Poema Bajo La Dulce Lámpara de Pablo Garcia Baena
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Poema Bajo La Dulce Lámpara de Pablo Garcia Baena
Bajo la dulce lámpara,
el dedo sobre el atlas entretenía al 			muchacho en ilusorios viajes
y un turbador perfume de aventuras
			salpicaba de sangre el mar antiguo de los corsarios.
Los 			galeones, como flotantes cofres de tesoros,
eran abordados por 			las naos piratas
y el yatagán, las dagas, los alfanjes se hundían
en los cuerpos cobrizos y las manos violentas
arrancaban la 			oreja donde el zafiro lucía como Vega en la noche.
Las arcas 			destrozadas de alcanfor y palosanto
volcaban el carey, las telas 			suntuarias
y el coral, no tan ardiente como el beso del bucanero
			en los pálidos labios de las virreinas.
Las antiguas colonias 			Veracruz, Puerto Príncipe,
el índigo Caribe y las islas del 			Viento
conocen las hazañas de bajeles fantasmas
y Maracaibo 			canta con los esclavos su desgana
a la luz que deshace la 			cabellera ébano de los banjos
en un río de jengibre.
Otras 			veces al soplo suave de Favonio,
empujado por Tetis y las verdes 			Nereidas,
el Mediterráneo dorado por la escama de los delfines
			dejaba su plegaria fugitiva de algas
en las votivas gradas de los 			templos.
Allí Venecia en el otoño adriático
mece en la ola 			púrpura su cesto de corrompidos frutos,
desfalleciente en el 			abrazo joven de los gondoleros,
y las jónicas islas
se yerguen 			como mitras de mármol sobre las aguas.
En su lento carro de 			bueyes rojos avanza Egipto
y Alejandría, Esmirna, Ptolemaida, 			brillan en la noche
como un velo bordado de sardios
cuyos 			pliegues sujeta la diadema de Estambul
allá en el Bósforo 			fosforescente.
El incansable dedo atravesaba Arabia
y el 			cálamo aromático ceñía con un mismo turbante de cansancio
las 			cinturas de los amantes.
Al crepúsculo,
surgía Persia como un 			lento girasol de fastuosidades,
y el bárbaro etíope, negro fénix 			llameante,
consumía sus entrañas en el furor celoso de la caza
			mientras Ceylán los bosques de canela y caoba
silenciaba con el 			ala de sus pájaros misteriosos.
Muchacho infatigable, bajo la 			dulce lámpara,
tal vez buscaba una secreta dicha
apenas 			confesada en su interior.
Cuando los días pasaron, él ya supo
			que su destino era esperar en la puerta mientras otros pasaban.
			Esperar con un brillo de sonrisa en los labios
y la apagada 			lámpara en la mano.