Poema Tú Venías de Ana Inés Bonnin Armstrong



Tú venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venias soñando.
Y en tus ojos, despierta, venia la flor en su nieve.
Tantos pájaros eran contigo, que arpegios gozosos
imantaron la seca llanura, ¡y todo fue vuelo!
Fue en el aire canción de azucena tejiendo su encaje.
Fue una danza de luz en espigas fervientes, despacio.
Fue clamor de rocíos abiertos a grávidas lunas
que soñaban tu aurora imposible, tu ansiado rescoldo.
Pude verte, sin ti, junto al eco de aquella «fontana»,
tu «bendita ilusión» abrazándote ya sin huida.
¡Pude verte!
Qué umbral te retrajo de mí? ¡Qué desiertos
sobre el mundo mis ojos, poetas! Y, oí tu mirada.
La escuché, derrotando caminos, abriéndome cauces
donde ardía la gota de agua, minúscula, y firme,
donde todo, la tierra y el cielo, mi nombre y tu mano,
era, ¡y eran! por ser con ternura de rosa y de nieve.
Uno a uno se alzaron los nidos.
¡Uno a uno! ¡Qué amor en tus ojos, poeta, qué amor!
¡Cuántos pájaros eran volándote!

Y venías.
Sobre un mar infinito de lumbre venías soñando.



Poema Independencia de Mónica Albizúrez Gil



Estrangulada
entre dos tiempos
ella frente a la puerta
el cordón umbilical
revirtiéndose
impredecible vínculo femenino
atando fuertemente
como nunca antes



Poema Worth Street de José María Fonollosa



Un hombre muerto es nada. Sólo un bulto
pequeño, ahí tirado sobre el suelo.

Su incómoda postura en la calzada,
molesta de aquel peso tan inmóvil,
más bien causa aversión que no respeto.

No hay grandeza en la muerte de esos hombres
que mueren, o los matan, en la calle.



Poema Quédate de Aida Elena Parraga



como se quedan las estrellas
prendidas en la nada.
Quédate
como se queda el olor
de la hierba
sobre la piel de los que aman.
Quédate
como se queda la luz
del sol
en mis pupilas.
Quédate
como me quedo yo
cuando te marchas



Poema Los Montes Que El Pie Se Lavan de Luis De Gongora



Los montes que el pie se lavan
En los cristales del Tajo,
Cuando las frentes se miran
En los zafiros del cielo,
Tiranizados tenía
Un cerdoso animal fiero,
Terror del campo, y rüina
De venablos y de perros.
Buscándole errante un día
Se perdió un galán montero,
Segunda envidia de Marte,
Primer Adonis de Venus.
Escalando la montaña,
Y penetrando sus senos,
Le dejó la blanca Luna
Y le halló el luciente Febo.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!

La luz le ofreció una Ninfa,
Que en duda pone a los cerros,
A cuál se deban sus rayos,
Al Sol o a sus ojos bellos.
De tres arcos viene armada,
El uno contra los ciervos,
Contra los hombres los dos,
Blanco el uno, los dos negros.
De un cordón atraillado
Un diligente sabueso,
El viento solicitaba,
Y desafiaba al viento.
Apenas vio al joven, cuando
Las cumbres vence huyendo;
Él la sigue, ambos calzados,
Ella plumas y él deseos.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!

Flores le valió la fuga
Al fragoso, verde suelo,
Varias de color, y todas
Hijas de su pie ligero.
A las malezas perdona
Mal su fugitivo vuelo.
Ellas, sí, al coturno de oro
Engastes del cristal tierno.
«¡Oh, cobarde hermosura!
?Dice el garzón, sin asiento?
No huyas de un hombre más
Que sabes huir del tiempo.»
Volviendo los ojos ella
Por flecharle más el pecho,
De que le alcance aún su voz
Acusa al aire con ceño.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!



Poema Para Un Retrato De Don Juan De Acuña, Presidente De Castilla, Hijo Del Conde De Buendía de Luis De Gongora



Éste, que en traje le admiráis togado,
Claro, no a luces hoy de lisonjero
Pincel, sino de claro caballero,
Esplendor del Buendía que le ha dado;

Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:

Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:

Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.



Poema Nocturno A Rosario de Manuel Acuña



¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tu que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar…

VII

¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
Que dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no mas por ti.

IX

!Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza…
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!



Poema Aquí Viene Nazim Hikmet de Pablo Neruda



NAZIM, de las prisiones
recién salido,
me regaló su camisa bordada
con hilos de oro rojo
como su poesía.

Hilos de sangre turca
son sus versos,
fábulas verdaderas
con antigua inflexión, curvas o rectas,
como alfanjes o espadas,
sus clandestinos versos
hechos para enfrentarse
con todo el mediodía de la luz,
hoy son como las armas escondidas,
brillan bajo los pisos,
esperan en los pozos,
bajo la oscuridad impenetrable
de los ojos oscuros
de su pueblo.
De sus prisiones vino
a ser mi hermano
y recorrimos juntos
las nieves esteparias
y la noche encendida
con nuestras propias lámparas.

Aquí está su retrato
para que no se olvide su figura:

Es alto
como una torre
levantada en la paz de las praderas
y arriba
dos ventanas:
sus ojos
con la luz de Turquía.

Errantes
encontramos
la tierra firme bajo nuestros pies,
la tierra conquistada
por héroes y poetas,
las calles de Moscú, la luna llena
floreciendo en los muros,
las muchachas
que amamos,
el amor que adoramos,
la alegría,
nuestra única secta,
la esperanza total que compartimos,
y más que todo
una lucha
de pueblos
donde son una gota y otra gota,
gotas del mar humano,
sus versos y mis versos.

Pero
detrás de la alegría de Nazim
hay hechos,
hechos como maderos
o como fundaciones de edificios.

Años
de silencio y presidio.
Años
que no lograron
morder, comer, tragarse
su heroica juventud.

Me contaba
que por más de diez años
le dejaron
la luz de la bombilla eléctrica
toda la noche y hoy
olvida cada noche,
deja en la libertad
aún la luz encendida.
Su alegría
tiene raíces negras
hundidas en su patria
como flor de pantanos.
Por eso
cuando rie,
cuando ríe Nazim,
Nazim Hikmet,
no es como cuando ríes:
es más blanca su risa,
en él ríe la luna,
la estrella,
el vino,
la tierra que no muere,
todo el arroz saluda con su risa,
todo su pueblo canta por su boca.



Poema A Él de Gertrudis Gomez De Avellaneda



No existe lazo ya: todo está roto:
plúgole al cielo así: ¡bendito sea¡
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.

Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
¡nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido: el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano…
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.

De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.

Quísolo Dios y fue: ¡ gloria a su nombre!
Todo se terminó, recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre…
ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Cayó tu cetro, se embotó tu espada…
Mas, ¡ay!, cuán triste libertad respiro…
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada
y en honda y vasta soledad me miro.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.



Poema Salve! Patria Malinche de Julio Iraheta Santos



Septiembre me domestica
con sus tangas marciales
Tanto discurso azul
pero negro por dentro
como el luto de los enjambres
desde 1821
Tanta pastilla ruin
trampa de dormilonas
¡Oh! mi patria Malinche
sigues siendo la misma
Al conquistador le bailabas
con tu refajo recortado
Hoy lo haces
para tus nuevos opresores
Sólo un pelito te falta
para la Barra Show
Sin embargo te amo
y te invito a la cama
Globalicémonos para adentro
Es mejor que enloquezcas
con tu muñeco de Ilobasco
Amén

18-9-2002

(Inédito)



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