Poema El Mar Que Me Circunda de Juana Rosa Pita
Soy isla peregrina
y para circundarme
mi mar se ha convertido en disidente.
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Soy isla peregrina
y para circundarme
mi mar se ha convertido en disidente.
Pon tus grandes amores
(como Abraham a su hijo
aquella cabizbaja madrugada)
en el altar que te señale el sueño
Y si por un milagro sobreviven
será
transfigurados por el rito en fuerza germinal:
para lanzarse
a poblar el desierto
¿Desde cuándo la lluvia no me daba alegría?
¿Desde qué época lejana de juegos,
carpas blancas y prendas extraviadas?
Hoy durante el desayuno comenzó
a llover más allá de los cristales
y sentí una sonrisa diluirse
en mí al contemplarla.
Tú y yo en la noche, el puerto de La Habana:
el tejido sutil y nebuloso
que anidas en mis labios cautivándolos
será el feliz culpable de que hoy
recobre la belleza de la lluvia.
La música vuelve a ser luz, y la poesía
sentido inefable. La sencillez es lo último:
no se puede empezar por el final.
Chopin
1
Si has tenido la audacia
de visitarme en sueños,
tu presencia será sin fin.
2
La luna se alimenta
de los tiempos perdidos:
compases entre vida y muerte.
3
Padre nuestro que estás
en el silencio, danos hoy
la melodía nuestra.
4
La página se enciende
sin haber yo tocado
ni color ni instrumento.
5
La danza de las horas
cultivo. Quien escucha
cosecha la armonía.
6
Sin escribir libreto,
la música consigue que la vida
reconozca su esencia.
7
La bitonalidad, un sueño
endémico en el mundo:
el mundo es atonal.
8
En la disonancia del siglo
prolifera el milagro
de un acorde feliz.
9
El Dador de alisios y céfiros
no se hace de rogar
por un encore de gracia.
10
Dijo el piano a la mano
fugitiva: Abandónate
y mis secretos cantaré.
11
Partiste antes de haber
nacido. He ahí la orfandad
de cuando estoy despierta.
12
Nueva lección de enarmonía:
en la vida, presencia
suena igual que en la muerte.
¡Oh lino, madura, que quiero tejer
sábanas del lecho donde dormirá
mi amante, que pronto, pronto tornará
(Con la primavera tiene que volver.)
¡Oh rosa, tu prieto capullo despliega!
Has de ser el pomo que arome su estancia.
Concentra colores, recoge fragancia,
dilata tus poros, que mi amante llega.
Trabaré con grillo de oro sus piernas,
cadenas livianas del más limpio acero,
encargué con prisa, con prisa al herrero
Amor, que las hace brillantes y eternas.
Y sembré amapolas en toda la huerta.
¡Que nunca recuerde caminos ni sendas!
Fatiga: en sus nervios aprieta tus vendas.
Molicie: sé el perro que guarde la puerta.
¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.
Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo),
es por la fatiga de la loca risa
que en todos mis nervios su sopor desliza.
¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma,
pues como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?
¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto…
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste…
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
Mi padre y yo dormimos
en la era, y la paja
nos es lecho de estrellas. Se sienten
las culebras cruzar toda la noche
los haces de cebada, y ratas como gatos
nos roban en el trigo. Me estremezco
y no grito, porque mi padre ronca
bebiéndose la luna, y en el aire
cantan grillos de arena.
Ella no es Pomona. Ni, como las Danaides,
una daga dorada oculta entre los senos.
Ella no es Calíope, aunque sea la voz y la belleza.
Y aunque, como las Náyades, ame fuentes y bosques,
no es Estigia, ni Dafne,
ni es la bella Afrodita
ni el sueño de los héroes.
Pero Ella ha nacido.
Como ananás fragante, se levanta
ungida de romero,
como custodia viva, derramando
cuatro copas dulcísimas:
Abrazo de la tierra,
música del aire,
luz violenta del fuego
y el almíbar del agua.
Ya no habrá nunca noche, porque Ella
se ha manifestado
con sus cuatro trompetas y su gloria.
Y así es la gran nueva, la alegría:
Porque Ella ha nacido
y esta es la señal, aleluya.
Que su gracia
sea con todos vosotros, aleluya.
De Narcisia, Barcelona 1986
¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda…;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!