Poema Naufragio de Salvador Espriu



¿Adónde huir? Sólo sombra, recuerdo,
oscuro dominio. Ciega y lenta, en triunfo
por calles de agua negra, la noche
ha besado este mármol.

Versión de José Batlló



Poema Ave Podrida Que Me Ronda de Rafael Gutiérrez



Que no puedo, digo,
Que no aguanto
esta ave podrida que me ronda aúlla muerde,
esa isla paridora de augustos esqueletos,
esta hedionda, matutina bocanada
que bautiza mi aire de pezuñas y baba.

Supremo cielo de espinas en que vivo.
Única región florida del mundo en donde llueve alfileres.

Que no oyen, pregunto
Que no oyen
el vuelo
de este país
que
cae
-mitad águila mitad carroña-
bajo el peso de su silente gusanera?



Poema Soneto Xxvi de Francisco De Medrano



A LAS RUINAS DE ITÁLICA, QUE AHORAN LLAMAN SEVILLA LA VIEJA, JUNTO DE LAS QUALES ESTÁ SU EREDAMIENTO MIRARBUENO

Estos de pan llevar campos ahora,
fueron un tiempo Itálica. Este llano
fue templo. Aquí a Teodosio, allí a Trajano
puso estatuas su patria vençedora.

En este çerco fueron Lamia y Flora
llama y admiraçión deel vulgo vano;
en este cerco el luchador profano
deel aplauso esperó la voz sonora.

¡Cómo feneçió todo, ay!; mas erguidas,
a pesar de fortuna y tiempo, vemos
estas y aquellas piedras combatidas.

Pues si vencen la edad y los estremos
deel mal, piedras calladas y sufridas,
suframos, Amarilis, y callemos.



Poema La Zarza De Moisés de Pedro Jesús De La Peña



Aquí tuve la fiebre.
Grandes selvas se extienden ante mí:
eran zarzas y ardían,
eran ardiente espino, pero no se quemaban.

Yo conocí estos templos en toda su pujanza,
conocí el santuario con doscientas vestales,
las ofrendas magníficas y las túnicas blancas
que daban un sonido de timbal y trompetas
a todo el escenario.
Hoy no creo en los templos triunfadores y firmes,
ni en el pulso arrogante o en la mirada altiva.

Por eso hice mi ley de beleño y mandrágora,
mi ley que quema y arde pero no se consume,
que sojuzgan los reyes y canta en los grilletes
que ahoga el poderoso en la bañera férrea…
y escapa con la espuma del jabón adherida.

No creáis nunca más en los altos principios.
Esta es mi única ley: El sueño es libertad.
Arder en él, es vida.



Poema Saludo Al Amigo de Antonio Aliberti



A Roberto Santoro

No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.
(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probaría?
Puede más tu voz, como una herida que no tiene cura).
Para cuando vuelvas
-en un cuarto del mundo-
se encenderá otra vez la mesa
para reanudar la charla que dejamos inconclusa:
ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.
No falta mucho: al irte, no dijiste adios.

Serenidad

Amo la serenidad de ciertas horas,
polvo de eternidad,
taciturna belleza que hay en ciertas tardes
que duermen como niño en su cuna.

No hay símbolos,
sólo voces que suben a la ventana
y comentan su oficio de orfebrería,
de tierra removida bajo la semilla del cielo.
Bebo a pequeños sorbos la reiteración de la brisa
y siento pasar por mis dedos el tiempo,
como cuentas de un rosario.
Hasta que la noche
cae a mis pies como pájaro ciego.



Poema Nubes Y Vientos de Adela Zamudio



Del sol del verano Los rayos de fuego
calcinan la tierra,
Las horas transcurren y en lenta agonía
se abraza y consume la mustia pradera.

En la árida playa del próximo río
tan sólo hay enjutas y ardientes arenas;
vapores que se alzan de un fétido estanque,
brillando a lo lejos titilan y tiemblan.

En todo el espacio que abarca la vista
ni un alma se mueve, ni un eco resuena.
¡Que paz y que tedio! solemne el paisaje
de un gran cementerio la calma remeda.

De pronto en la línea del ancho horizonte
blanquísima nube surgiendo ligera
se agranda, se extiende, y en pocos instantes
entolda la esfera.

La atmósfera ardiente palpita de gozo
y el leve murmullo de brisa indiscreta
en prados y bosques esparce el anuncio
de próxima fiesta.

La anuncian distantes Los ecos confusos
del viento que vuela;
sutil, diligente, retoza en el prado,
se lanza a la aldea.

Recorre Las calles, tropieza en Los muros,
sacude Las puertas,
y en calles y prados exclama triunfante:
¡Ya vienen! ¡Ya llegan!

Y plantas y flores sacuden el polvo
y al goce se aprestan,
y en tanto, en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.

Turbión de agua y viento que anubla el paisaje
con loco algazara chillando se acerca
y al soplo pujante se agita confusa
la vasta pradera.

Turbión de agua y viento que arrastra en sus giros
ramajes y flores, guijarros y arenas,
y en pocos instantes, sembrando el desorden,
transforma la escena.

Flexible y gozosa se entrega a su impulso
la inquieta arboleda,
y molles y sauces ensayan la danza
tendida a Los aires la gran cabellera.

Los troncos añosos, el bárbaro empuje
resisten apenas
con secos gruñidos, de bosques y prados
la suerte lamentan:

Pared piedrecillas de la árida playa,
¿sabéis, revoltosas, a dónde se os lleva?
¿queréis ver mañana cubierta de escombros
la hermosa pradera?

Las flores que al borde del fétido estanque
lucieron sencillas su blanca inocencia
¿qué harán si ese fango se agita y rebosa
de miasmas malsanos llenando la senda?

Al ave que el nido colgó de la rama
¿qué suerte le espera?
¿Qué hacéis, insensatos, trastorno y desorden
sembrando doquiera?

Y el viento, aturdido, con risa estridente
responde a sus quejas;
y en tanto en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.

La danza prosigue. Mil gritos de orgía
se apagan por grados… La noche comienza…
y el campo, cubierto de fango y destrozos,
se envuelve en tinieblas.

¿Qué fue de las aves, qué fue de las flores,
qué fue de la hermosa, fecunda pradera?…
Tras noche de horrores se ve como siempre
surgir la mañana brillante y serena.

Vistiendo ropajes de frescos matices
las ramas se cubren de brotes y yemas,
el campo renace luciendo sus galas,
sus galas eternas.

Tal es ¡oh misterio! la ley de la vida
que todo renueva,
que el viento y la nube son fuerzas que a un tiempo
destruyen y crean.

Mas ¡ay! que esa aurora transcurre cual otras,
la pálida tarde de nuevo se acerca
y exhala en el fango confusos gemidos
el alma doliente de flores ya muertas.

Vosotras que, erguidas, alzáis a los cielos
la frente serena
¿sabéis por ventura lo que es la existencia?

¡Ah! triste el destino que cupo a las flores
Felices las piedras,
felices las rocas que ignoran la vida
que sienten apenas.

También cual vosotras ufanas un día
pasamos las horas forjando quimeras;
mas ahora… ¿qué somos? despojos humildes
que abonan el surco que el germen sustenta.

Brotar de la nada, sentirse inmortales,
soñar unas horas… volver a la tierra…
¡Oh ley misteriosa! continua mudanza,
¿cuál es tu grandeza?

Si el íntimo anhelo, perfume del alma
que sube a la esfera,
no alcanza otra vida; si sólo es engaño,
si sólo es quimera,
¡maldita mil veces! ¡oh madre! ¡oh Natura!
¡maldita mil veces tu vana tarea!



Poema El Resentido de Alfredo Buxán



¿Qué bien echas en falta si respiras,
si cuelga en tu mirada la memoria
de aquel fuego?
No todos tuvieron
en las manos la dádiva del gozo
que dejaste escapar, torpe mortal,
a sabiendas de que una vez tan sólo
apoya su tibieza en nuestra puerta.

¿Qué desgracia te aturde si viviste?



Poema El Niño De La Noche de Miguel Hernandez



Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser… ¿Para qué?… Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado.



Poema Haces De Luz de Esther Giménez



Recuerdo que una vez te di un poema
con los ojitos prietos y asordado,
que aún no llegaba a ser, que era un poema
en estado embrionario.

Se haría de mayor un buen soneto.
Qué habría sido de él si a cada paso
torpe y atropellado, si al boceto
de cada simple hallazgo

no lo esperara un molde de sorpresa,
de asombro rescatado, tu crisol
tallando calabazas en calesa
como quien ve algo nuevo bajo el Sol.

Y al fin creció y se alzó de entre el tumulto;
se irguió luciendo altivo el capirote
de las maneras propias del adulto:
a ser sin ser y a hacer sin que se note.

Pero cuando la luz de la mesilla
-tu lámpara genial, tu falsa luna-
se apaga a largo trecho de la orilla
y vuelve El Coco raudo hacia la cuna,

le apremian veinte toques en el hombro:
¿por qué no das la luz de un nuevo asombro?



Poema 20 Poemas De Amor Y Una Canción Desesperada – Poema 13 de Pablo Neruda



Poema 13

He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.



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