Poema En El Exilio (iii) de Mayamérica Cortez



El camino se ha detenido.
El frío se cuela penetrante en mi alma.
¿Soledad? Sí, siempre
estuvo allí. Indecibles
las palabras se quedan estáticas
mudas ante mí.

El silencio abrumante
es cristal opaco que se quiebra
en las horas de café, cigarrillos
notas cuadrando en mi horario.

El dolor de la nostalgia horada el corazón.
He de reiniciar la marcha
pero la yerba ya no es alfombra para mis pies.
Y hay hormigas sobre mi espalda.

Dobladas mis rodillas
se adhieren a la tierra…
¡Pero habré de levantarme!
Mi meta está allí
donde quiera que cruce la mirada.
El camino continúa y yo con él.



Poema Voz En El Desierto de Max Jara



Musa de juventud, que a la eterna distancia
del olvido dilatas tu perenne armonía,
el último vestigio de una ideal fragancia
hoy sube del jardín de mi melancolía.

Verdor de las praderas cuajadas de rocíos,
tu recuerdo minora la fatiga doliente
con que los corazones de ilusiones vacíos
se pierden en la noche pacífica y doliente.

Hoy que, mudas las voces de todas las virtudes,
me devora el supremo dolor del egoísmo,
purísima visión de muertas juventudes,
cómo pensar que un día naciste de mí mismo.

Cuando, tras horas crueles de fiebre y desaliño,
un minuto de paz me concede la suerte,
la visión melancólica de mis ojos de niño
me agobia con la enorme tristeza de la muerte.



Poema Desmayo (i) de Max Jara



Allá, cuando las lomas reverdecen,
donde hay almas que viven de esperanzas
y arreboles de fuego que florecen
en las inacabables lontananzas;
allí donde mi madre me ha llorado
con melodioso corazón de fuente,
por más que digan que los sueños mienten,
quisiera ser feliz y lo he soñado.
Son voces fraternales que me llaman,
una boca de niña que me besa,
dos negros ojos de tranquila llama,
y lejanos recuerdos de tristeza;
y el eco de murmullos lisonjeros
de los días henchidos de belleza,
y en cambio de los años que murieron
un puñado de nieve en la cabeza.



Poema Cuerpo de Maurice Echeverría



Compruebo apodíctico la evidencia
del hueso
atónito
Aquí soy, aquí entiendo el rasgo roto
el rostro perpetrado
la luz tardía, la tardía luz
de este templo
de deformadas deidades
tejidos y

Escupir dedos

catalepsia

Pálidos se muestras los bordes
líquidos: es el
panteísmo de algún licor,
la substancia sola
de la embriaguez desnuda.

Llueve. Crispadas las uñas se pudren
en los bares necesarios.



Poema Tienes Algo De Montaña de Matilde Alba Swann



Tienes algo de montaña…
A tu lado me he sentido leve y me he creído blanca.
Sin reparo te he mostrado mis llagas
y a tu cumbre nevada a veces traje barro,
y hecha pedazos mi alma.
Y he vuelto siempre limpia, y he vuelto siempre sana.

Tienes algo de planta…
es tan fresca tu sombra y es tan calma
la voz de tu follaje, y es tu raíz tan honda.
Al rumor de tu savia, descansé mi fatiga
y adormecí mis ansias…

Tienes algo de mar…
Toda la majestuosa distancia, del gigante de sal.
Espuma y linfa, por magia de tu espejo
mi cara entristecida, se ha visto cristalina.
Y cuando en hora perpleja llegué a tus orillas
tu verde voz me trajo de nuevo una olvidada
tibieza de regazo.
Eres tan humano que no pareces hombre
tan majestuoso y blanco, tan fresco y tan hondo
que pareces montaña, planta, mar…
y aunque te asombre tan humano eres
que no pareces hombre.



Poema Mon Amour de Matilde Alba Swann



Tal vez en Hiroshima, tal vez nunca…

Eres yo misma, yo soy tu nervio y tu dolor
sintiéndote; te pronuncio
con mi aliento, me nombras
con tu sangre.
«Mon amour», tus manos,
déjame estar así, no estar, perderme,
sumergir, sucumbir, no ser,
soltarme,
una incoherente voluntad me arrastra
húmedo sitio de memoria, fijos
ojos de un gato negro,
de improviso
fosforescentes como dos secretos
desnudados,
me miro,
sótano antiguo de tortura y hondo,
loca de hoguera y alarido
huyo,
quiebro mi imagen, quiebro mi pupila,
rompo mi espejo, mi presencia,
salto,
salvo todos los cercos, cruzo el viento
corto todos los campos, los veranos,
bebo todos los frutos,
me consumo, y me derramo a perdurar
veinte años.
Fue una leyenda que guardé,
veinte años, en cada tramo de latido
en cada pedacito de piel y de cabello.
Irremediables de memoria juntos,
deja que salga a gritos de esta noche,
irresistible de ansiedad, me llevan
soy de aquello que calzo, que me viste,
cien potros vienen por su cuero,
huyo,
interminable corredor, paredes
exhalándose en puertas
imposibles y posibles
herméticas,
abiertas,
una pared me arroja hacia la otra,
inacabables de impiedad
me arrojan,
y recogen y juegan
al sollozo conmigo, y a la risa.
Recortados del conjunto, solos
bajo la lupa,
expuestos,
quiero olvidar que existo,
que no podré dejar de padecerme,
y me renuevo y me desgasto y sigo.
Alguien recoge mi silencio y grita,
quién, desde cuándo, dónde,
me acurruco;
ensayamos morir y no morimos,
nunca aprendimos a nacer y estamos
sin embargo naciendo
irremediables.
Esta exótica forma de tu mundo
esta palabra occidental que sabes
aprendida de mi piel
tu cielo,
estas estrellas con que vas hablándome.
Almendrados
ojos tristes, me intuyes,
hombros míos altivos,
te recuerdo.
Alguien tuerce mi mano hasta arrancarme de mi grito.
Y huyo,
y me persigo y huyo
calle arriba y abajo, y mi latido sobre la piedra
noche vacía, corro
sobre la llama,
corro,
la detonada soledad, vacío,
mundo vacío, corro
y esta estridente oscuridad, te he visto
en todos los descansos para piedad, te he visto.
Quiero llorarte «mon amour», protégeme,
desciende tu mansedumbre
sobre este vivo torbellino mío,
trázame
como una figura en tu cuartilla, bórrame… toco tu piel,
muerdo tu piel,
quiebro mis dientes en tu piel, la escucho.
Dónde comienza una esperanza, cuándo
fue la primera vez que sollozamos.
Duelo por alguien a quien no conozco, alguien duele por mí,
sin conocerme.
Manos tuyas creándome y matándome;
«mon amour», tus manos,
cómo he llorado,
y cómo estoy llorando.



Poema Tiemble Tu Corazón… de Matilde Alba Swann



Tiemble tu corazón antes de hacerlo.
Vas a juzgar.
No olvides, que hay un dolor de siglo
en cada hombre,
y una causa anterior , a lo querido.
Cuando pongas tu pesa en la balanza,
Suma en piedra
la parte que nos toca.
Suma orgullo y desprecio y abandono,
suma rosas y pan
incompartido.
Mira
que en cada una de tus sentencia pongas
tu señal de durar
a signo limpio.
Que tu sangre camine
gota a gota,
decantada,
traslúcida, sin prisa,
que las culpas ajenas necesitan
un reposado espacio
de medida.
Guarda
no olvidar a tu madre ni a tus hijos
cada vez que señales
un culpable,
ni olvidarte de Dios cuando castigas;
y perdona
si es que temes tener
que perdonarte.
Suelta al fondo de ti hasta la pura
contextura de sal que te contiene;
palpa
el rostro
rugoso de la culpa,
muerde amarga condena, sufre rejas
y retorna
cuando sientas crecer
árbol de cuna
y poblarte piedad desde tus hojas.
Funde razón a fuego
de conciencia
duele el hombre que llevas, y medita;
bajo la toga, hay un hueso
que cruje la partida
y una carne final
que ya deshace.
Vas a juzgar, detén….!
Y cuando sepas
Que la ley es aquello que tú lates
y que vas conformándote a minuto
propia génesis lenta de conducta,
y comprendas,
en el filo más fino de tu duda,
en la ultima hebra
de certeza
que tu estrado es banquillo
y que te juzgan,
alza recién
desde el barro
y, juzga…!



Poema Como Un Cántaro de Matilde Alba Swann



Desde mi ángulo diurno de cordura,
no recordaba cómo,
llegué flecha, a disparar del arco.
Fue la herida de penetrar la noche,
que me llamó a encontrarme.
Se miraba mi boca
en un roto cristal crecido a espejo.
Con voluptuosa, medida muerte lenta, comencé,
como un junco, vergonzoso de luz bajo la brisa,
a declinar, y hallé hermoso contarme, derramando.
Fue el oído subiendo hasta la nota,
fue una danza de ninfas sobre el lienzo,
fue un murmullo de cuerdas arriesgadas,
fue el silencio total, dando en el fondo
del lugar de doler, y fue el estruendo
de cien locas gargantas, borbotones,
presurosos, urgidos
borbotones.
En el espejo, dos orillas curvadas de verano.
Estabas a mis márgenes, con el agua mía
riéndose a tus carnes,
escasamente, mi nivel no alcanzaba
siquiera al cáliz de tu cuerpo, cuerpo.
Hubieras, sí, jugado con mi espuma, inclinada
tu cabeza triste, y un poco sorprendida.
Hubieras tal vez puesto tu paladar
a escuchar mi voz de tempestad y azúcar,
y a medio claudicar, como quien oye
un lejano temblor
de cascos vueltos, vacilabas
la inminencia, mezcla de miedo que huye y regocijo,
que alza en danza de grito
hasta las nubes.
Yo volcaba, siempre rítmica cuerda, grave, grave,
y un sabor y un aroma discordantes,
como pájaros nuevos que se esquivan, atreviste
tus manos, hasta el borde mojado de mi cántaro.
Se miraban mis labios,
y eran,
viva síntesis flúida, hembra, hembra, y de pronto,
solamente agua, y de pronto,
ni siquiera.
El cristal sobre azogue de palabras, devolvía
la presencia,
de una boca en sabor desconocido.
Desde mi ángulo diurno de cordura, me miraba brillar
bajo la lámpara.
Después, vuelta de aquella elevación desnuda,
me descubrí tirada como un perro,
con la lengua volcada a las estrellas
y los dientes en polvo, y arañada
toda el agua de patas
imposibles; ya no estuve.
Sólo tu ausencia, fue la verdad real,
con gusto a sangre.
Quise inclinar de nuevo, y era un ancho arenal
seco, sediento,
puro sol fatigado de mis brasas,
era un cántaro hueco,
sin oquedad siquiera, una idea de cántaro
olvidada,
era un nombre cabal de inexistencia.
Y aquí, en la maraña, que quiso dejar a modo de
testimonio el viento, estoy;
mis dos brazos cubriéndome la cara,
así me encuentras.



Poema Saludo Austral de Marta Zabaleta



Dedicado a mi ex-alumno desaparecido Cesar Negrete

Duerme la aurora en su parrón de viento suave
la impenetrable danza de centenarias olas
entre vaivenes de cajón y nicho grave

Tejidos con tomillo y hierba buena, sus huesos
corren,
corre, corre, agoniza suave,
estrella que amordaza
y se levantan
los brazos arropados en la piedra
y con un puño crispado en la garganta
grito.

A los lejos las islas regurgitan
portentosos los cánticos de otrora
y sobre la muerte de las victimas
revueltos
el pulso el corazón al alba
se entibian
los dolores de msi alumnos fusilados

Riego su tumba sin nombre y sin estrellas
bordo su rostro de sangre y esperanza.

Tan de noble es la memoria
que no guarda
en sus recuerdos
nada mas que sus sombras
y en ese resucitar de cada flor marchita
busco un eco que recobre nuestras horas de victoria y vida nueva
y nos guarde
prendidos a su gloria.

Al pie de la tumba a las victimas de la dictadura del 11 de septiembre
de 1973, enterradas aquí en cuerpo o en ausencia.
Cementerio de Tome – 23-9-2004 – Chile



Poema Tijera de Marta Leonor González



No sólo repta.
En el pozo está,
atrapada de aldabas.
La mano confirma el orificio húmedo
ojal oscuro de la infancia,
vaginal caverna
que la atrapa.
La atrapa.
El tacto pulula rodea el albergue,
vacuo
vano va sobre el veneno.
Recorre la mano la hornacina,
esponjoso el sitio y frío mullido en lo oscuro
el vestido blanco es almácigo
como torga.

Boaco, abril 1978



« Página anterior | Página siguiente »


Políticas de Privacidad