poemas vida obra agustin labrada aguilera

Poema Pecados Y Serpientes de Agustin Labrada Aguilera



Ninguna foto eterniza
los minutos más dulces y prohibidos
que prohibidas mujeres
tatuaron en mi cuerpo
y me abrigan contra las tempestades,
cuando el verdor se agota
y me hunden sus gorriones.

En ninguna película,
flota el océano de mi infancia
con sus buques volando sobre los eucaliptos.
Ningún set reproduce la ternura,
pecados y serpientes
que vuelvo música,
esta desolación no confesada.

Tal vez no rasgue un solo oboe,
un leal espejo
que traduzca mis redes
y ascienda hasta el pasado,
pero comprendo al fin el laberinto,
sus pedregales borro
y me sumo al azar que nace con la aurora.



Poema Para Una Foto Sepia de Agustin Labrada Aguilera



Desgarra un vals
las farolas del muelle
donde imagino:
mi madre en la pradera,
tras la línea del éxodo.

Bailando el vals,
sonríen a color
cinco italianas
para una foto sepia,
como son mis recuerdos.

Viví profundo
cuando todo soñaba,
sin sumergirme
en el rumor de estelas
que izan los alcatraces.

Me abismo así
bajo ese remolino,
en que se alía
con el remo y su espuma
la pasión del ancla.

Pudiera estar
ahora en Jerusalén
o en el Danubio,
seguro arrastraría
esta misma tristeza.



Poema Palomas Electrónicas de Agustin Labrada Aguilera



Es mi pantalla un puerto,
adonde arriban con frutas los mensajes.
Ellos traen rumores de amigos
que nos dicen sus nudos por la estepa.

La estepa tras un sueño
suele ser un fulgor o el infinito.

En este muelle no atardezco solo.
Palomas electrónicas
inundan el crepúsculo,
y al aletear sus letras:
traslucen fantasías de enormes capitales,
pisadas que nos juntan como álamos.

Así convergen dudas, constelaciones y festejos;
aromas tan distantes como el Nilo.

Desde mi puerto soy
fiel huésped de visitas azules,
y siento a las palomas
dibujar el planeta igual que una avellana.



Poema No Vine De La Guerra de Agustin Labrada Aguilera



No vine de la guerra,
nadie lloró por mí al conjurar los actos
del aciago linaje con que se van los héroes.
No me hice a los océanos
ni volví con un farol a hipnotizar las aves.
Eso no importa.
Toqué la rueca que me concedió el tiempo,
pude hilar sus luces y sus sombras,
sin aprender las claves de la inmortalidad.
Eso tampoco importa.
Hoy no es fácil discernir
en el tapiz donde convergen todas las ceremonias
y no se puede precisar si alguna muchedumbre
sellará sobre el caos la justicia.
¿Qué vamos a decirles
a quienes tocan altares que jamás existieron,
qué vamos decirles de las grandes hogueras
si no hemos conocido aún su lumbre?
Qué no daría yo por otro reino,
zurcir los precipicios que me ignoran,
recorrer las praderas sin flechas a la espalda
ni misteriosos límites que recorten mis pies.
Qué no daría yo por otra lluvia,
cuyo laurel no sea una elegía,
aunque se borre el puente
y sienta que la antigua leyenda nunca llegará.



Poema No Existe Más Oasis Que Tu Cuerpo de Agustin Labrada Aguilera



Mientras dura el relámpago,
ardemos lluviosos en su aroma
que ilumina tu cama
hasta volverla un bote,
donde está la pasión tras el diluvio.

Mientras dura el relámpago
-cuyas águilas roen nuestro ayer-,
somos bajo su lumbre
el cuchillo y la fruta
repitiendo un milagro en pos del alba.

Mientras dura el relámpago,
se deshace en un blues toda la niebla,
e inventamos un huerto
que también nevará
cuando muera la sangre en sus espigas.

Mientras dura el relámpago,
no existe más oasis que tu cuerpo,
un tango, un acordeón,
este abrazo profundo,
la certeza del agua que nos une.



Poema Monólogo De Gonzalo Guerrero de Agustin Labrada Aguilera



Ya no advierto la espuma si al besar mi canoa
bifurca mis destinos en el agua,
ni el agua que ha tensado la leyenda,
desde esta incertidumbre hasta esos naranjales
donde rugen los puertos y late Andalucía.

Si hubiese muerto allá sería una piedra anónima,
dispersa en la metáfora del Tajo,
ligada a sus espíritus
como aún me anudo a este dolor
que ha impedido tañer mi novela en dos árboles.

Es mi pecho un laúd que esculpe en la marea
si oye a los difuntos su pregunta:
¿Qué verde interrogante o qué cascada
habríamos trenzado
en una misma huella, circular como el miedo?

Si memorizo,
configuraría un otoño,
donde las máscaras urden sus cadenas
muy lejos de mi sombra,
cuando mueren aquí: las lunas, los jaguares.



Poema Me Abraza Entre Sus Cuervos La Llovizna de Agustin Labrada Aguilera



Hay este jueves en mi sangre un retorno
al almendro en cuyas hojas
aún fondean sin mí las carabelas,
la Virgen sobre el agua,
reverdecidos campos como un muerto.

El milenio ya oxida
aquel velamen de lomas y adoquines,
y al sentir tal penumbra
me abraza entre sus cuervos la llovizna.

Allá siguen los míos demarcando su lienzo,
saben que si resbalan
no los va a sostener ninguna estrella,
y cuando caiga el frío
tendrán sólo sus huesos para armar el tejado.

Una marea de patos interroga al otoño,
su heredad es el aire
y al expandirse ven cánticos y fogatas,
cerrados para mí con sus marfiles.

Hay este jueves en la sangre un eclipse.
La letanía de un blues
augura que en cada despedida
bailarán en mi almendro un haz de peces
y los niños ahogados que iban al Paraíso.



Poema La Paz Entigrecida de Agustin Labrada Aguilera



Miro en el charco la tarde en que me entierran
y reverdece
la paz entigrecida en torno a mi cadáver,
donde no se despuebla ni una nube,
ni se escucha un solo girasol entre las almas.

Oigo volar por el sauce a los perros
que en una lágrima
entonan su liturgia mientras llueve la tierra,
y afianzan ese grito
cuando todo naufragio va lamiendo el paisaje.

Me acosa el temporal que presagia al silencio
y entristecen
ésos que me despiden,
sumergidos y ocres en su guerra,
sobre un lánguido charco en medio de la tarde.



Poema La Niña Escapa En Tres Venados Hacia El Fuego de Agustin Labrada Aguilera



La niña escapa en tres venados hacia el fuego,
no la sueñes junto a esas márgenes celestes.
Tú habías esperado su llovizna,
navegabas ya en los pinos de diciembre
y tropieza de pronto tu vuelo anochecido.

Las distancias enrojecen tus fotos
y arden en ellas mis colores,
como tus ojos vencidos por el viento.

Algunos trazan finísimos juguetes,
nos inventan fábulas de dulces acordeones,
entretejen con sus hierbas el vacío,
y al final huyen a sus jazmines
para no perder tan grises con la derrota del año.

Vendrán otros inviernos,
vendrá otra vez la muerte con su añeja ansiedad
preguntando por nuestras sombras hasta oír:
sufrieron el trapecio
de una provincia enmascarada;
y si no viene,
si se arrepiente al borde de su boina,
nadie enterrará angustiosamente la luna
sobre la hojarasca muerta de diciembre.



Poema La Negra Melodía de Agustin Labrada Aguilera



No volveré
hasta mi calle azul,
mi antigua novia,
la negra melodía
que recompone el alma.

Nunca podré
rehacer una sonata
que en su incendio
rescate aquella tarde,
tus piernas y mi asombro.

Estos dibujos
son ya polvo pasado
y tú: la nada,
perdida en un aullido
sobre los pastizales.

Todo se borra
y mentimos cantando
que nuestras huellas
de países y amores
armaban el estío.

He dicho adiós
y aunque cifre el regreso,
no será igual:
otras máscaras pueblan
los minutos y el aire.



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