Poema Amedeo Modigliani En La Bruma de Mario Noel Rodríguez



El pintor hacía el amor con ocho espejos,
no veía cuando el alma se le iba.
Mirándose demasiado por dentro enfrentaba al cuerpo amado,
a esa verdad de paisajes pintados por la noche.
Y el abismo lo asedió sin descanso,
no hubo vino que no llevara sismo,
hachís que no alimentara sus telas,
cama que no apestara a hospital.
Amedeo embrumado,
por las tardes lloraba hasta la resequedad
presintiendo que un poema sería quien cerrara sus ojos a la noche.



Poema Sinfonía Negra de Mario Meléndez



Eva colgaba sus muertos de la ventana
para que el aire lamiera los rostros
preñados de cicatrices
Ella miraba esos rostros y sonreía
mientras el viento empujaba sus senos
hacia la noche agusanada
Una orgía de aromas sacudía el silencio
donde ella se deseaba a sí misma
y entre suspiros y adioses
un grillo ciego desmalezaba
sus antiguos violines
Nadie se acercaba a Eva
cuando daba de mamar a sus muertos
la cólera y el frío
se disputaban su adolescencia
el orgasmo daba paso al horror
el deseo a la sangre
y pequeñas criaturas violentas
despegaban de su vientre
poblando los amaneceres
de luto y de pesadillas
Luego
cuando todo quedaba en calma
y las sombras por fin
regresaban a su origen
Eva guardaba sus muertos
besándolos en la boca
y dormía desnuda sobre ellos
hasta la próxima luna llena



Poema Precauciones De Última Hora de Mario Meléndez



Debo cuidarme de los gusanos
cuando me entierren
lo más seguro
es que hablen mal de mí
que escupan sobre mis poemas
y orinen las flores frescas
que adornarán mi tumba
llegado sea el caso
que hasta devoren mis huesos
me arranquen los intestinos
o en el colmo de la injusticia
se roben mi diente de oro
y todo esto porque en vida
jamás escribí sobre ellos



Poema La Última Cena de Mario Meléndez



Y el gusano mordió mi cuerpo
y dando gracias
lo repartió entre los suyos diciendo
«Hermanos
este es el cuerpo de un poeta
tomad y comed todos de él
pero hacedlo con respeto
cuidad de no dañar sus cabellos
o sus ojos o sus labios
los guardaremos como reliquia
y cobraremos entrada por verlos»

Mientras esto ocurría
algunos arreglaban las flores
otros medían la hondura de la fosa
y los más osados insultaban a los deudos
o simplemente dormían a la sombra de un espino

Pero una vez acabado el banquete
el mismo gusano tomó mi sangre
y dando gracias también
la repartió entre los suyos diciendo
«Hermanos
esta es la sangre de un poeta
sangre que será entregada a vosotros
para el regocijo de vuestras almas
bebamos todos hasta caer borrachos
y recuerden
el último en quedar de pie
reunirá los restos del difunto»

Y el último en quedar de pie
no solamente reunió los restos del difunto
los ojos, los labios, los cabellos
y una parte apreciable del estómago
y los muslos que no fueron devorados
junto con las ropas
y uno que otro objeto de valor
sino que además escribió con sangre
con la misma sangre derramada
escribió sobre la lápida
«Aquí yace Mario Meléndez
un poeta
las palabras no vinieron a despedirlo
desde ahora los gusanos hablaremos por él»



Poema El Mago De La Soledad de Mario Meléndez



Las palabras
se recuestan en mi cama
a escuchar
la extraña historia de esa niña
que sacaba agua de sus pechos
para bañar a sus muñecas
Una vez terminado mi relato
y visiblemente afectadas
me confiesan en voz baja
que es el cuento más hermoso
jamás descrito
pero no una razón suficiente
para haberlas reunido
?La razón es lo de menos?
les respondo
?Sólo soñaba con verlas
recostadas en mi cama?



Poema A Todos Los Que Al Mirar… de Marina Romero



A todos los que al mirar
véis algo,
os saludo.
A todos los que al nacer
lleváis yerba buena en la boca
os saludo.
Y a los que os dejásteis
la hiel
en la tórtola,
la carne
en la garra del buitre,
el musgo
en el hueco del árbol,
y la moneda
en el bolsillo ajeno
os saludo.

Bienvenidos
a este valle de lágrimas.

Y cuidad que la sal
no os amargue
alguna noche,
y para siempre,
los labios.



Poema Vilano de Marilina Rebora



¡Panadero con pan! ¡Panadero sin pan!,
alborozados niños exclaman. ¡Y que vuelva!,
al tiempo que hacia el aire con infantil afán
resoplan el vilano para que se disuelva.

Otros, junto a la arcada entre patio y zaguán,
constreñida en follaje una fragante selva,
quebrando unos cabillos para deleite están:
han de beber en néctar la dulce madreselva.

Mientras, niñas mayores, los jazmines del cielo
desmenuzan, prolijas, desuniendo las flores
para obtener el vástago de glutinoso pelo;
luego, entornan los ojos, por un instante, quietas,
los pegan a sus párpados ?pestañas de colores?,
y, pequeñas mujeres, se pasean coquetas.



Poema Quiero Pintar La Luna de Marilina Rebora



Madre, ¿puedo pintar la luna de escarlata?
¿O con vestido rosa, orlado de violeta?
¡Pues, noche a noche, sale insulsa y timorata,
sin nada de color que la avive, coqueta!

¿Por qué será la luna, siempre luna de plata,
camafeo de hielo, el pálido planeta,
la doncella de nieve a la que se retrata
en blanco, si pintor, o argento, si poeta?

Quisiera iluminarla con cálido amaranto,
encendidos reflejos carmín o solferino,
inventarla morena, con luminoso manto,

y no alba y exangüe, con veste de platino.
¡Quiero pintar la luna de tono colorado,
en creciente o menguante, de cara y de costado!



Poema No Le Digas A Cristo de Marilina Rebora



No le digas a Cristo:
?He de ir, mas espera.
Me falta, todavía, algo que me he propuesto;
el mundo me reclama, complacerle quisiera.
Ten paciencia, he de ir. Un poco y ya me apresto.

No le digas a Cristo:
?He de ir, aunque espera
solamente a que acabe lo que tengo dispuesto;
me conoces devota y me sabes sincera.
He de ir. Sí; después que termine con esto.

No le digas a Cristo:
?Espera, o bien: ?Aguarda.
¿Hay algo más urgente que Sus pasos seguir?
¿No es, El mismo, la fuerza que te conforta hoy?
(¡Pobre alma confundida! Sabiendo que retarda
el encuentro con El ?tan sólo por vivir?,
decirle que se espere en lugar de ¡Ya voy!)



Poema La Nubecita de Marilina Rebora



Llévame nubecita a lo alto contigo
y cúbreme amorosa con tu cendal de gasa;
que tu orla de tul me sirva, leve abrigo,
para que no me falte el amor de la casa.

Llévame tú que eres, de mis ansias testigo,
ceniciento vigía, fino polvo de brasa,
incansable viajera detrás de mi postigo;
llévame pero pronto, que tu momento pasa.

No me llames poeta; sea a la hermana rosa,
encendida de fuego, áureo halo de oro;
o a la blanca, a la blanca de perfiles de hielo

que entre albos pompones, toda nieve reposa.
No me llames poeta que tus anhelos lloro,
que soy ?como el amor fugaz? sombra en el cielo.



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