poemas vida obra b

Poema Bar (ii) de Maurice Echeverría



Es esa frontera, eso insalvable
en los pliegues,
en las cavernas,
en los sitios extenuados
de la sola nostalgia.
Hoy es la cansada carne y su fisura,
la proporción hechizada de la noche,
la abundancia negra de mis dientes.
Cansado de robarle las uñas a la nada,
veo las manzanas rotas,
veo lo blanco y lo negro,
veo quieto otro minuto amarillo.
Ya lo demás es una gaseosa
de significantes,
una imprecisión
que se derrumba antes,
a la hora tremenda del hielo.
Yo, penumbra pobre,
aliento de sinuosidades,
compruebo el gemido,
el veneno estruendoso de mi dicha
de vidrio.
Caballos rojos golpean
el cuerpo del bar,
la substancia quizá de este delirio.

Hoy un perro negro me aguarda
a la salida del suelo,
y los recipientes de luna
ya vienen heridos, ya lastiamdas
las conchas negras de alcohol
aproximado.
Compruebo mi bautizado dolor
de pies innumerables.
Es tanta la tentación
de tirarse al espejo,
el deseo de entrar a la almohada…
No quiero excavar más
en el fango de esa foto,
en la encía de los meseros pornográficos,
en otro bigote de baladas vomitadas.
Me gustarái mostrar mi piedra,
hoy parda pieda aprisionada
en la clara garganta del vaso.
Pero eta luz inaudible de besos
pisoteados
obscurece el sentido de esta noche,
su definición verdadera,
mientras sin duda alguien tose,
atrás tose otro estremcido,
y otro niño lento
escoge su muerte.



Poema Barriletes de Luz Méndez De La Vega



Alto y polícrono
gozoso y ágil,
diáfano y leve
incauto soñador
flotando lentamente
en dulce éxtasis
entre el frío
azul de noviembre
ingrávido y alto
o en rápido giro
sobre sí mismo
hacia arriba
siempre
hacia arriba
sobre claros
escalones de aire
imantado
de azules
profundidades
despreocupado
de la mano
que lo sujeta
y lo gobierna
hasta abatirlo
sobre la tierra
rompiendo
su mejor vuelo
Icaro atado
a un cordel invisible
loco de azules
y diáfanas claridades
de un golpe derribado
en su ciega ebriedad
inesperadamente
el barrilete:
sueño de mujer enamorada



Poema Brando de Diego Maquieira



Queríamos a Brando acá en el bote
queríamos recuperar a Brando
que llevaba siete años de prenda de guerra
encarcelado en la Capilla Sixtina
convertida en celda de la conciencia
por los disciplinantes milenaristas
Pero los milenaristas no lo querían soltar
Estaban embelesados con la captura de Brando
y lo hacían pasarse mirando el techo
y con la primera bajada de cuello
amenazaban con agregarlo al Juicio Final
mientras afuera rodeábamos cómo sacarlo
cómo irrumpíamos sin rozar la capilla
Ma seguido de arduas comidas privadas
de bajas recíprocas y de graves daños
y con atentados colosales durante los postres
donde las llamas ensanchaban las sacristías
canjeamos a Brando por un Tiziano
guardado en el mar bajo armamento
para cubrir expensas de gustos caros
Así que así subimos a Brando al Harrier
y le abrazamos la papada en la nave
pero Brando venía difícil y contrariado
venía con la boca mordida de ayunos
y al posarnos suave sobre la cubierta del Cittá Felice
mandó a escobillar su abrigo de sacos
y soltó el racimo que traía en la lengua:

Prescindiré de recepciones ni cancillerías
Prescindiré del alcohol, de las pastas
de los helados de asiento de alcachofa
de los propensos excesos al desengaño
y de mis mujeres que me han crucificado
Pero no cruzaré el desierto
para hacerme perdonar
el oro del dolor que he infligido
No fornicaré, no me deleitaré
ni me pondrán de rodillas
No quiero ni demostrar, ni sorprender
ni divertir, ni persuadir
Aspiro al fin de mí mismo en vida
y sin la constatación de mi muerte
Nadie me volverá a ver en mil milenios
El tiempo se está acabando. Es serio
Los dura sangre y las orugas de la misera
no cejarán hasta devastarme. Lo sé
A un mimo como yo no puede permitírsele vivo.



Poema Bella Dama Sin Piedad de Rosario Castellanos



Se deslizaba por las galerías.

No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.

Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.

Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.

Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y saluda
desde Su antepasado pálido por la muerte.

Porque no es el cisne. Porque si la señalas
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.

Presencia prometida, evocada. Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.

El vacío que habita se llama eternidad.



Poema Beso Iii de Dina Posada



Caótico preludio
quemando voces
opacando voluntades
a la vez que dos lenguas en pacto
remueven hondo combate



Poema Bajo La Lluvia de Juana De Ibarbourou



BAJO LA LLUVIA
¡Cómo resbala el agua por mi espalda!
¡Cómo moja mi falda,
y pone en mis mejillas su frescura de nieve!
Llueve, llueve, llueve,
y voy, senda adelante,
con el alma ligera y la cara radiante,
sin sentir, sin soñar,
llena de la voluptuosidad de no pensar.

Un pájaro se baña
en una charca turbia. Mi presencia le extraña,
se detiene… me mira… nos sentimos amigos…
¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos!
Después es el asombro
de un labriego que pasa con su azada al hombro
y la lluvia me cubre de todas las fragancias
de los setos de octubre.
Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado
como un maravilloso y estupendo tocado
de gotas cristalinas, de flores deshojadas
que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.
Y siento, en la vacuidad
del cerebro sin sueño, la voluptuosidad
del placer infinito, dulce y desconocido,
de un minuto de olvido.
Llueve, llueve, llueve,
y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve.



Poema Barnices de Hilario Barrero



Ahora ocultas con cremas

y ungüentos extranjeros

las heridas que el tiempo

ha dejado en tu cuerpo

y muestras orgulloso

las oscuras y densas cicatrices del alma.

Se ve que eres novicio

en el arte de tal ocultamiento

e ignoras que es difícil esconder la vejez,

que las arrugas se ven aunque tapadas

como también se ve la decadencia,

la sombra por tus ojos

y el delicado olor a viejo que nace de tu aliento.

A nadie le interesan las lesiones del alma

si el cuerpo apuntalado carece de equilibrio.



Poema Bárbara de Jon Juaristi



Vuelvo a leer tus cartas de hace un siglo,
de cuando estaba en el cuartel, ¿recuerdas?,
o en la trena, mi amor, no exactamente
en la Cárcel de Amor, o en las terribles

provincias que he olvidado. Amarillean
los sobres de hilo, corazón. Los sellos
habrán cobrado algún valor. No en vano
oro es el tiempo de la filatelia.

Me hablas de tu fractura de escafoides,
de tu dolor de muelas, de tu perro,
de lo mal que lo pasas en agosto,

de una excursión a Andorra… Poco a poco,
me has vuelto desabrida la nostalgia:
mi dulce bien, no me quisiste nunca.

«Suma de varia intención» 1987



Poema Bella de Pablo Neruda



BELLA,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.

Bella,
de finas manos y delgados pies
como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo,
bella.

Bella,
con un nido de cobre enmarañado
en tu cabeza, un nido
color de miel sombría
donde mi corazón arde y reposa,
bella.

Bella,
no te caben los ojos en la cara,
no te caben los ojos en la tierra.
Hay países, hay ríos
en tus ojos,
mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos,
ellos dan luz al mundo
por donde yo camino,
bella.

Bella,
tus senos son como dos panes hechos
de tierra cereal y luna de oro,
bella.

Bella,
tu cintura
la hizo mi brazo como un río cuando
pasó mil años por tu dulce cuerpo,
bella.

Bella,
no hay nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene
en algún sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún sitio,
bella.

Bella, mi bella,
tu voz, tu piel, tus uñas
bella, mi bella,
tu ser, tu luz, tu sombra,
bella,
todo eso es mío, bella,
todo eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas,
siempre,
cuando estás cerca o lejos,
siempre,
eres mía, mi bella,
siempre.



Poema Bajo El Oro Pequeño De Los Trigos de Enriqueta Ochoa



Si me voy este otoño
entiérrame bajo el oro pequeño de los trigos,
en el campo,
para seguir cantando a la interperie.
No amortajes mi cuerpo.
No me escondas en tumbas de granito.

Mi alma ha sido un golpe de tempestad,
un grito abierto en canal,
un magnífico semental
que embarazó a la palabra con los ecos de dios,
y no quiero rondar, tiritando,
mi futuro hogar,
mientras la nieve acumula
con además piadoso
sus copos a mis pies.
Yo quiero que la boca del agua
me exorcise el espíritu,
que me bautice el viento,
que me envuelva en su sábana cálida la tierra
si me voy este otoño.



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