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Poema Canción De Otoño En Primavera de Vicente García



La vida
No volverá a ser sombra o paraíso,
Sino tan sólo un orden
En el que no serás feliz ni desdichado,
Acorde con los años que te quedan.

Como una biblioteca arrinconada
Cuyos últimos libros
Verás casi por alto,
Sin esperar ningún deslumbramiento.

Aunque tal vez en eso
Esté lo que tú buscas, en la paz
De la rutina y de la certidumbre
Ajena a la aventura.
Serán días monótonos
Que vayan preparando
La sorpresa final que los disuelva.



Poema Composición De Lugar de Vicente Gallego



Hablar de un peso extraño, acaso de un fantasma
que carece de cuerpo y que dispone
sus huellas en las cosas sin que nadie lo advierta.
Sugerir esa sombra que en la noche
va manchándolo todo, y procurar a un tiempo
evitar cualquier clima misterioso.

La escena es cotidiana: cuando termina el día
hay un hombre sentado en la terraza, lo acompañan
un cigarro de hoja y una música.
la tercera persona y el verano
convendrían al tema, y parece preciso a estas alturas
que el lector adivine lo que tiene
de vulgar y de única esa noche.
Intentar ayudarlo a través de una imagen
que no sea difícil y que adorne el poema
con su brillo discreto, por ejemplo:
ese habano que ayer ardió también,
y mañana arderá y que sin embargo
ahora mismo se quema para siempre en la boca.

Que se intuya que el día no fue nada especial,
y que no hay sentimientos en desorden
que a la noche contagien la emoción
que hay ahora en la noche.
Que arda áun el habano en las manos del hombre,
que esa brasa se encienda todavía un momento
como si fuera un símbolo, y que no quede claro
si se habla del brillo o se habla del humo.

Aprovechar el humo para hablar del fantasma
que en el verso primero carecía de cuerpo
y manchaba las cosas con sus huellas.
Conseguir que el lector
arrastre su memoria por las cosas
como arrastra un fantasma sus cadenas,
y así sienta ese peso, porque ese es el peso
que cada corazón va dejando en su noche,
hasta que todo adquiere el peso exacto
de cada corazón.



Poema Cabellera Negra de Vicente Aleixandre



¿Por qué te miro, con tus ojos oscuros,
terciopelo viviente en que mi vida lastimo?
Cabello negro, luto donde entierro mi boca,
oleaje doloroso donde mueren mis besos,
orilla en fin donde mi voz al cabo se extingue y moja
tu majestad, oh cabellera que en una almohada
derramada reinas.

En tu borde se rompen,
como en una playa oscura, mis deseos continuos.
¡Oh inundada: aún existes, sobrevives, imperas!
Toda tú victoriosa como un pico e los mares.



Poema Como La Mar, Los Besos de Vicente Aleixandre



No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.



Poema Corazón Negro de Vicente Aleixandre



Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!



Poema Consumación de Vicente Aleixandre



Si yo fuese un niño,
si yo fuese un niño, redondo, quieto y sumergido.
Sumergido, no; sacado a la luz, estallado hacia fuera, exhibido en esa otra Creación donde un niño es un niño en su reino.
Pero si sumergido estuve antaño, bajo las aguas de la luz que eran cielo y sus ondas,
hoy no puedo sino decirlo, tomar nota, procurar explicarlo,
prohibiéndome al mismo tiempo la confusión de lo que veo con lo que fue y ha sido.
Todavía el hombre a veces intenta explicar un sueño, dibujando la presencia del amor,
el límite del corazón y su centro justísimo.
Aún intentar decir: «Amo, soy feliz; me conformo.»
Que es tanto como decir: «Soy real.» Pero cuando las hojas todas se han caído:
primero las flores, luego los mismos frutos, más tarde el humo, el halo
de persuasión que rodea a la copa como su mismo sueño
entonces no hay sino ver aparecer la verdad, el tronco último, el
despojado ramaje fino que ya no tiembla.
La desnudez suprema del árbol quedado
que finísimamente acaba en la casi imposible ramilla,
tronquito extremo sin variación de hoja,
superación sin música de la inquietante rueda de las estaciones.

Entonces llega el conocimiento, y allá dentro en el nudo del hombre,
si todavía existe un centro que tiene nombre y que yo no quiero mencionar;
si aún persiste y exige y golpea imperiosamente, porque nadie quiere morir,
puedes sonreír de buena gana, y burlarte, y mirándolo con desdén quiere morir,
decir con voz muy baja, de modo que todo el mundo te oiga:
«Amigo…: todo está consumado.»



Poema Canción A Una Muchacha Muerta de Vicente Aleixandre



Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma.

Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.

Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.

Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes…

¡Oh tú, cielo riente, que pasas como nube;
oh pájaro feliz, que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!



Poema Cuadro De Mujer En Otoño de Verónica Jaffé



La distancia hacia la isla
se diluye un poco en los grises
de la noche iluminada:
es reflejo de ciudad txtrema,
lleva el nombre
de un indígena amable, Seattle
le otorga cuerpo a las nubes.

La marea sube.
Pequeño es el ruido de las olas,
el lamento
de algún ganso o gaviota.

Nada más ocurre en esta playa
donde llueve lenta,
apaciblemente.
Dormidos los niños,
los pinos retienen
la mesura
de una costa otoñal
en tu mirada
hermana
mujer.

para E: E: Olympia, 26/10/1989



Poema Cansancio De Toda Metafísica de Ulalume González De León



Para simplificar
pienso en tu sexo



Poema Cercenadme Esta Voz Donde Anida La Estrella. de Trinidad Mercader



Cercenadme esta voz donde anida la estrella.
Cercenadme esta luz, esta naciente albura.

No dejéis que mi aliento
surja de su maraña más límpido que nunca.

Ni el gesto de muchacha que se sorprende libre,
ni este duro clamor, esta palabra impura.

Apiadaos. Derribadme
sobre esta fe creciente que mis ojos declaran
ahora que aún resbala por mi mundo la duda.

Devolvedme aquel aire de niñez oprimida
temerosa del viento, del trueno, de la lluvia.

Devolvedme a las manos que velaron el sueño
de una niña encendida de rubores y frutas.
Volvedme a mi silencio, por donde transitaba
sumisamente dulce, de mí misma confusa.

Aún soy esa muchacha que buscáis en la niebla,
que habita entre vosotros y, sin querer, se oculta.



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