Poema Ni Tiro, Ni Veneno, Ni Navaja de Gloria Fuertes



La esperanza me desespera;
desesperada espero todavía,
de una noche yo no puedo hacer un día
disfrazar la manzana en una pera.
Lo difícil me atrae, es mi bandera,
lucho a golpes de amor por una espina
-la rosa no interesa-, la divina
adivina primavera.
Ni tiro, ni veneno, ni navaja,
teniendo que tener un amor vivo
del cielo no me baja la mortaja.
El destino me gana con destreza,
yo espero a la final ir de cabeza
mientras lo fácil se ahoga en la tinaja.
La vida es un maldito sube y baja,
un baja y sube que desentrenas paces,
y sólo lo haces bien si el amor haces
-sin amor es peor que estar en caja-.
La persona elegida se te raja
a hacer feliz tu vida y no te deja,
se goza y extasía con tu queja
y viga es hoy su paja.
En vista de lo visto me desvisto,
me desnudo a mí misma y me mantengo,
me encanta este tener lo que no tengo
-yo no tengo la culpa, Dios existe-,
debe ser que lo quiere que yo quiera
hacer lo que a un humano se resiste,
debe ser que la goza en mi despiste,
debe ser qué me tiende una escalera.



Poema A Veces Ella de Julio Torres Recinos



Ella es a veces alta,
a veces triste como todo camino,
de mirada queda.
Y cuando me ve,
su sonrisa me quema todo el cuerpo.

La conocí hoy y sonreía.

Hablaba despacio,
viendo la palabra perfecta,
ella,
la mujer exacta.

Y cuando hablaba de las gentes,
de las cosas viejas,
de la promesa que debíamos hacer,
de la espera secular;
su cuerpo se erguía
y era toda una gacela de emoción.

Ella pensaba en un mundo
por estrenar
como sólo te pones
por primera vez un sentimiento nuevo,
y el periódico temblaba en sus manos
y los dedos rasgaban las
fotografías,
las palabras,
la mentira.

La conocí hoy por la mañana
y ella es un ocaso y lo sabe
y fija sus profundas pupilas
en las mías.
Sobre sus hombros tiemblan áridas
montañas encarnadas.

Ella es la palabra incendiada,
el cielo desesperado
de una tarde de agosto,
un río,
la noche iracunda,
un heroico aliento a desatar.



Poema Cuerpo Que Duerme de Enric Sòria



Puramente dormida, tranquila, entre mis brazos.
La admiro, la imagino, desconfío.
Intento acariciarla como intento creer
que me es posible amar este cuerpo que duerme
Un cuerpo; una borrosa resistencia a la mano.
Una tibia frontera.

Invento o magnifico espinas de penumbra.
Puramente dormido un cuerpo junto a mí.

De «Andén de cercanías», Ed. Pre-Textos, Valencia, 1996
Traducción de Carlos Marzal



Poema Los Ataúdes de Armando Uribe Arce



I

/1/
Sic transit gloria mundi, y las miserias
también son transitorias -las frecuentes
desgracias y la muerte de las fuentes
que se secan -el pasto de las eras
se estraga -y en las ferias
de los vivientes danzan calaveras.

/2/
Los muertos sufren calambres, pruritos
y otros males. Nadie hay para atenderlos.
Están en el hotel deshabitado
que se llama Ataúd. Es un estado
sin parangón. Los acucian los hielos,
pero son insensibles y ríen con sus rictus.

/3/
Ex -hombre con caras de tiza
metidos en cajas que se abren
como los tarros de hojalata,
decid: cómo es ese otro mundo.
Es inmundo.
Propio para la rata.
Se sufren hambres.
No digáis más, que el corazón se triza.

/7/
(cfr. del griego)
«Aiai, aai», siempre habremos de morir,
somos tan transitorios como las flores,
como los perros, e iremos a dar
a los montones excrementicios o a los hoyos
de donde no se sale aplastados por un dedo
pulgar. Así se cesa.

/12/
(cfr. carta de Gabriela Mistral a M. M.)
«No dudo de Dios, no: dudo de mí.»
«Un mundo que es una carroña fofa»
hizo de mí esta baja estofa,
esta calaña, esta ralea, y –
y lo que es peor, me gobernó el gusano.
No tengo un solo hueso sano.
«Fétidas de miseria» mis heridas
que ya no quiero llamar mías (miasmas)

/25/
De qué les sirve la poesía.
Ni siquiera la leen.
Creen que es mariposas
efímeras. Sentados en sus comités
arrellanados en sus fosas
cómodos cuidan sus hidropesías

[Cfr. Alte. Arancibia el 7 enero 2001.]
La poesía se mete en la boca
de los tontos, diciendo: «No tenemos
más destino». Lo dijo el almirante
con vestidura de muerte o de loca.
Los poetas estamos en veremos
Esperando que se saque los guantes.

II

Los asesinos a la espera
de cuerpos del delito.
Ay, no tenemos más destino,
dicen, lavándose las manos
en sangre tinta negra.
Mientras los muertos retuercen sus manos.

III

Nunca se supo del destino
de los muertos botados bajo el signo
de la desolación al agua sucia
de mares, ríos, lagos, ductos
de alcantarillas inconclusas.
Manando seguirán los vestidos de luto.



Poema Elegía Frente Al Río de Efraín Bartolomé



Las once de la noche
y el trópico descansa de un combate feroz contra sí mismo

Vuelan nocturnas mariposas torpes
Hiende la luz el agua
Canta un sapo en la sombra que parte en dos la noche:
denso muro de grillos

Y estoy aquí
sin tus libros a mano
Oigo pasar el río
que un kilómetro abajo se junta con el mar

Fluye despacio la memoria:
te conocí bajo el árbol de imágenes
con el que reconstruiste el universo

Pardeaban los sesenta
Se hacía más confusa la confusión de los dieciséis años

Adivino la palabra por tu voz
de algún modo
Pero sucede que no será posible decírtelo
ni oírte
ni mostrarte jamás mi primer libro

A veces
la vida muestra todo su obsceno resplandor
Entonces
el tiempo es una gota congelada
un golpe suave que nos calla un segundo
y fija con extraño poder la circunstancia

Sucedió hace dos noches
Iba a leer en público
y alguien dijo tu muerte de repente

Ahí empezó todo esto

Sembrada está en el fondo del oído esa semilla amarga

A orillas de mi voz pienso en Manrique:
oigo el río de Tuxpan que un kilómetro abajo se junta con el mar

El trópico descansa

Entra Raúl Garduño al pensamiento

Adviene la palabra

Muerde el tiempo:
las once de la noche
para siempre.



Poema Necesidades de Alfonso Quijada Urias



Necesito a mi mamá, con edipiano amor,
sus desayunos humanísimos. La ingenua
libertad de ese niño en sus faldas
suspirando la culpa original. Aquel
domingo de misa, pan y sol y la
muchacha aquella burlándose de mi
amor tontísimo.
Necesito de Dios y su absurda existencia
para luego volverme materialista y
soñador.
Necesito de mi mal ponderada
familiaridad de padre, casarme una vez
más con la madre de mis hijos. Que me
digan lo pequeño que soy. Necesito de
veras volverme a ver en el espejo limpio
de la casa y cambiarme de ropa y salir a
esperar como un novio solemne a la
vida, esperándome. Necesito una vez más
que mi tata me pegue con los puños terribles de patriarca y que me
diga bruto, inútil, polvo de la noche
delirante y brutal.
Necesito que las gentes acudan a mi
paso. De veras necesito que me quieran.
Me besen todos los labios del mundo. Y
que me dejen, me dejen, por favor,
crecer un poco más con mi vejez de niño
atolondrado.



Poema Los Jardines De Afrodita (viii) de Francisco Villaespesa



Para escanciar el vino de mi viña temprana,
Fidias, divino artífice, en marfil y oro puro
modeló fina copa, sobre el más blanco y duro
seno que sorprendiera jamás pupila humana.

Son dos ninfas en arco las asas de esa copa,
y en ella están grabados, entre vides y flores
y sátiros que acechan, los lúbricos amores
de Leda con el Cisne, y el Toro con Europa.

Amada, ¡bebe y bésame! Al destino no temas,
que al borde de la copa rebosante de gemas,
cinceló Anacreonte estos versos divinos
cuyo ritmo el secreto de la existencia encierra:
-Bebe, ama y alégrate mientras sobre la tierra
haya labios de rosas y perfumados vinos.



Poema Pretéritas de Carmelina Soto



Hacia atrás en los siglos, mis abuelas tranquilas
amables, amorosas, lejanas y señeras.
Las pardas cabelleras al cuello recogidas.
Las pardas cabelleras…
Mujeres que rindieron sus cabezas maduras
-trigal auri-moreno cuando el otoño llega-.
Alguna va en mi sangre repitiendo su infancia,
rencorosa y callada como una niña ciega.
¿Y de dónde venían? Oh montaña de Antioquia
por ellas abonada para el gusto del trigo.
Por montañas de Antioquia su oración y su canto.
Sus sombras capitales para siempre conmigo.
Suaves niñas lejanas, hacia atrás, mis abuelas.
El cordón de mi sangre gira en sus huecas manos
como inocente lino…
retorcido en la rueca del tiempo.
(Patios hay con claveles y patios hay lejanos
como en las rojas tierras de Castilla).
¡Júbilo de mi sangre!
Mis manos inocentes
jugaron con las flores de sedosa mantilla.
Retrocedo en el tiempo centurias para verlas
por detrás de mis hombros en adorables filas.
Mujeres silenciosas, saudadosas, austeras,
entre linos y espliegos para siempre tranquilas.
Por detrás de mis años, sus ojos de violeta
escrutan mi destino.



Poema En La Muerte De Doña Guiomar De Sa, Mujer De Juan Fernández De Espinosa de Luis De Gongora



Pálida restituye a su elemento
Su ya esplendor purpúreo casta rosa,
Que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
Gloria del Sol, lisonja fue del viento.

El mismo que espiró suave aliento
Fresca, espira marchita y siempre hermosa;
No yace, no, en la tierra, mas reposa,
Negándole aun el hado lo violento.

Sus hojas sí, no su fragancia, llora
En polvo el patrio Betis, hojas bellas,
Que aun en polvo el materno Tejo dora.

Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas
Flores que ilustra otra mejor Aurora,
Cuyo caduco aljófar son estrellas.



Poema Desolación de Emma Posada



Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras
y a los lobos hambrientos no respondí. Fue el hu-
racán, el amor o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi
vino. Nadie llamó. Los buhos silbaban en mis ven-
tanas.
Y ahora que las sombras me rondan, en vano digo:
regresa, peregrino; caliéntate a mi lumbre y be-
be de mi vino. Nadie responde…
Fuera, en el sendero, un grillo deshila una can-
ción sedienta…rueda una hoja seca.
Dentro, se apaga la lumbre y se derrama el vino.

1930



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