Poema Regreso de Jaime Torres Bodet



Regreso de Jaime Torres Bodet. Te invitamos a recorrer los poemas de Jaime Torres Bodet. Disfruta también de nuestros poemas del alma, de amor, de amistad , de familia, etc. Otros poemas que pueden interesarte son: Bajamar, Baño, Madrigal, Nocturno, Octubre, Orquídea, Aquí puedes acceder a los mismos o ver toda la poesia de Jaime Torres Bodet


Poema Regreso de Jaime Torres Bodet

1
Vuelvo sin mí; pero al partir llevaba
en mí no sólo cuanto entonces era
sino también, recóndita y ligera,
esa patria interior que en nadie acaba.

Oigo gemir la aurora que te alaba,
músico litoral, viento en palmera,
y me asedia la enjuta primavera
que la razón, no el tiempo, presagiaba.

Entre el capullo que dejé y la impura
corola que hoy en cada rama advierto
pasaron lustros sin que abrieran rosas.

Viví sin ser… Y sólo me asegura,
entre tanta abstención, de que no he muerto
la fatiga de mí que hallo en las cosas.

2
¿Quién habitó esta ausencia? ¿Qué suspiro
interrumpo al hablar? ¿A quién despojo
del recobrado cuerpo en que me alojo?
¿Quién mira con mis ojos lo que miro?

La luz que palpo, el aire que respiro,
el peso del silencio que recojo,
todo me opone un íntimo cerrojo
y me declara intruso en mi retiro.

En vano el pie que avanzo coincide
con la huella del pie que hundió en la arena
el invisible igual que substituyo;

pues lo que el alma, al regresar, me pide
no es duplicarse en cuanto me enajena
¡sin ser otra vez lo que destruyo!

3
¡Espejo, calla! y tú, que en el furtivo
recuerdo el filo de la voz bisela,
eco, responde sin palabra. Y vela
porque en tu ausencia al menos esté vivo…

Del mármol con que el ocio me encarcela
quiero en vano extraer un brazo esquivo
hacia ese blando mundo infinitivo
en que todo está aún y todo vuela.

Estatua soy donde caí torrente,
donde canto pasé, silencio duro
y donde llama ardí ceniza esparzo.

Nada me afirma y nada me desmiente.
Sólo tu golpe, corazón oscuro,
a fuerza de latir aprieta el cuarzo.

4
Por esa fina herida silenciosa
que siquiera da paso a la agonía,
¡ay!, entra, muerte, en mí, como la guía
de la hiedra que el sol prende en la losa.

Abre -¡aunque sea así!- la última rosa
en que tu fuerza adulta se extasía,
ansia de ya no ser, llama tan fría
que a su lado la luz parece umbrosa.

Rompe la plenitud, la simetría,
el basalto en que acaba toda cosa
que dura más de lo que tarda el día;

y, arrancándome al tedio que me acosa,
envuélveme en tu vértigo, alegría,
¡afirmación total, muerte dichosa!





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