Poema De En Un Paisaje Abolido: de José Miguel Ullán



7. CÍRCULO MAMARIO:
Acaso su único propósito era dar vueltas por la escarcha,
uniformado de arlequín, voltando una esfera sonrosada.
En eso diferente de nosotros, flacos, calientes y desengañados.



Poema Lied I de José María Eguren



Era el alba,
cuando las gotas de sangre en el olmo
exhalaban tristísima luz.

Los amores
de la chinesca tarde fenecieron
nublados en la música azul.

Vagas rosas
ocultan en ensueño blanquecino,
señales de muriente dolor.

Y tus ojos
el fantasma de la noche olvidaron,
abiertos a la joven canción.

Es el alba;
hay una sangre bermeja en el olmo
y un rencor doliente en el jardín.

Gime el bosque,
y en la bruma hay rostros desconocidos
que contemplan el árbol morir.



Poema El Desierto De Atacama (iii) de Raúl Zurita



i. Los desiertos de atacama son azules

ii. Los desiertos de atacama no son azules ya ya dime
lo que quieras

iii. Los desiertos de atacama no son azules porque por
allá no voló el espíritu de J.Cristo que era un perdido

iv. Y si los desiertos de atacama fueran azules todavía
podrían ser el Oasis Chileno para que desde todos
los rincones de Chile contentos viesen flamear por
el aire las azules pampas de Desierto de Atacama



Poema Retrato De Un Hombre Inquieto de Alain Bosquet



Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar
lo poca cosa que es. Tal vez se vuelve al árbol
que le sugiere un gesto. Al cabo de una hora,
es la arena más bien quien le influye. Indolente

recuerda un viejo amor. Se cree bien conservado
a pesar del olvido y la sangre agolpada
sobre su corazón. No estaría tan inerme
si tuviera un amigo: por ejemplo un guijarro,

un ave moribunda, una colina cálida.
Cierra primero un ojo, luego el otro, escrutándose
con furor. No descubre nada fundamental

en sus pulmones ni en sus almas, que se quita
una detrás de otra, igual que sus camisas.
Toda serenidad le parece una ofensa.

De «Sonetos para un fin de siglo»

Versión de Enrique Moreno Castillo



Poema Cristo De La Habana de Juana Rosa Pita



Gozo es la poesía compartida
y el unísono, música:
melodía de cuello largo
que expande el corazón.

Mira el Cristo, dijimos a la vez
dejando atrás la terminal de barcos,
el café de helados frutales,
la plaza de leones franciscanos.

Será que Él nos miró, presiente,
irrumpir en su lar de resistencia
riendo como niños, enlazados
cuando la lluvia al fin nos diera alcance.

Convócalo por mí a tu ventanal,
dale cuenta de nuestros lanzamientos:
la rosa al mar, la extaña flor al río,
nosotros a cumplir proyectos de alma.



Poema Visita Del Viernes de Omar García Ramírez



Yo me quedé así recostado dejando que el tinto resbalara garganta abajo, buscando el estómago frío. Claro, no lo niego, también eran ganas de radio bemba, del chisme, del correveidile, de saber adónde se había ido la muchacha de la falda de flores, la muy espigada y siempre en flor, cosechera de la primavera del valle.

La madre
se quedó mirando la ventana
como sin un barco lejano
alzara el vuelo
sobre nubes de cerúleos óleos espesos.
Un lienzo
embadurnado por un dios goyesco
en la quinta del sordo estelar.
?Sí, cómo saberlo…,
Mando una postal desde Londres…?
?Me dijo al fin?. Era una postal bonita con esas casas antiguas de torres de piedra… ¿Cómo es que se llaman?.
?Castillos- le dijo él,
Mejor dicho le dije yo, …
y se quedó mirando el humo del cigarro que se iba hacia una tarde, en donde la lluvia parecía entrar con música de primavera.
?No sé, a lo mejor era un castillo ?. Le respondió la mujer, que siguió con su café sin dejar de mirar por la ventana? Me decía en sus cartas, que había fantasmas y vajillas de platas que se movían en la noche con sus reflejos de lunas quebradas.
Y luego desde Italia. Ud. debe saber joven que ella era una mujer que no le gustaba quedarse quieta en un solo sitio, además su belleza se lo impedía, ¿cómo se iba a quedar una mujer tan bella ella, pelando papas y friendo filetes de cordero para un tendero?… Así fuese un granjero, ella no estaba para esas cosas. Ud. sabe cuando se tienen sueños y cosas así,…¿cómo decirle,..cómo decirlo…?
Había una ciudad sobre un río o sobre el mar…
-¿Venecia?
?Sí Venecia…¿Cómo lo sabe?, ¿ella también le escribió?.
?No, nunca… Pero esas cosas están en los libros de geografía, usted sabe señora. No es que haya leído mucho, pero a veces, la curiosidad, señora…
?Ah, sí, y luego desde un país del que sí recuerdo el nombre, desde Grecia…Yo de niña siempre soñé con ir a Grecia…No sé ni dónde queda pero me la imagino,
bueno ella…
Lucía pálida y delgada pero parecía feliz, me mandó unas fotos desde una playa rocosa con un mar de azul intenso,…
No, mares por aquí no se ven así de azules, como de película.
(y me pasó una foto en donde ella lucía como una sirena del Egeo, tal vez más delgada y pálida, pero a mí me parecía una sirena del Egeo, con sus cabellos largos y negros y sus piernas afiladas y bruñidas sobre una roca blanca. Y pensar que de niños comíamos tamarindos, mangos, chontaduros…)

?Después desde Egipto.
continuó su madre sin dejar de mirar por la ventana.
?¿Quiere más café joven?
?No señora muchas gracias.
?Estaba con un hombre gordo de mostachos y ella ya estaba muy cambiada; mírela. (Me pasa una fotografía, está gorda y claro, mucho más morena.)
Pero ahora…?continuó la madre? no sé,… hace dos años y ya no envía nada, ni una carta,
ni una llamada, ni siquiera una postal con las pirámides de Memón.
?De Keops señora.
?Eso, de Keops.
Luego ella (la señora) se quedó callada por varios minutos, como tejiendo una frase que nunca llegaba a engarzar en las agujas del tiempo. ?¿Y usted?? Me preguntó por fin.
?Ahí en la fabrica usted sabe señora, casi diez años y bueno…. Ahí va uno envejeciendo como un animal de factoría, Doña Isabel.
A estas alturas ya casi ni recuerdo. Es un buen puesto, no me puedo quejar…

?Es mejor ? me dijo ?, es mucho mejor que olvide joven.?
?Sí señora es mucho mejor… Sí señora ?. Le respondí.
Y seguí mirando la fotografía de la sirena sobre la roca del mar Egeo. Parecía que sus cabellos ondearan por la brisa,…
Al final creo que me sonreía.



Poema Epitafio de Juan Gelman



Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

(Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.)



Poema Marianne de Enriqueta Ochoa



Después de leer tantas cosas eruditas
estoy cansada, hija, por no tener los pies más fuertes
y más duro el riñón
para andar los caminos que me faltan.
Perdona este reniego pasajero
al no encontrar mi ubicación precisa
y pasarme el insomnio acodada en la ventana
cuando la lluvia cae,
pensando en la rabia que muerde
la relación del hombre con el hombre;
ahondando el túnel cada vez más estrecho
de esta soledad ?en sí , un poco la muerte anticipada.
Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio
que no se te achica la palabra en el miedo,
que me has visto morir en mí misma cada instante
buscando a Dios, al hombre, al milagro.

Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo,
y no te importa
ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.
Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,
has dicho.
Sin embargo,
es azul le cristal de tu mirada
y te amanece fresca el agua del corazón,
quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las cosas
y entiendes en tu propio dolor al mundo.
Porque ya sabes
Que sobre todos los ojos de la tierra
Algún día, sin remedio, llueve.



Poema Hombre, De Qué Nos Sirven Las Noches de Rosario Murillo



Hombre, de qué nos sirven las noches
si hemos abandonado el amor
solo a su propia suerte
mudo y arrinconado como una anciana guitarra
que dejó de cantar.
Para qué sirve la brisa, este amarillo que encendimos
los barquitos de papel sobre el estanque del parque
los chingorros brillantes que dejamos
sobre la misma pared donde claváramos, ilusionados,
los sueños.
De qué nos sirve este montón de esperanza entre las manos
a qué jugar con gotas de rocío que nos empapen el cuerpo
con tardes que nos enciendan el pelo
a qué, si hemos perdido la tierra
y la batalla.



Poema Fuga De Otoño de Alfonso Cortes



Aquí todo, hasta el tiempo se hace espacio.
En los viejos caminos nuestra voz yerra como olvido,
y un éter lleno recuerdos, se ha salido
de nosotros el alma, para vernos de lejos.

El cielo es como un fiel recuerdo de colores,
en que tú arremolinas, luz sonora, tus vientos;
la loca de la tarde hunde sus pensamientos
de luz, en la epidermis de seda de las flores.

Yo hilaré con el blanco vellón de los vesperos,
horas de amor sutiles, concisas y espaciosas
viendo venir las pálidas parejas amorosas
en la convalecencia feliz de los senderos.



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