Poema Por La Noche de Otoniel Guevara



a Roberto Armijo

El poeta en la noche eternamente extranjera
irrumpe con su lámpara de serena amargura

Sonríe a los mendigos
Sonríe a los murciélagos
Sonríe al millonario que casi lo atropella

Su lámpara se aviva
pero nadie la escucha



Poema Rusia de Miguel Hernandez



En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.

De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos,
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
De cada aliento sale la ardiente bocanada
de tantos corazones unidos por parejas.

Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.

De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
una masa de férreo volumen has forjado.

Has forjado una especie de mineral sencillo,
que observa la conducta del metal más valioso,
perfecciona el motor, y señala el martillo,
la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.

Polvo para los zares, los reales bandidos:
Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.

Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
y cantan rodeados de fábricas y flores.

Y los ancianos lentos que llevan una huella
de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
por desplumar alegres su alta barba de estrella
ante el fulgor que remoza su ocaso.

Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
brotan sobre la nada bandadas de ciudades.

La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena dichosa de garganta,
y vibran los martillos de pie sobre los montes.

Con las inagotables vacas de oro yacente
que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y trasparente
para los hombres llenos de impulsos fraternales.

Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
legiones malparidas por una torpe entraña,
los girasoles rusos, como ciegos planetas,
hacen girar su rostro de rayos hacia España.

Aquí está Rusia entera vestida de soldado,
protegiendo a los niños que anhela la trilita
de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
y que del vientre mismo de la madre los quita.

Dormitorios de niños españoles: zarpazos
de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
la vida que destruyen manchados de inocencia.

Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
sangrienta de repente y erizada de astillas.
¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara
sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!

Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
mientras contempla inmóvil el agua constructiva
que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.

Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y sólo se verá tractores y manzanas,
panes y juventud sobre la tierra.



Poema Adiós de Manuel Acuña



A…

Después de que el destino
me ha hundido en las congojas
del árbol que se muere
crujiendo de dolor,
truncando una por una
las flores y las hojas
que al beso de los cielos
brotaron de mi amor.

Después de que mis ramas
se han roto bajo el peso
de tanta y tanta nieve
cayendo sin cesar,
y que mi ardiente savia
se ha helado con el beso
que el ángel del invierno
me dio al atravesar.

Después… es necesario
que tú también te alejes
en pos de otras florestas
y de otro cielo en pos;
que te alces de tu nido,
que te alces y me dejes
sin escuchar mis ruegos
y sin decirme adiós.

Yo estaba solo y triste
cuando la noche te hizo
plegar las blancas alas
para acogerte a mí,
entonces mi ramaje
doliente y enfermizo
brotó sus flores todas
tan solo para ti.

En ellas te hice el nido
risueño en que dormías
de amor y de ventura
temblando en su vaivén,
y en él te hallaban siempre
las noches y los días
feliz con mi cariño
y amándote también…

¡Ah! nunca en mis delirios
creí que fuera eterno
el sol de aquellas horas
de encanto y frenesí;
pero jamás tampoco
que el soplo del invierno
llegara entre tus cantos,
y hallándote tú aquí…

Es fuerza que te alejes…
rompiéndome en astillas;
ya siento entre mis ramas
crujir el huracán,
y heladas y temblando
mis hojas amarillas
se arrancan y vacilan
y vuelan y se van…

Adiós, paloma blanca
que huyendo de la nieve
te vas a otras regiones
y dejas tu árbol fiel;
mañana que termine
mi vida oscura y breve
ya solo tus recuerdos
palpitarán sobre él.

Es fuerza que te alejes
del cántico y del nido
tu sabes bien la historia
paloma que te vas…
El nido es el recuerdo
y el cántico el olvido,
el árbol es el siempre
y el ave es el jamás.

Adiós mientras que puedes
oír bajo este cielo
el último ¡ay! del himno
cantado por los dos…
Te vas y ya levantas
el ímpetu y el vuelo,
te vas y ya me dejas,
¡paloma, adiós, adiós!



Poema Petición Y Ofrenda de Francisco Andrés Escobar



I

La media noche
Detuvo sus andares
Junto a un leve murmullo de pupilas.
Después?
Un buceo lentísimo,
Un sondeo profundo en aguas verdes,
En verde clorofila
Poseedora de una luz magnífica.
Un viaje lento, de canoa suave,
Hacia las luminosas oquedades del espíritu.

II

Es cierto que he llegado un poco tarde.
Es cierto
Que no estuve ante tus lágrimas
Y que arribo con años de retraso
Para entender el cauce de tu llanto
Que se enrolla en potentes espirales
Y se adentra en el vértigo,
En sí mismo.
Es cierto que tus manos fueron solas
Por el camino de las adivinanzas,
Que hay historias de gnomos que no oíste,
Que llevas mil preguntas escondidas
Y canciones de sueños mutiladas.
También es cierto que,
De alguna manera,
Has visto el rostro de la desesperanza.
Palpaste muy temprano
El calor de las piedras del camino
? y fuiste sin sandalias.

En la edad de la aurora
Tormentas pequeñísimas generaron violentos huracanes
Y vives la ambivalencia de la hoja:
Marcharse con el viento
O agarrarse con desesperación a la rama
En espera de un tiempo más dorado.

III

¡Si tan sólo yo hubiera llegado antes!
Si tan sólo en el verde de mi entraña
Hubieras blasonado tu linaje,
Esta oscura marea en que me agoto
Sería rumor de ángeles
Y el temblor vacilante de mis manos
Poesía terminada.
Si tan sólo yo hubiera llagado antes
Al encuentro genuino de tus pasos
Hubiéramos unido soledades
Para hacerle un altar a la esperanza.

IV

Una de las cosas más claras que aprendí
En la escuela de los caminos que anduve
Es que siempre se puede
Poner fuera de lugar a la desesperación.
Aprendí también que el llanto y la sonrisa
Hay que llevarlos sobre pleno rostro,
Sin ocultar con máscaras ambiguas
El tropismo natural de la raíz íntima.
Aprendí que es posible volver sobre los pasos
Para encontrar el medallón perdido
Y hacerlo refulgir en la garganta.
Aprendí que en el espacio entre dos soles
Hay un remanso de hondo pensamiento;
Que cada noche es ?este día? una vez,
Que cada día es ?este día?, también sólo una vez,
Y que es posible alcanzar
La luz agotada del ocaso
Y renacer con ella la mañana siguiente.
Aprendí que no es el tiempo que encierra la pupila
Lo que la hace sabia y cercana:
Es más bien la posibilidad de mirar cara a cara
En otros ojos
Lo que le da la fuerza para salvar
Y salvarse,
Para reconstruir,
Para crecer,
Para vivir en la exacta dimensión
De lo que piden las fuerzas humanas.
Aprendí, finalmente,
Que entre las cosas que nos hieren
Flota una Presencia Suave
Que conoce el volumen del grito desgarrado.



Poema Elegía de Poemas Autores Varios



Cuando dos que se han amado se separan
-para siempre-
algo se quiebra en el orden interno
de la noche.
Una mano llama al guante ya perdido
y un hálito
se posa tibiamente en la heredad
del árbol.
Cuando dos se dicen adiós ante el espejo
-sin tocarse-
apoyando los dedos en las sombras
la forma detiene el tiempo,
y en el agua
la luz adquiere imagen de ventana.
Puede ser que esa luz
en forma deslumbrante se haga ancha
como el mundo
y un pájaro multicolor caiga desplomado,
herido por la sed
que media en el instante
de esos dos que alguna vez se amaron para siempre.
Cuando dos que se aman todavía
-se separan-
algo los cubre suavemente
y un lenguaje tácito se nace
en el sitio en que esos dos dejaron
la recíproca tortura de olvidarse.
Algo envejece para siempre sobre el aire.
Posiblemente se suicide un ángel de tristeza
al mirar cuando esos dos desaparecen
-separados por pasos y por besos-
inventando historias y cantando,
mojados y oscuros de una lluvia
que refleja el rumor de sus palabras.
Cuando dos que se amaron se separan,
el verano sube sobre las alas de la noche
y una hoja, sobre el azul del cielo,
abre los ojos y oculta su estupor
con un conjuro.
Cuando dos que se aman se separan
-sin rencores o espadas-
un fantasma encantado cobra vida
y se inclina a recoger
a esos dos labios,
desnudos para siempre de lenguajes.

ALFONSO CHASE ( Costa Rica, 1944 )



Poema El Martillo de Manuel Bandeira



Las ruedas rechinan en la curva de los rieles
Implacablemente.
Pero yo salvé de mi naufragio
Los elementos más cotidianos.
Mi cuarto resume el pasado de todas las casas
que habité.
En la noche
En el duro corazón de la ciudad
Me siento protegido.
Desde el jardín del convento
Viene el trinar de la coruja.
Dulce como arrullo de paloma.
Sé que mañana cuando despierte
Oiré el martillo del herrero
Golpear animoso su canción de certidumbres.



Poema Canción Del Sodomita de Piedad Bonnett



Habrá una grandísima peste…
Éxodo, 9,3.

Han izado el amor. Lo están clavando
coronado de ortigas y de cardos.
Le han cortado las manos, han echado
sal y azufre en sus pálidos muñones.
Ah, mi joven amado, el tiempo es breve.
Suenan ya las trompetas e iracunda
la luna enrojecida afrenta al cielo.
Déjame acariciar tu frente ardida en sueños,
contemplar para siempre tus párpados violeta.
Deja que desanude mi deseo,
que coloque la palma de mi mano
sobre la rosa hirviente que florece en tu pecho.
Ah, mi joven amado que duermes mientras huye
la multitud con un largo sollozo:
una lluvia de sangre cae sobre Sodoma.
Dame tus muslos blancos, tu axila, el dulce cuello,
antes de que en silencio se deslice
el ángel con su espada de exterminio.

«El hilo de los días»



Poema Contemplando Estaba Filis de Lope De Vega



Contemplando estaba Filis
a la media noche sola
una vela [a] cuya lumbre
labrando estaba una cofia,

porque andaba en torno della
una blanca mariposa,
quemándose los extremos
y quería arderse toda.

Suspendióse, imaginando
la avecilla animosa;
tomóla en sus blancas manos
y así le dice envidiosa:

«?¿Adónde tienes los ojos
que desta luz te enamoras,
la boca con que la besas
y el gusto con que la gozas?

¿Adónde tienes tu ingenio,
y dónde está la memoria?
¿con qué lengua la requiebras?
¿de qué despojos la adornas?

¿Qué le dices cuando llegas,
y en su fuego presurosa
le dejas alguna prenda
de la afición que le doras?

Y sin haberte ido vienes,
y después a volar tornas
hasta el punto que tu vida
entre las llamas despojas,

viendo que no será justo
dilatar su muerte y gloria?».
En diciendo estas razones
llegóse al fuego y quemóla.

«?Dichosa fuiste, avecilla,
Filis prosigue, pues gozas
en los brazos de tu amigo
muerte y vida gloriosa;

que la vida sin contento
mucha falta y poca sobra,
y sólo el sosiego es bueno
adonde el alma reposa.

Mas ¿cómo yo con tu ejemplo
no me doy la muerte agora?
Morir quiero, pues me anima,
y acabar con tantas cosas.

He sabido que Belardo
su vida pasa con otra,
porque le enojan mis celos
y mis desdichas le enojan?».

Del paño de su labor
un corto cuchillo toma,
y dijo toda turbada:
«?Oh Belardo, aquí fue Troya?».

Pero primero que fuese
puesto el intento por obra,
quiso probar el dolor,
que es mujer y temerosa.

Con la aguja que labraba
picóse el dedo y turbóla
de su muy querida sangre
el ver salir una gota.

Pide un paño a la criada,
intento y cuchillo arroja;
lloró su sangre perdida,
que su amante no la llora.



Poema La Noche De Grafito de Ana Istaru



Una mujer
presiente el eco de la tierra en sus entrañas.
Agita su pandero, su cúpula de carne.
La están nombrando a voces.
Hay sirenas barrocas que rondan por su cuarto,
un nudillo invisible,
un ariete que empuja y quiere tocar el aire,
salir para mirarla, morder el verbo madre,
asaltarle los pechos,
ser colibrí.

Una mujer
se abalanza a la noche,
viaja en un riel de plata,
no le importa la lluvia ni el fragor del silencio.
El corazón le escuece como un verbo indomable.
Rememora el fermento de esposo que bebiera,
las nueve lunas lánguidas.

Una mujer
ha atravesado el aura de una ciudad que duerme,
la noche de grafito.
Desanuda su claustro, se adentra en sus entrañas.
No espera más.
No vuelve más.

Emite el canto azul de las ballenas.
Está jurando amor
por un desconocido.

Una mujer
celebra
un himeneo de fuego
con la vida.

De «Verbo madre» 1995



Poema La Luna de Silvia Elena Regalado



En este planeta
la luna ya no gira
abandonó su cara obscura
en la hondonada.
Su luz se esconde
en la rueca de una bruja.
No juegues con ella,
podría ser cruel
y pincharte
hasta que brote un sol
del dolor contraido de tu sangre
y se sume a la vida una galaxia
y el movimiento fluya rotativo
y vuelva el sentido para ser día y ser noche
y despierte así, del sueño-para-siempre
esa lunita triste y detenida.



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