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Poema Qué Debo Hacer Para Cantar de Mario Meléndez



Qué debo hacer para cantar
si a veces se me pierde el grillo
que llevo adentro
se me desprende la campana
el timbre, el ave
y sólo me queda el latido
de algún jilguero en la memoria
luchando por desatar su melodía
sobre las alas del abecedario
Y cuando encuentro al fin mi flauta
en un estanque del tiempo
se me oscurece la garganta
de pensar a quién
a quién, a quién
dirigiré las notas
de este arcoiris sin luz
de esta ampolleta mal colocada
y casi siempre insatisfecha
Preferiría escuchar por las tardes
a una gaviota sentada en mi cuaderno
jugando a ser paracaídas
en los espacios en blanco
o repetir el grito de unos bigotes
al ser arrancados
de su lugar de origen
Preferiría el sonido de un huevo
sacando la lengua al aceite
apresurado por entrar a la boca
de mil mujeres sin dentadura
Entonces recuerdo
que llevo pegada una mosca
al tímpano del alma
ella se reproduce en mis sueños
y no es violín
porque en la muerte desafina
y se le rompen las cuerdas
al detenerse en la sangre.



Poema Quince de Luis Alberto Crespo



Ya son las doce mi exasperada

Hay una pequeña desgracia allá afuera
entre nosotros y el fin

Repite la sílaba única
la que ensombrece lo que siempre fue purpúreo

El alma
en el mundo quema

es desierto

Y no hay más boca para su sed



Poema Qué Me Importa La Muerte de Gonzalo Osses A Vilches



¡Qué me importa la muerte!

Ráfaga veloz que rasante te besa.
Canción de torrente con veneno en la sangre.
Trueno desierto con arenas que dan tu tiempo.
Vino traicionero, por incapaz.

¿Qué me importa la muerte?
Si total no es mía.
Y si lo fuese, da lo mismo, no me quedo con ella.

Querella prehistórica de buitres trajeados.
Respuesta de pétalo frágil, etéreo, inexistente.
Risotadas turbias de aquellos nogales caídos.
Vértice de verdad que se escapa.
Absurdo infinito de la nada concreta.
Locura atroz al engendrar, una duda que sangra.
Inocencia de argucias falaces, en aquel libro de magia negra.

¿Qué más podría suceder?
¿Acaso alguien preguntaría por la palabra libre?

Pongo condiciones a la butaca sorda y muda,
al lector desconocido,
pero lo ignorado comienza a desligarse.
Así quedo, en un justo medio, sin referentes.

No se olvidará de mí, me lo asegura
no por amor, sí por voraz y voluptuosa.
Será pronto, para un tiempo sideral hecho masa.
El ansiado anonimato verterá su pócima,
entonces sí, todo será normal, real y eterno.



Poema Que Consuela A Un Celoso Epilogando La Serie De Los Amores de Sor Juana Ines De La Cruz



Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.



Poema Quiero Apenas de Jorge Gaitán Durán



Presto cesó la nieve, como música.
Pájaros y verdes cruzan por el frío.
Vas a morir, me dicen. Tu enfermedad
es incurable. Sólo puede salvarte
el milagro que niegas.
Mas quiero apenas
arder como un sol rojo en tu cuerpo blanco.



Poema Qué Se Hicieron Los Cantantes de Severo Sarduy



¿Qué se hicieron los cantantes?

¿Qué se hicieron los cantantes,
los reyes, los Matamoros
de dril nevado y los oros
de las barajas de antes?
¿Quién las tardes del Cervantes
recuerda, y aquel grabado
del Diario, desdibujado,
y los bailables de Sagua?

(Las guitarras llenas de agua
están, y el tambor rajado.)



Poema Qué Alegría Este Tirar de Juan Ramon Jimenez



¡Qué alegría este tirar
de mi freno, cada instante;
este volver a poner
el pie en el lugar cercano,
(casi otro, casi el mismo),
de donde aprisa se iba;
este hacer la seña leve,
segundamente, inmortal!



Poema Qué Suerte Que Tu Falda Sólo Tapa Tu Sexo de Otoniel Guevara



y no tu boca
porque así puedo adivinar las historias
que un beso desdibuja

Qué suerte
porque tapa tus nalgas
pero deja al descubierto tu mirada

Qué suerte
porque sus cerraduras no detienen al viento:
lo que tu falda prohibe lo inventa mi deseo

Qué suerte que tu falda
sólo tapa tu cuerpo sólo ciñe tu talle
sólo insiste en misterios

Qué suerte que tu falda
no te tape de mí.

10 de dic 94



Poema Quesia de Antonio Martinez Sarrion



Era mansa, algo necia y se aovillaba
casi reciennacida en la caja de dulces
con un retal de fieltro a guisa de colchón.
Luego exploró la casa miedo a miedo
hasta imponer su ley a las butacas.
Acabó en trapecista y más de dos estores
hubo que desechar. Su estilo dio en precioso
y el reiterado tufo de tanta deyección
sólo era condonado al recortarse, regia,
contra el cegante murallón de junio.
Entonces me miraba, lamiéndose una pata
y brotaban dos chispas cinabrio por sus ojos
con las que suponía zanjado el incidente.
Pero no pudo ser. Y nadie me lo dijo.
De modo que una tarde, al volver del trabajo,
hambriento y blasfemando como siempre,
rastreé cual apache por suelos y guaridas.
Pero no podía ser, ya me habían advertido.
Y me senté en mi silla y me perdí en lo alto
y allí, tal vez me admitan -no sin pagar el diezmo-
al limbo estornudante de los gatos.



Poema Quizá La Más Querida de Julio Cortázar



Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.



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