Poema Cuando Pitos Flautas de Luis De Gongora



Da bienes Fortuna
que no están escritos:
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

¡Cuán diversas sendas
Se suelen seguir
En el repartir
Honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
A otros sambenitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

A veces despoja
De choza y apero
Al mayor cabrero,
Y a quien se le antoja;
La cabra más coja
Pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.

Porque en una aldea
Un pobre mancebo
Hurtó sólo un huevo,
Al sol bambolea,
Y otro se pasea
Con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.



Poema Aquí Entre La Verde Juncia de Luis De Gongora



Aquí entre la verde juncia
Quiero (como el blanco cisne
Que envuelto en dulce armonía,
La dulce vida despide)

Despedir mi vida amarga
Envuelta en endechas tristes,
Y querellarme de aquélla
Tan hermosa como libre.

Descanse entre tanto el arco
De la cuerda que le aflige,
Y pendiente de sus ramos
Orne esta planta de Alcides,

Mientras yo a la tortolilla
Que sobre aquel olmo gime,
Le hurto todo el silencio
Que para sus quejas pide.

Bellísima cazadora,
Más fiera que las que sigues
Por los bosques cruel verdugo
De mis años infelices:

Tan grandes son tus extremos
De hermosa y de terrible,
Que están los montes en duda
Si eres diosa o si eres tigre.

Préciaste de tan soberbia
Contra quien es tan humilde
Que, considerados bien,
Todos los monteros dicen

Que los dos nos parecemos
Al roble que más resiste
Los soplos del viento airado:
Tú en ser dura, yo en ser firme.

En esto sólo eres roble,
Y en lo demás flaca mimbre,
No sólo a los recios vientos,
Mas a los aires sutiles.

Ya no persigues, cruel,
Después que a mí me persigues,
A los ciervos voladores
Ni a los fieros jabalíes.

Ni de tu dichoso albergue
Las nobles paredes visten
Los despojos de las fieras
Que, como a mí, muerte diste.

No porque no gustes de ello,
Sino porque no te obligue
El encontrarme en la caza
A que siquiera me mires.

Los monteros te suspiran
Por todos estos confines,
Y el mismo monte se agravia
De que tus pies no le pisen,

Por el rastro que dejaban
De rosas y de jazmines,
Tanto que eran a sus campos
Tus dos plantas dos abriles.

Haz tu gusto, que yo quiero
Dejar (pues de ello te sirves)
El espíritu cansado
Que mis flacos miembros rige.

Conseguiremos en esto
Ambos a dos nuestros fines:
Tú el de cruel en dejarme,
Yo el de leal en morirme.

Tú, rey de los otros ríos,
Que de las sierras sublimes
De Segura al Oceano
El fértil terreno mides,

Pues en tu dichoso seno
Tantas lágrimas recibes
De mis ojos, que en el mar
Entran dos Guadalquivires,

Ruégote que su crueldad
Y mi firmeza publiques
Por todo el húmedo reino
De la gran madre de Aquiles,

Porque no sólo en las selvas,
Mas los que en las aguas viven
Conozcan quién es Daliso
Y quién es la ingrata Nise.



Poema Al Tramontar Del Sol de Luis De Gongora



Al tramontar del Sol, la ninfa mía,
De flores despojando el verde llano,
Cuantas troncaba la hermosa mano,
Tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale el viento que corría
El oro fino con error galano,
Cual verde hoja de álamo lozano
Se mueve al rojo despuntar del día.

Mas luego que ciñó sus sienes bellas
De los varios despojos de su falda
(Término puesto al oro y a la nieve),

Juraré que lució más su guirnalda
Con ser de flores, la otra ser de estrellas,
Que la que ilustra el cielo en luces nueve.



Poema Al Nacimiento De Cristo Nuestro Señor de Luis De Gongora



Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

Cuando el silencio tenía
Todas las cosas del suelo,
Y, coronada del yelo,
Reinaba la noche fría,
En medio la monarquía
De tiniebla tan cruel,

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

De un solo Clavel ceñida,
La Virgen, Aurora bella,
Al mundo se lo dio, y ella
Quedó cual antes florida;
A la púrpura caída
Solo fue el heno fïel.

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!

El heno, pues, que fue dino,
A pesar de tantas nieves,
De ver en sus brazos leves
Este rosicler divino
Para su lecho fue lino,
Oro para su dosel.

Caído se le ha un Clavel
Hoy a la Aurora del seno:
¡Qué glorioso que está el heno,
Porque ha caído sobre él!



Poema Al Llanto Y Suspiros De Una Dama de Luis De Gongora



Cual parece al romper de la mañana
Aljófar blanco sobre frescas rosas,
O cual por manos hecha, artificiosas,
Bordadura de perlas sobre grana,

Tales de mi pastora soberana
Parecían las lágrimas hermosas
Sobre las dos mejillas milagrosas,
De quien mezcladas leche y sangre mana.

Lanzando a vueltas de su tierno llanto
Un ardiente suspiro de su pecho,
Tal que el más duro canto enterneciera,

Si enternecer bastara un duro canto,
Mirad qué habrá con un corazón hecho,
Que al llanto y al suspiro fue de cera.



Poema Acredita La Esperanza Con Historias Sagradas de Luis De Gongora



Cuantos forjare más hierros el hado
A mi esperanza, tantos oprimido
Arrastraré cantando, y su rüido
Instrumento a mi voz será acordado.

Joven mal de la invidia perdonado,
De la cadena tarde redimido,
De quien por no adorarle fue vendido,
Por haberle vendido fue adorado.

¿Qué piedra se le opuso al soberano
Poder, calificada aun de real sello,
Que el remedio frustrase del que espera?

Conducido alimenta, de un cabello,
Uno a otro profeta. Nunca en vano
Fue el esperar, aun entre tanta fiera.



Poema A Un Tiempo Dejaba El Sol de Luis De Gongora



A un tiempo dejaba el Sol
Los colchones de las ondas,
Y el orinal de mi alma
La vasera de su choza;

Él porque tres veces quiere
En las tres lucientes bolas
De la torre de Marruecos
Ver su caraza redonda;

Y ella porque sus corderos,
En tanto que el Alba llora,
Se longanicen las tripas
De esmeraldas y de aljófar,

A cuenta de los poetas
Que baratan estas joyas
Entre los que en avellanas
Les pagan a «qué quiés, boca».

De luz, pues, y de ganado
Se cubre la vega toda,
Y el aire de la armonía
Que despide una zampoña,

Profundamente tañida
De un cuitado que la sopla,
Quizá tan profundamente
Que no hay Judas que la oya.

Guarda el pobre unas ovejas,
Si el que se las deja solas
Las guarda, y a sus rediles
No las vuelve, o vuelve pocas;

Culpa de un Dios que, aunque ciego,
Clava una saeta en otra,
Y calienta, aunque desnudo,
El muro helado de Troya

(Cuando criminante y bella
Salió ministrando aljófar),
Del sacro Betis la Ninfa
Que vio España más hermosa;

Tan celada de su padre,
Que el lado aún no le perdona,
Y si hay sombras de cristal,
La Ninfa se ha vuelto sombra.

Viola en las selvas un día
En una virginal tropa
De secuaces de Diana,
Saeteando una corza.

Nunca la viera el cuitado,
Y no dejara en mal hora
Por el campo su hacienda,
Por el río su memoria.

Desde entonces los carneros
Van perdiendo sus esposas,
Y de lanas de bayeta
Les va el lobo haciendo lobas.

Río abajo, río arriba,
Pasos gasta, viento compra,
Que se venden por suspiros
Y valen misericordia.

Tantos días, tantas veces
Oyó su voz lagrimoso
El río desde su urna,
Que un día sacó la cholla,

Y le halló entre unos carrizos
Ventoseando unas coplas,
En favor a lo que dicen
De su húmida señora,

Que lo oía entre unos sauces
Haciendo desdén y pompa
Del pastor y de sus versos,
Zahareña y gloriosa.

De las plumas de una mimbre
Cortó el viejo dos garzotas,
Y en el envés de la Ninfa
Me las desnudó de hojas.

Cansado, pues, el pastor
De invocar piedad tan sorda,
De mi bella pastorcilla
El dulce favor implora.

Un rato le ruega humilde
Que su lira sonorosa
Al aire haga y al río
Cualque suave lisonja.

Condescendió con sus ruegos
Cloris, y luego a la hora
yerba y flores a porfía
le tejieron una alfombra.

Pulsó las templadas cuerdas,
y al punto el cielo se escombra,
el aire se purifica,
la ribera se convoca.

Las Ninfas que de aquel soto
los muchos árboles honran,
vistiéndose miembros bellos
desnudan cortezas toscas.

A un verde arrayán florido
Se casaron dos palomas,
Blancas señas de que el aire
La madre de Amor corona.

Un dulce lascivo enjambre
De hijuelos de la Diosa,
Vertiendo nubes de flores
Jazmines llueven y rosas.

Sofrenó el Sol sus caballos
Para oír a mi pastora,
Tanto, que besó algún signo
Las caderas luminosas;

Y fue tal la sofrenada,
Que con las lucientes colas
Ensuciaron y aun barrieron
Dos tachones de la zona.

Su verde cabello el Betis
Descubrió, y su barba undosa,
Y el húmido cuerpo luego
Vestido de juncos y ovas.

La hija aguarda que el padre
Todo el campo reconozca,
Y a las detenidas aguas
fla luego la persona.

Salió de espumas vestida,
y por lo que es vergonzosa,
calzada una celosía
de caracoles y conchas.

¡Oh, lo que diera el pastor
por ser aquel día babosa
de algún caracol de aquellos!…
Mas quédese aquí esta historia.



Poema A Los Celos de Luis De Gongora



¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
O al reino (si allá cabes) del espanto;

Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
Que comes de ti mesmo y no te acabas,
Mayor debes de ser que el mismo infierno.



Poema A Fray Esteban Izquierdo, Fraile Francisco, En Agradecimiento De Una Bota De Agua De Azahar Y Unas Pasas de Luis De Gongora



La Aurora de azahares coronada,
Sus lágrimas partió con vuestra bota,
Ni de las peregrinaciones rota,
Ni de sus conductores esquilmada.

De sus risueños ojos desatada,
Fragrante perla cada breve gota,
Por seráfica abeja fue devota,
A bota peregrina trasladada.

Uvas os debe Clío, mas ceciales;
Mínimas en el hábito, mas pasas,
A pesar del perífrasis absurdo.

Las manos de Alejandro hacéis escasas,
Segunda la capilla del de Ales
Izquierdo Esteban, si no Esteban zurdo.



Poema A Don Fray Pedro González De Mendoza Y Silva, Electo Arzobispo De Granada Muy Mozo de Luis De Gongora



Consagróse el seráfico Mendoza,
Gran dueño mío, y con invidia deja
Al bordón flaco, a la capilla vieja,
Báculo tan galán, mitra tan moza.

Pastor que una Granada es vuestra choza,
Y cada grano suyo vuestra oveja,
Pues cada lengua acusa, cada oreja,
La sal que busca, el silbo que no goza,

Sílbelas desde allá vuestro apellido,
Y al Genil, que esperándoos peina nieve,
No frustéis más sus dulces esperanzas;

Que sobre el margen, para vos florido,
Al son alternan del cristal que mueve
Sus ninfas coros, y sus faunos, danzas.



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