Poema Los Mozos De Monleón de Federico García Lorca



Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano,
ay, ay,
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
ay, ay.
Al hijo de la «Velluda»,
el remudo no le han dado,
ay, ay.
?Al toro tengo que ir
aunque vaya de prestado,
ay, ay.
Permita Dios, si lo encuentras,
que te traigan en un carro,
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
se van las navas abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
A la mitad del camino,
al mayoral se encontraron,
?Muchachos que vais al toro:
mirad que el toro es muy malo,
que la leche que mamó
se la di yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos,
ay, ay.
Manuel Sánchez llamó al toro;
nunca lo hubiera llamado,
ay, ay,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrando;
ay, ay.
Cuando el toro lo dejó,
ya lo ha dejado sangrando,
ay, ay.
?Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo;
tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro.
?Que llamen al confesor,
pa que venga a confesarlo.
Cuando el confesor llegaba
Manuel Sánchez ha expirado.
Al rico de Monleón
le piden los bues y el carro,
ay, ay,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito lo ha matado.
ay, ay.
A la puerta de la «Velluda»
arrecularon el carro,
ay, ay.
?Aquí tenéis, vuestro hijo
como lo habéis demandado.
ay, ay.



Poema Compañera de Juan Guzmán Cruchaga



Tu voz, viajera de muchos siglos,
llegó apoyándose en un sueño.
En ningún país la reconocían.
No cabía en ningún recuerdo.
No sigas. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.

Tus ojos perseguidos
todavía tiemblan de miedo.
Oscuras jaurías de angustia
los acosaban.
Cierra. Hay viento.
Descansa. Es la dicha tranquila.
El reposo. El silencio y el fuego.

Iban tus manos entre mis libros,
entre mis flores y mis versos
naturalmente, sin asombro.
Tampoco había asombro en ellos.

Las rosas que ahora te miran
son nietas de las que te vieron.
Descansa. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.



Poema Con El Velo En La Noche de Yanira Soundy



Cuando cubres mi espalda con el velo de la noche
y cruzas en silencio el húmedo paisaje de mi
cuerpo, el ala errante del viento
se quiebra en nuestro sueño.
La luna cae sobre el mar,
llena de silencios.
La tarde se vuelve tempestad, agua despeñada de lo alto,
voz de lluvia.
La rosa amarilla se abre al aire frío,
susurran los árboles
y tú bebes el secreto
que vibra entre mis labios.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
una amapola se quema entre tus dedos.
El amor abre sus alas a un canto de estrofas
y se vuelve un río pensativo,
una larga voz que moja
las campanillas y los cardos.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
en los aleros canta un pájaro salvaje.



Poema Oración Para Que No Me Olvides de Oscar Castro



Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en cada trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.

Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.

Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña
para que no me olvides.

Y si un tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo…

Para que no me olvides.



Poema Hijo de David Rosenmann – Taub



Árbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Estambre, alianza: cíñeme el inquieto espejeo
del penacho sonriente: por fin sonríe: envuélveme
de brisa y mordedura; tus sorprendidos labios
en jugoso dominio redondeen tu empeño.

Esa sonrisa tuya me sabrá en la alegría
a renacidos zumos de fragores perdidos:
recorrerá mi vida, como beso de tierra,
esa sonrisa breve: tintineo y delicia.

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Yérguete en el abismo: en las aguas profundas
palparás a tus venas; angústiate de muros.
Mi grito paternal se rompa entre tus manos:
con el alma desnuda despedaza la ruta.

Hermánate a la agreste plenitud de la espiga;
Hoguera en el destino, victorioso derrótate.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

Esponjas de tinieblas envidiaban tu rastro,
porque entero pendías del coraje de Dios.
Por amparar las cumbres, huías mi refugio:
¡Hacia mí!, te gritaba, ¡oh hijo entre mis brazos!

Mas la flor de tu ansiosa garganta en la mañana
era como el temor del hijo por el padre:
ya extasiado lavando colinas y colinas,
al conocer la tierra, me tocabas y amabas.

¡Me ibas conociendo! El tallo polvoriento
se estremecía azul de goce de tu savia.
Tus pupilas curiosas rodando por el mundo,
refrescaban mi fiebre, bañaban mi desvelo

con la paz de las siembras. Aprendías mi ocaso,
acunabas, sembrabas. De mi carne venías
a renovar mi sed: éramos una llama.
¡Me ibas conociendo! ¡Oh venero en el páramo!

Sonríe, hijo, sonríe; descubrimiento, avienta
la hojarasca de duelo que azota al resplandor
de tu paso: camino, echa a andar, echa a andar:
tu pie va a hacer, oh Dios, -¡Dios!- su huella primera.

Eterno lampo eterno surja para tus ojos;
empuja hacia tu sangre mi sangrienta ternura;
eres la despedida de mis bríos maduros:
como cosecha, hijo, reviviré en tu asombro.

En tu vaso colmado no abreves al letargo;
yérguete en el abismo; angústiate de muros;
con el alma desnuda despedaza la ruta.
¡Abalánzate, afluente! ¡Abalánzate, arado!

Hazte recio, hijo mío: aunque yo desfallezca,
si escarpidor de miedo te peina ferozmente,
desgárrame, desgárrame, róbame los alientos:
hazte recio, aunque caigan mis sienes ya disueltas.

Aunque corteza ciega, nieve ciega, crispado
polvo ciego, te haré una estera radiante.
Aunque vuele en despojos horizonte a horizonte,
mi rostro, en los celajes, te traerán los pájaros.

Tú, cantera; yo, escarzo; váciame más, espárceme:
beberé en el acíbar la dulzura inmortal
de sumirme en tu arcilla: que aun asido de muerte
desplegaré ceniza para darte trigales.

Arbol huracanado, violenta tierra viva:
para tus olas hiende mi corazón la luz;
sea el ímpetu el sueño que te cubra, hijo mío;
yo seré el edredón de la cuesta dormida.
Hijo, estréchame siempre en todos los guijarros:
¡tendrás el amor fuerte que se oculta en la espina!



Poema Una Joven Y Vieja Mujer de William Butler Yeats



¿Cuál fue el alegre muchacho que más me agradó
De todos cuantos yacieron conmigo?
Respondo que mi alma entregué
Y en el dolor amé,
Mas gran placer me dio un muchacho
Al que físicamente amé.
Libre del cerco de sus brazos
Reía al pensar que era tal su pasión
Que él imaginaba que yo entregaba el alma
Cuando sólo existía el contacto de dos cuerpos,
Y reía sobre su pecho al pensar
Que era la misma entrega que hay entre las bestias.
Di lo que otras dieron
Después de quitarse la ropa,
Mas cuando este alma del cuerpo se despoje
Y desnuda vaya a lo desnudo
Aquel a quien halló encontrará allí dentro
Lo que ningún otro conoce.
Y dará lo suyo y tomará lo suyo
Y regirá por derecho propio;
Y aunque amó en el dolor
Tanto se aferra y se cierra,
Que ningún ave diurna
Osaría extinguir tal deleite.



Poema Curso De Las Arcillas de René Char



Mira, portero agudo, de la mañana a la mañana,
Largas, adujando su chorro, a las zarzas frenéticas,
Cómo la tierra nos acucia con su mirada ausente,
Cómo el dolor se embota, grillo de canto parejo,
Y cómo un dios no brota sino para aumentar la sed
De aquellos cuya palabra se dirige a las aguas vivas.

Por tanto alégrate, querida, del destino siguiente:
No clausura esta muerte la memoria amorosa.

Versión de Jorge Riechmann



Poema El Mundo Por Dentro de Carlos Castro Saavedra



Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas .

De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

Llevo por dentro el fuego que por fuera
dora los panes, seca la madera
y produce el incendio del verano.

Las aves hacen nidos en mi pelo,
crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos en mi mano.



Poema Ferrol de Toni García Arias



Palpita el astillero frente al puente de las Pías.
Llueve.
Ferrol bosteza su última tormenta
y pone al aire húmedo de la ría
su vestimenta gris, su negra sombra.
Cuando era joven, mi padre trabajaba en el astillero.
Recorría veinte kilómetros con los pies descalzos.
Por entonces, no presentía el futuro y sus declives,
el caminar y sus llagas;
el mundo se abría como un vientre azul
frente a las vías de ASTANO.
Cuando el Entreprise rompió en dos el puente de las Pías,
Ferrol lamió su piel de huérfana,
su ciega distancia.
Bajo esta triste luz de Otoño
que oscurece de lluvia los pasos
Ferrol parece un barco de hambre
que aguarda, infinito, su botadura.



Poema Tu Recuerdo de Yanira Soundy



El viento es monótono y seco. Pasan los días como los sueños y las voces, el ayer lánguido y triste.

¿Cómo escuchar tu voz en los labios del silencio?

Mírame – en la inmóvil yedra- imaginándote en la calma del ocaso, bajo la luz de un cielo estrellado.

Calla mi boca tu ausencia, en cada instante que pasa.

Soy la linfa del caudal disperso que se oculta, en esta noche íntima, donde esquivo la orfandad del pensamiento.

Dame una soledad intacta y pura, que pueda sentir la exceltitud del alma, oír tu risa en un niño jubiloso, escuchar la lluvia entre los recodos dormidos del jardín.

Así en el azul de tu distancia, a solas lloro tu abandono.

Si pudiera sentirme leve como el viento, llegar a ti humildemente sin sueños ni ataduras. Así, en el hondo anhelo de mi alma, sigo sin encontrarte.

Pinceladas violetas abren mi ventana, la brisa huele a rosas…tu voz inefable me grita en la senda estremecida.

La muerte oculta matices de belleza que aún no has penetrado.

Vibra tu alma cuando la sombra llega con sus tenues misterios.

¿Qué hacer sin tí? Me pregunto tantas veces, mientras la vida sigue su curso.

Tu espacio está lleno de rosas marchitas. Tú no puedes morir porque vas en nosotros y más allá de nosotros…

Este dolor nuevo, dolor llevado en las entrañas hace brotar acongojadas voces.

Hoy he comprendido la distancia y llegó hasta mi la honda tristeza.

Me invade la ternura, me quedo a dos pasos del llanto…

Padre: ¡Que las enredaderas del olvido no cubran tu figura!



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