Poema Ella de Francisco Alvarez



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Poema Ella de Francisco Alvarez

Desnúdenme tus manos lentamente
sobrenadando senos y caderas,
y desliza tus dedos diligente
entre botones, lazos, cremalleras.

Mira mis ojos y ábreme la blusa,
y descuelga los pechos prisioneros,
que mi deseo nada te rehusa,
y ellos son del deseo mensajeros.

Se abren a ti como dos rosas tiernas,
esperando la lengua en los pezones,
y percibo temblores en mis piernas,
y un aire abrasador en los pulmones.

No hay en mi ofrecimiento ambigüedades,
va a ti sin desvergüenza o timidez,
y aunque con tinte de frivolidades,
parece siempre la primera vez.

Besa con humedad mi boca hambrienta,
y haz que ambas lenguas jueguen en contacto,
no ha de haber nada a lo que no consienta ,
mía es la voluntad, tuyo es el acto.

En la espalda hay insólitos caminos
que mi mano jamás ha transitado,
y de tus dedos brotan remolinos
erizando la piel de mi costado.

En breve y delicada sacudida
mis hombros de la blusa se desprenden;
semidesnuda estoy, y enardecida,
y alzo los brazos, que hacia ti se extienden.

Detente brevemente en la cintura,
rodéame en caricias circulares,
y explora el resto de mi arquitectura,
con paso franco a todos mis lugares.

Cae la falda a los pies…, al fin desnuda…
Qué libertad e independencia siento.
No queda en mí vacilación ni duda,
sólo serenidad…, y atrevimiento.

Están mis ojos en tus ojos fijos,
y tus manos me arropan insistentes;
suaves contactos causan regocijos,
lentas fricciones llegan más frecuentes.

Aproxímate más, cúbreme entera,
encadéname a ti, y abre mi rosa,
dame un beso total, de tal manera
que resulte en fusión voluptuosa.

Quédate en pie y recibe el doble abrazo,
y al rodear tu cuerpo con mis piernas,
introduce tu furia de un zarpazo
anegando mis cámaras internas.

El ímpetu, el gemido y los sudores
me dirán que soy tuya y eres mío;
seremos mutuamente posesores,
como el cauce y las aguas en el río.

El

Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo la bata.

De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus ojos me ha tendido.

Sin vacilar, toma hoy la iniciativa
y traduce en acciones la sonrisa,
que tu mano sensual y decisiva
me arranque la corbata y la camisa.

Deslízame los dedos sobre el pecho,
y extiéndete a la espalda suavemente;
mi instinto levantado está al acecho,
todo mi voluntad te lo consiente.

Hoy serás tú quien todo lo decida,
seré el juguete, y tú serás quien juegue,
tendrás autoridad indefinida
y no encontrarás nada que te niegue.

Ya el cinturón se siente relajado,
y tu contacto excita mi impaciencia,
siento el impulso desencadenado,
pero a él, no a ti, he de hacerle resistencia.

Es tu oportunidad, es tu momento,
será tu desnudez junto a la mía,
tus caricias tendrán el ritmo lento
de inevitable, espléndida agonía.

Y aunque te exija que me lo aceleres,
no escuches mi clamor ni mi quejido,
habré de recibir lo que me dieres,
cuando, como y en donde hayas querido.

Siento tus manos descendiendo lentas
y tú también te inclinas y desciendes,
y a mi virilidad la boca enfrentas,
y una violencia emocional enciendes.

Ese beso profundo y penetrante,
me acerca a ti de singular manera;
y aunque no puedo verlo en tu semblante,
percibo toda tu pasión entera.

Tus manos en mi piel clavan crispadas
las uñas, que de sangre se revisten;
flota tu pelo en nuevas oleadas,
los labios y la lengua no desisten.

Qué catarata de placer provocas
volcándose en caída resonante,
tal la furia del mar contra las rocas?
Qué maravilla poder ser tu amante.

Y al fin las aguas, blancas de la espuma,
tras la caída, avanzan en el río;
siento en la mente el sueño de la bruma,
y en el cuerpo el postrer escalofrío.

Levántate y abrázame, cariño,
yace conmigo en silenciosa calma,
manténme en tu regazo como a un niño,
y toma posesión de cuerpo y alma.





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