Poema Primera Carta A Fabián de Justo Braga



Me has escrito Fabián esta mañana
preguntando por los viejos camaradas.
Yo te he dicho,
viejo colega,
que nada sé del Pigarra,
ya sabes,
el pope del partido.
Mis hijos,
sobre todo el mayor,
se parte de risa
con estas batallitas.
Ya sabes que soy de pocas palabras.
Tengo,
eso sí,
cierta retranca,
cuando hablo del pesoe.

Nada sé de Lydia,
La maligna.
Sé que estaba dolida contigo
y conmigo
y con todos.
Bien conoces su disgusto por los versos
que escribimos en el wáter
hablando de sus tetas.

Pedro está en Bosnia
con la boina de sargento de paracas.

Yolanda es banquera
o bancaria,
no sé muy bien cómo se dice. Gana una pasta.

Santi está en Dinamarca.
Es diputado de la extrema derecha.
Y a mí,
ya ves,
eso me hace gracia.

De Amanda nada te cuento.
Sólo te diré que se casó con Horacio,
el quiosquero,
y no he vuelto a verle el pelo
de su pubis
-el de Amanda me refiero-.

Ahora he vuelto a Misa
como en los viejos tiempos.
Comulgo casi a diario
y me confieso
pecador
de mis pecados.

Me han nombrado presidente
de escalera. Por algo se empieza.
Tengo,
tú bien lo sabes,
afán por superarme
y estoy estudiando esperanto. Nunca se sabe.

Acabo de comprarme
una escopeta de caza
y un pantano abrupto en las afueras
de mi barrio.
Cualquier día me mato. No sé.
Lo estoy pensando.



Poema El Tirano de Justo Braga



Levanta el hacha este tirano.
Esdrújulo, mandril y fiero.
Frunce el ceño
y como una rata,
se esconde antes de ir al matadero.
Con saña y arte de carnicero
asesina al alba,
a quien llama Rosa ?triste-vuelo.
A quien despierta a deshora ,
atruena y mata.

Este orangután despechado
lleva por armamento sus garras,
se inspira en el terror
y no se asusta por nada.

Hunde su diabólica energía
como si de un escarabajo se tratara.
Luego se acojona.



Poema Tercer Regreso de Julio Torres Recinos



Agónico fuego de la tarde,
triste, sediento;
camino despedazado,
viento de luna,
nocturno pájaro tenue,
obelisco de lo fugaz,
filosa piedra de rápido golpe.

Aquí estoy.

He llegado hendiendo
el silencio de estas calles,
horadando con mi sombra
cada pecho de aquellos hombres
ya idos.

He emergido sin saber el momento,
-musgo olvidado-
sucumbiendo ante la estricta
medida del dolor y la nostalgia,
perdiendo batallas,
escapando a mis manos,
derribando tiempos
hasta llegar a ti,
espuma de soledades,
y gritar desde mi subterráneo silencio
que no hubo nunca un adiós,
que mis manos no conocieron nunca
el vuelo de una despedida.



Poema Entonces No Sé Qué Decir de Julio Torres Recinos



Voy por las calles,
me sacudo llantos de la piel,
me desprendo los últimos muertos que no quisieron morir.
Voy como alma en pena,
como un rayo sin trueno,
escapándome de la vida,
buscando un lugar donde morir.

No es la soledad,
no es esta triste muerte,
no es el recuerdo de mi pequeño hijo.
Es esta huerez debajo de mis ropas,
es el seco sonido de cada golpe,
es la miseria y el asco detrás de cada oficina,
es la T. V. y la Magazine y su Daily Report,
es la carencia en mis huesos,
es la sensación de haberme ido
sin haber dado el abrazo,
sin haber visto con ojos precisos.
Es la idea de haber olvidado
algo en una casa, en cualquier lugar.

Entonces no sé qué decir.
Cuando araña en la memoria
la lenta sonrisa de algún muerto,
cuando me pregunto cuánto cuesta tu muerte y la mía,
cuando sé que no hay muerte más perversa.

Entonces hay que ser payaso o enemigo,
no van conmigo los equívocos,
y decir la palabra Patria
con sus suelos húmedos y el alquiler por pagar,
y ser un Héctor o el de la Mancha.

Entonces no sé qué decir.



Poema Rusia de Julio Martínez Mesanza



Me puse a divagar y pensé en Rusia;
también pensé que el alma es como Rusia
y que son sus fronteras las de Rusia,
amenazadas por las mismas hordas.
Después pensé en un carro de combate
que avanza por la estepa día y noche
dejando sus rodadas infinitas
en los fangales del primer deshielo.
Por su torreta asoma la figura
de un hidalgo espectral y delirante
que a grandes voces desafía al mundo
y pide a Dios la salvación del diablo.



Poema Heráldica de Julio Martínez Mesanza



Y mi alma puede ser un descampado
en el que quedan restos de unas casas
humildes junto a montes de basura.
Cuando cae la tarde, un jorobado
y un perro asustadizo y diminuto
vienen de no se sabe dónde y vagan
por sus valles umbríos y apacibles.



Poema Rencores de Julio Llinás



País,

¿quién es feroz

sino tu niño acurrucado

en la pureza del desierto?

País, ¿quién ha quemado

tu carne de luz negra,

quién es el príncipe en tu fiesta

de rencores podridos por el sol?

Yegua sagrada

de los grandes vientos,

sé bondadosa y terrible,

¡oh roja! ¡oh despedázanos

y sangra

como una fuente de inocencia

a cada lado de un pueblo

y su miseria.



Poema Delicias de Julio Llinás



Escapaba hacia los grandes templos,

catedrales del Gin,

santuarios del comercio la política,

puentes y cárceles, delicias.

Y el astillero sagrado

de la Ciencia.

Abandonaba

algunas plantas amistosas

y una morada invisible.

Amaba el brillo de esas fieras

que se descubren en el canto

y que son dueñas de la guerra.

Caía,

como los reyes en el trópico

en un tornado indescriptible.



Poema Un Andén de Julio Leite



Un andén
labios,
manos que vuelan,
sale el tren
ojitos brillan…
Luego la distancia
es una paralela
que deja a los costados
agrestes caseríos.
Al fondo queda
una parte de estrella…
Los dos lloramos luz
la misma luz.



Poema Marina de Julio Leite



Madre,
tu gran ojo
de cíclope gatuno
me incita
a abrazarte
con su guiño
de pestañas albinas.



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