Poema ¿qué Diablos Escribo Yo En La Agenda? de Enrique Gracia Trinidad
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Poema ¿qué Diablos Escribo Yo En La Agenda? de Enrique Gracia Trinidad
Me levanté por la mañana,
la fecha es lo de menos,
dispuesto a ser vulgar, como se debe,
pero no funcionaba la rutina.
Alguien debió quitar los plomos de la mediocridad
o a Dios se le olvidó que era jornada de trabajo.
Estaban mal cerrados, goteaban
los grifos de la noche.
Una tremenda multitud de gatos
desfiló, parda y seria, delante de mi ombligo,
supo a cuero el café,
el pan saltó del tostador a un agujero negro,
y al salir por la puerta
me encontré una escalera caprichosa,
sólo tenía un escalón de cada
cua-
tro.
Hice de Indiana Jones y, como pude,
conseguí aterrizar en el portal, salí a la calle.
Seguía sin saberse nada nuevo del día.
Estaba abierto el quiosco de la Luna
y atrapé dos periódicos al vuelo,
sus hojas de lechuga y de palmera, en chino mandarín,
contaban los sucesos del último milenio: 		
            		«Guillermo      Tell asesinó a su hijo,
            la flecha dio en el ojo      derecho limpiamente
            y dos fotos redondas,      de manzana exclusiva,
            ilustran el      suceso»
            «Colón descubrió      América en un rapto
            de locura y sabinas,
            y la Venus de Milo fue      sorprendida un siglo de estos
            acariciando con      pasión,
            es un decir,
            a los siete enanitos y      al último mohicano»
            «Todo ha pasado      ya, la Historia se repite,
            y ahora los bancos dan      un interés de porcelana de Limoges
            a quien encuentre un      trébol
            con hojas comestibles y      un reloj en el tallo» 
Cierro el periódico y lo cuelgo
en la oreja
de una cariátide gomosa
que se rasca las nalgas con la ilustre fachada
de un estanco.
Mientras los girasoles proponen una huelga
contra un sol que no quiere dar la cara,
yo me siento en el filo de un libro de cocina,
balanceo los pies sobre la eternidad
y echo recetas a los pájaros. 
Vaya una forma idiota de perderme otro día.
De «Restos de almanaque» 1993
(Premio Blas de Otero, 1993)