Poema El Zenzontle de Alberto Blanco



Lo sostiene el camino:
?El mundo está en llamas,
¡y tú estás riendo!?

Y la ceniza de la imagen
desciende lentamente
del agua del cielo.

En tiempos de la luna gris
se asoma a los espejos
de cola blanca y negra.

Su reflejo es una leyenda
que habla de otro tiempo:
de largos días sin sombra
y de jardines sin invierno.

Hoy encuentra en la jaula
los días demasiado cortos
como frutas picadas?

Como astros de hueso
flotando a la deriva?

Renaciendo del fuego
para cumplir un ciclo
en los límites del día.

De todas las cenizas
la que canta mejor
es el zenzontle.



Poema Oda A Don Felipe Ruiz de Fray Luis De Leon



¿Cuándo será que pueda
libre de esta prisión volar al cielo,
Felipe, y en la rueda
que huye más del suelo
contemplar la verdad pura sin duelo?

Allí, a mi vida junto,
en luz resplandeciente convertido,
veré distinto y junto
lo que es y lo que ha sido
y su principio propio y escondido.

Entonces veré cómo
la soberana mano echó el cimiento
tan a nivel y plomo,
do estable y firme asiento
posee el pesadísimo elemento.

Veré las inmortales
columnas do la tierra está fundada,
las lindes y señales
con que a la mar hinchada
la Providencia tiene aprisionada;

por qué tiembla la tierra,
por qué las hondas mares se embravecen,
dó sale a mover guerra
el cierzo, y por qué crecen
las aguas del océano y decrecen;

de dó manan las fuentes,
quién ceba y quién bastece de los ríos
las perpetuas corrientes;
de los helados fríos
veré las causas, y de los estíos;

las soberanas aguas,
del aire en la región, quién las sostiene;
de los rayos las fraguas;
dó los tesoros tiene
de nieve Dios, y el trueno dónde viene.

¿No ves cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano
el día se ennegrece,
sopla el gallego insano,
y sube hasta el cielo el polvo vano?

Y entre las nubes mueve
su carro Dios, ligero y reluciente,
horrible son conmueve,
relumbra fuego ardiente,
treme la tierra, humíllase la gente.

La lluvia baña el techo,
envían largos ríos los collados;
su trabajo deshecho,
los campos anegados,
miran los labradores espantados.

Y de allí levantado,
veré los movimientos celestiales,
así el arrebatado
como los naturales;
la causa de los hados, las señales.

Quién rige las estrellas
veré, y quién las enciende con hermosas
y eficaces centellas;
por qué están las dos Osas
de bañarse en el mar siempre medrosas.

Veré este fuego eterno,
fuente de vida y luz, dó se mantiene;
y por qué en el invierno
tan presuroso viene;
quién en las noches largas le detiene.

Veré sin movimiento
en la más alta esfera las moradas
del gozo y del contento,
de oro y luz labradas,
de espíritus dichosos habitadas.



Poema Mesa Y Naranjas de Andres Sanchez Robayna



las líneas de la mesa
interrumpidas por naranjas

dispuestas en un plano
sobre la luz del cuarto blanco

abajo el mar se tiende
bajo la mano de los elipses

la luz inunda el cuarto
y las naranjas se acumulan

sobre la luz que entra
y que se tiende en la blancura

de este cuarto y el plano
de las naranjas y la mesa



Poema Acis Y Galatea de Jaime Siles



Ese cuerpo labrado como plata,
ese oro, esa túnica, esa piel,
ese color que tiñe la escarlata
corola del pistilo de un clavel;

ese cielo de cárdenos espacios,
esa carne que tiembla en el vaivén
de las rodillas y de los topacios
nos dicen que este cuadro es de Poussin.

El resplandor del sol en los minutos
del gris del agua sobre el gouache del gres,
el césped de corales diminutos
que puntean las puntas de sus pies;

el placer de los vicios absolutos,
el maquillado estambre, el cascabel
de sus tacones, los ojos resolutos
disueltos en vidrieras de bisel;

las dunas de su cuerpo y esas manos
que la luz difumina en el papel
de este poema dicen que eran vanos
ese oro, esa túnica, esa piel.

La chica que los mira aquí a mi lado
es más real que el lienzo y que el pincel:
hace un gesto de geisha emocionado,
más certero, más cierto, más rimado
de rimmel que la estrofa del clavel.

El cuadro del museo que miramos
no está en la sala, ni en el Louvre, ni en
la Tate Gallery, el Ermitage o Samos,
y no es ?ni por asomo- de Poussin.

El cuadro del museo que miramos,
Acis y Galatea, ellá y él,
somos nosotros mismos mientras vamos
-ojo, labio, boca, lengua, mano-
sobre la carne del amor humano
ensortijando flores, cuerpos, ramos
de un verano mejor que el del pincel.



Poema De La Mujer Al Hombre de Gioconda Belli



Dios te hizo hombre para mí.

Te admiro desde lo más profundo
de mi subconsciente,
con una admiración extraña y desbordada
que tiene un dobladillo de ternura.

Tus problemas, tus cosas
me intrigan, me interesan
y te observo
mientras discurres y discutes
hablando del mundo
y dándole una nueva geografía de palabras
Mi mente está covada para recibirte,
para pensar tus ideas
y darte a pensar las mías;
te siento, mi compañero, hermoso
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabiéndonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.



Poema Te He Buscado En La Entraña De Tu Nombre de Margarita Carrera



Te he buscado
en la entraña de tu nombre
Guatemala.
He buscado
tu génesis
y tus dioses de maíz
y de vegetales alientos.

Te he buscado
en tu distancia
y en mi ausencia
en tu súbito llanto
y en tu sangre derramada.

Te he buscado
en tu dolor moreno
y en tu recia mirada de obsidiana.
En tus ríos
y en tus peces.
En los ángeles que arrastran
inmisericordes
las madréporas y los caracoles esforzados.



Poema Canto A Puerto Rico de Jose Gautier Benitez



¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato
como el recuerdo de un amor profundo;
bello jardín de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo.

Perla que el mar de entre su concha arranca
al agitar sus ondas placenteras;
garza dormida entre la espuma blanca
del níveo cinturón de tus riberas.

Tú que das a la brisa de los mares
al recibir el beso de su aliento
la garzota gentil de tus palmares;

Qué pareces en medio de la bruma
al que llega a tus playas peregrinas,
una ciudad fantástica de espumas
que formaron jugando las ondinas;

Un jardín encantado
sobre las aguas de la mar que domas;
un búcaro de flores columpiado
entre espuma y coral, perlas y aromas;

Tú, que en las tardes sobre el mar derramas,
con los colores que tu ocaso viste,
otro océano de flotantes llamas;

Tú que me das el aire que respiro
y vida al ritmo que en mi lira brota,
cuando la inspiración en raudo giro
con sus alas flamígeras azota
la frente del cantor, ¡Oye mi acento!

El santo amor que entre mi pecho guardo
te pintará su rústica armonía;
por ti lo lanzo a la región del viento,
tu amor lo dicta al corazón del bardo
y el bardo en él su corazón de envía.

¡Óyelo, patria! El último sonido
será, tal vez, de mi laúd; muy pronto
partiré a las regiones del olvido.

Mi juventud efímera se merma
y ya en su carcel habitar no quiere
el alma melancólica y enferma.

Antes que llegue mi postrero día
y mi cantar se extinga con mi aliento,
toma ¡Patria!, mi última poesía;
¡Ella es de mi amor el testamento!
¡Ella el adiós que tu cantor te envía!



Poema Pregunta A Sebastião Salgado de Humberto Mello



la mujer vestida de musgo
que les cobre los dientes
el cuerpo cada día
es menos ser y más animal
las pupilas que se hunden
la cueva del rostro
el hambre ácida que la humilla
en el suelo de la acera.

¿sería bella si fuera una foto?

(POEMA ORIGINAL EN PORTUGUÉS)

pergunta a sebastião salgado

a mulher vestida do musgo
que lhe cobre os dentes
o corpo que a cada dia
é menos de ser e mais de bicho
as pupilas que se afundam
na cova do rosto
a fome ácida que a humilha
no chão da calçada

seria bela se fosse uma fotografia?

(Traducción: Humberto Mello en colaboración con Nora Méndez y Dina Posada)



Poema Sequía de Aurelio Arturo



Porque la sed había herido toda cosa,
todo ser, toda tierra de hombres…
Y nunca más volvería la lluvia.

Y moría la aldea en el silencio de bronce.
Los flacos perros alargaban sus lenguas hasta las
galaxias.
¿Y sólo en secreto saben hablar los bosques?

Y la sed enseñaba palabras procaces,
era un recuerdo de savias y frutas,
era un lirio de hielo abierto en todo el cielo.
y dijo el hombre: aquí junto a mi lecho
perros de sed y fuego saltan a mi garganta…
Pero más allá de las lontananzas
oigo venir la lluvia danzando jubilosa
con violetas y rosas,
la siento venir en distancias de años,
sus pies menudos, finos y saltarines.

Si lloviera en la aldea,
sobre los valles que bostezan secos,
si lloviera sobre las alfombras
del monte,
sobre la noche de rocas amarillas.

Una delgada aguja había,
perdida,
en la profusa sombra,
una agujita de agua.

Y la joven madre cobriza
inclinada y desnuda como hoja de plátano,
prendido de sus senos
tiene un hijo de barro,
otros días los cielos tímidos descendían
a picotear los granos en su palma de greda.

¿Dónde el agua desnuda,
el agua que brilla y canta?

El agua es en la noche como una luz opaca.

Y esa palabra húmeda sonando lejos en el monte.
Ese fresco tambor no se sabe en dónde.



Poema Quizá Sea Ya Tiempo de Pilar Rubio Montaner



Has borrado el color de la añoranza
desciendes a la paz de nuestro olvido, lento
y necesario. Me escribes
con la lógica
desde el lugar de tu silencio.
Desertar del recuerdo quizá sea la forma.
Quizá sea ya tiempo de limpiar los zapatos,
de emprender el camino hacia días más lentos
donde escasee el fruto del deseo,
y las horas
no duelan por la simple querencia
de una piel.



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