ?vive? al matarme lento, ese reo encarcelado en la botella de mi cuerpo.
Cada segundo sin pensarte cerca es un líquido envenenado: circula de víscera en víscera, viajero en órbita interestelar, seguidor de caravanas secretas, caminante en la bruma de tu aliento cortado por nuestro destino.
Más allá del sonido, me late un alma nueva a partir del corazón que comiste. Ella palpita, yo me doy, y tú esperas la seña.



Poema Cortarse La Mano de Françoise Roy



No abras los labios si no estás seguro que
lo que ibas a decir es más hermoso que el silencio
Proverbio árabe

¿Qué habré de cortarme para romper tu silencio como un espejo, un velo de organdí que atraviesa un puñal? ¿Quién atraviesa? ¿El velo al puñal o el puñal al velo? Si te entrego mi mano izquierda, cercenada, en la palma de la mano derecha, ¿oirás el martilleo? Que te ensordezca entonces esa campana de cielo alto y mar profundo, ese gong de bronce muerto que golpea la puerta de tu oído al ritmo de mi no decir nada y tragarme lentamente las palabras, a la diestra de tu boca muda, para digerirlas en el cáliz de mis cuerdas vocales, veneno benigno, néctar indigesto del sonido que se comiera tu silencio.
¿Qué mano cortarme? ¿Qué lengua para no hablarte más? ¿Qué luz extender como pabellón rastrero en la larga greda de tu lejanía?



Poema Con Tu Dedo de Françoise Roy



Existe en nosotros varias memorias.
El cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya.
Honoré de Balzac

Lo has tocado con tu dedo. No tu dedo carnal. Tu dedo que nadie ve salvo tú que vuelas, sentado en la proa de esa alfombra de Dios donde se embarcaron contigo. Tu dedo que me apunta y me acusa de frívola.
Lo tocaste. No es mera protuberancia aquello que en mí estaba dispuesto a ser tocado, palpado, acariciado. Es un lugar. Un lugar donde existías mucho antes, antes del amor, antes de la vida carnal, antes de los sellos que viniste a romper con tu navaja alacránica, antes, antes, cuando en la semilla de un gesto de moribundo que acaricia a su amada en la coronilla, estabas tú contenido.



Poema Agua Secreta de Françoise Roy



En verdad, se puede decir que no es que a la
persona le suceda un acontecimiento, sino
que al acontecimiento le sucede una persona
Dane Rudhyar, célebre astrólogo

El destino deslinda las aves del alma con sus cuchillos invisibles, ah filo sin sangre en la hoja que saca de sus entrañas.
Afuera de la pila bautismal, ensayamos esta noche un diluvio menor, y así separamos las formas contenidas en el éter; las cortamos, las medimos, les asignamos un color entre blanco y negro. Yo sé que el curso del río no es así, y dejo que la vida alce sus puñales, blandos en la dureza de mis lindes que se calcifican al oírte llamarme reina.
Tempestad de ojos aquel rayo tembloroso. Amor que se torna una tercera persona entre tu mano y el océano celestial, mago que te mira tocarme en la hoguera, prestidigitador que aparece y vierte sobre nosotros una concha de agua bendita. Nuestros labios se acercan como juncos mecidos por ventoleras opuestas.
Un día veremos la película en espiral de los recién muertos y la tiara que los inclina sobre su pasado. Si pudiera elegir qué harapos llevarme a la yacija, no habría más que esa llovizna bajo el incendio de zarza.
Somos tres: tú, el tercero que nace de tus glándulas amatorias, y yo, desnuda entre los manojos de corazones que me ofreces, esperando que tu mirada me nombre tuya hasta la cripta que sólo guardará de nosotros la ceniza y dejará escapar la quinta esencia.
Eros, ¡qué manos le surtes al ojo que ama, Eros, Eros, susúrrame al oído ?agua bendita?.
Despiértame lejos de aquí.



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