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Poema Cuentan De Un Sabio, Que Un Día de Pedro Calderon De La Barca



Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.



Poema Cantarcillo de Pedro Calderon De La Barca



Ruiseñor que volando vas,
cantando finezas, cantando favores,
¡oh, cuánta pena y envidia me das!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.
¡Qué alegre y desvanecido
cantas, dulce ruiseñor ,
las aventuras de tu amor
olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
al ver cuán ufano estás,
¡oh, cuánta envidia me das
publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú lloraras.
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Poema Crepúsculo de Paz Díez Taboada



Líquidas convergencias en la tarde
matizan los perfiles cotidianos.
Pasan coches y gentes. Pasa el tiempo.
Pero no han de volver rosas ni soles.



Poema Compañía de Paz Díez Taboada



Bajo la luz aquélla que en la acera oscilaba,
me la encontré en París. La tarde era muy fría
y en el viejo café lloraban los velones.
Me asaltó por la espalda en Leningrado,
una mañana cruel, soñando con el ronco
borbotear del samovar panzudo.
También estaba allí, bajando la avenida
de frente a Times Square, mientras la noche
devanaba un aroma a vómito de fresas.
Y, enfebrecida, aún la hallé una tarde
de la acre primavera madrileña.
Ahora está aquí y me guía. Acompañándome,
lleva mis libros y me frena el paso,
y me dicta el discurso de los sueños
cuando el vértigo impone el ritmo de la muerte.



Poema Como Un Hilo de Paz Díez Taboada



Fue la esperanza larga. Estrecha y larga
como una jabalina. Por el aire
volaba y se perdía entre las sombras,
cuando el tiempo pesaba sobre el hombro.
A veces me alcanzaba por la acera
y marchaba delante de mis ansias;
pero sólo una vez cogió mi mano
y me obligó a seguirla a contraviento.
Ahora ya, carcomida, adelgazada,
intenta dar un paso y está a punto
de partirse una pierna. Sin embargo,
se escapa -toma un taxi- y se me pierde
días enteros sin volver a casa.
La encontré ayer entre los Giacometti,
después de tanto trago de mal tiempo,
jugando, alegremente, a disfrazarse
de acabada y audaz obra maestra.



Poema Clase De Latín En La Calle De La Troya de Paz Díez Taboada



Cuando me lleve mi contraria estrella
lejos de ti, me soñaré contigo…
Carolina Coronado

Esta tinta olorosa me retorna,
con su aroma dulzón, a aquellos tiempos
de latines ingenuos y azulados,
de desinencias y conjugaciones:
lupus, lupi, vederunt o vedere,
ego nominor Leo… -¡qué difícil!-.
A punto estaban de sonar las doce.
Por la ventana abierta subía el vocerío
de un mediodía orondo, rodando calle abajo.
Isolina y Chiruca berraban, desabridas,
por el precio tan caro que hoxe ten o peixe.
¡Qué bonus, bona, bonum! Pero pronto las horas
tocarán para mí eo, is, ire…
-Las hojas olorosas, profesor, me las llevo
-le dejo su latín- a la tierra reseca
en donde apenas llueve. Ellas tienen la llave
para abrir la memoria de aquel dies, diei.
Su aroma romperá el hormigón del tiempo
y, con el corazón, -audio, audis, audire-
oiré en La Berenguela dar las doce.



Poema Celebración Del Otoño Atribulado de Paz Díez Taboada



In memoriam Ch. D. T.

Olvidaré las olas de la playa lejana
y las noches orondas como carpas de circo.
Olvidaré el espeso aroma del salitre
y el ostentoso yate anclado en la bahía.
Me pongo las pantuflas y vigilo ese viento
que avanza, bronco y sucio, revolviendo la calle,
derrotando las hojas, desatando las nubes,
cerrando las ventanas con barrotes de lágrimas…
Ya se instalan la ausencia y el silencio. La noche
se alarga como un manto que ensaya la caída.
La lámpara derrama una lluvia insistente
sobre la vieja noria del quehacer cotidiano.
Celebraré este otoño, pálido como el miedo,
triste como una hoguera que se apaga.
Brindaré por las rosas y entonaré bajito
una canción de cuna para las horas muertas.



Poema Cruces de Paulina Vinderman



De golpe es muy extraño sobrevivir,
recordar a la mujer hechizada
y no el momento en que se fue:
más errante que nunca pero muy poco sabia,
torpe en el bullicio del verano,
torpe en la espera.

Hubo un hombre sin sueños
para siempre detenido en la estación del calor.
No se reconocieron ni en los ojos
en la planicie árida del parador
(un jugo, una radio encendida,
la loca esperanza de llegar sin morir)

El mundo canta (a veces)
como una apuesta imposible
y eso lo vuelve ronco y despiadado.

No hay rumor para oír, no hay tierra que espiar.

El mundo canta (a veces y siempre)
por los respiraderos de la ciudad
y se abre paso en el tumulto irreflexivo
con una canción que jamás se recuerda
cuando llueve (o hace frío),
una canción quebrada que no otorga poder.



Poema Cercano De La Grieta Que Te Miente… de Patricia Medina



Cercano de la grieta que te miente

disecciona la uña tu luto pasajero

¿de qué se aglutinó polen y savia

para hacerte esa sangre

que te ha dejado inmóvil?

Cada línea en la huella forma el laberinto

un dedo lleva al otro sobre la misma mano

sólo la piel es una

pero en los surcos guarda

los deshechos del día:

la refracción del polvo.

Por esa gruta avanza un cuerpo asido

por millares de uñas.

¿Eres tú el que se marcha?



Poema Como El Árbol Dorado Ii de Pablo Garcia Baena



A José Infante

Como el árbol dorado sueña la hoja verde,
ahora que no te tengo, que no te temo, invento
aquellos días, fueron ciento cincuenta días,
larga vida de hombre solo con su infortunio,
de leproso que vela su áurea lacería.

Solo contigo, solos en isla, en celda, en faro
en la noche… Condena que anhelaba perpetua.
Por ventanas clavadas, grietas, gritos, caricias,
miraba hervir el mundo, anillado cual ave
suntuosa que arrastra, enferma, la cadena.

Terror a despertar con el último vino,
con el último alba: estás, estoy. Infierno
de las manos palpando, galeote de niebla
que reencuentra en la sombra la tortura del remo,
en el ornamental poderío del naufragio.

Y el harapo de dicha que yo creía clámide,
y el azur, la corona pagada con las lágrimas
y el coturno falaz de la guardarropía,
ese foco a destiempo, se nos ve todo falso:
saurio de oro, deseos, joyas, tizón, alcoba.

Al rito de los días sanguinolenta entraña
-«Come, bicho-, entregabas, amor, devora, besa.
Pasaban procesiones: «Oh Corazón Sagrado…»
Tú también ostentabas mi corazón en llamas,
vellocino de púrpura que estrujaba tu mano.

Como en ciudad sitiada cuyo botín codicia
el rubio lansquenete, al humo del incendio
altas picas enhiestas, lanzas de jifería
desollaron las viejas virtudes cuyos nombres,
Prudencia, Compasión, aroman los breviarios.

Había que hacer algo: huir de mí contigo,
una sola maleta, un ataúd, un tren
que nos arrase juntos o llamar por teléfono
o al cielo… Estarán comunicando ahora.
Desde los altos muros arrojamos la llave.

Y creció un lirio rojo de llanto sobre el mundo
cuando ya las campanas, funeral huésped mío,
te doblaban y el negro caballo de los muertos,
pisándose el jirel polvoriento y solemne,
te arrastraba al glacial destierro de la ausencia.



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