Poema Siempre Salgo de Marosa Di Giorgio



Nos encontramos en el manzano. Era una noche cerrada, oscura. Me dijo: ¿Paseas?
Contesté: Siempre salgo.
El dijo: Yo, también, siempre salgo.
Pero, en ese momento, irrumpió la luna. Con todos sus tules. Y una llaga, como si hubiese sido violada dentro del traje de novia.
? ¿Qué tiene la luna?
? No sé.
A la enorme luz, se vio que yo estaba absolutamente desnuda; sólo con las trenzas múltiples, larguísimas.
El traje de él era augusto y deslumbrante.
Como el de un guerrero.
Como el de un clavel.

Publicado en la Revista Insomnia, 19/5/2000



Poema Está En Llamas El Jardín Natal (fragmentos) de Marosa Di Giorgio



1

Fui desde mi casa, a la casa de los abuelos, desde la chacra de mis padres a la chacra de los abuelos. Era una tarde gris, pero, suave, alegre. Como lo hacían las niñas de entonces, me disfracé para pasar desapercibida, me puse mi máscara de conejo, y así anduve entre los viejos peones y los nuevos peones, saltando crucé el prado y llegué a la antigua casa. Recorrí las habitaciones. Todos estaban felices. Era el cumpleaños de alguien. Por los cuatro lados habían puesto jarritas de almíbar y postales. En medio de la mesa, una exquisita ave, un muerto delicioso, rodeado de lucccillas. El abuelo que siempre estaba serio, esta vez se sonreía y se reía; y antes de que bajase la tarde, me dijo que fuera con él al jardín, y que iba a mostrarme algo. Ya allá arrojó al aire una moneda; yo la vi rebrillar, al caer se volvió un caramelo, del que, enseguida, salió una vara larga y florida como un gladiolo, a cuya sombra yo me erguí, y que creció aún más, después, y duró por varias semanas.
Yo soy de aquel tiempo,
los años dulces de la Magia.

3

Una tarde en que llovía misteriosamente sobre las cosas, y andaban por el jardín los cangrejos con su piel patética, y los hongos venenosos echaban un humo gris, y habían venido las vecinas, al través de las plantas todo mojadas, de los tártagos de ásperos perfumes, a visitar a mi madre, y estaban, de pie, riéndose, cada una con una langosta en el hombro, verde, brillante, recién caída del cielo, un caracol de azúcar; pero, sin darse cuenta de nada, se reían, y mi madre les contestaba riendo. Las vecinas con sus altas coronas de piedras de agua, parecían unas reinas salidas de la laguna, de lo hondo del pastizal.
Y yo, sin rumbo, allí, avanzaba, retrocedía, iba hasta la casa, salía, mirando pasar la lluvia, las nubes, la historia del jardín.

9

Una noche desperté sentada en el lecho, helada, en esa casa donde me habían abandonado hacía tanto tiempo. Y él, ya estaba entrando, por tres ventanas, a la vez, su triple presencia; le vi el mantón como una cauda, un ala, un rostro desierto. Mi pequeña faz se congeló. Pensé en conjurarlo de algún modo, exorcisarlo; tal vez, algún efluvio de la infancia le detuviese, un grito, pensé en recuerdos, platos blancos, sábanas blancas, oréganos, violetas. Tal vez, pudiese fingir que era más grande y desafiarlo. Pero, él estaba allí, erguido, como tres caballos. Inmóvil, e impaciente; en sus tres lugares.

10

A veces, cuando el verano se volvía demasiado intenso ?era todavía una niña, en la edad del huerto?, armábamos los lechos, fuera; entonces, todo parecía tan extraño. Mis familiares volaban un poco; pero, luego, se adormecían; yo quedaba escudriñando el cielo; por entre las estrellas, las antiguas naves seguían su lid. O me sobresaltaba el galope de un caballo a lo lejos, muy a lo lejos, el ladrido de los perros, en un lugar sin nombre, su eterno canto. Y estaban la hierba salvaje, el orégano, la violeta, la gallina blanca que pone un huevo negro, tal vez, desde allí ?quizá? saldría un perrito, una criatura humana; un viejo pariente podría resucitar de allí.
Pero, más allá del hechizo familiar, todo se cumplía otra vez, la noche era infinita y azul y las naves partían. A la guerra de Troya.

11

El zapallo estaba allá, pesado, quieto. Parecía una luna antigua y perfumada. El mismo de cien años antes y el nacido ayer. Las luciérnagas, rompían a cada segundo el aire inmortal.
Salía humo de las dos casas. De la de él, con picos rojos; de la mía, con torres negras. Era la hora de los panes y de la lámpara. A veces, nos huíamos de nuestros padres ?él y yo? y tomados de las manos íbamos al través del aire oscuro hacia el pie del huerto, a besarnos levemente, arriba de los labios.
El zapallo estaba allí, dormido a todo; pero, al vernos, daba un salto.



Poema Séquito de Marlon Meza Teni



Somos un recipiente de comparsa
comitiva, venenos, inseguridades,
posesiones, recorridos, tradiciones,
traiciones y todos tenemos:

Un carnicero que nos tijeretea
el largo ombligo que nos une al
egoismo de la vida

Un olor a tabaco al que llamamos padre

Una maestra que dicen nos adiestra

Un perro que nos ladra y se nos presta

Un oficial que nos apunta de por vida
y un ángel guardian que lo disuade

Un político que agranda nuestras ignorancias
y un espejo empachado de arrogancias

Un negro, un indio a quien odiar
y un gringo que nos menosprecia igual

tenemos
un niño para ver en el reflejo de sus ojos a nuestra vejez
y un viejo para lamentar que el tiempo no vuela al revés

dioses funcionarios que archivan nuestras oraciones
admirando con el tiempo nuestras destrucciones
tenemos
a un pobre que nos vuelve ricos
y a un rico que no suelta un perico

un comerciante que madruga sus recados
y una iglesia que nos compra y vende los pecados

un idiota que aplaude nuestras excentricidades
mientras que un espejo nos ahorra las desigualdades

tenemos
a un desamparado que ve en nosotros a un profeta
sin las suciedades de consumo que nos comprometan

un reflejo póstumo en algún lago
y un mar al que ensuciamos con nuestra mirada

Un ciego que nos hace ver el mundo
y otro que nos lleva de la mano

tenemos
muchos seres para enterrar
y pocos hombros para ser llevados

muchos seres para odiar
y pocos para ser amados

tenemos viceversas
y siempre vamos para un mismo lado

médicos para morirnos cada hueso un día más
y media humanidad soñando con la paz

animales indefensos para exorcisar las cobardías
traficantes de egoismos inaugurando cofradías
un loro que nos remeda
un hijo que nos iguala
un cura que nos absuelve
un amante que nos ignora

panaderos sudando sobre nuestro pan
y justas religiones para odiar a un musulmán

herreros para soldarnos cárceles
desamparados para llenar hoteles

una vaca para pasarla a tabla
aunque mamando hayamos aprendido de ella el habla

una televisión con ideas cancerígenas
una radio depresiva

un tocadiscos donde se parqueó la moda
y algunas revistas viejas con raíces

Un jefe que nos ordeña

Un estado que nos ofende

Un ministro de descaros
y semáforos sin colores

dentistas para asesinar el habla
y mecánicos para enfermarnos el andar

asaltantes que nos roban con modales
y otros que nos pegan sin robar

un artista que adivina en nosotros a una obra de arte
y un pariente que quisiera que estuvieramos en marte

Abogados vaqueros buscando errores
para disculpar delitos en el nombre de la ley

Jueces con sotana
que condenan si les dá la gana

casualmente
una mujer nos sonríe ahí en la esquina
y la mano de una niña se nos tiende
herida en un supermercado de morfina

pero no dejamos de tener también:

un auto para demostrar nuestro valor social
y gobiernos para proteger al criminal

democracias agarradas por el cuello
que sin gracia han regalado hasta el resuello

Gentes que protestan sin criterios
heroes que dan prestigio a un cementerio

Tenemos un enmascarado de moda que comercia con sus dueños
y a veces muchos sueños que seguido alguien nos poda

dictadores de mala muerte
sudando salud, oprobio y hasta demasiada suerte

Militares que quisieran sindicatos
para cobrar la causa de los malos tratos

Tenemos la esperanza de fortunas
extraviadas en algún lugar

el instinto del Tener
y la cobardía del no Ser

tenemos
una mujer a la que ofendemos
y una mujer que nos adora

una mujer que nos espera
y otra que nos ignora

existe una mujer
a la que no conoceremos
porque de seguro
no querría ni que la soñemos

Tenemos
un reloj
y una brújula
llena de viajes

todo un planeta para vivir
soñando que iremos a la luna
y sin embargo solo tenemos de cuna
un par de metros
para morir.



Poema Ven A Mí de Marita Troiano



Ven a mí.
Desátame las manos.
/que llevo atadas
con unas cuerdas
de nudos minuciosos/
Seré para ti,
lo que nadie
Corazón y latido
Anzuelo y pez
Reflejo y espejo
Desierto y mar
Seré más
Te lo prometo
Seré todas las cosas que
tú quieras
El sol y la luna
Las duras piedras
Tal vez una laguna
Seré rayo
Seré centella
El perdón de los pecados
La resurrección de los muertos
/por amor/
por culpa de la blandura de espíritu
y la gloria en una vida perdurable en tu recuerdo
Amén.



Poema Proserpina En Madison Avenue de Marita Troiano



La ciudad de Borsippa está muy lejos de sus ojos
Mientras va,
Fantasma en su lujuria
a la busca de un velo
que lo cubra y lo salve
Mientras va,
persiguiéndolo ciego
por la senda que ascendía
la calle Cuarenta y dos y Broadway

/dónde quedó tu agua fluyendo?
De dónde tú hechicero y peregrino
Desolado en tu propio laberinto?/

La mano trémula, insensata
subrayando la malicia
dibujándole el contorno de los labios
a la indócil Proserpina
/la hija de Ceres trasnochada/
Entonando un madrigal por Times Square
recordándoles a los vagabundos de la luna
que Pan nació en la Arcadia
y que él,
no tiene nada
Ni visa de residente
Ni Social Security
Ni American Express para sus cuentas

Y los tragó la noche
sin más solemnidades
Como una teodicea inesperada
Con un rumor de frenos apurados
de taxis amarillos
que recogen maldiciendo
feligreses de los teatros
y alumbrados ambos con muy poco
Con el malsano brillo de un estilete fiero
/lima de uñas, compañero inseperable del bolsillo
abrelatas oportuno en los picnics de cemento
Ganador de un agujero entre sus filos/.

No todos llevan un nombre en Nueva York
/urbe fatal revivida con la sangre de sus muertos/
pero este ?subterráneo-ciudadano sí
Se llama Ainisuel
Es una lengua muerta
En un idioma oculto entre las piedras de Rockefeller Center
(por donde vende baratijas a las gentes)

Y son enigmas sus orígenes
/podría ser de Guatemala par algunos
por el corte del cabello,
o tal vez el fugitivo de un pueblo sexualero
donde no había arena
y se amamantaba con sudor/
Pero llevaba barro entre sus letras
y guardaba su sombra sigilosa
en un rincón del muelle
dentro de un arca de ciprés.
(Inmigraciones piensa que es Plutón con disfraz de callejero)
Nadie da más razón de Ainisuel.

Y Proserpina
La de indomable cabellera y senos voluptuosos
/como naranjas de cascaras muy gruesas/
sigue de cerca el ulular del viento
con sus muslos en ángulo perfectamente obtuso.
Torturándose el olfato con aromas
de esa piel color de tierra, sabor a sal
Girando girando alrededor de un cheque en blanco
y por instinto americano,
masca dos chicles a la vez
en sobrehumano esfuerzo por endulzar el gesto
/y todo aquéllo
merced a su oficio paganero
al marketeo de apareos obligados
en su trepidante altar de Madison Avenue, ciudad de Nueva York/

Proserpina es mitológica
Desigual e indefinida
Un hada roja con la garganta seca
humedecida a veces con fellatios
La divinidad urbana incapaz de vuelos
de más de tres metros de altitud
la amiga del neón, a la que beben el alma
en sorbos clandestinos
los cronistas de una radio
y unos viejos mormones que olvidaron Utah
y escribieron en sus vientres
una postdata a Satanás.

Proserpina,
la divina Proserpina
Obsesión sagrada de Plutón
Dejas tu esquina
Estás viajando por la noche
con este hijo, tal vez de Costa Rica
/que bien podría ser un totem animado
o un discreto plumajero en Filipinas/
Con la existencia resignada
Conmutando una condena de reina destronada
por ninfetas de quince años
nacidas del corazón del Bronx.

Y se mantiene muda/ha advertido la llegada del diluvio/
Y se mantiene quieta/ha descubierto a su sombra fugitiva/

En un amanecer tardío
el New York Times violenta una sección
de su cuerpo de papel
y reaviva, con un decir sereno
de una crónica infeliz
detalles del encuentro
entre la dura de la noche
y el de las cejas negras
El hechicero raro que dicen que tenía
la caligrafía mejorada
cuando escribe con acero sobre piel

Oh, cruel amante rechazado!
Oh, estilete impío de redomados filos!
Cumplieron a su modo
algún ritual de fe
antes de la luna nueva
Tornando una existencia
en estrechez, en muérdago
en dos metros de tierra
donde podrá crecer la yerba.

Tragedia ingrata de la calle
Doloroso vacío de poder para siempre
en esa esquina

Caravaggio ha prometido pintar
Un claroscuro más /para Sotheby?s/
con la sangre derramada
Friné esta latigando a las estatuas de sus dioses protectores
y Hermes se conforma con calzar alas que lo guíen
hacia el reino de Hades
Para ver a Proserpina entrando presurosa
y sin su velo.



Poema En Lo Esencial de Marita Troiano



No hago cosas distintas a la gente
(bebo duermo me despierto tengo insomnios
Alguna vez sonrío indiferente)
Extasiada contemplo a las hormigas
con una candidez sin presunciones
Hago el amor voraz
A veces triste
Maldigo los impuestos
Creo enfrentar al mundo desde un banco de hierba
Y al caminar de prisa
Me suda como a usted la frente

Ser poeta no me vuelve diferente
(digamos en un sentido estricto)
Apenas algo rara por las noches
Cuando miro a la luna cara a cara
Y me carga de presagios
Y latiga mi faz
Y con su luz me embriaga
Cuando aspiro del campo sus olores y me nace
un océano de decires
Cuando el fuego deja marcas en mi sombra
Cuando ensayo danzas con la aurora
Cuando esparzo mi cuerpo en una playa
Cuando remonto el infinito con un beso
Cuando columpio mi todo al borde de quebradas
Después en lo esencial
Soy igual al resto de la gente
A veces pulcra a veces despeinada
Cruzando calles ciegas saltando cercas altas
Asombrada conmovida desterrada

Peregrina de cafés
Testigo de crímenes perfectos
Agudo protoplasma en una esquina
Esperando los días del invierno frío
Calculando destinos en indulgentes cábalas
Soy pues igual a todo el mundo
Salvo cuando desesperada
Al filo de desnudas madrugadas
Quiero ser flor
Quiero ser piedra
Arena
Águila
Y muero un poco mas
por tanto desear ser tantas cosas
Y mis mejillas a diferencia de otras
Se tornan transparentes



Poema Piel De No Verte de Marisa Trejo Sirvent



¿Hasta dónde la tinta
escribe un verso?
Letras de tinta borro
Vino tinto en la piel
Piel de no verte
Piel a piel la distancia
Tinta el papel de rojo ocre
Y cobre ausente
Está tinto el amor
Voy a beberte.

San Cristóbal de las Casas, 1994.



Poema El País De Los Pájaros Azules de Marisa Trejo Sirvent



?Chiapas, perdónanos tan lejos
este llanto?.
Daniel Robles Sasso.

En el país de las etnias
de las más altas montañas
del bosque de los pájaros azules
de los lagartos tristes
de los lagos pintados de colores
de la selva hecha humo
y pozos petroleros
la sangre penetró bajo la tierra
el eco de los árboles
anuncia la muerte
el sueño más real
quedan los restos enterrados
escondidos
el niño que gritó
el niño huérfano
y la sal de sus ojos
que cae sobre las piedras
no duerme
el musgo le da vuelta en la cabeza
algún día hallará
el valor
la palabra precisa
al recordar
las grietas de su historia.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas,1994



Poema Labios Libres de Mario Trejo



Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos

Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida

Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes

Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre

Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí

Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda la vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido

Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía



Poema Poema Cero de Mario Noel Rodríguez



Me gustas cuando gritas porque trastornas el presente.
Más viva, oscura,
de alas en contrasentido.
Desde la cabalgadura mi sed te toca,
de tierra es el beso que acalla el trueno de los días.



« Página anterior | Página siguiente »


Políticas de Privacidad